Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS



Comentario

LIBRO QUINTO






CAPÍTULO I



Que la causa de la idolatría ha sido la soberbia y invidia del demonio



Es la soberbia del demonio tan grande y tan porfiada, que siempre apetece y procura ser tenido y honrado por Dios; y en todo cuanto puede hurtar y apropiar a sí lo que sólo al altísimo Dios es debido, no cesa de hacerlo en las ciegas naciones del mundo, a quien no ha esclarecido aún la luz y resplandor del santo Evangelio. De este tan soberbio tirano leemos en Job, que pone sus ojos en lo más alto, y que entre todos los hijos de soberbia, él es el rey. Sus dañados intentos y traición tan atrevida con que pretendió igualar su trono con el de Dios, bien claro nos lo refieren las Divinas Escrituras, diciéndole en Esaías: "Decías entre ti mismo: subiré hasta el cielo; pondré mi silla sobre todas las estrellas de Dios; sentarme he en la cumbre del Testamento; en las faldas de Aquilón; pasaré la alteza de las nubes; seré semejante al Altísimo". Y en Ezequiel: "Elevose tu corazón, y dijiste: Dios soy yo, y en silla de Dios, me he sentado en medio del mar". Este tan malvado apetito de hacerse Dios, todavía le dura a Satanás, y aunque el castigo justo y severo del muy Alto le quitó toda la pompa y lozanía, por donde se engrió tanto, tratándole como merecería su descortesía y locura, como en los mismos profetas largamente se prosigue, pero no por eso aflojó un punto su perversa intención, la cual muestra por todas las vías que puede, como perro rabioso mordiendo la misma espada con que le hieren. Porque la soberbia (como está escrito) de los que aborrecen a Dios, porfía siempre. De aquí procede el perpetuo y extraño cuidado que este enemigo de Dios ha siempre tenido de hacerse adorar de los hombres, inventando tantos géneros de idolatrías con que tantos tiempos tuvo sujeta la mayor parte del mundo, que apenas le quedó a Dios un rincón de su pueblo Israel. Y con la misma tiranía, después que el fuerte del Evangelio le venció y desarmó, y entró por la fuerza de la cruz las más importantes y poderosas plazas de su reino, acometió las gentes más remotas y bárbaras, procurando conservar entre ellas la falsa y mentida divinidad, que el hijo de Dios le había quitado en su Iglesia, encerrándole como a fiera en jaula, para que fuese para escarnio suyo y regocijo de sus siervos, como lo significa por Job. Mas en fin, ya que la idolatría fue extirpada de la mejor y más noble parte del mundo, retirose a lo más apartado, y reinó en esta otra parte del mundo, que aunque en nobleza muy inferior, en grandeza y anchura no lo es. Las causas porque el demonio tanto ha esforzado la idolatría en toda infidelidad, que apenas se hallan gentes que no sean idólatras, y los motivos para esto principalmente son dos. Uno es el que está tocado de su increíble soberbia, la cual quien quisiere bien ponderar considere que al mismo Hijo de Dios y Dios verdadero acometió, con decirle tan desvergonzadamente que se postrase ante él, y le adorase, y esto le dijo aunque no sabiendo de cierto que era el mismo Dios, pero teniendo por lo menos grandes barruntos de que fuese hijo de Dios. ¿A quién no asombrará tan extraño acometimiento, una tan excesiva y tan cruel soberbia? ¿Qué mucho que se haga adorar de gentes ignorantes por Dios, el que al mismo Dios acometió con hacérsele Dios, siendo una tan sucia y abominable criatura? Otra causa y motivo de idolatría es el odio mortal y enemistad que tiene con los hombres. Porque como dice el Salvador: "desde el principio fue homicida, y eso tiene por condición y propriedad inseparable de su maldad". Y porque sabe que el mayor daño del hombre es adorar por Dios a la criatura, por eso no cesa de inventar modos de idolatría con que destruir los hombres, y hacellos enemigos de Dios. Y son dos los males que hace el demonio al idólatra: uno que niega a su Dios, según aquello: "al Dios que te creó desamparaste"; otro que se sujeta a cosa más baja que él, porque todas las criaturas son inferiores a la racional, y el demonio, aunque en la naturaleza es superior al hombre, pero en el estado es muy inferior, pues el hombre en esta vida es capaz de la vida divina y eterna. Y así por todas partes con idolatría, Dios es deshonrado y el hombre destruído, y por ambas vías el demonio soberbio y envidioso, muy contento.