Comentario
En que se examina si el sistema actual del comercio de
Indias ha contribuido, o es capaz contribuir al
restablecimiento de nuestras fábricas
Basta ver el número tan considerable de hombres que se ha desterrado de nuestros talleres y telares por la vía de Indias para conocer que no puede ser muy grande el incremento que hayan recibido nuestras fábricas. Podrán ser que se hayan mejorado alguna cosa en la calidad de sus obras, y que las del día se pagan a menos costo y mayor primor; pero haberse aumentado su número y crecido las labores por influjo especial del sistema de comercio libre, ni se ha verificado ni puede ser. Mientras no logremos este aumento de manufacturas para que podamos ahorrar la compra de las extranjeras, poco o nada nos aprovecha que se hayan abierto muchos puertos al comercio. Toda la idea de lo que escribieron D. Jerónimo de Ustariz, D. Bernardo de Ulloa, D. Miguel de Zabala, D. Pedro Fernández Navarrete, y D. Sancho Moncada, con el deseo de introducir las artes y las fábricas en la Nación, no busca otro objeto que el de excusar por este medio la extracción del oro, y plata a que obliga la necesidad de comprar afuera nuestro vestuario y el de los vecinos de las Indias. Creyendo estos celosos patricios, que siendo esta necesidad el cauce por donde pasa a las demás potencias el metal de nuestras minas, era la mejor compuerta para detenerlo, levantar fábricas y telares que minorasen aquella necesidad. No hay duda que si fuese posible la realización de esta idea, y ella estuviese exenta de inconvenientes nada sería más propio para conservar nuestro caudal que el arbitrio de estos escritores. No se puede dejar de conocer que establecida nuestra independencia en los ramos de comercio pasivo, a que hoy estamos aligados, nuestra plata sería nuestra, y no tendría el extranjero la gloria de disfrutar las Américas por segunda mano. Pero reservando para después el examen de si trae perjuicios este pensamiento, siempre será preciso confesar que 30 españoles que nos haya extraído solamente el libre comercio en los quince años de su fecha; perjudican más a nuestras manufacturas que todo lo que pueden aprovecharle los auxilios del comercio libre.
En este mismo período hemos sostenido tres guerras formidables. La del sito de Gibraltar declarada en el año de 79. La de los indios alzados en Arequipa, Tinta, Azangaro, el Cuzco, Puno, La Paz, Sicasica, la Plata, Oruro, Paxia, Cochabamba, la que actualmente está encendida con la Francia, tres años antes de la primera tuvimos la desgracia de perder en el desembarco sobre Argel, el número de hombres que es bien notorio. En el Puerto de Santa María perecieron muchas almas. Sobre Orán acabamos de sufrir una mortandad horrorosa; y las epidemias, los terremotos, los incendios, las inundaciones y los naufragios nos están disminuyendo la población continuamente. Con que añadiendo a los muertos el número de 30 emigrados a la América en estos quince años, ¿quién se persuadirá que difícil será el probar que esta falta no ha sido capaz de influir mucho en el atraso de nuestras fábricas?
La espantosa mortandad que causaron los indios de Perú en sus diferentes rebeliones fue todo daño para nuestra Península; porque todo el furor de aquella gente tenía por blanco al europeo. De ellos fueron las casas que incendiaron, los bienes que robaron, y la sangre que corrió en arroyos en los pueblos y ciudades de Oruro, Sicasica, Paxia, Tinta y el Cuzco. Los regimientos de Infantería veterana que pasaron de España a Lima y Buenos Aires a sosegar a los rebeldes se quedaron allá tan así enteros que restituidas a España sus banderas, especialmente la de Burgos, Saboya, Soria y Extremadura, fue preciso levantarlos de nuevo con nuevos labradores y artesanos.
Todo ha sido pérdida para la Nación en la última y penúltima década de este siglo. Ninguno ciertamente ha contado tanta mortandad de españoles desde la toma de Granada; y como estas pérdidas no tienen más que reemplazo que por los matrimonios, y éstos se han dificultado por el establecimiento que se ha establecido en la Pragmática Sanción de 23 de marzo del año de 76, ni igualan las entradas a la salida debiendo ser al contrario.
Conocemos desde luego que el comercio libre no sería un establecimiento indiferente al beneficio, o al progreso de la industrias, si esta misma libertad estuviese exenta de inconvenientes; pero la absoluta libertad con que ha corrido, es el mayor obstáculo que se ha opuesto a nuestras fábricas. E1 comercio libre les da vigor, y el mismo comercio se lo quita, y las destruye. Un comercio franco y abierto desde nuestros puertos a los de indias, ofrece dos ventajas al fabricante; preséntale mayor número de compradores a sus manufacturas, a menos costa, y ofrecerle de primera mano el añil, la grana, los palos de tintes, el algodón, la lana, etc. y haciendo de estos dos comercios dos ganancias puede adelantar, y mejorar su giro. El fabricante y el artesano, a diferencia del labrador, habitan las ciudades principales que siempre lo son las de los puertos de mar, y proporcionándoles esta vecindad, amigos y valedores, les da mayor facilidad para hallar quien los habilite, para acercarse a las aduanas para civilizarse interior y exteriormente, para hacer una compañía, y para desprenderse de una porción de sus manufacturas y echarlas a que corran su riesgo por el agua. Pueden cambiar aquéllas por las primeras materias que lleguen de América a sus puertos, y pueden comprarlas al fiado, o al contado, y siempre con alguna conveniencia. Todo esto puede ser así y por lo mismo creemos que si nuestro comercio con las Indias conservase su opulencia y su verdor sería muy útil al fabricante tener cerca de su telar puertos habilitados para el comercio que le condujesen a Indias sus tejidos y les presentasen los materiales en primera mano. Pero si los comerciantes de la mejor práctica, si los más acaudalados, si los que han navegan personalmente con sus efectos, si los que se han criado con este ejercicio y tienen medido el terreno apenas se costean en el día, ¿qué quedará al sencillo fabricante que sin dejar su telar de vista pretende negociar por un factor? Hará una remesa, y ésta será la última. Perderá su capital y no volverá a levantar cabeza. Ganará acaso un tanto por ciento pero tan corto que al pie de fábrica lo habría ganado igual. Un comerciante de profesión, tomará de este mismo fabricante una cantidad de tejidos, y conduciéndolos a Indias de su propia cuenta podrá ganar un 3% donde el fabricante que haga este mismo trato pierda un seis. El comerciante inteligente a diferencia del simple fabricante surte una factura de 50 piezas de principal con efectos de muchas clases y con distintas especies: si pierde en unos, gana en otros; si en una apenas se costea, en otro dobla el capital: si a uno, no encuentra salida lo cambia por otro: si no puede esto le da en pago de una dependencia: y con estas industrias y economías compensa uno u otro quebranto, y trae su balanza al fiel. El fabricante que sólo hace remesa de los efectos de su telar, y que no sale de su casa, carece de todos estos arbitrios, si no consigue hallar la plaza desproveída y necesitada de sus manufacturas, tiene que malbaratarlas; si gana alguna cosa, se le va el provecho en los gastos y desperdicios a que lo sujeta la mano ajena: y para venir al caso de hacer un embarque necesita traer su caudal por las Indias dos o tres años, correr el riesgo de una quiebra, de un naufragio, y buscar dinero a interés mientras le llega su socorro.
Todas estas pensiones tienen que sobrellevar el que negocia en Indias; y si son tolerables a un comerciante, que o las compensa con sus adelantamientos, o sabe el modo de sortearlas para un artista, o un fabricante que sólo entiende de lo que maneja, todo esto es un caos de confusión, y un quebranto irreparable. Por regla general el salir los hombres de su esfera y remontarse a una región no conocida siempre da materia para el arrepentimiento: y como tampoco son iguales los talentos de los hombres, es común que prosperen unos donde otros peligran, por no ser dado a todos el hilo de oro que halla la salida a los laberintos.
Esto es puntualmente lo que sucede en la práctica. Las especulaciones hechas sobre el bufete y delineadas al antojo engañan con facilidad y cuando vamos a tocarlas con la mano para ajustarlas a sus quicios nos damos con el desengaño en los ojos.
Acerquémonos a la prueba, examinemos a nuestros fabricantes, y sepamos de sus bocas por qué no hacen el comercio directo con las indias, y ellos nos repetirán lo que acabamos de escribir. Ellos nos dirán que les bastaría intentarlo para empezar a sentir quebrantos. Dirán que esto es propio de los comerciantes que lo entienden, y que a ellos está bien no salir con sus deseos, fuera de las paredes de sus casas. Quedemos pues de acuerdo en que siendo verdad que el comercio libre podría ser de momento a nuestras fábricas, le es muy perjudicial en su actual constitución, en fuerza de la excesiva confluencia de mercaderes y mercaderías que ha hecho desaparecer toda ganancia, y conozcamos por la verdad que un comercio limitado y restringido como e1 antiguo que dejaba un tercio de ganancia al mercader, es el arbitrio cierto de que florezca la industria y la agricultura; pero debemos creer al mismo tiempo que si las fábricas no han florecido lo que se desea, no es por falta que haya tenido, del libre comercio, sino por embarazos propios del país que no admiten remedio, ni conviene (acaso) que lo tengan. Expondremos con brevedad lo que sepamos decir en esta materia, sometiendo nuestro juicio al que sea más acertado.
Se demuestra que no es posible fabricar en España la mayor
parte de lo que necesita para su consumo y el de las
Américas. Que trae inconvenientes el extender demasiado
nuestras fábricas; y que no son necesarias absolutamente
para la opulencia del comercio y la nación, ni para el
ahorro de nuestra moneda
Los que pretenden fundar en el fomento de nuestras fábricas, la utilidad principal de toda la España parece que levantaron sus cálculos sin computar rigurosamente la porción de obras que podían hacer en cada año nuestros fabricantes artesanos, y sin cabal idea de las causas que se oponen al logro de este proyecto. No parece que tuvieron presente que si la Península fuera capaz de llenar el cargo de 26 millones de piezas que consumimos y negociamos en Indias todos los años sería necesario para sacarlos de la Nación descuidar la agricultura y salir a comprar fuera las materias primeras, que ningún otro suelo de Europa las puede producir tan apreciables ni en tanto número. Parece que no ajustaron debidamente que aunque no aspirásemos a otra cosa que a copiar la mitad de aquellos 26 millones (que es absolutamente imposible) sucedería que consumiéndolos en nuestros telares, vendría a faltarnos materia para hacer el cambio, y pagaríamos en plata los 13 millones que recibiésemos de afuera.
La abundante cría de materias con que hacer un cambio ventajoso con las manufacturas de Europa, es el objeto que debe llevarse la primera atención de nuestro Ministerio; y para obtener esta rica granjería no necesitamos otra cosa que favorecer la agricultura donde se encierran los frutos que nos toman los extranjeros. Toda la nación española aplicada a la labranza y a las fábricas, no es capaz de criar todas las materias de que necesita, ni fabricar todos los géneros que la América consume; porque en primer lugar es limitado su término, y no es a propósito su clima para toda especie de crías. Estos dos obstáculos son invencibles por naturaleza, y han de traer siempre a la España dependiente del extranjero. Tampoco puede la España imitar idénticamente las manufacturas de ciertas provincias extranjeras, como por ejemplo, los lienzos de la Normandía, los tejidos de pelo, las obras de punto, y otros muchos que son de necesidad indispensable. Aunque dentro de la Francia no se puede fabricar lo mismo en un lugar que en otro; y cada uno se reduce a fabricar lo que le es más proporcionado a la calidad y situación de su suelo y cielo. Las fábricas de medias de España nos suministran otro desengaño semejante. Véase lo que se ha trabajado en este ramo por igualarlo con el estado que tiene en Francia, y cotéjense las obras de Nîmes con las nuestras.
Ningún ramo se ha fomentado más que éste de 20 años a esta fecha. E1 es uno de los más fáciles, menos costosos, el más protegido, y el menos dependiente del clima y del terreno. Para empeñar a los fabricantes en su profesión se prohibió la extracción de medias de Francia para el Perú con lo que se aseguró a los fabricantes el pronto y buen despacho de cuanto trabajasen aunque llegasen a hacer 20 docenas cada año. La seda de que usan ambas naciones en sus medias es de una misma cosecha y los telares son iguales. En medio de esto, es infinita la diferencia en el precio, en el lustre y en la duración. En todas tres cosas aventaja la media de Nimes a la de España; la más rica que va alas Indias se compra por tres y medio o cuatro pesos y estas mismo vale dentro de Barcelona la media de primera; en el lustre no hay qué decir porque no hay cotejo, y el más patriota español solicita un par de medias de Francia para el día que pretende ir más decente; y en cuanto a duración todos saben que la media francesa sufre muchos lavados sin perder de su buena vista cuando las catalanas no se mojan una vez sin quedar deslucidas e inservibles. Lo mismo sucede entre los reinos: la Francia jamás ha podido igualar las bayetas, las sargas, los duraix y los demás géneros de pelo y lana, ni las mercerías y quincallerías de Inglaterra. Tampoco esta nación con ser tan émula de la Francia ha podido imitar los géneros de seda ni los de plata tirada en blanco y dorado; y se distinguen notablemente los que se maniobran en una parte de los de otra, aunque se labren en una misma materia y forma. Los sombreros de Marsella se distinguen notablemente de los de Lión; y los de París aventajan considerablemente a los de estas dos fábricas; pero con esta especialidad que los castores de París exceden a los de Lión, y los medios castores y los de tres cuartas de castor de fábrica de Lión exceden en mucho a los de París; de forma que fabricando ambas ciudades un mismo género, cada una excede y es excedida respectivamente en una de las especies de su comercio; y ambas exceden a Marsella en lo mismo en que aquellas son inferiores entre sí; y París, Lión, y Marsella exceden en sus sombreros a los mejores que se fabrican en España.
Habiéndose conducido a España de Inglaterra, Holanda y Francia a expensas del real erario, fabricantes de paños y tejidos de seda, ni unos, ni otros pudieron lograr que se equivocasen con los de sus respectivas provincias, ni que hubiesen adelantado más que de lo que habían adelantado los españoles siendo auxiliados en la misma forma; de donde parece probarse que no sólo está ligada al talento la perfección de ciertas obras, sino que lo está igualmente al clima, o al terreno.
Estas altísimas e inescrutables disposiciones del Hacedor de los hombres encaminadas a vincularlos y apoyarlos mutuamente vuelven inútiles todos los conatos que empleemos en vivir independientes. Pero con sólo suponer que nos son precisos 20 millones de pesos sencillos anualmente para abastecer la América de manufacturas y frutos de las tres partes del mundo hemos de conocer que ni se pueden criar ni maniobrar en este reino, si no se dilatan los términos de su territorio, y se multiplican los obreros y después que tuviésemos uno y otro nos faltaría clima aparente para algunas de las crías y maniobras por no ser el nuestro a propósito para todas.
A esta empresa si llegásemos a intentarla se seguiría necesariamente el abandono de la agricultura, por cuyo medio logramos surtir a los extranjeros de las materias, primeras que ningún otro suelo de Europa puede producirlas semejantes; y por hacernos fabricantes olvidaríamos la labranza, y este olvido nos obligaría a buscar fuera lo que tenemos dentro del reino en más abundancia y valor que ninguna otra nación, y no pudiendo al fin ni imitar exactamente las maniobras, ni criar lo necesario para ellas vendríamos a perder lo que tenemos y poseemos, por quererlo abarcar todo.
Convengamos, pues, en que es una verdad demostrada que no basta la población actual de la Península para la fábrica de 20 millones de efectos; que no es capaz el terreno que ocupamos de criar toda la materia precisa para aquellas labores; que no es posible contrahacer todo lo que se trabaja en las tres partes del mundo y que dejaríamos sin surtimento a estas mismas de lo que necesitan de España y de América si lo consumiésemos nosotros todo; y en esta virtud nos será preciso concluir que el proyecto de independencia en que se quiere poner a la España, es absolutamente impracticable en nuestra constitución actual, y principio capaz de unas revoluciones en toda la Europa que nos obligase a tener siempre las armas en la mano.
Si no tuviésemos otro modo de vivir más seguro que el de la pura maniobra, como sucede a las naciones del Norte, sería bien que nos empeñásemos en ir venciendo las dificultades que arroja aquel proyecto (si es que son superables) y que por buscar nuestro provecho, desatendiésemos sin ofensa el extraño. Pero cuando la sabiduría del todopoderoso, repartiendo entre sus criaturas los bienes de la tierra, hizo a la España el mayorazgo del mundo, y dio a sus habitantes una posesión que hace dependientes de sus producciones a los demás herederos de esta común madre, no vemos a la verdad qué razón justa puede movernos a desear lo que no tenemos con pérdida de lo que poseemos exclusivamente. Sin contar con las Américas que es un segundo mayorazgo que agregó Dios al primero, con sólo nuestro terreno actual, tuvimos lo bastante hasta el siglo XVI para vivir y para costear la conquista de aquel medio globo y las formidables guerras que le precedieron. En el día sin tener que recurrir al arbitrio de las fábricas, con sólo el manejo privativo del comercio de las Indias, nos sobra todo; y seremos los más ricos del mundo si queremos fomentar las crías de que son capaces estos dos reinos. Críese en uno y otro, todo lo que es posible a ambos. Júntense a las lanas de España, los linos, los cáñamos, y el algodón que puede venir de América, límpiese, cárdese, hílese, y désele en España la primera forma (sin que pueda extraerse en otra) y no nos apuremos por las fábricas. E1 fomento de estos dos ramos de cría nos pueden dar unas ganancias indefectibles, y una ocupación continua a todos los vasallos de esta monarquía, sin quitar a otras el útil de la manufactura. Nosotros poseemos el terreno que ha de dar lo que aquellas han de labrar; y nosotros no podemos criar y fabricar a un tiempo. Tenemos asegurada una venta lucrativa de todo cuanto críe la América y la España, aún cuando se acerque a 15 millones de pesos y nosotros poseemos privativamente el derecho de revender con grandes ganancias estas mismas manufacturas extranjeras. Vendiendo nosotros a los extranjeros todo el sobrante de la cría de España y de América, hacemos una ganancia considerable, y podemos dar ocupación a todos nuestros obreros; comprando, o permutando después estas mismas producciones ya labradas, logramos una segunda ganancia; y revendiéndolas en indias conseguimos la tercera. Demás de esto es también de nuestra particular propiedad el ramo de los fletes, el de los seguros, el de la comisión, y el de los premios marítimos, o de gruesa ¿pues qué más necesitamos?
Todos estos lucros deja nuestro mayorazgo sin necesidad de levantar fábricas. Dándose un fomento absoluto al ramo de maniobra es menester desatender los de cría; y vamos a perjudicar a las demás naciones sin que tenga provecho la nuestra. Para impedir que no extraigan las otras potencias el dinero de nuestro cuño, mejor medio, y más seguro es el aumento de las cosechas que el de las fábricas; con darles nuestros frutos ahorramos darles mucha plata, y no les quitamos el que ganen; y con las fábricas (si fuesen posibles todas las necesarias) se quedarían sin tener como adquirir y nada más avanzaríamos. Para evitar no se nos extraigan de España 17 millones de pesos todos los años en parte de pago de los 26 que nos entran en efectos, lo mismo es darles 18 en frutos y ocho en plata, que comprarles ocho a dinero y fabricar nosotros dieciocho; de ambos modos venimos a ahorrar el desembolso efectivo de nueve millones de pesos que es lo que aspiramos, y hay la diferencia de que labrando nosotros y fabricando los extranjeros ganamos unos y otros, y vivimos en paz; y queriendo usurparnos el ramo de fábricas (suponiendo que fuese posible) nosotros lo lucrábamos todo, y ellos se quedaban ociosos para el comercio, y dispuestos a la guerra, y al contrabando.
No hay duda que el medio más sencillo de adelantar nuestros intereses con tranquilidad, y sin agravio de los vecinos, es abundar en primeras materias cangearlas por mercaderías. De la cría de América nos toma el extranjero seis millones de pesos en el día, y del suelo de España saca tres que son los nueve que ahorramos en metal. Si nuestra agricultura se mejorase, y fomentase en los dos reinos les podríamos dar de 5 a 6 millones de frutos de España y de 8 a 9 de los de América; y en vez de retener nueve millones, retendríamos de 13 a 15, que es lo que vamos buscando. Este modo de adquirir, ni es funesto al extranjero ni opuesto a ningún tratado nacional, ni ofensivo del derecho de gentes; y nos produce el interés de dar más fletes a nuestros buques mercantes, más contribución al erario real y más aumento de comisión al ramo de factoría; porque no es lo mismo para estos tres acreedores tratar en plata acuñada que en mercaderías de América, porque el dinero no deja tanto flete al naviero, tantos dineros al Rey, y tanto provecho al factor como el cacao, el añil y los demás frutos de indias , con que si en vez de 6 millones de estos efectos vienen doce a España, mayor será la ganancia del naviero, la del erario, y la de los encomenderos.
Este modo de conservar la moneda en España no se puede negar que está en nuestra mano, sin necesidad de que nos vengan auxilios de fuera. El labrar nuestra tierra y labrarla bien, pende de nosotros solos. Este es un arte en que estamos enseñados, para el cual no habemos menester que se nos traigan dibujos, maestros, ni utensilios. Todo lo tenemos en la península y todo lo poseemos en plenitud. La Europa toda se puede decir que pende de la España para el abasto de aceite, vino lana, y la América consume de la Europa, Asia y África todo el vestuario y alguna parte del alimento por mano de los españoles exclusivamente. Este maravilloso enlace de todos los vivientes del orbe, para su recíproca dependencia, nos enseña a no desear lo que no nos fue concedido en el repartimiento universal, aún cuando nos fuese posible el conseguirlo; y nos estimula al mismo tiempo a mejorar y conservar lo que nos cupo en suerte. La de España fue ventajosa a las de las demás naciones sin género de duda; porque su terreno cría todo lo que necesita para ella, y lo que no tienen las demás. Con que sólo labrar su terreno, hacer permutas con el extranjero, vender en indias, transportar sus frutos, y volver a cambiarlos, logra una riqueza que la releva de mendigar otros arbitrios.
Pero si estos arbitrios a que aspira no son posibles de alcanzar, será doble error el empeñarse en conquistarlos. Si no se necesita para ser rica del recurso de las fábricas, y no le es dado el establecerlas, en vano es su afán por levantarlas. Uno y otro punto lo hemos demostrado a la evidencia mas concediendo de gracia que sea fácil a la nación el imposible de criar y fabricar dentro de su terreno diez millones de piezas ¿cómo será de creer que las naciones vecinas suyas le dejen gozar en paz. esta ganancia? Si faltasen a la Europa y alas otras dos partes del globo 26 millones de pesos que extraen en cambio de sus frutos y manufacturas, y no les quedase más recurso que el comercio interno de unas provincias con otras, las armas o el contrabando habían de resarcirlo de esta pérdida. El contrabando en este caso tendría más acogida que nunca en nuestros puertos; porque siendo el más fuerte estímulo del deseo la prohibición o la dificultad de cualquier logro, todo lo extranjero tendría una doble estimación entre nosotros, a semejanza de lo que sucede con la prohibición de las medias de seda francesas, que por este mero hecho se solicitan más, y se pagan de mejor gana que las de Granada y Cataluña de que se desdeñan hasta las mulatas; y siendo siempre de menos costo, de mejores dibujos y de mayor gusto todo lo que los extranjeros trabajan, fácil es de concebir la competencia que nos haríamos por vestirnos de una tela de fuera del reino aún cuando la tuviésemos en las fábricas del nuestro. Nuestras miras debían ceñirse en esta materia a restablecer o plantificar las fábricas posibles, y que no reciben competencia. Tales son las de lonas y jarcias, la de vidrio y cristal, las de jabón, cera, brea, alquitrán, papel, la imprenta, las armas blancas y de fuego, curtidumbre, peletería, herraje, clavazón, indianas, lienzos caseros, calcetas, pólvora, municiones, fornituras, mantas, sebos, cerveza, sidra, pescados secos, carnes saladas, cintas de hilo, y otras cosas semejantes; sin embargo habremos de decir que aunque esto sea útil y fácil, no nos es necesario para dar ocupación a nuestros compatricios; y cuando nos fuesen necesarias éstas y otras fábricas, haría ineficaces nuestros deseos el decaecimiento a que ha venido el comercio, impelido de su libertad y la despoblación que ha causado y está causando todos los días aquella libertad. Veamos pues cuáles son los verdaderos medios de adelantar las fábricas y la industria nacional.