Comentario
CAPITULO XIII
Deciáranse algunas cosas notables que hay
y se han visto en estas Islas Filipinas
Acostumbraban los de estas islas a celebrar sus fiestas va dichas y a hacer los sacrificios a los ídolos por orden de unas mujeres hechiceras a quien en su propia lengua llamaban Holgoi, y eran entre ellos tenidas en tanta estimación como entre los cristianos los sacerdotes. Estas hablaban muy de ordinario con el demonio y muchas veces públicamente, y hacían endemoniadas hechicerías con palabras y obras, a las cuales visiblemente se seguía revestírseles el mesmo demonio, y luego respondían a todo lo que les preguntaban, aunque las más veces diciendo mentira o cosas a quien se pudiese dar muchas interpretaciones y diversos sentidos. Usaban también de echar suertes de la manera y modo que ya habemos dicho en la primera parte de esta historia; y eran tan agoreros que si comenzaban algún camino y al principio de él topaban acaso algún caimán o lagarto o otras algunas sabandijas a quien conocían por de mal aguero, dejaban al punto el camino, aunque les importase mucho, y se volvían a sus casas diciendo que el cielo no quería que prosiguiesen aquel camino.
Todas estas falsedades que les tenía el demonio persuadidas, las ha derribado la ley evangélica, como queda dicho, y hay entre ellos muchos monasterios poblados de Religiosos de la Orden de San Agustín y San Francisco y del Nombre de Jesús. Las almas convertidas y bautizadas hasta el día de hoy en estas islas dice la común opinión que pasan de 400 mil, que, aunque es gran número para las muchas que quedan por convertir, es muy pequeño, dejándolo de hacer, como ya he dicho, por falta de ministros: porque, aunque Su Majestad invía de ordinario, sin tener respeto a los muchos gastos que en esto hace, como las islas son tantas y se van descubriendo de cada día y están tan lejos, no se puede acudir a todos como la necesidad lo demanda. Los que se bautizan toman la fe con firmeza y son buenos cristianos, y lo serían mejores si les ayudaran con buenos ejemplos, los que por serlo mucho tiempo ha tienen obligación a ello, lo cual hace a algunos de ellos tan aborrecibles de aquellos naturales, que aun pintados no los querrían ver. Para prueba de esto y para mover a los que tienen el poder pongan en ello remedio, pondré aquí un caso extraño que acaeció en realidad de verdad en una de estas islas y es en todas ellas muy sabido y público, y fue: que murió en ella un isleño, hombre principal entre ellos, a pocos días después de haberse bautizado, y como la muerte le sobreviniese estando contrito de los pecados que antes del bautismo y después había hecho contra Dios, por permisión divina apareció después a muchos de aquella isla, a quien persuadía a recibir luego el bautismo con eficacísimas razones y con declararles como quien lo había experimentado, el premio de la Bienaventuranza que por él y por vivir después conforme a los mandamientos de Cristo se les daría sin ninguna duda. Para esto les contó y dijo que, luego que murió, habia sido llevado por los ángeles a la gloria, donde todas las cosas que había eran de deleite y contento, el cual se comunicaba con solo ver a Dios; y que en ella ninguno entraba ni podía entrar que no fuese bautizado, como predicaban los Castillas, de los cuales y de otros que se les parecían había infinitos allá. Por tanto, que si querían ellos ir a gozar de aquellos bienes y deleites, era necesario primero bautizarse, y después guardar todos los mandamientos que predicaban los Padres que estaban entre los Castillas. Luego al punto se les desapareció y quedaron entre ellos tratando acerca de lo que habían oído, que fue causa de que algunos se bautizasen luego y que otros lo dilatasen y dijesen que por el mismo caso que había allá soldados Castillas, no querían ellos ir allá por no entrar en su compañía. Todo este daño hace un desalmado con un mal ejemplo, a quien los muchos buenos que de ellos hay en todas partes (y en aquéllas muy en particular) habían de remediar y castigar asperísimamente.
Estas Islas en su primer descubrimiento tuvieron fama de mal sanas, y después la experiencia ha enseñado lo contrario. Es tierra fertilísima y produce mucho arroz, trigo, cabras, gallinas, venados, búfalos, vacas y muchos puercos, cuya carne es tan sana y sabrosa como la del carnero de España. Hay en ella muchos gatos de algalia. Tiene infinitas frutas muy buenas y sabrosas, gran abundancia de miel y pescado y todo ello por precios tan bajos que casi son de balde. Hay mucha canela, y aunque no hay aceite de olivos si no lo llevan de Nueva España, hay mucho aljonjoli y de linaza, de lo cual gastan de ordinario en aquella tierra sin hacer falta el de olivas. Hay mucho azafrán, clavo y pimienta, nuez moscada y otras muchas drogas, mucho algodón y seda de todos los colores, de las cuales traen a ellas los mercaderes chinos gran cantidad cada año, a donde vienen más de 20 navíos cargados de piezas de diferentes colores, y de loza, pólvora, salitre, hierro, acero y mucho azogue, bronce y cobre, harina de trigo, nueves y castañas, bizcochos, dátiles, lencería, escritorios labrados con muchos matices, tocas de red, buratos, espumillas, aguamaniles de estaño, pasamanos, franjas de seda y hilo de oro hilado por modo jamás visto en la Cristiandad, y otras muchas curiosidades, y todo como digo, lo dan a muy bajos precios. Las cosas de la propias Islas se venden también muy baratas, porque se hallarán cuatro arrobas de vino de palma, que a falta del de uvas es muy bueno, por cuatro reales; doce fanegas de arroz, por ocho; tres gallinas, por uno; un puerco entero, por ocho; un búfalo, por cuatro; un venado, por dos; y ha de ser muy bueno y grande; cuatro arrobas de azúcar, por seis; una botija de aceite de ajonjoli, tres; dos cestos de azafrán, dos; seis libras de pimienta o clavo, uno; 200 nueces moscadas, otro: y una arroba de canela, seis; un quintal de hierro o acero, 100 reales; treinta platos de porcelana fina, cuatro; y todo lo demás a este respecto.
Entre las cosas notables que los nuestros han visto en aquellas islas y en el Reino de la China y en los demás por donde han pasado, una de las que más lo ha compelido a admirar y a encomendarla a la memoria, es un árbol que se llama ordinariamente palma de cocos, a diferencia de la del dátiles, y con gran razón, porque es planta tan provechosa y misteriosa que ha acaecido venir a estas Islas navío, que así él como lo que traía dentro para vender y las sogas y jarcias y velas y mástiles y clavazón era hecha de este árbol, y la mercaduría que traían era mantas hechas de cortezas de él con mucho primor y sutileza, y así mesmo todo el mantenimiento que traía para matalotaje de treinta hombres que en él venían hasta el agua. Certificaron los mercaderes que venían en este navío que en toda la Isla de Maldivia de donde venían no se coge otro mantenimiento ni le hay, sino lo que da este árbol, del cual hacen también las casas con sus techos y de la fruta sacan un meollo muy sabroso y sano, cuyo sabor imita al de las avellanas verdes, y cortando el racimo donde se crían estos cocos (que es la fruta principal, y tiene cada uno de ordinario un cuartillo de agua suavísima y delicada) toda aquella sustancia se recoge al tronco de árbol, donde está dado un barreño por el cual sacan toda aquella agua, que es mucha; de ella con otras cosas que le mezclan se hace buen vino y el que se bebe en todas las Islas y Reino de la China. De esta propia agua hacen vinagre y del meollo que dije aceite medicinal y leche como de almendras, miel y azúcar muy sabrosa. Estas y otras muchas virtudes tiene la palma, que las he declarado en parte por ser cosa notable y que causa admiración a todos los que pasan a aquellas partes, dejando de decir lo que resta por no ser largo.
Cerca de la Ciudad de Manila, de la otra banda del río hay un pueblo de chinos bautizados que se han quedado a vivir en ella por gozar de la libertad evangélica; hay entre ellos muchos oficiales de oficios mecánicos, como zapateros, sastres, plateros, herreros y de otros oficios, y algunos mercaderes.