Comentario
CAPITULO LV
Suspéndense las fundaciones de la Canal con grande pena
del V. P. Junípero.
Al mismo tiempo que el Señor Comandante General mandó reclutar la Tropa para los Establecimientos de la Canal, pidió el nuevo Virrey el Exmô. Señor Don Martín de Mayorga al R. P. Guardián de nuestro Colegio, a petición de dicho Señor Comandante, seis Misioneros Sacerdotes para las tres Misiones, nombrándolos el V. Discretorio de los que voluntariamente se ofrecieron, y uno de ellos tuvo oportunidad de escribirlo, por cuyo medio llegó dicha noticia a estas Misiones, y por esta daba por cierto el V. P. Presidente que vendrían con el Barco dichos Padres; pero no fue así, por lo que ya refiero.
Habiéndose nombrado los seis Misioneros, ocurrieron a S. Excâ. pidiendo lo acostumbrado y establecido de ornamentos, utensilios de Iglesia, Sacristía, los Sínodos para la Misión y transporte del camino, como también para los de casa y campo. Todo lo mandó aprontar S. Excâ. menos lo perteneciente a útiles de casa y campo, excusándose con decir había escrito los Señores Comandante General y Gobernador de la Provincia, que no eran necesarios, y que no se diese para ellos. Viendo los Padres esta respuesta, indagaron con toda sagacidad la causa o motivo, y supieron por cierto de que intentaban se fundasen dichas tres Misiones con nuevo método, esto es, con la que se fundaron las dos del Río Colorado, como queda expresado.
En cuanto se cercioraron de esto, se presentaron por escrito al Venerable Directorio excusándose para la venida, por lo que habían sabido; y que en atención a que con el nuevo método no habían de conseguir la conversión de los Gentiles (que desea S. Majestad) que eran los de la Canal de la misma calidad que los de la California nueva, pues están en el centro de lo Conquistado, que sólo se conseguía su reducción por el interés de tener qué comer, y vestir, y después poco a poco se les entra el conocimiento del bien, y del mal espiritual. Que mientras no tuvieren los Misioneros que darles, no les cobrarían afecto; si no vivían juntos en el Pueblo bajo de campana, sino en sus Rancherías de la misma manera que cuando Gentiles desnudos y hambrientos, no se podría conseguir el que dejasen las viciosas costumbres de la Gentilidad, ni que se civilizasen como tanto encarga S. M. a los Misioneros dedicados a las nuevas conversiones, como consta por sus Leyes de Indias; y supuesto que con el nuevo método ideado no se había de conseguir el fin, era ocioso el que S. M. gastase en Sínodos ahorros, y en su transporte de mar y tierra; y que habiéndose ofrecido ellos voluntariamente, de la misma manera se excusaban.
Viendo el R. P. Guardián y Padres Discretos las razones tan fundadas de los Misioneros destinados, las representaron a S. Excâ.; pero como la determinación no dependía de su Superior Gobierno, sino de la Comandancia General, que dista más de quinientas leguas de México, hubo demora en la respuesta, y se suspendió la venida de dichos Ministros. Y escribió el R. P. Guardián al P. Presidente lo que había pasado, y que en atención a ello, no pasase a fundar dichas Misiones hasta nuevo orden, que sería cuando no hubiera novedad en el método que hasta la presente se había observado, y con él conseguido el principal fin.
Afligió en gran manera esta impensada noticia al fervoroso corazón del celosísimo Prelado, considerando ser ardid del enemigo para impedir la conversión de aquellos Gentiles; pero no por esto perdió la paz interior, sino que ofreciendo al Señor sus deseos, se conformó con su santísima voluntad, y se resignó a la del Prelado, pues la más leve insinuación la cumplía como si fuera precepto. Veía la voluntad del Prelado al mismo tiempo que ya tenía fundada una de las tres Misiones, porque daba por cierto vendrían los Misioneros, porque viendo que no sólo no venían, sino que le decía el R. P. Guardián se suspendiesen las fundaciones, entró en la duda, si debía retirar el Misionero de la Misión fundada en San Buenaventura, supuesto que estaba tan a los principios; y si el darla por fundada dejando en ella Padres, sería faltar a la voluntad del Prelado. No quiso S. R. por sí deliberar, por no errar, llevado de la grande inclinación que siempre tuvo de aumentar el número de Misiones, que para ello jamás se le propuso dificultad alguna, confiado siempre en Dios, como dueño de esta espiritual labor, y así para no proceder con su solo parecer, quiso hacer junta de Misioneros los más inmediatos a Monterrey.
Hallábase en su Misión con el Compañero y uno Supernumerario, escribió a las cuatro Misiones más inmediatas, y concurrimos uno de cada Misión; juntos todos los siete nos leyó la Carta del R. P. Guardián, que refería todas las noticias dichas, como también nos refirió él cómo se había fundado la Misión de San Buenaventura en el mismo método de las demás de la Conquista, cómo lo había visto el Señor Gobernador, y no había hablado palabra, quien si en su interior tenía otra cosa, hasta ahora no lo había expresado; que tal vez habiendo experimentado el efecto de las dos del Río Colorado con tanta pérdida de tantas vidas, y excesivos gastos de la Real Hacienda, así por lo que allí se perdió, como en lo que se gastó en las Expediciones para castigar a los Gentiles, y sin efecto, podría ser que hubiese mudado de dictamen. Pero que no obstante esto, deseaba nuestro parecer para determinar si había de permanecer la Misión de San Buenaventura.
Enterados de todos los puntos y conferenciados los reparos que a cada uno ocurrieron, se resolvió que en atención a lo dicho, ya que para la dicha Misión de San Buenaventura se habían recibido desde el año de 69 no sólo los ornamentos, Vasos Sagrados, utensilios de Iglesia, y Sacristía, sino también los de casa, y campo, y que para dicha fundación habían estado depositados desde el año de 71, y a la presente había dos Misioneros supernumerarios que podrían estar de Ministros de la iniciada Misión, fueron todos de parecer subsistiese ésta, ciándose por fundada por haber llegado la orden del Prelado verificada ya la fundación, y en el antiguo método; porque de desamparar el sitio se seguirían muy malas consecuencias, y atrasos a la Conquista.
Conformóse S. R. con el parecer de todos, quedando su corazón y conciencia sosegada. Luego nombró dos Ministros para ella, para que cuanto antes caminasen para su destino, quedándose por esta razón la de San Carlos sin supernumerario, y ya imposibilitado el V. P. Presidente a salir al ministerio de Confirmaciones en las demás Misiones. De todo lo resuelto y practicado dio cuenta por los Barcos al R. Padre Guardián del Colegio y Venerable Discretorio, suplicando que para el siguiente año enviasen a lo menos dos Religiosos para supernumerarios, porque se veía por esta falta imposibilitado de salir a visitar, y confirmar: y que en caso de enfermedad o muerte de algún Misionero, no había quien pudiese suplir, que sería de mucho desconsuelo para el que quedase solo.
Vióse el fervososo y laborioso Prelado imposibilitado de salir a sus visitas anuas hasta el siguiente año, de que hablaré en el Capítulo siguiente; pero se dio con mas afán a la espiritual labor de su Misión, y lo consoló el Señor enviándole muchos Gentiles, hasta Rancherías enteras, en cura educación se empleó instruyéndolos en el Catecismo, e instruidos bautizaba y confirmaba, aumentando en gran manera el número de hijos de Dios y de la Santa Iglesia. Este fruto espiritual que con abundancia cogía en su Misión, por un lado lo consolaba, y por otro lo afligía acordándose de la Canal, que mayor fruto se cogería; por lo que incesantemente pedía al Señor Operarios para aquella su Viña, pues según lo que había experimentado estaban ya de sazón.