Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
MEMORIALES DE LAS INDIAS AUSTRALES



Comentario

MEMORIAL 19


El capitán Pedro Fernández de Quirós. Después que puse en práctica el descubrimiento de las tierras incógnitas del sur, y principalmente después que pretendo su población, siendo lo uno y lo otro muy convenientes y muy necesarios y muy debido al servicio de Dios y de V.M. y bien de las almas de todos sus naturales, siempre oí decir en contra dellas ciertas cosas, en especial las cinco siguientes, y son tales que bien parece que Satanás las buscó así tan disimuladas y a su propósito, para con ellas le hacer la guerra tan rabiosa y mortal que a la continua le hace.



La primera, Señor, es que la Monarquía de V.M. está muy extendida, y que no es posible que siendo forzosa la dependencia della desta Corte, se pueda bien gobernar, por lo cual será más acertado que se alargue alguna parte de lo poseído en Indias para poder conservarse lo que quedare, que no lo será que se descubran nuevas tierras, por el peligro de todas.



A esto digo, Señor, que si bien se mide la pequeñez de nuestra España, se hallará que a su respecto del todo viene a ser lo mismo que es la uña del menor dedo comparada a todo un cuerpo humano, y por esto es digno de considerar el cómo de tan pequeña parte de tierra, tan pocos sus naturales hayan hecho unas tan grandes maravillas en tantas y tan apartadas tierras desta. Y es de notar que ahora que se duda o puede dudar en el gobierno y sustento de todo lo poseído, parece querer Dios N.S. mostrar cuánto puede hacer con tan poco y que por fuerza quiere obligar a V.M. a gobernar y sustentar más de los dos tercios del mundo, pues de nuevo va mostrando, y yo rogando, con aquella tan gran parte suya que estaba oculta; y por esto la doblada obligación que hay que admitir esta empresa en que tanto se ha perdido por la tardanza, y tanto se puede ganar con la presteza.



Tome V.M. lo que Dios le da, por medio de mi industria y fidelidad, con recuerdo de que es mucho y bueno y de que aún los Príncipes de la tierra se pueden indignar si de los gajes que dan no se hace caso, y si las mercedes que hacen, por mínimas que sean, no las quieren recebir. Por esto y por cuanto dejo de decir, suplico a V.M. eficazmente, perdonando mi grande atrevimiento y recebiendo mi buena voluntad, sea servido mandar que las tierras de atrás ganadas en Indias, ni por la imaginación pase (?) dejar la mínima parte dellas,



Fes sólo el sonido espanta y ofende, debiendo todos los vasallos de V.M. dar las haciendas y vidas por la defensa y conservación desta dádiva de Dios que la pudo haber dado a otros, y juntamente que las tierras que descubrí se estimen como merecen sus excelencias y merece lo que padezco y porfío por no las desamparar, y merecen las fuerzas de todas mis persecuciones nacidas de saber cierto cuánto importa poblarlas antes que otros

las pueblen, de cuya asistencia allí es de saber que serán los daños y las pérdidas incontables y tan sin remedio como lo he representado otras veces, y también más como merece el grande amor con que me ofrezco de balde al servicio dellas, hasta la muerte, advirtiendo y recordando que si las proposiciones de Colón y semejantes no se hubieran admitido ni ejecutado, que todo lo hecho estuviera por hacer y Dios por servir y V.M. sin ser Rey de tantas partes del mundo, y ahora sin añadir la referida con todo lo que promete, así para el cielo como para la tierra, y sin dar motivo a la pluma que cante destas grandezas que tanto ilustran a España y la hacen envidiar.



También recuerdo cuán poco pudieron conmigo los millares de inconvenientes y dificultades que tantas veces experimenté y atropellé, siendo como siempre fui, tan solo y contradicho y falto de partes y medios, y mucho más de dinero, y que si una sola me venciera que yo no venciera a tantas, ni pudiera decir lo hecho, que lo estimo en más que si fueran mías las dos más ricas provincias del Asia, China y Persia.



En suma, Señor, yo acometí fiado en Dios y por esto vencí hasta las malas voluntades. V.M. se anime a intentar tan grande empresa, pues para lo mucho más que V.M. merece, son muy pocos todos los Reinos poseídos, y para mi ánimo no es mucho todo lo que no se sabe del mundo, para descubrirlo y desentrañarlo y darlo a V.M. para que V.M. lo dé a Dios, de quien es todo, y para Dios es muy posible de mucho menor parte que España y de más lelos gobernar a un millón de mundos, si los hubiera criado, como pudo, con recuerdo que dejar aquellas tierras desiertas por la desconfianza que suena, es lo que más se debe temer, y se debe creer que la Monarchia de V.M. no se ha de acabar haciendo un tal estremado y singular servicio a Dios, más antes de esperar que desta vez se doblará y después redoblará y todo junto durará conservado hasta que el mundo se acabe, que mucho más puede Dios.



La segunda que se dice es, Señor, que V.M. está muy pobre, a cuya causa no puede hacerse los pequeños gastos que pide la población de aquellas grandes, buenas y ricas tierras que descubrí, y que por el tanto se queden como están, en sus tinieblas, cosa digna de gran lástima si viniese a ser así, lo cual no permita Dios por mis pecados.



A esto digo que Dios nuestro Señor hizo a V.M. el más rico Rey y Señor de todo el mundo. Pruébolo conque en las provincias de América tiene V.M. más de dos mil leguas de tierras de minas, de a donde vienen y vendrán tantas flotas y armadas de navíos y galeones cargados de oro, plata, perlas, esmeraldas y otros géneros de valor; y de las partes de Oriente tantas y tan grandes naos colmadas de las cosas más preciosas que naturaleza cría en ellas, y otras muchas de muy grande estimación.



Y también más la Africa y el Brasil y las islas del mar Océano tributan toda la sustancia que tienen. Dejo lo que restan los reinos de España, Napoles, Sicilia, Cerdeña y las provincias de Lombardía y Flandes, con todas las otras de que V.M. es Señor, a quien suplico sea servido de tenerse en cuenta de tan rico y poderoso Rey y Señor, como realmente lo es V.M., y de mandar ue con las sobras de tantas riquezas cuantas Dios va ando en solo el Pirú, se gaste en justificar esta su causa un poco de plata, que yo prometo de retorno, por lo que vi, ciento por uno, y por las noticias, doscientos, y doblado por lo que presumo, no siendo esto con lo que pretendo persuadir ni obligar a V.M., sino con recordar que el Rey nuestro Señor que esté en el cielo, siéndole dicho que largase las Filipinas por ser el señorío dellas de más gasto que provecho, respondió que cuando en la casa de México faltase dinero, lo daría del mejor parado de España, porque no parase ni se perdiese la conversión de todas aquellas gentes.



Y también más procuro obligar con la caridad tan viva y tan vista conque a costa de tanta hacienda V.M. acude a hacer predicar el evangelio y doctrinar a tan copioso número de las gentes descubiertas, y con que todas estas otras para quienes pido la doctrina, y las muchas más que hay en toda aquella parte incógnita, también caen debajo la protección de V.M., y V.M. me mandó las descubriese y están descubiertas y del todo, sin ministros de Dios y sin noticia de quien es su divina Majestad, y porque tienen el remedio muy lejos y puede ser tardísimo pasando esta ocasión, y con la obligación que V.M. tiene a no los desamparar, pues Dios los mostró y no es sin causa, ni causa la puede haber tan poderosa que obligue y la fuerza a V.M. a que levante la mano dellas, ni sin causa dura tanto mi voluntad estando tan maltratado.





En suma, Señor, la providencia de Dios no tiene límite y nunca jamás faltó a quien fía de su divina Majestad, y no es de medios humanos. V.M., por quien es y por lo que conviene a su grandeza Real, y principalmente a la honra y gloria de Dios, socorra como debe y puede aquellas infinitas gentes, para quienes y para sus tierras, y para mí cuanto más breve; y larga y más clara y firme fuere esta merced, que pido por una vez, tanto meyores, más prestos y más seguros serán los bienes que se deben esperar della, así en aquellas partes como en éstas. Y cuando V.M. estuviera tan pobre como se dice, yo digo que del modo referido será V.M. muy rico y que nunca el sol se ocultará a tierras de V.M., y no es justo que sólo para adquirir reinos y para ayudar mis deseos falten las fuerzas.



Y dicen que las Indias no costaron de ganar un solo pelo real; yo digo que este fue el mayor daño que han tenido, tienen y tendrán, a cuya causa los primeros encaminaron a su albedrío el gobierno, los ojos clavados en el interés, sin respeto, que el oro y plata son tierra y ellos hombres mortales, con cuyo conocimiento, si lo tuvieran, habrían bien acertado a hacer aquellas tan debidas tres cuentas: con Dios, consigo mismo y con el prójimo, y así se excusaría el violento y desordenado principio que bastó a traer las Indias y los indios dellas al estado tan lastimoso que hoy tienen. A cuyos ejemplos advierto apretadamente que para la población de aquellas tan grandes y tan importantes tierras, no se gaste por esta vez con bolsa escasa, ni la fíe V.M. de gasto ajeno, porque no sea destas Indias Australes, en suma, lo que fue de las Occidentales.



La tercera es, Señor, el sentimiento que se hace de que V.M. gastó en despacharme 184.000 ducados. A esto digo que así como parece mucho este poco dinero, que V.M. con tan buena voluntad mandó gastar en obra tan general y lustrosa, que debe parecer poco lo gastado por los dos tercios más que pude gastar sin salir de la orden que V.M. me dió, como se puede ver en ella. Es de notar que la plata gastada había de venir a España en los galeones que se perdieron con don Luis Fernández de Córdoba; y es de advertir que no se debe llamar gasto, sino prestido (sic) hecho a vasallos, para que con él sirviesen, como han servido a V.M. Y digo prestido porque soldados y marineros, al punto que reciben paga y llevan el dinero della a mercaderes, y mercaderes a las aduanas, y a dos vueltas vuelve a la casa. Y es de saber cuánta es la hacienda real que vanamente se ha gastado en las Indias, tan digna de sentirse, más que no aquella porque se compró lo mucho que descubrí. Y juntamente cuántos millares de hombres y millones de oro se han perdido por la mar, y cuántos millones, y hombres, se han gastado en intentos o en ganar pequeñas plazas. Y cuánta es la plata y oro que se gasta en muchas cosas que no son de valor destas. Y cuántas son las riquezas que salen destos reinos que jamás vuelven a ellos, y cuánto es lo que más puedo decir, que fuera justo lo dijera, pues sólo veo llorar aquel poco de dinero, más bien gastado que otros, que si viniera a España también estuviera consumido, y el que pido está por venir de las Indias. En suma digo que para coger se siembra y beneficia, y para ganar se gasta y se aventura. Aventure V.M. tan poco dinero para ganar tantos millones de cosas honrosas. Y no fuera mucho después que trato deste caso, si tratara de adquirir (y) tener, como otros tienen ganado en la carrera de Filipinas, cuyas ganancias vi, probé y dejé en este tiempo, que sé muy bien que al que le falta dinero, todas las faltas le sobran tanto y quizás más, que persuado a V. Magestad que gaste en esta su obra.





La cuarta, y en que más instancia hace el demonio por ser la ganancia más principal que pretende es, Señor, que por procurarse la conversión de gentes, que muchas hay descubiertas en todo el Pirú, Nueva España y otras partes, con más vivas obligaciones de ser encaminadas para el cielo, que no las otras que están recién descubiertas y por descubrir.



Digo, Señor, a todas las personas que han dicho lo referido, que pues saben a donde están aquellas almas perdidas y es tanta su caridad que brota dolor de su perdición, que tomen el remedio dellas al cargo suyo, haciendo oficio de Angel de la guarda dellas, que yo aseguro que ni me pese ni los desayude, ni parezca mal en el mundo y dejen el mío las muchas más y tan más lejos que allí vi y allí están y estarán corriendo todas un peligro y cayendo en un mismo daño, hasta tanto que les sea dada la noticia de la ley y de Christo, en quien su bien está sumado. Porque yo con alegría doblada y redoblada acepto siempre la busca de todas ellas por más lejanas y engolfadas que estarán. Y deste y de otros modos, a porfía, cada uno, como más pueda, mostraremos la piedad pregonada y seremos parte que en redondez de la tierra sea el Señor altísimo de todas las gentes Bellas conocido, creído, adorado y servido, que así lo manda y lo quiere y así se debe. Y ruego mucho que duela mucho saber que todas se pierden y que son de un mismo precio, y que se acuerden que es oficio de la Caridad no contentarse con poco, y que en cuanto hay materia siempre quiere estar obrando, porque yo confieso, con todos los contrapuestos que hallo, y faltas mías, que si dejara de defender mi causa o de seguirla o la dilatara un día, que entendiera que la mañana siguiente me esperaba una paga muy amarga, así del cuerpo como del alma.



Los Predicadores que hubieren ir a la conversión de aquellas gentes, no será (como lo oigo decir) echar corderos a los lobos para que a todos los maten, solo con maduro consejo y grande confianza en Dios, llevar pastores con lebreles y alanos fieles para bien guiar y defender aquellas tantas y tan mansas ovejas de los lobos infernales, que llevan todas sus almas mirando bien, que no vengan a ser allí como yo lo he visto: las ovejas muertas, los guardadores sin tener a quien guardar, y los pastores sin rastro de pena desto.



La quinta es, Señor, que dicen muchos que pluguiera a Dios y nunca las Indias se hubieran descubierto, pues por solo el amor dellas está España falta de gente y muy pobre y cara y que en aquellos tiempos pasados se contentaba un Grande della de vestir honesto paño, y que agora el particular viste sedas, telas, brocados y trae costosas joyas, y se sirve con oro y plata, y que con el dinero que traen dellas se levantan y hacen hombres muchos que ayer no lo eran, y éstas lloran por desgracias, pudiendo tan fácilmente volverse al grosero sayal.



A esto digo que no sin causa dicen muchos extranjeros que todas las Indias de España son dolores en sus ojos y bien lo muestran en las obras. Y hay quien dice que más debido lo era usar bien dellas y tratarlas como merecen, que no lo es de sentir mal de descubrirse una tan grande multitud de gentes y de riquezas, y de los infinitos bienes de ambos géneros hallados y conseguidos en unas tan remotas y bien extendidas provincias, cuyo su mayor mal dellas ha sido que V.M. no viviese en uno de sus dos centros para ponerlas a todas en la razón que no tienen, cuya ruina pasada y presente, y más la que se espera de tantos sus naturales, es lo que debe ser llorado y lo demás bien se pudiera excusar y agora asegurar tan grande parte del mundo, porque no falta. Y si no falte dos años, como ha faltado uno la venida de la plata, y luego se juzgará si España puede vivir sin las Indias o las Indias sin España. O cuéntense todas las barras de plata y oro que tantos años han tributado y se hallará una tal copia que los palacios de V. Majestad pudieran ser todos de pata y de oro, y los patios y plazas empedrados destos metales y aún llenos. Y no nos promete menos las tierras de que se trata, que todas están por desnatar, ni veo otras que a España la puedan desempeñar y descansar sino con ellas.





Dios nuestro Señor crió más tierras y gentes que las de España y si aquellas que allí vi y pretendo se beneficien por la Iglesia Católica, de que V. Majestad es defensor, y dando Dios tantos hombres, dinero, comodidades y lo demás necesario con que poderle hacer tan gran servicio, y prometiendo un tan gran retorno de dones espirituales y temporales, y teniéndome a mí por vasallo, que tanto ruego con lo que debo ser rogado, no se quieren socorrer por las razones apuntadas o por otras (séanse las que se fueren), digo que Dios, que es el Creador de todas aquellas almas, que costaron de redimir la sangre, pasión y muerte de Christo, Dios y Hombre y Señor nuestro, que sabe y puede lo que quiere, podrá ser, que por no perder una dellas busque pastor a quien las encomendar a todas que se duela dellas y haga por ellas tan verdaderas diligencias, que no sólo gustosamente gaste dinero en buscarlas, sino también en guardarlas de los lobos, como lo dice el Evangelio.



Señor, finalmente digo que hay mercaderes que se contentan de ganar en sus empleos o diez o a veinte por ciento, y tales que sacando lo principal se glorifican y muchos que sí pierden todo el caudal no se tienen por mal librados. Y también hay otros que aunque vean muy crecidas las ganancias, a más correr huyen dellas, y otros muchos que por temores de antojos no se atreven a emplear sus monedas, y algunos que en dudas las gastan todas. Y también hay mercaderes hambrientos que no se hartan de ganar por uno millares y millares de bienes. Asimismo en los males hay contratantes que se contentan con dañar poco y otros que procuran con todas sus fuerzas, y ajenas, hacer tantos males y daños que no se les puede poner número, como pasa en este caso, y no me espanta lo dicho sino lo que no veo hacer, según lo tengo experimentado. Y más también porque ya muy de atrás ha habido en este miserable mundo quien mucho supo y mucho erró y quien le pesó infinito que otros hiciesen los bienes que ellos no quisieron hacer. Y no por esto pierdo el ánimo; más antes, Señor, se dobla y redobla cuanto leo, oigo, veo y considero que las grandes buenas obras siempre tuvieron muy grandes los enemigos y que se han honrado de serlo, y me certifico que cuanto ellas son más santas, más valerosas y más generales, que más redes y más lazos arma el demonio y de más medios se ayuda para del todo acabarlas, o al menos por cortar dellas la más parte que pudiere.



Y también me asegura ser muy alta y muy del servicio real de Dios esta obra de que trato, las muy grandes repugnancias que he hallado y siempre hallo en las partes a donde quiera que llego; o, por decirlo mejor, las terribles y desaforadas tormentas que habemos corrido los dos, de todas las cuales nos ha librado el Señor, y espero de su gran poder lo que falta, aunque más estén tomados todos los puertos por la parte del demonio. Y cuanto con menos fuerzas mías se vencieren tantas batallas, mayor prueba de cuanto Dios quiere a esta obra. Y V.M. crea de mí que sólo busco su mayor bien, y que si en ella, o fuera della, buscara dinero, que no gastara el que tenía ni soltara tan buenas ocasiones como solté por no deberle una hora y por no poner a riesgo el menor de todos sus bienes; m de presente me cansara en persuadir y rogar más antes; o pidiera mi debido grande premio; o tomara a mi cargo la jornada, como ya se me apuntó; o hiciera, como pude, en las Indias, grandes ganancias de los bienes, que no busco, porque sé cuán falsos son y más de allí; ni menos si hiciera mucho si hubiera acometido y durado en prosecución deste gran caso con muy sobradas barras de oro, o con grandes favores de hombres, o de hombres fuera tan bien recibido y ayudado, o siquiera harto de esperanzas que no sólo me olvidase de los rigores pasados y los presentes se me hiciesen todos fáciles, sino que me animase a acometer y a luchar con todos cuantos me esperan; ni menos fuera agora un grande hecho, cuanto Dios me hubiera dado en las playas de las tierras que descubrí muchos millones de oro, plata y perlas, y en el beneficio dellas gastara un solo medio.



Y solo medio es el que pido que gaste V.M. por una vez, a cuenta de los muchos enteros que en ellas mismas dará Dios, y de los muchos que ha dado y va dando en el Pirú para le poder hacer este grande y señalado servicio. Y todo es poco para lo mucho que merece una tal obra, que si yo pudiera (costara lo que costara, y juntamente mi vida), yo, Señor, fuera el dichoso de hacerla solo.

Suplico a V.M. despacho en forma, y recuerdo que se va la flota.