Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS



Comentario

CAPÍTULO XXI


En qué manera pasaron bestias y ganados a las tierras de Indias



Ayudan grandemente al parecer ya dicho los indicios que se ofrecen a los que con curiosidad examinan el modo de habitación de los indios; porque donde quiera que se halla isla muy apartada de tierra firme y también de otras islas, como es la Bermuda, hállase ser falta de hombres del todo. La razón es porque no navegaban los antiguos sino a playas cercanas y cuasi siempre a vista de tierra. A esto se alega que en ninguna tierra de Indias se han hallado navíos grandes, cuales se requieren para pasar golfos grandes. Lo que se halla son balsas o piraguas o canoas, que todas ellas son menos que chalupas; y de tales embarcaciones solas usaban los indios, con las cuales no podían engolfarse sin manifiesto y cierto peligro de perecer, y cuando tuvieran navíos bastantes para engolfarse, no sabían de aguja ni de astrolabio, ni de cuadrante. Si estuvieran dieciocho días sin ver tierra, era imposible no perderse sin saber de sí. Vemos islas pobladísimas de indios, y sus navegaciones muy usadas; pero eran las que digo que podían hacer los indios en canoas o piraguas y sin aguja de marear. Cuando los indios que moraban en Tumbes, vieron la primera vez nuestros españoles que navegaban al Pirú, y miraron la grandeza de las velas tendidas y los bajeles también grandes, quedaron atónitos; y como nunca pudieron pensar que eran navíos, por no haberlos visto jamás de aquella forma y tamaño, dice que se dieron a entender, que debían de ser rocas y peñascos sobre la mar; y como veían que andaban y no se hundían, estuvieron como fuera de sí de espanto gran rato, hasta que mirando más, vieron unos hombres barbudos que andaban por los navíos, los cuales creyeron que debían ser algunos dioses o gentes de allá del cielo. Donde se ve bien cuán ajena cosa era para los indios usar naos grandes ni tener noticia de ellas. Hay otra cosa que en gran manera persuade a la opinión dicha, y es que aquellas alimañas que dijimos no ser creíble haberlas embarcado hombres para las Indias, se hallan en lo que es tierra firme y no se hallan en las islas que disten de la tierra firme cuatro jornadas. Yo he hecho diligencia en averiguar esto, pareciéndome que era negocio de gran momento, para determinarme en la opinión que he dicho, de que la tierra de Indias y la de Europa y Asia y África tienen continuación entre sí, o a lo menos llegan mucho en alguna parte. Hay en la América y Pirú muchas fieras, como son leones, aunque éstos no igualan en grandeza y braveza, y en el mismo color rojo a los famosos leones de África; hay tigres muchos y muy crueles, aunque lo son más comúnmente con indios que con españoles. Hay osos, aunque no tantos; hay jabalíes; hay zorras innumerables. De todos estos géneros de animales, si quisiéramos buscarlos en la isla de Cuba o en la Española o en Jamaica, o en la Margarita o en la Dominicana, no se hallará ninguno. Con esto viene que las dichas islas, con ser tan grandes y tan fértiles, no tenían antiguamente cuando a ellas aportaron españoles, de esos otros animales tampoco que son de provecho, y agora tienen innumerables manadas de caballos, de bueyes y vacas, de perros, de puercos, y es en tanto grado que los ganados de vacas no tienen ya dueños ciertos por haber tanto multiplicado, que son del primero que las desjarreta en el monte o campo. Lo cual hacen los moradores de aquellas islas para aprovecharse de los cueros para su mercancía de corambre, dejando la carne por allí sin comerla. Los perros han en tanto exceso multiplicado, que andan manadas de ellos, y hechos bravos hacen tanto mal al ganado como si fueran lobos, que es un grave daño de aquellas islas. No sólo carecen de fieras, sino también de aves y pájaros, en gran parte. Papagayos hay muchos, los cuales tienen gran vuelo y andan a bandas juntos; también tienen otros pájaros, pero pocos, como he dicho. De perdices no me acuerdo haber visto ni sabido que las tengan como las hay en el Pirú, y mucho menos los que en el Pirú llaman guanacos y vicuñas, que son como cabras monteses, ligerísimas, en cuyos buches se hallan las piedras bezaares, que precian algunos y son a veces mayores que un huevo de gallina, tanto y medio. Tampoco tienen otro género de ganado que nosotros llamamos ovejas de las Indias, las cuales, demás de la lana y carne con que visten y mantienen los indios, sirven también de recua y jumentos para llevar cargas; llevan la mitad de la carga de una mula, y son de poco gasto a sus dueños, porque ni han menester herraduras ni albardas, ni otros aparejos, ni cebada para su comer; todo esto les dio naturaleza sin costa queriendo favorecer a la pobre gente de los indios. De todos los géneros de animales y de otros muchos que se dirán en su lugar, abunda la tierra firme de Indias; las islas, de todos carecen si no son los que han embarcado españoles. Verdad es que en algunas islas vido tigres un hermano nuestro, según él refería, andando en una peregrinación y naufragio trabajosísimo; mas preguntado qué tanto estarían de tierra firme aquellas islas, dijo que obra de seis u ocho leguas a lo más, el cual espacio de mar no hay duda sino que pueden pasalle a nado los tigres. De estos indicios y de otros semejantes se puede colegir que hayan pasado los indios a poblar aquella tierra, más por camino de tierra que de mar, o si hubo navegación, que fue no grande ni dificultosa, porque en efecto debe de continuarse el un orbe con el otro; o a lo menos estar en alguna parte muy cercanos entre sí.