Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS



Comentario

CAPÍTULO XXVIII


Del bálsamo



Las plantas formó el Soberano Hacedor no sólo para comida, sino también para recreación y para medicina y para operaciones del hombre. De las que sirven de sustento, que es lo principal, se ha dicho, y algo también de las de recreación; de las de medicina y operaciones se dirá otro poco. Y aunque todo es medicinal en las plantas, bien sabido y bien aplicado, pero algunas cosas hay que notoriamente muestran haberse ordenado de su Creador para medicina y salud de los hombres, como son licores, o aceites o gomas, o resinas, que echan diversas plantas, que con fácil experiencia dicen luego para qué son buenas. Entre éstas, el bálsamo es celebrado con razón por su excelente olor, y mucho más extremado efecto de sanar heridas, y otros diversos remedios para enfermedades, que en él experimentan. No es el bálsamo que va de Indias Occidentales de la misma especie que el verdadero bálsamo que traen de Alejandría o del Cairo, y que antiguamente hubo en Judea, la cual sola en el mundo, según Plinio escribe, poseyó esta grandeza, hasta que los emperadores Vespasianos la trajeron a Roma e Italia. Muéveme a decir que no es de la misma especie el un licor y el otro, ver que los árboles de donde mana, son entre sí muy diversos, porque el árbol del bálsamo de Palestina era pequeño y a modo de vid, como refiere Plinio de vista de ojos, y hoy día los que le han visto en Oriente dicen lo mismo; y la Sagrada Escritura, el lugar donde se daba este bálsamo le llamaba viña de Engaddi por la similitud con las vides. El árbol de donde se trae el bálsamo de Indias, yo lo he visto y es tan grande como granado, y aun mayor, y tira algo a su hechura, si bien me acuerdo, y no tiene que ver con vid, aunque Estrabón escribe que el árbol antiguo del bálsamo era del tamaño de granados; pero en los accidentes y en las operaciones, son licores muy semejantes, como es en el olor admirable, en el curar heridas, en el color y modo de sustancia; pues lo que refieren del otro bálsamo que lo hay blanco y bermejo, y verde y negro, lo mismo se halla en el de Indias. Y como aquél se sacaba, hiriendo o sajando la corteza, y destilando por allí el licor, así se hace en el de Indias, aunque es más la cuantidad que destila. Y como en aquel hay uno puro que se llama apobálsamo, que es la propria lágrima que destila, y hay otro no tan perfecto, que es el licor que se saca del mismo palo o corteza, y hojas exprimidas y cocidas al fuego, que llaman jilobálsamo; así también en el bálsamo de Indias hay uno puro, que sale así del árbol, y hay otro que sacan los indios cociendo y exprimiendo las hojas y palos, y también le adulteran y acrecientan con otros licores, para que parezca más. En efecto, se llama con mucha razón bálsamo y lo es, aunque no sea de aquella especie, y es estimado en mucho y lo fuera mucho más si no tuviera la falta que las esmeraldas y perlas han tenido, que es ser muchas. Lo que más importa es que para la sustancia de hacer crisma, que tan necesario es en la santa iglesia y de tanta veneración, ha declarado la Sede Apostólica, que con este bálsamo de Indias se haga crisma en Indias, y con él se dé el sacramento de Cofirmación y los demás donde la Iglesia lo usa. Tráese a España el bálsamo, de la Nueva España y la provincia de Guatimala, y de Chiapa y otras por allí es donde más abunda, aunque el más preciado es el que viene de la isla de Tolú, que es en Tierrafirme no lejos de Cartagena. Aquel bálsamo es blanco, y tienen comúnmente por más perfecto el blanco que el bermejo, aunque Plinio el primer lugar da al bermejo, el segundo al blanco, el tercero al verde, el último al negro. Pero Estrabón parece preciar más el bálsamo blanco, como los nuestros lo precian. Del bálsamo de Indias trata largamente Monardes en la primera parte y en la segunda, especialmente del de Cartagena o Tolú, que todo es uno. No he hallado que en tiempos antiguos, los indios preciasen en mucho el bálsamo ni aún tuviesen de él uso de importancia, aunque Monardes dice que curaban con él los indios de sus heridas, y que de ellos aprendieron los españoles.