Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
JUNIPERO SERRA Y LAS MISIONES DE CALIFORNIA

(C) José-Luis Anta Félez



Comentario

CAPITULO XLV


Fundación del Presidio y Misión de Nuestro P. San Francisco.



En cuanto el Comandante recibió la Carta del Señor Anza, envió desde San Diego la Orden al Teniente Moraga, para que pasase con toda la gente venida de Sonora a la fundación del Presidio de este Puerto de Ntrô. Padre San Francisco; la que recibida, hizo saber a todos, a fin de que se dispusiesen para el día 17 de Junio. A los pocos días de publicada la orden, entraron al Puerto de Monterrey los dos Paquebotes con los víveres, memorias y avíos. Traía la orden el Capitán del Príncipe de dejar parte de la carga, y bajar con la demás al Puerto de San Diego; con el que determinó bajar el V. Prelado, logrando la ocasión, como ya queda dicho en el Capítulo 42.



Asimismo el Comandante y Capitán del Paquebot San Carlos, que lo era el Teniente de Navío Don Fernando de Quirós traía la orden de S. Excâ. de dejar en Monterrey lo perteneciente a dicho Presidio, y con la demás carga subir a este Puerto para auxiliar las fundaciones. Determinó el V. P. Presidente que los dos Misioneros para la Misión de N. P. San Francisco viniésemos con la Expedición de tierra, que aunque no había el Comandante Rivera enviado la orden para la fundación de las Misiones, consecuente a que tenía en San Diego los doce Soldados, que era la Escolta perteneciente a las Misiones; pero que no podía ser mucha la demora, y que en fin puestos con todos los avíos en este Puerto, obraríamos según nos dictase la prudencia. En vista de esta determinación, embarcamos en el Paquebot todo lo perteneciente a esta Misión de N. Padre, dejando sólo el ornamento y Capilla de campo, y lo muy preciso para el viaje de cuarenta y dos leguas por tierra para caminar con la Expedición, sin tanto embarazo de cargas.



Salió dicha Expedición de tierra del Presidio de Monterrey el día señalado 17 de Junio de dicho año de 76, la que se componía del dicho Teniente Comandante D. José Moraga, de un Sargento y diez y seis Soldados de Cuera, todos casados, y con crecidas familias de siete Pobladores también casados, y con familias de algunos agregados y sirvientes de los dichos de Vaqueros y Arrieros que conducían el ganado vacuno del Presidio, y la recua con víveres y útiles precisos para el camino, dejando la demás carga en el Paquebot que se iba a hacer a la vela. Y por lo perteneciente a la Misión, nos agregamos los dos Misioneros arriba dichos, dos Mozos sirvientes para la Misión, dos Indios Neófitos de la antigua California, y otro de la Misión de San Carlos, a fin de ver si podría servir de Intérprete; pero como se halló ser distinto el idioma, sólo sirvió de cuidar las vacas que se trajeron para poner pie de ganado mayor. Siguió toda la dicha Expedición para este Puerto.



Cuatro jornadas antes de llegar al Puerto, en el grande Llano nombrado de San Bernardino, caminando la Expedición acordonada, divisaron una punta de ganado grande que parecía vacuno, sin saber de donde podía ser, o haber salido: fueron luego unos Soldados a cogerlo para que no se alborotase el ganado manso que llevábamos, y acercándose vieron no ser ganado vacuno, sino Venados, o especie de ellos, tan grandes como el mayor Buey o Toro, con una cornamenta de la misma hechura o figura que la del Venado; pero tan larga que se le midieron de punta a punta diez y seis palmos. Lograron los Soldados matar a tres, que cargaron en mulas hasta la parada en donde había agua, que distaba como media legua, y queriendo llevar uno entero, no pudo una mula solo cargarlo, y fue preciso a trechos remudar mulas, y así pudo llegar entero, y tuvimos el gusto de ver aquel animal, que parecía un Monstruo con tan grandes astas; y tuve la curiosidad de medirlas, y hallé que tenían de largo las cuatro varas dichas: reparé que abajo de cada ojo tenía una abertura, que parecía tenía cuatro ojos, pero vacíos los dos de abajo, que parece ser por donde lacrimean: dijéronme los Soldados que los corrieron, que habían observado que su correr es siempre por donde viene el viento; sin duda será porque el mucho peso de tan grandes astas, que extendidas con tantas puntas forman como un abanico, si corriesen contra el viento los había o de tumbar, o de impedir el correr con tanta ligereza como corren, de modo que de quince que divisaron sólo pudieron los Soldados con buenos caballos alcanzar a tres. Con lo que tuvo la gente que comer para algunos días de la que hicieron cecina, y a muchos les duró hasta el Puerto. Es la carne muy sabrosa y sana, y tan gorda que del que llegó entero sacaron un costal, y medio de manteca y sebo. Llaman a estos animales Cier-vos, para diferenciarlos de los demás ordinarios como los de España, que aquí llaman Venados, que los hay también por las cercanías de este Puerto con abundancia y grandes, y algunos de ellos que tira el color a amarillo o alazán.



En dichos llanos de San Bernardino, que están en la medianía de los dos Puertos de Monterrey y San Francisco, como también en los Llanos más inmediatos al de Monterrey, hay otra especie de Ciervos o Venados del tamaño de unos Carneros de tres años: son de la misma figura que los Venados, con la diferencia de tener las astas chicas, y de pierna también corta, como el Carnero; éstos se crían en los Llanos, y van en bandadas de ciento, doscientos y más, corren por los llanos todos juntos, que parece que vuelan, y siempre que ven Pasajeros van las bandadas a cruzar por delante; pero no es fácil el cogerlos en el llano, no obstante que los Soldados no dejan de hacer la diligencia, y logran algunos con lo que han ideado de dividirse los Cazadores todos con buenos caballos mirando las carreras unos arriba, y otros abajo espantándolos para cansarlos sin cansar los caballos, y en cuanto observan que alguno de ellos se queda atrás de la manada, que es señal de cansancio, salen a caballo, y logrando el apartarlo de la manada, lo tienen seguro, y lo mismo sucede cuando logran el meterlos en las lomas altas, o cerros, porque sólo en los llanos son ligeros, al contrario del Venado. Llaman a los dichos animales Verrendos: de éstos hay muchos también por las Misiones del Sur, en las que tienen llanos; pero de los Ciervos grandes sólo se han hallado desde Monterrey exclusive por arriba, de lo que se alegraron mucho los Soldados, y vecinos que componían la Expedición; y habiendo descansado un día en el paraje nombrado de las Llagas de N. P. San Francisco, siguió la Expedición para este Puerto.



Día 27 de junio llegamos a la cercanía de este Puerto, y se formó el Real, que se componía de 15 Tiendas de Campaña a la orilla de una grande Laguna que vacía en el brazo de mar del Puerto que interna quince leguas al Sureste, a fin de esperar el Barco para señalar el sitio para el Presidio, según el fondeadero. En cuanto paró la Expedición ocurrieron muchos Gentiles de paz, y con expresiones de alegrarse de nuestra llegada, y mucho más cuando experimentaron la afabilidad con que los tratamos, y los regalitos que les hacíamos para atraerlos, así de abalorios, como de nuestras comidas, frecuentaron sus visitas trayéndonos regalitos de su pobreza, que se reducían a almejas, y semillas de zacates (hierbas silvestres).



El día siguiente a la llegada se hizo una enramada, y se formó un Altar, en el que dije la primera Misa el día de los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo y mi Padre Compañero inmediatamente celebró, y continuamos diciendo Misa todos los días del mes entero que nos mantuvimos en dicho sitio, en cuyo tiempo, que no pareció el Barco, nos empleamos en explorar la tierra, y visitar las Rancherías de los Gentiles, que todos nos recibieron de paz, y se expresaban alegres de nuestra llegada a su tierra; se portaron corteses volviéndonos la visita, viniendo Rancherías enteras con sus regalitos, que procuramos recompensar con otros mejores, a los que se aficionaron luego.



En el registro que hicimos vimos que nos hallábamos en una Península, sin más entrada ni salida que por el rumbo entre Sur y Sur Sureste, que por todos los demás vientos estábamos cercados del Mar. Por el Oriente tenemos el brazo de mar que interna al Sureste, aunque por no tener éste más que unas tres leguas de ancho, se ve la tierra y Sierra de la otra banda muy clara. Por el Norte está el otro brazo de Mar, y por el Poniente y parte del Sur el mar grande o Pacífico y Ensenada de los Farallones, en que está la boca y entrada de este Puerto.



Viendo la tardanza del Barco, se determinó empezar a cortar madera para las fábricas del Presidio cerca de la entrada del Puerto, y para las de la Misión en este mismo sitio de la Laguna en el plan o llano que tiene al Poniente. Viendo que al mes de llegados al sitio no parecía el Barco ni la orden del Comandante Rivera con la remesa de los Soldados, determinó el Teniente dejarnos seis Soldados para la Escolta en este sitio señalado para la Misión, como también dejó dos Vecinos Pobladores, y él se mudó con toda la demás gente cerca de la entrada del Puerto, para empezar a trabajar ínterin llegaba el Paquebot.



Éste entró en el Puerto el 18 de agosto, habiendo sido la causa de la demora los vientos contrarios, que lo hicieron bajar hasta los treinta y dos grados de altura. Con la ayuda de los Marineros, que el Comandante del Paquebot repartió al Presidio y Misión, se hizo para el Presidio una pieza para Capilla y otra para Almacén para custodiar los víveres, y en la Misión otra pieza para Capilla, y otra con sus divisiones para vivienda de los Padres, y los Soldados hicieron sus Casas así en el Presidio como en la Misión, todo de madera con su techo de tule.



Hízose la solemne posesión del Presidio el día 17 de septiembre , día de la Impresión de las Llagas de N. S. Padre San Francisco Patrón del Presidio y Puerto. Canté dicho día la primera Misa después de bendita, adorada y enarbolada la Santa Cruz, y concluída la función con el Te Deum, hicieron los Señores el acto de posesión en nombre de nuestro Soberano, con muchos tiros de cañones de Mar y tierra, y de fusilería de la Tropa.



Dilatóse la posesión de la Misión, esperando llegase la orden del Comandante Rivera, e ínterin venía determinaron los Señores Comandantes del nuevo Presidio y Paquebot hacer una Expedición por mar para registrar el gran brazo de agua que entra en el Puerto, y se interna rumbo al Norte, y entra por tierra, a fin de registrar el grande Río de Ntro. P. San Francisco, que vacía en la Ensenada de los Farallones del mar grande por la boca del Puerto. Salieron para el registro, convenidos en el punto en que se habían de ver para seguir la Lancha para el Río grande, y la de tierra caminando por la orilla de él.



Fue con la Lancha el Señor Capitán del Paquebot Don Fernando Quirós Teniente de Navío, con su primer Piloto D. José Cañizares: con los dichos fue mi Padre Compañero Fr. Pedro Benito Cambó para tratar y comunicar con los Gentiles: navegaron para el Norte hasta ponerse en una punta de tierra en donde se habían de unir ambas Expediciones para seguir en conserva al registro. El mismo día salió el Comandante del Presidio con la Tropa que juzgó necesaria, y caminaron para el Sureste a vista del grande Estero o brazo de mar hasta llegar al término de él, que tiene de largo quince leguas, en cuya punta hallaron un Río mediano, aunque con bastante agua, el que se llamó de Ntrâ. Señora de Guadalupe. Subiendo algo hacia el Sureste les dio lugar para cruzarlo a caballo, y puestos a la otra banda del brazo de mar, viendo que tenían que desandar las quince leguas para ponerse a la vista y paralelo del Puerto, y después tenían que subir para la Costa hasta la punta citada para el punto de unión con la Expedición de mar, para ahorrar viaje, teniendo a la vista una obra que les ofrecía la Sierra con cañadas entre lomas, determinaron entrar por la Cañada, a fin de juntarse más breve con la Expedición de mar; pero les salió al contrario, pues fue ésta la causa porque no se pudieron ver en todo el viaje, porque siguiendo por las Cañadas que forman la Sierra, fueron a salir a una grande llanada muy lejos de la Playa, y mucho más del punto de unión para encontrar la Expedición de mar; y considerando que para ir a buscarla se pasaría el tiempo señalado para la unión, determinó seguir por aquel dilatado llano, por el que vio corrían cinco Ríos, que conoció lo serían por las arboledas que de lejos veía, y juzgó correrían por ellas Ríos, que todos culebreando, y viniendo de distintos rumbos, iban a dar hacia el Puerto. Caminaron para la primera calle de arboleda que veían, y hallaron era un grande Río todo poblado de grandes y distintos árboles; subieron por su orilla, no atreviéndose a cruzarlo por la mucha agua que traía; hallaron por las orillas algunas Rancherías de Gentiles, que se manifestaron todos de paz, con quienes comunicaron, y los regalaron con abalorios, a lo que correspondían con pescado, y algunos de ellos los acompañaron Río arriba.



Habiéndoles dado a entender por señas que deseaban cruzar el Río, les dijeron que allí no se podía, que era menester subir más arriba: así lo hicieron, y lograron el cruzarlo, aunque con mucho trabajo, y sólo por un vado que les enseñaron los Indios, que cruzaron con ellos; caminando por aquel dilatado llano, que por ningún rumbo se divisaba Cerro, sino que por todos vientos se les hacía Horizonte, naciendo y poniéndose el Sol, como si estuvieran en alta mar, hallando toda la tierra despoblada de Gentiles, sin duda por la falta de agua y leña: y sólo encontraron Gentiles arrimados a la Caja del Río por el beneficio del agua y leña; y para librarse bajo la sombra de la grande arboleda de los excesivos calores que hace en aquellos inmensos llanos, como también para pescar en el Río, que abunda de pescado, y para la matanza de Ciervos, que hay tantos, que parece haber estancias de Ganado Vacuno que pastea no muy apartado del Río, así por estar más verde el pasto, y tener a mano la agua, como para tener cerca el refugio (cuando se ven perseguidos) de tirarse al Río, y pasar a nado a la otra parte, aunque no les faltan ardides a los Gentiles para cogerlos, manteniéndose mucha parte del año de dicha carne.



Viendo el Comandante serle imposible el pasar adelante en el registro de los demás Ríos, ni de el que cruzó para poder ver de donde venía, se contentó con lo visto, y se volvió para este Presidio, y nos refirió todo lo dicho y que según le parecía venía dicho río de los grandes Tulares, y de la mucha agua que se ha hallado tras de las Misiones de San Antonio y San Luis rumbo al Oriente.



La Expedición de mar navegó en derechura a la punta en donde se había de ver con la de tierra; y habiéndose detenido mucho más tiempo del señalado, y que no parecía, registraron la Costa, trataron con los Gentiles de las Rancherías, y de las que viven entre los Tulares, que todos se manifestaron de paz, regalándoles de sus pescados, a que correspondieron los nuestros con abalorios y galleta. Navegaron por la gran Bahía redonda, que tiene como diez leguas de ancho, hasta donde llegan los Ballenatos. Llegaron al desemboque del Río grande, que tiene un cuarto de legua de ancho, y hallaron cerca del desemboque un grande Puerto, que llamaron de la Asunción de Ntrâ. Señora, no menos famoso y seguro que el de San Diego: divisaron ya cerca la Sierra alta de Ntrô P. San Francisco, y según la altura en que se hallaban, por haber navegado en derechura al Norte, les pareció que el remate de dicha Sierra que corría al Poniente sería el Cabo Mendozino.



En el registro que hicieron de la Costa por el rumbo de Oeste vieron varios Esteritos, y entre ellos uno muy ancho que se internaba mucho, que no se veía el fin. Entraron en sospecha si iría a comunicar con el mar grande o Pacífico por el Puerto de la Bodega; que siendo así sería Isla toda la tierra de la punta de Reyes. Entraron al registro de este grande Estero, que llamaron de Ntrâ. Señora de la Merced, y habiendo navegado por él un día y una noche entera, siempre al Poniente, el segundo día llegaron al término de él, con lo que salieron de la duda, y quedaron cerciorados que todo este mar escondido Mediterráneo no tiene más comunicación con el Pacífico que por la boca en donde está el Fuerte y Presidio, que su anchura no pasa de media legua, y una de largo, con fuertes corrientes, llevando la mar hacia el Oriente, y vaciando hacia el Poniente en la Ensenada de los Farallones, que están al Poniente de la boca del Puerto, y está en la altura 37 grados y 56 y seis minutos desde la punta de Reyes, que forma la Ensenada dicha de los Farallones hasta la entrada de este Puerto: hay fondeaderos buenos, en donde fondeados los Barcos pueden esperar la creciente para entrar. Lo mismo se ha hallado al lado del Sur, en donde está la punta de Almejas, que es la que forma con la de Reyes la Ensenada, aunque no sale tanto como ésta. En la dicha punta de Almejas, y la boca o entrada del Puerto, hay unos grandes Méganos de arena, que desde la mar parecen lomas altas de tierra blanca, y al pie de ellos hay también fondeaderos, como que en ellos han fondeado los Barcos, y han entrado las Fragatas al Puerto por entre los dos montones de Farallones, y por entre el montón del Norte, y punta de Reyes, que dista como ocho leguas de la entrada del puerto.



Concluido el registro, se volvió la Lancha al Puerto, y se comunicaron ambos Comandantes dichas noticias, y cuanto habían visto y observado, para dar cuenta a S. Excâ. y atendiendo a que ya era tiempo de regresarse para San Blas el Paquebot, viendo que no venía la orden del Comandante Rivera para la fundación de la Misión de N. P. San Francisco, resolvieron se pasase a tomar posesión, y a dar principio a ella, como se ejecutó el día 9 de octubre.



Después de bendecido el sitio, y enarbolada la Santa Cruz, y hecha una Procesión con la Imagen de N. P. San Francisco puesta en unas andas, y colocada después en un Altar; canté la primera Misa, y prediqué de N. S. Padre como Patrón de la Misión; a cuya fundación asistió la gente del Presidio, del Barco, y Misión haciendo sus salvas en todas las funciones.



Ninguna de las funciones vieron los Gentiles, porque a mediados de agosto desampararon esta Península, y con balsas de tule se marcharon unos a las Islas despobladas que hay dentro del Puerto, y otros a la banda pasando el Estrecho. Ocasionó esta novedad el haberles caído de sorpresa la Nación Sakona, que eran sus capitales enemigos; viven unas seis leguas distantes rumbo al Sureste por las cercanías del brazo de mar; y pegándoles fuego a sus Rancherías, mataron e hirieron a muchos, sin poderlo nosotros remediar, porque no lo supimos hasta que se marcharon para la otra banda; y aunque hicimos lo que se pudo para detenerlos, no lo pudimos conseguir.



Esta ida de los Naturales fue causa de que se demorase la Conversión, porque no se dejaron ver hasta últimos de marzo del siguiente año de 77, que poco a poco se les fue quitando el miedo de sus Enemigos, y se les fue entrando la confianza en nosotros. Con esto frecuentaron la Misión, y con halagos y regalos se fueron atrayendo, y se lograron los primeros Bautismos el día de San Juan Bautista de dicho año 77, y se fueron poco a poco reduciendo y aumentando el número de Cristianos, de modo que vio el V. P. Presidente antes de morir ya bautizados 394, y ya continuando el Catequismo.



Los Naturales de este sitio y Puerto son algo trigueños, por lo quemados del Sol, aunque los venidos de la otra banda del Puerto y del Estero (de los que han venido ya a avecindarse en la Misión, y quedan ya bautizados) son más blancos y corpulentos. Todos acostumbran así hombres como mujeres cortarse el pelo a menudo, principalmente cuando se les muere algún pariente, o que tienen alguna pesadumbre, y en estos casos se echan puñados de ceniza sobre la cabeza, en la cara y demás partes del cuerpo, lo que practican cuasi todos los Conquistados, aunque no en cuanto a cortarse el pelo, pues los de los Establecimientos del Sur parece que tienen su vanidad en él, así hombres, como mujeres, haciendo éstas, que lo crían bastante largo, unas grandes trenzas bien peinadas; y los hombres forman como un turbante, que les sirve de bolsa para guardar en la cabeza los abalorios y demás chucherías que se les da.



En ninguna de las Misiones que pueblan el tramo de más de doscientas leguas desde esta Misión hasta la de San Diego, no se ha hallado en ellas idolatría alguna, sino una mera infidelidad negativa; pues no se ha hallado la menor dificultad en creer cualquiera de los Misterios; sólo se han hallado entre ellos algunas supersticiones y vanas observancias, y entre los viejos algunos embustes, diciendo, que ellos envían el agua, hacen la bellota que hacen bajar las Ballenas, el pescado, etc. Pero fácilmente se convencen, y quedan corridos, y tenidos de los mismos Gentiles por embusteros, y que lo dicen por el interés de que los regalen. Siempre que enferman atribuyen a que algún Indio enemigo les ha hecho daño, y queman a los que mueren Gentiles, sin habérselos podido quitar, a diferencia de los del Sur, que los entierran, y muchas Rancherías, principalmente las de la Canal de Santa Bárbara, tienen sus Cementerios cercados para el entierro.



Manteníanse los Gentiles de este Puerto de las semillas de las hierbas del campo, corriendo a cargo de las mujeres el recogerlas cuando están de sazón, las que muelen y hacen harina para sus atoles, y entre ellas tienen una especie de semilla negra, y de su harina hacen unos tamales, a modo de bolas, del tamaño de una naranja, que son muy sabrosos, que parecen de almendra tostada muy mantecosa. Ayúdanse para su manutención del pescado que de distintas especies cogen en las Costas de ambos mares, todo muy sano y sabroso, como también del marisco, que nunca les falta, de varias especies de Almejas, como también de la caza de Venados, Conejos, Anzares, Patos, Codornices, y Tordos. Logran alguna ocasión el que pare en la Playa alguna Ballena, lo que celebran con gran fiesta por lo muy aficionados que son a su carne, que es todo unto o manteca; hacen de ella trozos, la asan bajo de tierra, y la cuelgan en los árboles, y cuando quieren comer cortan un pedazo, y lo comen junto con otra de sus viandas: lo mismo hacen con el Lobo marino, que les cuadra no menos que la Ballena porque es todo manteca.



Tienen bellota, de la que molida, hacen sus atoles y bolas. Hay también por los montes inmediatos y Cañadas Avellanas según y como las de España; y por las Lomas y Méganos de arena hay mucha Fresa muy sabrosa y más grande que la de España, que se da por los meses de mayo y junio, como también moras de zarza: tienen en todos los Campos y Lomas abundancia de amole, que es del tamaño de la Cebolla, de cabeza larga y redonda, y de ésta hacen unas hornadas bajo de tierra, y sobre ella hacen lumbre tres o cuatro días, hasta que conocen está bien asada, la sacan, y la comen, que es dulce y sabrosa como la conserva. Tienen otra especie de amole, que no se come por no ser dulce; pero sirve de jabón, haciendo espuma, y quitando las manchas lo mismo que el jabón de Castilla. Aunque los Gentiles poco lo necesitan por no tener más ropa que la que les dio la naturaleza, y así como Adamitas se presentan sin el menor rubor ni vergüenza (esto es, los hombres) y para librarse del frío que todo el año hace en esta Misión, principalmente las mañanas, se embarran con lodo, diciendo que les preserva de él, y en cuanto empieza a calentar el Sol se lavan; las mujeres andan algo honestas, hasta las muchachas chiquitas: usan para la honestidad de un delantal que hacen de hilos de tule, o juncia, que no pasa de la rodilla, y otro atrás amarrados a la cintura, que ambos foman como unas enaguas, con que se presentan con alguna honestidad, y en las espaldas se ponen otros semejantes para librarse en alguna manera del frío.



Tienen sus casamientos, sin más ceremonia que el convenio de ambos, que dura hasta que riñen y se apartan, juntándose con otro o con otra, siguiendo los hijos a la madre de ordinario; no tienen mas expresión para decir que se deshizo su matrimonio que decir, ya la tiré, o lo tiré; no obstante se han hallado muchos casamientos de mozos y viejos que viven muy unidos y con mucha paz, estimando mucho a sus hijos, y éstos a sus padres. No conocen para sus casamientos el parentesco de afinidad; antes bien éste los incita a recibir por sus propias mujeres a sus cuñadas, y aun a las suegras, y la costumbre que observan es, que el que logra muchas mujeres, sin que entre ellas se experimente la menor emulación, mirando a los hijos de sus hermanas segunda o tercera mujer con el mismo amor que a sus propios hijos, viviendo todos en una misma casa.



Ya hemos logrado en esta Misión el bautizar a tres párvulos nacidos dentro de dos meses, hijos de un Gentil, y de tres hermanas, todas mujeres suyas; y no contento con esto tenía también su propia suegra; pero quiso Dios se lograse su conversión, y la de sus cuatro mujeres, quedándose sólo con la hermana mayor, que había sido su primera mujer, y las demás después de bautizadas se casaron con otros Neófitos según el Ritual Romano; y con este ejemplar, y con lo que se les va predicando y explicando, van dejando la multiplicidad de mujeres, y se van reduciendo a nuestra Santa Fe Católica, y todos los reducidos viven en Pueblo bajo de campana, asistiendo dos veces al día a la Iglesia a rezar la Doctrina Cristiana, manteniéndose de comunidad de las cosechas que llevan de Trigo, Maíz, Frijol, etc. Logran ya frutas de las de Castilla de Duraznos, Melocotones, Granadas, etc., que se sembraron desde el principio. Visten todos de comunidad de las ropas que les solicitan los Padres de México de cuenta del Señor Síndico, y de limosna de algunos Bienhechores. Y es digno de reparo, que no teniendo antes del Bautismo el menor rubor ni vergüenza, lo mismo es quedar bautizados, que ya les entra tal rubor acabados de bautizar, que si es menester mudar calzones o paños de honestidad por ser chicos, se esconden, y ya no se descubren delante de otros, y mucho menos delante del Padre. Todo lo expresado de los Naturales dé este Puerto y sus cercanías se halla en los demás de las otras Misiones con poca diferencia, no obstante de ser distintos idiomas.