Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
LA FLORIDA DEL INCA



Comentario

CAPÍTULO IV


Trata del curaca Cofaqui y del mucho regalo que a los españoles hizo en su tierra



Luego que el curaca Cofaqui recibió los recaudos de su hermano y del gobernador, mandó apercibir todo lo necesario, así de gente noble para la ostentación de la grandeza de su casa como de bastimentos y gente de servicio para servir y regalar a los españoles. Y, antes que el gobernador entrase en ella, le envió cuatro caballeros principales acompañados de mucha gente que le diesen la buena hora y el pláceme de su venida y la obediencia que se le debía, y le dijesen cómo lo esperaban con toda paz y amistad y deseo de le servir y regalar en todo lo que su habilidad y posibilidad alcanzase.

Con esta embajada recibió contento el general y toda su gente porque no pretendían amigos forzados sino de gracia, y así caminaron hasta llegar al término de Cofaqui, donde a los indios que con ellos habían ido de la provincia de Cofa les dieron licencia para que los de guerra y los de servicio se volviesen a sus casas y, en lugar de ellos, trajeron los de Cofaqui otros que llevaron las cargas.

El gobernador llegó al primer pueblo del Cofaqui, donde estaba el cacique, el cual, como por sus atalayas supiese que el general iba cerca, salió a recibirle fuera del pueblo, acompañado de muchos hombres nobles hermosamente arreados de arcos y flechas y grandes plumas, con ricas mantas de martas y otras diversas pellejinas también aderezadas como en lo mejor de Alemania. Entre el gobernador y el curaca pasaron muy buenas palabras, y lo mismo hubo entre los indios principales y los caballeros y capitanes del ejército, dándose a entender parte por palabras y parte por señas. Y así entraron en el pueblo con gran fiesta y regocijo de los indios. El cacique por su persona aposentó a los españoles y él se fue, con licencia del gobernador, a otro pueblo que estaba cerca, donde había mudado su casa por desembarazar aquél para alojamiento de los españoles. Y luego otro día, bien de mañana vino a visitar al gobernador, y, después de haber hablado largo en cosas que tocaban a la relación de aquella provincia, dijo el indio: "Señor, yo deseo saber la voluntad de vuestra señoría, si es de quedarse aquí donde deseamos servirle o de pasar adelante, para que, conforme a ella, se provea con tiempo lo que conviene a vuestro servicio." El gobernador dijo que iba en demanda de otras provincias que le habían dicho estaban adelante y que la una de ellas se llamaba Cofachiqui, y que no podía hacer asiento ni parar en parte alguna hasta que las hubiese visto y andado todas.

El curaca respondió que aquella provincia confinaba con la suya y que entre la una y la otra había un gran despoblado que se andaba en siete jornadas y que para el camino ofrecía a su señoría los indios de guerra y de servicio necesarios, que le sirviesen y acompañasen hasta donde su señoría quisiese llevarlos. Asimismo le ofrecía todo el bastimento que fuese menester para el viaje, que le suplicaba pidiese y mandase proveer lo que fuese servido llevar como si estuviera en su propia tierra, que toda aquélla estaba a su voluntad y muy deseosa de servirle.

El gobernador le agradeció el ofrecimiento y le dijo que, pues él como capitán experimentado y como señor de aquella tierra sabía el camino que se había de andar y el bastimento que sería menester, lo proveyese como en causa propia, que los españoles no tenían necesidad de otra cosa sino de comida y que en dejársela toda a su voluntad y arbitrio vería la poca o ninguna molestia que deseaban darle.

Con esta confianza que el gobernador hizo del cacique le obligó a que hiciese más que hiciera si señaladamente le pidiera lo que había menester, y así lo dijo él. Y luego mandó que con mucha diligencia y solicitud se juntase el bastimento y los indios de carga que lo hubiesen de llevar, lo cual fue obedecido y proveído con tanta prontitud que, en cuatro días que los españoles descansaron en el pueblo Cofaqui, se juntaron cuatro mil indios de servicio para llevar la comida y la ropa de los cristianos, y otros cuatro mil de guerra para acompañar y guiar el ejército.

El bastimento principal que los castellanos procuraban dondequiera que se hallaban era el maíz, el cual, en todas las Indias del nuevo mundo, es lo que en España el trigo. Con el maíz proveyeron los indios mucha fruta seca, de la que hemos dicho atrás que la tierra produce de suyo sin cultivarla, como son ciruelas pasadas y pasas de uvas, nueces de dos o tres suertes y bellota de encina y roble. Provisión de carne no hubo alguna, porque ya hemos dicho que no la tienen de ganado doméstico sino la que matan cazando por los montes.

El gobernador y los suyos, viendo tanta junta de gente, aunque se juntaban para les servir, se recataban y velaban de noche y de día más que lo ordinario, porque los indios debajo de amistad, viéndolos descuidados, no se atreviesen a hacer alguna cosa en daño de ellos. Mas los indios estaban bien descuidados y ajenos de ofender a los españoles: antes, con todas sus fuerzas y ánimo, atendían a les servir y agradar para con el favor y amparo de ellos vengarse de las injurias y daños que de sus enemigos, los de Cofachiqui, habían recibido, como luego veremos.

Un día antes del día señalado para la partida de los españoles, estando el curaca en la plaza del pueblo con el general y otros capitanes y caballeros principales del ejército, mandó llamar a un indio que para todas las cosas de guerra que se le ofreciesen tenía elegido por capitán general y al presente lo estaba para ir con el gobernador. Al cual, venido que fue ante él, le dijo: "Bien sabéis la guerra y enemistad perpetua que nuestros padres, abuelos y antepasados siempre han tenido, y nosotros al presente tenemos, con los indios de la provincia de Cofachiqui, donde ahora vais en servicio de nuestro gobernador y de estos caballeros, y también son notorios los muchos y notables agravios, males y daños que los naturales de aquella tierra de continuo han hecho y hacen en los de la nuestra. Por lo cual, será razón que, pues la ventura nos ofrece para nuestra venganza una ocasión tan buena como la presente, que no la perdamos. Vos, mi capitán general, como tenemos acordado, habéis de ir en compañía y servicio del gobernador y de su invencible ejército, con cuyo favor y amparo haréis en satisfacción de nuestras injurias y daños todo lo que contra nuestros enemigos pudiereis imaginar y, porque entiendo no hay necesidad de que se gasten con vos muchas palabras para encargaros lo que habéis de hacer, me remito a vuestro ánimo y voluntad, la cual sé que se conformará con mi pretensión y con lo que en este caso a nuestra honra conviene."