Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS



Comentario

CAPÍTULO VII


De la fundación de México



Siendo ya llegado el tiempo que el padre de las mentiras cumpliese con su pueblo, que ya no podía soportar tantos rodeos, y trabajos y peligros. Acaeció que unos viejos, hechiceros o sacerdotes, entrando por un carrizal espeso, toparon un golpe de agua muy clara y muy hermosa, y que parecía plateada, y mirando alrededor, vieron los árboles todos blancos y el prado blanco, y los peces blancos, y todo cuanto miraban muy blanco. Y admirados de esto, acordáronse de una profecía de su dios, que les había dado aquello por señal del lugar adonde habían de descansar y hacerse señores de las otras gentes, y llorando de gozo, volvieron con las buenas nuevas, al pueblo. La noche siguiente apareció en sueños Vitzilipuztli a un sacerdote anciano, y díjole que buscasen en aquella laguna, un tunal que nacía de una piedra, que según él dijo era donde por su mandado habían echado el corazón de Copil, su enemigo, hijo de la hechicera, y que sobre aquel tunal verían un águila muy bella, que se apacentaba allí de pájaros muy galanos, y que cuando esto viesen, supiesen que era el lugar donde se había de fundar su ciudad, la cual había de prevalecer a todas las otras, y ser señalada en el mundo. El anciano, por la mañana, juntando a todo el pueblo desde el mayor hasta el menor, les hizo una larga plática en razón de lo mucho que debían a su dios, y de la revelación que aunque indigno, había tenido aquella noche, concluyendo que debían todos ir en demanda de aquel bienaventurado lugar que les era prometido, lo cual causó tanta devoción y alegría en todos, que sin dilación se pusieron luego a la empresa. Y dividiéndose a una parte y a otra por toda aquella espesura de espadañas, y carrizales y juncia de la laguna, comenzaron a buscar por las señas de la revelación, el lugar tan deseado. Toparon aquel día el golpe de agua del día antes, pero muy diferente, porque no venía blanca, sino bermeja como de sangre, y partiéndose en dos arroyos, era el uno azul espesísimo, cosa que les maravilló y denotó gran misterio, según ellos lo ponderaban. Al fin, después de mucho buscar acá y allá, apareció el tunal, nacido de una piedra, y en él estaba un águila real, abiertas las alas y tendidas, y ella vuelta al sol recibiendo su calor; alrededor había gran variedad de pluma rica de pájaros, blanca, colorada, amarilla, azul y verde, de aquella fineza que labran imágines. Tenía el águila en las uñas, un pájaro muy galano. Como la vieron y reconocieron ser el lugar del oráculo, todos se arrodillaron, haciendo gran veneración al águila, y ella también les inclinó la cabeza, mirándolos a todas partes. Aquí hubo grandes alaridos y muestras de devoción, y hacimiento de gracias al creador, y a su gran dios Vitzilipuztli, que en todo les era padre y siempre les había dicho verdad. Llamaron por eso la ciudad que allí fundaron, Tenochtitlán, que significa tunal en piedra; y sus armas e insignias son hasta el día de hoy, un águila sobre un tunal, con un pájaro en la una mano, y con la otra, asentada en el tunal. El día siguiente, de común parecer, fueron a hacer una ermita junto al tunal del águila, para que reposase allí el arca de su dios, hasta que tuviesen posibilidad de hacerle suntuoso templo, y así la hicieron de céspedes y tapias, y cubriéronla de paja. Luego, habida su consulta, determinaron comprar de los comarcanos, piedra y madera y cal, a trueque de peces y ranas y camarones; y asimismo, de patos y gallaretas, corvejones y otros diversos géneros de aves marinas, todo lo cual pescaban y cazaban con suma diligencia en aquella laguna, que de esto es muy abundante. Iban con estas cosas a los mercados de las ciudades y pueblos de los tepanecas y de los de Tezcuco, circunvecinos, y con mucha disimulación e industria, juntaban poco a poco lo que habían menester para el edificio de su ciudad, y haciendo de piedra y cal otra capilla mejor para su ídolo, dieron en cegar con planchas y cimientos gran parte de la laguna. Hecho esto, habló el ídolo a uno de sus sacerdotes una noche en esta forma: "di a la congregación mexicana, que se dividan los señores cada uno con sus parientes y amigos y allegados, en cuatro barrios principales, tomando en medio la casa que para mi descanso habéis hecho, y cada parcialidad edifique en su barrio a su voluntad". Así se puso en ejecución, y estos son los cuatro barrios principales de México, que hoy día llaman San Juan, Santa María la Redonda, San Pablo, San Sebastián. Después de divididos los mexicanos en estos cuatro barrios, mandoles su dios que repartiesen entre sí los dioses que él les señalase, y cada principal barrio de los cuatro, nombrase y señalase otros barrios particulares, donde aquellos dioses fuesen reverenciados; y así a cada barrio de estos, eran subordinados otros muchos pequeños, según el número de los ídolos que su dios les mandó adorar, los cuales llamaron calpultetco, que quiere decir dios de los barrios. De esta manera se fundó y de pequeños principios vino a grande crecimiento, la ciudad de México Tenochtitlán.