Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
JUNIPERO SERRA Y LAS MISIONES DE CALIFORNIA

(C) José-Luis Anta Félez



Comentario

CAPITULO XLIV


Providencias que para las Fundaciones de N. P. San

Francisco dio el Exmô. Señor Virrey.



Uno de los puntos que el V. P. Junípero pidió a S. Excâ. estando en México, fue, que tuviesen efecto las dos Misiones de N. P. San Francisco y Santa Clara, proyectadas desde el año de 70. Y viendo S. R. que en el Provisional Reglamento que se había formado, no sólo no se hablaba de tales Misiones, antes parecía se cerraba la puerta a nuevas fundaciones, se estrechó con S. Excâ. haciéndole presente las muchas conversiones que se lograrían con dichas Fundaciones. Como ya por la frecuente conversación que dicho Señor había tenido con el fervoroso Padre, se le había prendido en su noble corazón el fuego de la caridad acerca de la conversión de los Gentiles, lo consoló diciéndole, que descuidase, que dichas Misiones corrían a su cuenta: que la Real junta tuvo presente el corto número de Tropa que había en los Establecimientos, y la dificultad de transportarla: que encomendase a Dios se lograse el abrir paso por el Río Colorado, que conseguido, se lograrían no sólo las dos dichas, sino las demás que se juzgasen convenientes. Quedó con esto consolado, pidiendo a Dios el feliz éxito de la Expedición de D. Juan Bautista de Anza, y quiso Ntrô. Señor que viese el paso abierto, aún antes de llegar S. R. a su Misión de San Carlos, como queda dicho en el Capítulo 31.



En cuanto llegó a México el Capitán Anza, que dio cuenta a S. Excâ. de su Comisión, y de que quedaba descubierto el paso del Río Colorado, y abierto camino desde Sonora a Monterrey entre muchas Naciones de Gentiles, que todas se habían manifestado amigas. Enterado de todo el viaje el Exmô. Señor Virrey, mandó al mismo Capitán se dispusiese para segunda Expedición, y que pidiese todo lo necesario para reclutar en las Provincias de Cinaloa y Sonora treinta Soldados de Cuera que fuesen casados, para llevar todas sus familias, y para a más de los dichos había de reclutar otras familias de casados para Pobladores, que llegados a estos Establecimientos pudiesen formar Pueblo; y que los gastos que se ofrecían para el efecto de la Recluta y transporte desde sus Provincias y casas hasta Monterrey, libró a las Cajas Reales, que le franquearon cuanto pidió, y salió de México para dar cumplimiento a esta segunda Expedición a principios del año de 1775.



No quiso el Exmô. Señor Virrey privar de esta noticia al V. P. Presidente, así para que la tuviese adelantada, como para que encomendase a Dios el feliz éxito de la Expedición; y así se lo comunicó por Carta de 15 de diciembre de 1774, encargándole nombrase cuatro Misioneros para Ministros de las dos Misiones que se habían de fundar de N. P. San Francisco y Santa Clara, bajo la sombra de un Presidio que se había de establecer en el Puerto de San Francisco.



Recibió el V. Prelado esta alegre noticia el 27 de Junio de 75 por el Paquebot San Carlos, cuyo Capitán era el Teniente de Navío de la Real Armada D. Juan de Ayala; traía la orden de que dejada en Monterrey la carga de víveres y memorias, pasase al Puerto de San Francisco a registrarlo, a fin de ver si tenía entrada por la Canal o garganta que de tierra se había visto. Así lo practicó, con la felicidad de que a los nueve días de salido del Puerto de Monterrey, llegó al Puerto de N. P. San Francisco: halló en la Canal bastante fondo, que entraron de noche con toda felicidad. Tiene la garganta de largo una legua corta, y de ancho un cuarto de legua, y en partes más: la entrada sin barra, y con fuertes corrientes para entrar y salir según la creciente o menguante del mar.



Adentro hallaron un Mar mediterráneo con dos brazos, el uno que interna rumbo al Sueste como quince leguas, de tres, cuatro y cinco leguas hacia el Norte; y dentro de éste hallaron una grande Bahía cuasi de diez leguas de ancho de figura redonda, en la que vacía el grande Río de N. P. San Francisco, que tiene de ancho un cuarto de legua, que se forma de unos cinco Ríos todos caudalosos, que culebreando por una grande llanada, tan dilatada que forma Horizonte, todos se juntan y forman dicho Río grande, y toda esta inmensidad de agua va a vaciar por la dicha garganta al mar Pacífico, que es la Ensenada llamada de los Farallones.



Mantúvose el Paquebot en este puerto, cuarenta días, y lograron hacer el registro a toda satisfacción con la Lancha, comunicando con muchas Rancherías de Gentiles todos mansos, de paz, y muy afables. Formaron sus Planes de todo lo visto y registrado, observando estar en la entrada del Puerto la altura de 38 grados menos pocos minutos, aunque adentro por el brazo que corre al Norte en breve se halla mayor altura. Concluido el registro volvieron al Puerto de Monterrey a mediados de septiembre, y nos refirieron todo lo dicho: y preguntando al Capitán, si le parecía buen Puerto respondió: Que no era Puerto, sino un estuche de Puertos, que podrían estar en él muchas Escuadras sin saber la una de la otra; sólo a la entrada y salida se pueden ver por la angostura de ella, y que dentro estarían seguras.



De todo lo dicho dio cuenta a S. Excâ. con el Mapa que de dicho Puerto formó el Señor Comandante del Barco; y el V. P. Presidente las gracias y parabienes por las providencias dadas a beneficio de estas espirituales Conquistas, dándole noticia de haber nombrado por Ministros de las dos Misiones, para la de Santa Clara a los Padres Fr. José Murguía, hijo del Apostólico Colegio, y Fr. Tomás de la Peña de la Provincia de Cantabria; y para ésta de N. P. San Francisco al P. Fr. Pedro Benito Cambón de la Provincia de Santiago de Galicia, y a mí el menor Hijo de esa Santa Provincia de Mallorca: y que nos estábamos previniendo para pasar a las nuevas Fundaciones, en cuanto se verificase la llegada de la Expedición de Sonora, para cuya felicidad quedábamos todos haciendo rogativas al Señor.



La noticia que recibió S. Excâ. del registro de este Puerto, y las buenas calidades de él, eran más incentivo para desear la fundación de estos Establecimientos. Pero como es tanta la distancia por tierra desde México, que en sentir del Comandante de la Expedición el Señor Anza, que lo anduvo varias veces, pasa de mil leguas, y los varios accidentes para una Recluta de Soldados, y Pobladores causan precisamente demora; además que una Expedición de tanta Gente, y de todas edades, que venía, no podían hacer las jornadas largas; fue preciso gastar más tiempo del que quisieran los deseos de S. Excâ. de modo que habiéndose juntado toda la Gente de dicha Expedición por septiembre del año de 75 en el Presidio de S. Miguel de Orcasitas de la Provincia de Sonora, y salido toda la Expedición de dicho Presidio de San Miguel el 29 de dicho mes, día del Santo Príncipe, por la tarde, no llegaron a la Misión de San Gabriel, a donde fueron a salir, hasta el día 4 de enero del siguiente año de 76, habiendo gastado en el despoblado de Cristianos, y muy poblado de Gentiles, noventa y ocho días, inclusos algunos que dieron en el camino de descanso a las gentes y a las bestias.



En dicha Misión de San Gabriel tuvieron la demora, por lo que ya queda insinuado en el Capítulo 41 folio 186 de la ida del Comandante con la Tropa para San Diego, y concluida la diligencia dejando al Señor Comandante Rivera doce Soldados, subió para Monterrey con toda la demás gente, a donde llegó con toda felicidad el día 10 de marzo, y el siguiente fuimos a cantar Misa de gracias, que cantó el P. Predicador Fr. Pedro Front, Misionero del Apostólico Colegio de la Santa Cruz de Querétaro, Ministro de las Misiones de Sonora, que vino como Capellán de dicha Expedición; y en dicho Presidio tomó asiento, y descansó la gente hasta Junio, como diré después.



Traía el Señor Comandante Anza encargo de S. Excâ. de que verificada la llegada a Monterrey, pasase con el Comandante Moncada al registro de las cercanías del Puerto, para señalar los sitios para la ubicación del Presidio y Misiones; pero habiéndosele excusado el Comandante Rivera, por decir ser precisa su asistencia en San Diego por las ocurrentes circunstancias, cediendo su parecer al del Comandante Anza en todo y por todo, pasó éste al registro, llevando consigo a Don José Moraga Teniente Capitán, nombrado Comandante para el nuevo Presidio, y una Partida de Soldados; y concluido el registro, y señalados los sitios, se regresó a Monterrey, comunicando lo practicado al comandante Rivera por Carta en que le decía, que procurase cuanto antes verificar las Fundaciones, como encargaba S. Excâ, y que si no podía desocuparse tan breve, que diese la comisión al dicho Teniente Moraga, que había asistido en el registro; y que convenía no hubiese demora, por lo disgustada que se hallaba la gente en Monterrey por no ser aquél su destino. Con estas diligencias dio por concluida su Comisión el Señor Teniente Coronel Don Juan Bautista de Anza, y se regresó para Sonora con los diez Soldados que había traído para el efecto de su regreso, y pasó a México a dar cuenta al Exmô. Señor Virrey de su Comisión, que le había encomendado.