Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
JUNIPERO SERRA Y LAS MISIONES DE CALIFORNIA

(C) José-Luis Anta Félez



Comentario

CAPITULO XXVIII


Pasa el V. Padre a mudar la Misión de S. Carlos al Río

Carmelo, y lo que en ella practicó.



Después de pasados quince días de establecida la Misión de San Antonio, salió de ella para la de Monterrey el V. P. Presidente Fr. Junípero, con vivos deseos de fundar la de San Luis; pero por la falta de Tropa (cuya mayor parte se hallaba detenida en San Diego por el Capitán Rivera había un año) mortificó sus deseos, al ver que hasta la subida del Comandante D. Pedro Fages, no podría efectuarse; y entretanto se ocupó en mudar la Misión de San Carlos a las orillas del Río Carmelo.



Para dar principio a esta obra, que juzgaba el Siervo de Dios muy importante para la reducción de los Gentiles, y subsistencia de aquella Misión, que propiamente se fundaba de nuevo, pasó al sitio en que había dispuesto se hiciese el corte de madera, y considerando no ser bastante la que había, mandó se continuase, cortando, ínterin volvía del Presidio. Bien pudiera el V. Padre encomendar este material trabajo a su Compañero el P. Crespí, a los Religiosos destinados para la Misión de San Luis, los cuales estaban como ociosos en el Presidio, hasta que se verificase la salida para establecer su Misión. Pero no quiso perder este mérito, ni cargar a los otros el trabajo, sin duda para darles ejemplo, y que no se desdeñasen de ejercitar semejantes oficios mecánicos, que se dirigen a tan noble fin, y son muy del agrado de Dios (como dice en su citada Carta la V. M. María de Jesús). Dejó en el Presidio a los dos Ministros de la Misión de San Luis para que administrasen a la Tropa, y a su Compañero para que cuidase de los Indios Neófitos, dándoles no sólo la comida del cuerpo, sino también la del alma, rezando dos veces al día la Doctrina Cristiana; y a ambos hizo el encargo de que siempre que fuesen Gentiles, procurasen regalarlos, y dirigirlos al Río Carmelo, donde haría lo mismo S. R.



Concluidas estas prevenciones, se encaminó al sitio destinado para la Misión, distante una legua del Presidio, a hacer vida eremítica, cuya habitación fue de pronto una Barraca, en la que se mantuvo sirviendo de Sobrestante, y muchas veces de Peón, hasta que hubo alguna vivienda en que acogerse para libertarse del mucho viento frío que se experimenta en aquella Cañada casi todo el año. La primera obra que mandó hacer fue una grande Cruz, que bendita, enarboló (ayudado de los Soldados y Sirvientes) y fijó en la medianía del tramo destinado para compás, que estaba inmediato a la Barraca de su habitación, y otra que servía de interina Iglesia, siendo su compañía y todas sus delicias aquella Sagrada Señal. Adorábala luego que amanecía, y cantaba la Tropa el Alabado, y delante de ella rezaba el Siervo de Dios Maytines y Prima, e inmediatamente celebraba el Santo Sacrificio de la Misa, a que asistían todos los Soldados y Mozos. Después comenzaban todos su trabajo, cada uno en su destino, siendo Ingeniero y Sobrestante de la obra el V. Padre, quien muchas veces al día adoraba la Santa Cruz, rezando delante de ella el Oficio Divino, según lo oí todo de boca del Cabo, que sirvió de Centinela en aquel sitio; y lo mismo practicaba de noche al concluir el rezo de la Corona, con cuyo ejemplo hacían lo propio los Soldados, enseñándose también los Indios.



Cuando iban los Gentiles a visitar al V. Padre, que raro era el día en que dejaban de hacerlo atraídos de curiosidad, o de los regalos que les hacía, era lo primero que practicaba persignarlos por su propia mano, y después les hacía adorar la Santa Cruz, y concluídas estas santas ceremonias, les regalaba, ya con comida que les mandaba hacer de trigo, o maíz cocido, con atole hecho de dichas harinas, o ya con abalorios, y procuraba agasajarlos cuanto podía, aprendiendo con ellos el idioma. Iban también a visitarlo los nuevos Cristianos, que pedían licencia al P. Crespí, para ir (como decían) a ver al Padre viejo, y con ellos tenía sus delicias mostrándoles mayor cariño que si por naturaleza fuesen sus hijos. Enseñóles a que saludasen a todos con las devotas palabras: amar a Dios; y se extendió de tal manera, que hasta los Gentiles decían esta salutación, no solamente a los Padres, sino a cualquier Español; y queda extendida por todo este vasto terreno, enterneciendo el corazón más duro, al oir a los Gentiles que lo mismo es encontrar a sus Compañeros, o a los Españoles por los caminos, que referir aquellas palabras amar a Dios.



Luego que tuvo el V. Padre concluída la Fábrica de Capilla y vivienda suficiente, que fue a fines del año de 1771, llamó a su Compañero el P. Crespí, y se mudó a la nueva Misión con todos los Cristianos Neófitos, y empezaron a trabajar ambos en aquella espiritual Conquista; siendo ésta su peculiar Misión, en donde se mantuvo (ínterin no tenía que salir a visitar las Misiones, y viajes precisos del ministerio de Presidente) hasta que murió, dejando en sola ella mil y catorce bautizados entre adultos y párvulos, la mayor parte por el V. Padre; pues era en esta materia sin comparación celoso, y sin saciarse sediento.