Comentario
MEMORIAL 40
Señor.
El capitán Pedro Fernández de Quirós. V.M. ordena y manda a su Consejo de Indias que me dé despachos a su satisfacción, para que el Virrey del Perú me dé lo que fuere menester a la población de las Tierras Australes, a donde V.M. se sirve mandarme ir. Siempre tuve por cierto que clamores de las gentes descubiertas y por descubrir, mi buena fe, con mis justas peticiones, habían de herir los piadosos oídos y mover el ánimo cristiano de V.M. a las grandezas de estas dos grandes y liberales mercedes, que acepto con toda la humildad a mí posible, y por ellas doy infinitas gracias a Dios y a V.M., y prometo dar la vida con el amor y verdad que hasta aquí lo he hecho, sirviendo a esta grande empresa. Señor, sus mayores bienes o mayores males de aquellas tierras y gentes están en este su bueno o mal principio; por esto debo representar de nuevo dos memoriales: núm. 8 y núm. 16 de los 50 que en el transcurso de tres años de esta mi pretensión en esta Corte di a V.M., a fin de que V.M. los tenga por testigos vivos de mi buena voluntad y de lo que puede haber obrado y se me debe por no haberme ayudado, y porque si yo faltare, sirvan a V.M. de despertador y de guía a los que hubieren de continuar este gran caso.
El primero contiene las grandezas y riquezas de las tierras de que trato, con todas las relaciones que a V.M. se han dado, y en razón dellas muestro a V.M. pintado el mundo, reducido a tres puntos: lo que es dorado representa todas las tierras sabidas; lo azul, los mares ya navegados; lo negro, la parte incógnita y en ésta lo que se va descubriendo. Señor, no hay más que un Mundo, y después que trato de descubrir lo que del falta, he pintado más de 200 de muchas formas y de muchos tamaños.
En el segundo digo los peligros que aquellas tierras corren, con sus gentes, y juntamente las Indias; el cuanto conviene gastar V.M. su hacienda por una vez; cuántos bienes de ambos géneros este empleo ha de montar y asegurar en todos tiempos; digo lo que se debe hacer en llegando, muestro la planta de la ciudad y como en ella no haya pleitos civiles, y el modo en los criminales; muestro como los naturales han de ser adoctrinados, enseñados, hacendados, defendidos y sustentados en paz y justicia, y también parte del demás gobierno para con ellos y los nuestros, y otros muchos avisos importantísimos y muy fructuosos que, todos ellos, con seiscientas hojas de papel que tengo escritas, y otras muchas que por solicitar esta obra dejé de escribir, los reduzco a dos puntos: el primero, que V.M. se sirva darme instrucciones de lo que deseo y puedo hacer en este servicio de Dios y de V.M., con seguridad de mi conciencia; el segundo, un tal despacho y personas eclesiásticas y seculares que con ellas V.M. pueda encaminar y asegurar todo cuanto pretende, espiritual y temporal, de aquella parte del Mundo, en cuyo nombre y en pago de mis servicios, suplico a V.M. eficazmente se digne de leer y considerar estos escritos y poner remedio en cuanto suenan.
La grandeza de las tierras descubiertas, juzgado por lo que vi y por lo que Luis Vaez de Torres, almirante de mi cargo, escribió a V.M. y a mi, como adelante se verá, da buena razón; su longitud es tanta como la de toda Europa y la Asia Menor hasta el Caspio, con todas las islas del Mediterráneo y Océano (Atlántico) que en su contorno se le arriman. Aquella parte oculta es cuarta del globo y tan capaz que puede haber en ella doblados reinos de los que V.M. al presente es señor, y esto sin avecindar con turcos, ni moros, ni con otras de las naciones que suelen inquietar y perturbar las ajenas. Todas las tierras vistas caen dentro de la
tórrida zona y hay partes dellas que tocan a la equinoccial, cuya latitud puede ser de 90 grados, y otras de poco menos, y si suben, como prometen, habrá tierras que sean antípodas de lo mejor de la Africa y Asia Mayor, y de toda la Europa y la Florida, y debe de esperarse que pues las tierras que vi en 15 grados son mucho mejores que las de España (como luego se verá), que las otras que se opusieren a todas las referidas deben de ser en su tanto un paraíso terrenal.
Los naturales son muchos; sus colores blancos, negros, loros, mulatos, indios y mezclas de unos y otros. Los cabellos de los unos son negros, crecidos y sueltos, y de los otros frisados y crespos, y de otros rubios y delgados, cuyas diferencias son indios de grandes comercios y concursos. Por esto, y por la bondad de las tierras, y porque hasta ahora no habemos entrado allí a darles prisa que labren minas de plata y que trabajen para nosotros, y por otras muchas razones, es de creer ser muchísima esta gente, a la cual no se le conoce arte mayor ni menor, muros ni fuerzas, rey poderoso, ley ni secta que seguir, ni son más que unos simples gentiles divididos en parcialidades y poco amigos entre sí. Sus armas son arcos y flechas sin yerba, macanas, bastones, lanzas y dardos de palo.
Es gente racional, cubre partes, es limpia, alegre y tan grata como le he experimentado; por todo lo cual, delante la confianza en Dios y siguiendo medios suaves, debe creerse que han de ser facilísimos de pacificar, doctrinar y contentar, que son tres cosas bien necesarias en los principios, para después encaminar las otras a los santos fines que deben ser pretendidos en lo más y en lo menos, con todas las veras de las veras. Sus casas son de madera y dos vertientes, cubiertas de hojas de palmas. Usan ollas de barro; tienen telares, trasmallos y otras redes; labran piedra mármol, atambores y flautas; tienen las haciendas tan cerca de palizadas y sus oratorios y entierros; aprovéchanse mucho de las conchas de nácar y dellas hacen escoplos, gubias, formones, sierras, anzuelos, patenas mayores y menores que traen colgadas de los cuellos. No conocen las riquezas que tienen y estiman mucho las cosas de nuestro rescate como son cuchillos, cascabeles, espejos y cosas tales; tienen sus embarcaciones bien obradas, bastantes para navegar de unas a otras tierras a vista o al tino, de uno a dos días, y todo juto es cierto indicio de gente de más policía. .
El pan que tienen son tres diferencias de raíces que siembran, de que hay gran suma, y es pan tan sin trabajo que no tiene más beneficio que usarlas o cocerlas; son gustosas, sanas, de buen sustento y mucha dura, y las hay de vara de largo y media de grueso. Las frutas son muchas y buenos plátanos de seis géneros, grande número de almendras de cuatro suertes y otras casi del tamaño y sabor de melocotones; muchas nueces de la tierra, naranjas y limones que no los comen los indios, y otra extremada y grande fruta de que hacen mucha cuenta, y otras frutas no menos buenas que se vieron y comieron, con muchas y grandes cañas dulces y noticia de manzanas. Hay infinitas palmas, de las cuales se puede sacar tuba, de que se hace vino, vinagre, miel y sueros; los palmitos son muy grandes y muy buenos. Estas mismas palmas, el fruto que se dan son cocos; cuando verdes sirven de cardos, y el meollo como natas; cuando maduros es comida y bebida, en mar y tierra; cuando viejos dan aceite para alumbrar y curar tan bien como con el bálsamo; y para comer cuando nuevos. Sus cascos son buenos vasos y frascos; los capullos son estopa para calafatear los naos y para hacer todos los cables y jarcias y las cuerdas ordinarias y de arcabuz la major; de las hojas se hacen velas para embarcaciones pequeñas y esteras finas y petates que aforran y cubren casas, que se arman con los troncos que son derechos y altos y dellos se sacan tablas y lanzas y otros géneros de armas y remos, con otras muchas cosas buenas para el servicio ordinario. Es de notar que estos palmares es viña, que sin beneficio alguno todo el año se disfruta y se vendimia.
Las carnes son muchos puercos mansos, como los nuestros; hay gallinas y capones, perdices de la tierra, patos reales, tórtolas y muchas y grandes palomas torcaces, y cabras que vió el otro capitán, y los indios dieron noticia de vacas o de búfalos. Los pescados son pargos, peces reyes, lisas, lenguados, salmonetes, sábalos, macavies, casones, pámpanos, sardinas, rayas, palometas, chitas, viejas, anguilas, pecespuercos, chapines, rubias, almejas, camarones y otros géneros de que no me acuerdo el nombre, y debe de haber muchos más, pues todos los referidos se pescaron junto a las naos.
Y si bien se considera lo escrito, hallarse ha que se puede luego entrar gozando mazapanes y conservas de muchas suertes, sin llevarse nada de fuera, y que para matalotajes no faltarán buenos perniles y tocinos, ni botijas de manteca y de lo demás que de grandes puercos se saca, sin faltar agro, ni especias, y debe advertirse que muchos de los dichos géneros son semejantes a los nuestros y que puede haber mucho más, y que en esto muestra la tierra ser propia para criar todas las otras que se cogen en Europa.
Las riqueza son plata y perlas que yo vi, y oro que vió el otro capitán, como lo dice en la relación que envió a V.M., que són los tres géneros más ricos que naturaleza crió. Hay muchísima nuez especie, massa, pimienta y gengibre que habemos visto los dos; hay noticia de canelay puede ser haber clavo pues hay las otras especias; y también más porque son aquellas tierras paralelas, con poquita diferencia, con Tidore y Terrenate. Hay más allí conque se puede criar seda, hacer pita, azúcar, añil; hay buen ébano y infinitas maderas para poder fabricar todas cuantas naos se quisieren, con todas sus velas y jarcias de tres géneros, el uno parecido a nuestro cáñamo; y con el aceite de los cocos se puede hacer la galagala y excusar pez. Viose cierta resina conque los indios brean sus piraguas. Y pues hay cabras y noticia de vacas, habrá cordobanes, corambre, sebo y carne en abundancia; y de una abeja que se vio, también habrá miel y cera, conque demás de todas estas riquezas aseguraban de otras muchas las noticias y el sitio y disposición de las tierras, que juntadas con las muchas que dará la industria, habiendo como hay tanto aparejo, así de las cosas suyas como para criarse las nuestras que pretendo luego llevar, con más todas las otras mejores y más provechosas que se crían en el Pirú y en la Nueva España, parece que todo junto hará tan rica la tierra que sola ella baste no sólo a sustentarse a sí y a la América, sino a engrandecer y enriquecer a España.
Y en razón de lo que se ha visto por ser orillas del mar, digo, Señor, que se debe esperar del corazón de las tierras tales grandezas y riquezas y cosas buenas cuales van siendo las nuestras.
Debe advertirse que mi principal intento fue buscar tan grandes tierras como hallé, y que por mis enfer-medades y otras causas que callo, no pude ver cuantas quise, y que todo cuanto deseé no se pudo ver en un mes, teniendo 12 un año, que muestren las calidades y los frutos que producen todas las tierras, y que los indios de aquellas no deben ser juzgados por nuestras necesidades, sabores, cudicias y estimación de las cosas, sino por hombres que pretenden con el menos trabajo que pueden, pasar, como pasan, la vida sin cansarse en lo que acá nos cansamos.
La comodidad y gustosa vida será tanta cuanta se ve en una cultivada, alegre y fresca tierra negra y grasa y de grande migajón, con barriales para luego se poder hacer losa, tejas, ladrillos y lo demás que de barro se hace; y en aquellas, muchas y cerca canteras de piedra, mármoles y tosca para poderse levantar suntuosas y curiosos edificios, y en aquellas, muchas y muy a propósito maderas para todos estos menesteres; y en aquel sitio de llanos, valles lo más, quebradas y sierras altas y redobladas; y en aquellos ríos, churrilos y manantiales a donde cómodamente pueden haber cantidad de molinos, azeñas y otros ingenios necesarios, y en los esteros, salinas, y en aquellos cañaverales, testigos de la fertilidad de la tierra, cuyos cañutos los hay de 5 y 6 palmos, más y menos, el grueso a proporción, el canto duro y delgado y lisa la tez.
La bahía de San Felipe y Santiago tiene 20 leguas de orilla, es toda limpia y libre para poder entrar y salir a todas horas; tiene a su redonda muchas poblaciones y en ellas y más lejos se veían de día muchos humos y de noche muchos fuegos. Su puerto de la Vera Cruz
es tan capaz que pueden caber en él más de mil naos; su fondo es limpio y de arena negra, no se vió broma y se puede surgir en las brazas que quisiere, de 40 hasta media, entre dos ríos, el uno tan grande como el Guadalquivir en Sevilla, con barra de más de brazas de fondo, por donde pueden entrar buenas fragatas y pataches, y en el otro entraban francas nuestras barcas y Bellas se cogía el agua, que es lindísima en cualquiera parte de las muchas en que la hay. El desembarcadero es una playa de tres leguas, lo más della un guijarral negro, menudo y pesado, bonísimo para lastrar los navíos. La playa, por no tener quiebras ni ruinas y estar verdes las yerbas de su orillas se entendía no ser batida de mares, y porque los árboles que tiene estaban todos derechos y sin azotes ni desgajes, se juzgó desto no haber grandes temporales.
Este puerto, demás de ser tan airoso, tiene otra excelencia para lo que es recreación, que desde que rompía el alba se oía por todo el cercano bosque una armonía muy grande de millares de diversos pájaros, algunos al parecer ruiseñores, mirlos, calandrias, jilgueros y infinitas golondrinas, periquitos, y un papagayo se ha visto, y sin estos, otros muchos géneros de aves, y hasta chillar las chicharras y los grillos; y se gozaba todas las mañanas y tardes de los suaves olores despedidos de los géneros de flores, entrando el del azahar y albahaca; y por estos y los otros buenos efectos se entendió ser allí clemente el cielo y que guarda su orden naturaleza.
A esta bahía y su puerto los hacen más excelentes la cercanía de muchas y buenas islas, en especial de siete que bogean 200 leguas; la una tiene 50 y dista 12, es muy poblada y muy fértil. En suma digo, Señor, que en esta bahía y su puerto y un tercio de elevación de polo Antártico, se puede edificar una muy grande y populosa ciudad, y que la gente que la habitare gozará las riquezas y comodidades apuntadas y de las otras que no puede mostrar mi poco ingenio, y de las que ha de mostrar el tiempo, y que se puede comunicar con las provincias de Chile, Pirú, Panamá, Nicaragua, Guatemala, Nueva España, Malucas y Filipinas; de todas las cuales tierras V.M. es señor, y que si V.M. lo fuere destas otras que ofrezco, las tengo por tan importantes que demás de ser como llaves de todas las referidas, entiendo vendrán a ser en lo que es trato de cosas curiosas y provechosas (dejo grandeza) otras Chinas y Japonés y más provincias de aquella costa de la Asia con sus islas. Y según siento, quedo corto, si me alargo en decir que pueden luego recebir, acomodar y sustentar en bienes grandes 200 mil españoles. En suma, Señor, aquel es el Mundo de que España va siendo el centro, y en lo que es el cuerpo es la uña, y nótese bien este punto.
El temperamento y la bondad del aire es tal que se ve en todo lo dicho, y en que siendo los nuestros ex-tranjeros, ninguno cayó enfermo con tan ordinario trabajar, sudar y mojarse, sin guardarse de beber agua en ayunas y a deshoras, ni de comer frutas y lo demás que la tierra cría, ni del sereno, luna y sol, que no era muy ardiente de día y de media noche abajo pedía y se sufría muy bien ropa de lana; y conque los naturales en común son corpulentos y de grandes fuerzas, y algunos dellos muy viejos, y que viven en casas terreras, claro indicio de la mucha sanidad de la tierra, porque a ser enfermas las levantarían del suelo, como lo hacen en Filipinas y en otras partes que yo vi, y porque el pescado y la carne duraban sanos por salar dos y más días, y porque las frutas que de allí se trujeron, como se puede ver en dos que aquí tengo, están sanísimas, con ser cogidas de los árboles sin sazón, y porque no se han visto arenales, ningún género de cardones ni árboles espinosos, ni nieve en las tierras más altas, ni cocodrilos en los ríos, ni en las montañas sabandijas ponzoñosas, ni hormigas, que suelen ser muy dañosas en los frutos y en las casas ni garrapatas, ni niguas, ni mosquitos de ninguno de los tres géneros; que son todas excelencias para nuestra pretensión y tan dignas de estimarse que hay muchas partes en las Indias del Occidente que por sólo estas plagas no se pueden habitar, y otras donde se padece tanto por ellas cuanto yo soy buen testigo, y también arguye la bondad de aquellas regiones haberse muerto los dos indios que dellos traje a la Nueva España, como sacados de buena tierra y traídos a otra no tal.
Señor, estas son las grandezas y bondad de las tierras que descubrí a honra y gloria de Dios que me llevó y trajo a la presencia de V.M., a donde estoy con la misma voluntad que siempre tuve a esta causa, que por su gran merecimiento la amo infinitamente.
Bien creo del prudente consejo, grandeza de ánimo y piedad cristiana de V.M., el mucho cuidado que dará saber tan cierto cuanto conviene la población de tanta y tan importantes tierras, siendo la causa más principal que debe obligar a no las dejar desiertas, ser este el medio para que en todas ellas sea Dios nuestro Señor conocido, oído, creído, adorado y servido, siéndolo allí tanto al demonio, y porque ha de ser la puerta por donde a tantos millones de gentes, todas del cargo de V.M., les ha de entrar todo su bien y remedio, y los muchos más cuidados que daría si a ellas fuesen enemigos de la Iglesia Romana a sembrar sus falsas doctrinas y a convertir todos los bienes que represento en males mayores, y llamarse señores de Indias. También creo que V.M. estará bien advertido que un daño tan pernicioso cuanto lo es el que suena, o otro cualquier desmán si lo hubiere al presente o adelante, que ha de costar millones de oro y millares de hombres el dudoso remedio de él. Gane V.M., pues puede con poca plata gastada en el Pirú por una vez, ganar el cielo, fama eterna y aquel Nuevo Mundo con todo lo que promete, y pues no hay quien a V.M. pida albricias de una tan grande y extremada merced que Dios hace a V.M. y porque V.M. se debe tener por felicísimo, yo, Señor, las pido y por ellas mi despacho, que están prestos y de partida los galeones y es mucho lo que tengo que aprestar, navegar y obrar, y muchísimo espiritual y temporal que cada hora se pierde, que jamás se ha de cobrar.
Si a Cristóbal Colón sus sospechas lo hicieron porfiado, a mí hace importuno, lo que vi y lo que ofrezco y lo que deseo y pretendo, en todo lo cual suplico a V.M. mande que de los muchos medios que hay, se dé uno para que yo pueda conseguir lo propuesto, y en todo me hallarán muy reducido a la razón y daré toda cuanta satisfacción se me pidiere.
Señor, grande obra es ésta, pues el demonio le hace tan mortal guerra y no es bien que pueda tanto, siendo V.M. defensor della.
Los indios de la isla de Taumaco dieron noticia de más de 60 islas mayores y menores, pobladas de gentes negras y blancas, con cabellos largos y muy rubios, y de mulatos y de indios, gentes todas como los que ahora vimos; y a buena cuenta en aquellas partes hay quince islas que tienen pescas de perlas, cuyas conchas de nácar fueron vistas este y el otro viaje, y también algunas perlas, y es de creer que no se criaron solas, ni solos aquellos hombres, ni sola aquella tierra, ni sola aquella plata, ni las demás cosas que vi. También dijeron que había tierra firme y se entiende ser la misma que allí vimos. El indio Pedro, que traje de aquellas partes, después que supo darse a entender en nuestra lengua, conformó con todo lo dicho y dió noticia de plata y de muy grandes perlas y de grandes conchas capaces dellas y de mujeres blancas muy hermosas. También d1ió noticias de islas y de aquella grande tierra, de un buen puerto en ella, de grandes ríos, de muy altas sierras, de muchas gentes, de muchas comidas y gran suma de nueces moscadas y de otras que contiene su declaración. Yo digo que aunque Pedro y los otros indios no hubieran dado la tal noticia, que de necesidad había de haber muchas y muy grandes tierras pobladas al Oriente y Poniente de las que vi, y que hay de parte incógnita más de cinco mil leguas de longitud, y en parte 80 y más grados de latitud en suma, que es la cuarta de todo el globo que allí está por descubrir. En todo me remito a papeles y a una junta de matemáticos y personas prácticas, porque sin lo dicho hay mucho más que decir y notar y allí se puede averiguar.
Adviértase que la experiencia ha mostrado que en las tierras de poca altura, así al Norte como al Sur, se han hallado las riquezas de todos géneros, y que estas mismas se pueden y deben esperar de las tierras de que trato, así por lo visto como por noticias y claros indicios, y más también por ser aquel paraje paralelo del Perú, con tan buena disposición de aquellas sus tan altas y dobladas serranías.
Miguel Rojo de Brito, de nación portugués, salió del Maluco y llevó en su compañía al rey de Bayseo, con gente, en 12 de sus embarcaciones, y de isla en isla fue a dar en una que estaba desploblada a causa de una serpiente que se comía los naturales, y por remate fue a la Nueva Guinea, a la cual sus moradores llaman Botan, que quiere decir tierra firme. Dice que los naturales son negros y tienen oro que traen en las orejas y el cuello, que son mercaderes y hacen una gran feria en un pueblo de una provincia que se llama Segat, a donde se compran muchos esclavos que se llevan a vender a una isla rica que se dice Cerdeña, y que hay persona allí que tiene mil esclavos. Dice de otra provincia que se llama Hugar, con fama de mucho oro, y de otra que se llama Sufia, con negros y gente mulata. Que le dijeron que en
algunas islas de aquella comarca hay gente blanca y pecosa con cabellos rubios. Dice de otra provincia que se llama Apaa, sus naturales andan desnudos y algunos principales cubiertos con mantas negras y coloradas, y que estos no hacen caso del oro y dan por razón que es mejor el hierro, por mayor y más provechoso. Dice que en toda la costa hay muchos ríos y que la tierra es muy templada, sana y fértil, con mucho arroz, landa, cocos, miel, puercos, cabras, búfalos, gallinas, y que vió muchas conchas de nácar, sándalo, ciertas campanas y muchas embarcaciones y gente que tiene por armas dardos y flechas sin yerba, y se usan embijar. Que les dieron noticias de tres españoles que estaban casados en aquella tierra que dicen firme, y que eran más y se murieron, y que de aquí se volvieron a una isla que se llama Noton, a donde supo como en ciertas islas del Nordeste, y cerca de la isla de Jeue, los naturales dellas se alumbran de noche con unas piedras que tienen en la frente unos animales como gatos, y que los de Baisco, tienen por dioses a sus pasados y cuando navegan llevan los huesos dellos en unas casas, y unos palos para desviar el viento contrario o furioso.
Dice que la tierra donde está la bahía de San Felipe y Santiago, la fue costeando al Poniente a donde halló otras bahías pequeñas y muy grandes ríos, y que las serranías que yo digo vi, son todas una cosa. Dice que halló una grande tierra en 11 grados y medio y que la fue corriendo al Oeste, cuarta del Noroeste, y que a 2, 4 y 6 leguas apartado della hay un grande arrecife con canal y muchas islas y llámala Tierra Firme. Dice que hay en ella muy grandes puertos y bahías y que en casi toda la costa se puede dar fondo en partes de mucho abrigo y que halló allí una bahía de poco menos de 100 leguas con boca a tiro de arcabuz y grande fuerza al vaciar de la marea, y dentro en ella muchas islas, y que es mucho lo que tiene que decir desta y de todas las otras bahías.
Dice que fue navegando hasta 7 grados y medio y halló un placel de 3 a 9 brazas de fondo con muchas islas en él, por el cual anduvo 400 días, y que destos 7 y medio asta los 11 grados atrás es todo un archipiélago; y dice desta manera de las islas sin número ni cuento, grandes y pequeñas, las más pobladas de gente negra, al doble más corpulenta que la gente de la bahía de San Felipe y Santiago, cuyas armas dice que son de gigantes, y que armas y gentes son diferentes de las de la Tierra Firme, y que le dieron noticias de otras tierras y de otras gentes.
Dice que volvió a dar en la misma costa de 7 grados y medio y que esta costa se va corriendo al Nordeste, haciendo una gran rinconada llamada Cambaru, y que ésta con la tierra de los Papúas, y con otras muchas islas y bajos, pareciendo toas una tierra, van corriendo hasta remate en un grado y medio cerca de las Malucas, y que la banda del Sur dejó siempre muchas islas, unas grandes y otras menores, y que esta postrera gente y la gente de las Malucas es la más ruin de todas las que vió y que la tierra es de mucho oro, pero que él no gozó de ninguno por cierta orden que llevó. Dice que allí fue a Terrenate a donde dejó la zabra con 20 hombres para servicio de aquella plaza, y de Terrenate a la ciudad de Manila, en Filipinas, de donde envió a V.M. relación que tiene el Consejo de Estado, a que él se remite, y yo me remito a ella y a la relación que envió el Maestre de Campo de Terrenate, Esquivel, y la Audiencia de Manila al Consejo de Indias; y remata conque dejó la costa de aquella tierra 50 leguas de las Malucas y que en diez años no se acabara de ver lo que vió.
Por manera que según la relación confusa que hace, la tierra continuada que dice, discurriendo por las alturas y derrotas que muestra más de 800 leguas sin la multitud de las islas de muchos tamaños.
Es de advertirse que los indios de Taumaco dijeron por señas, y lo que Pedro el indio dijo, y lo que digo yo por mis discursos, como se ve en primero y segundo memorial viene bien con lo que dice esta carta, de Tierra Firme y muchas islas, hombres de diversos colores y grandezas, y por esto y lo demás se debe esperar será verdad lo que los indios han dicho de las perlas y de la plata, y así lo demás.
Por todo lo cual digo, Señor, que es menester estar en aquellas partes ya pobladas para poder andar y ver tantas tierras y saber lo que cada una contiene, porque de otro modo nunca se podrá saber bien ni salir de este cuidado, ni hacerse las muchas y grandes ganancias de los bienes de ambos géneros que prometen tantas tierras descubiertas y las que se han de descubrir.
Dice que de la Nueva Guinea vinieron a Tidore muchas embarcaciones con gente de color tostado, cabellos sueltos, ojos hermosos, disposición común a la nuestra, y le dijeron que hay allí una gran tierra y millares de islas grandes y pequeñas pobladas de gente como son ellos, y algunos muy blancos y rubios, y que él tuvo una muchacha de aquellas partes, blanca y rubia como lo es una flamenca; y que aquella es tierra de mucho oro, de que los naturales hacen cadenas, que él tuvo muchas, y manillas que las mujeres traen al cuello y en los brazos, y los hombres los pomos de sus espadas; que tienen plata y no la estiman, y perlas de que no hacen caso, sino de la carne de las ostras que asan y comen, y que las hay tan grandes como rodelas, que llaman vías, de cuya carne pueden comer tres hombres todo un día; y que hay ámbar y algalia, mas que no la saben sacar de los gatos, y que los matan para comerlos.
Que hay hierro, cobre, estaño, plomo, azufre; que hay muchas gallinas, puercos, ovejas de lana larga, cabras, búfalos y vacas tan grandes como las del Andalucía; que hay conejos y otros animales que tienen el rostro como de zorra; que hay cierta casta de gatos que tienen alas desde los hombros hasta los pechos, conque vuelan un gran trecho; que hay tantos elefantes que con sus colmillos hacen corrales para encerrar el ganado menudo; que hay brea blanca, miel, cera, arroz y según, que es cierto bizcocho de buen sustento y duración; que hay iñames y otras raíces que son de comer, y plátanos de muchas castas y muchos cocos y cañas dulces, mas que no saben hacer azúcar; que hay sal, ajos, cebollas y unos árboles grandes que sus cogollos sirven de coles y lechugas; que hay pimienta, canela, gengibre, nuez moscada y masa, que los indios no estiman; que hay infinitas almendras de la tierra, naranjas, limas, cidras y muchas otras suertes de frutas, muchos géneros de peces y las conchas de carey, que es mercadería de valor; que hay vino que hacen de ciertas palmas y de sus hojas esteras conque cubren las casas y embarcaciones; que hay una cierta yerba que llaman gamuto, de que hacen jarcias y cables que no los pudre el sol ni lluvia; que hay muchos papagayos colorados y blancos, grandes palomas torcaces y perdices y otros muchos géneros de aves, así grandes como pequeñas, y ciertos pájaros que no se sabe de donde vienen, ni los han visto vivos y los hallan muertos, sus plumas de diversos y hermosos colores que traen los indios por penachos; que hay sándalo, ébano, grandes cañas y buenas maderas y que de todos los géneros referidos hay muy grandes cantidades, y que allí no hay mosquitos ni animales ponzoñosos sino unas culebras grandes y bobas, y que se tiene noticia de una isla al Nordeste a donde hay animales con una piedra en la frente que alumbra.
Dice que aquella es gente de verdad y buen trato, reconocida grata, liberal y buena de contentar, que sienten mucho si les ponen las manos en las cabezas y si les quitan sus mujeres, y que venían como mercaderes trayendo esclavos, oro, ámbar, marfil, cera, hierro y otras muchas de las dichas cosas, las de más valor que trocaban por ropas de algodón azules, coloradas y otras, que estimaban mucho cuentas de vidrio, espejos, tijeras, peines, cascabeles y cosas de esta manera y que tal vez hizo rescate que, por ciertas cosillas de precio de 50 reales le dieron otras de valor de 1.800 ducados y que si estuviera advertido le valiera 5 ó 6 mil.
Dice que de las Malucas hasta la Nueva Guinea hay muchas islas grandes y pequeñas, cada una con su rey, sin reconocer a otro, y que no hay ninguno poderoso, cuyos naturales son de color pardo, bien agestados los más de ellos, de cabello largo, andan desnudos y algunos vestidos de ropas que hacen de cierta yerba y de las que llevan de las Malucas; son gentiles, vive cada uno como quiere, no tienen santuarios ni adoran a nada; sus armas son flechas y dardos de cañas con puntas de palo, espadas, crises y rodelas; son briosos y (con) sus embarcaciones de vela y remo son grandes pescadores y músicos a su modo; tienen muchas redes, telares y ollas de barro y viven de lo que les da la tierra.
Adviértase que la Nueva Guinea es el remate de la Tierra Austral de que yo trato y que gentes y costumbres son todo lo demás referido simbolizan. Adviértase que aquellos indios, cuanto más se fueren alejando de las Filipinas a donde se estima el oro y las demás cosas que tenemos por de valor, menos conocerán las que tienen.
Por manera que quitadas treinta y tres islas que descubrió el Adelantado Alvaro de Mendaña, es una mancha, a las cuales llamó islas de Salomón (1567) con más la isla de Santa Cruz y las cuatro Marquesas de Mendoza que descubrió el segundo viaje en que yo me hallé (1595/96) y quitando más 300 leguas de costa de la Nueva Guinea, descubiertas de atrás, vale lo que ahora se descubrió (1605/06) 500 leguas de tierra firme y el mucho número de islas referidas, y es mi tema las muchas más tierras que promete se han de hallar en aquella gran parte oculta, porque 700 leguas a Levante de la bahía de San Felipe y Santiago vi buena gente en las islas, altura de diez y diez y ocho grados, y ésta no pueden estar allí sin vecindad de otras.
Con ésta son ocho las relaciones que están dadas de las grandezas y riquezas de aquella parte Austral en diversos tiempos y parajes, como lo muestra lo escrito. Es aquí de notar el mucho cuidado que Dios Nuestro Señor tiene de aquellas sus criaturas, pues cuanto más se dilata el socorro dellas, más lo apresura la Magestad Divina con nuevas y verdaderas relaciones, haciendo más ciertas, aunque cortas, las primeras; y por estas y otras razones que muchas veces di, se deben esperar de aquellas partes, doblados y redoblados bienes espirituales, y principalmente por aquella de que parece y aún fue necesario guardarse Dios en razón de su estado y providencia, para descubrirse a la postre las mejores de las tierras, para con la grandeza inclinar y vencer los ánimos de los que han de ir a la población dellas, de lo cual se ha de seguir la conversión de todos sus naturales y a Dios más honra y gloria, y a V.M. lo propuesto.
En razón del caso, que ha más de un año y medio propuse a V.M. sobre que tengo presentados con éste 16 memoriales y dado muchos recuerdos, digo que por cumplir con lo que debo a Dios y a V.M. y con lo mucho que me tiene costado traerle a su buen estado presente, y con el grande amor y deseo que tengo de verle un fin muy dichoso y muy felice, que V.M. fue servido mandarme descubrir tierras incógnitas, y que Dios las mostró tan grandes, ricas y fértiles como las he significado, cuyos naturales son gentiles: recuerdo la eternidad de la pena que les espera, y que son todos del cargo de V.M., cuya piedad cristiana me asegura, tiene muy obligado a V.M. a oir sus lastimosos clamores y reclamores, y mi tan continuos y humildes ruegos, y a hacerme la merced que hoy espero de mi despacho, para con medios eficaces ir en nombre de V.M. al socorro de todas ellas, con protesto que pretendo obrar allí como quien cree que le está mirando Dios, y que hay muerte, juicio, infierno y gloria para quien hace bien o mal al género humano, y juntamente como si V.M. estuviera mirándome con el premio o con el castigo en la mano.
Lo primero, por el peligro que corren aquellas tierras y gentes, es bien de advertir y de temer lo que podrá ser con brazo de rey poderoso, o sin él, pues se pueden juntar los piratas que quisieren, que andan por todos los mares buscando navíos que robar, con los muchos gastos, trabajos y riesgos que se sabe, y con ellos mismos buscar las partes que no hallan, donde poblar, y irse a aquella bahía de San Felipe y Santiago y poblar de muy asiento en ella, con recuerdo que ya se sabe en todo el mundo que está descubierta y que es muy (?) para codiciar y acomodar.
Allí, Señor, representarán a todas aquellas gentes cuantos males y daños han tenido y tienen hoy los indios de todas las Indias, a fin de que no nos admitan y crean, y para que los reciban y crean entrarán dándoles y no haciéndoles fuerzas ni agravios, que en otras partes se suelen, y también pregonando la vida ancha y larga, y midiéndose muy al justo al gusto dellos, y destos y de otros peores modos que sabrán muy bien buscar, dispondrán aquellos ánimos para oír, recibir y seguir la predicación de sus errores, pues lo que más se debe sentir y juntamente, los enseñarán a navegar y pelear a nuestro modo, y les darán armas de toda defensa y ofensa, y por ser muchos y muy briosos parecen causas bastantes, sin las que más puede haber, para que en ningún tiempo se les pueda predicar el Evangelio por orden de V.M., a cuyo cargo están; con que si se condenan como gentiles se condenarán como herejes; y demás desta gran pérdida de almas perderá V.M. aquellas tan grandes tierras y los muchos millones de oro que prometen con su larga duración, y los enemigos podrán muy bien desde allí hacer muy grandes estragos en todas las otras provincias de que V.M. es Señor en su contorno, para cuyo remedio V.M. se obligará a hacer fuertes en todos los puertos del mar del Sur, y a guarnecer y sustentar sus presidios con muy crecidos gastos de hacienda, o cuando poco no pueda V.M. excusar tal armada que baste a defender las costas, y esta quizás será tan costosa como el Pirú de provecho, con pena de que no podrán navegar navíos amigos, seguros de ser robados, y con esto se perderá el trajín y V.M. los derechos, los vasallos, las haciendas, y las provincias su mayor comodidad; ni menos estos navíos pueden estar en los puertos, seguros de ser tomados, o para aprovecharse dellos, o para echarlos a fondo y con esto poder hacerse señores del mar, y luego pretender la tierra, y la bahía quedará siendo para ellos una Rochela y ladronera para entrar y salir cuando querrán.
Debe advertirse que como Cortés y Pizarro con poca gente y pocas armas dieron principio a la monarquía de América, que estos otros, pues el año de 1600 han entrado por el estrecho de Magallanes catorce urcas, que por no tener puerto sabido donde descansar y reformarse y hacer alto y perpetuarse, pasaron de largo; también podrán entrar 100 y 200 y si hay estrecho de Aman tan buscado de ellas, entrarán mil o ganarán aquel paso, y para poder quitárselo ya se ve lo que esto suena y los daños que de allí podrán hacer en todos los reinos de las Indias del Oriente y del Poniente, y en todas las tierras que descubrí que están con aquel estrecho, Norte, Sur, y los vientos muy favorables para poder ir y venir. Y demás desto, pueden por allí contratarse con la China, Japón, Catayo y demás provincias de la Asia, con sus islas, y quitar a España todo lo que su comercio o gran parte.
Y por estas y otras razones, digo, Señor, que conviene ser sabido si aquel estrecho le hay, o para poner en él remedio o para desengañarse que por allí pueden recebir las Indias los daños aquí referidos y los otros que de presente no se alcanzan; y si conviene que aquel estrecho sea descubierto, yo me ofrezco hacerle descubrir desde la parte Austral, sin que V.M. me dé los 20 mil ducados de renta perpetua que se pidieron por descubrirle, con más el gasto de 60 mil ducados que había de costar el despacho de gente y navíos. También se debe advertir que ya no hay navegación que se haga difícil, ni trabajos a las naciones que buscan riquezas, o la mejor comodidad, y que las septentrionales no ignoran el buen modo de navegar, m son para menos que otros, y que así como van a las Indias a sólo cargar de sal en las salinas de Araya, mejor irán a ganar aquel Nuevo Mundo y a robar y dañar el viejo; y los unos y los otros darán principio a otra nueva monarquía para sí. Y allá tienen mujeres blancas y hermosas o de los colores que querrán, con quien se pueden casar.
Señor, la grandeza destos y de todos los otros daños representados, de necesidad han de obligar al remedio, o sea de los estrechos o de las costas de América o de las nuevas tierras que no se pueden intentar sin gasto de muchos millones de oro y millares de hombres, conque la victoria será dudosa y dudosa la reducción de aquellos naturales, por las razones apuntadas; y este remedio, cuanto más se dilatare, será mayor la resistencia, y por esto mucho mayores gastos y las pérdidas y gastos de entrambos géneros y partes muertas. También se debe advertir que de ida y vuelta, pues ha de ser siempre por tierras de V.M. y puertos sin fuerzas, pueden estos enemigos hacer otros tantos daños que juntados a los demás que recibirá España faltando la plata de Indias, parecen ser incontables, y muchos más lo serán haciéndose ricos y poderosos y empobreciendo a todos los reinos de V.M., a quien suplico cuantas veces debo y puedo, sea servido de considerar todo lo aquí referido; y juntamente que la vecindad de gentes que viven en libertad de conciencia y de presas y que pretenden lo sabido y lo secreto, así de presente como adelante, no le está bien a las Indias, a donde sus tan mal tratados naturales desean salir de sujeción, y el grande número de esclavos su libertad, y a donde son tan sobrados y briosos los mulatos y tanta la gente blanca perdida, y muchos que cantan agravios y malos premios, y otros poco obligados, y algunos que desean que las riquezas nunca salgan de la tierra.
En suma, Señor, a donde el trabajo amarga y se busca con modo astuto y injusto, quien are y cave, y huel-guen las tierras y lloren los que vinieren; quiero decir que a donde hay grande y amada ociosidad, bien habrá quien diga las novedades que amenazan y puede haber.
Si mucho he dicho, mucho más queda que decir y todo lo debe y puede V.M. remediar, sin que se pierda más tiempo conque aquella bahía sea poblada, pues no ha de costar más de los 500 mil ducados gastados por una vez en el Pirú, a donde se ha de armar la jornada que es para aquella tierra un gran beneficio y muy buena la otra a donde se ha de sembrar para coger todo cuanto Dios dará en ella en todos tiempos.
Bien parece que muestra este discurso ser fuerza que V.M. adquiera todos los reinos que ofrezco, para poder conservar los que tiene.
Lo segundo, a V.M. le importa muchísimo hacer aquella población, pacificación, conversión, enseñanza y seguridad de tantos y tan altos bienes a costa de 500 mil ducados gastados por una vez, advirtiendo que si de una vez se tratara de apaciguar el reino de Chile, no hubiera necesidad de haber en él un presidio con gasto de 250 mil pesos cada un año, ni tantos españoles consumidos y ocupados, ni tantos otros daños recebidos y temidos, ni tanta inquietud de aquel reino y cuidados de este. Señor, pues hay dinero para Chile y ha habido para otras partes mínimas millones de oro que gastar y millares de hombres que emplear. Suplico a V.M. sea servido de mostrar para con aquellas tan grandes y ricas tierras, que con tantos mis trabajos descubrí por mandado, en nombre y en tiempo de V.M., un poco del mucho amor, otro poco de tanto dinero y unos pocos de los muchos hombres que hay sobrados en el Pirú, conque se dará principio a muchas ciudades de gobierno concertado.
Poblarse han muchas y muy grandes islas ya descubiertas, descubrirse han de nuevo otras tierras, para que de todas ellas se cojan y gocen perpetuamente todas las riquezas que tienen y las comodidades y seguridades que prometen a todos los reinos de V.M. Y créase de mí que sólo el gastar V.M. su hacienda ha de ser la cal y canto conque la obra se ha de levantar, lucir, durar, henchir y satisfacer el cristiano celo de V.M., y lo que ha de dar la más honra y gloria pretendida y esperada en esta y en la otra vida. Y juntamente que el persuadir a este gasto es el mayor de mis servicios, y que si yo buscara honra, provecho o descanso, o de otro cualquier género algún don, así en las ocasiones que tuve en aquellas partes, como en esta Corte, pidiendo a V.M. para mí grandes mercedes y papeles para otros, y con ellos fuera al Pirú o a la Nueva España, a donde no me habían de faltar personas con quien juntarme para hacer lo que dice el capítulo siguiente.
Cuando en semejantes empresas se ofrece gastar y ir suelto un particular, diga el mismo lo que le mueve, que yo digo que no sueldan bien las obras divinas con las que he visto humanas, forjadas en un corazón de carne sin espíritu, y que no sé si se repara en sanos medios, ni en la duración de la obra, sino que sólo se atiende a propios bienes, y que estos males se buscan y quieren aunque sea con rabia ajena, escándalos de reinos y pérdida dellos. Demás desto, como no puede suplir la costa con su bolsa, ayúdase de las ajenas, y de este y de otros peores modos se arma una mala compañía de parejas intenciones y todos juntos buscan otros que no caben a donde salen por causas que ya se entienden, y tales obreros pocas veces aseguran la esperanza de que han de hacer lo que deben, a donde una sola insolencia suena y alborota un reino y disipa muy grandes obras, y para volver a componer los desconciertos que ha hecho, son menester los milagros de San Pedro.
Demás desto esle fuerza al que gobierna sufrir cosas y disimular otras en que la malicia se esmera, y junta-mente la representación de los gastos, las comodidades y grandezas que dejaron, la calidad de sus personas, los peligros a que están puestos, lo mucho que son de importancia, los grandes hechos que hicieron, los grandes premios que piden y lo poco que merecen, y como son muchos los quejosos, todos de un caso, son fáciles de ligar en una misma voluntad, conque sobra para haber mil desconciertos por este cuerpo compuesto por muchas cabezas diversas en pareceres y sabores, y parejas en querer que sea la suya la suprema, o a lo menos que la que lo es no se atreva a castigar, refrenar, descomponer ni aún dar el más ligero disgusto; más antes, por sólo mal conservarse, mejore, abone, sustente y defienda aquellos que con esto y lo demás toman licencia para preguntar (como suelen) "
Si V.M. se sirve de gastar 500 mil ducados, cierra del todo las puertas a los peligros referidos, y a los que abajo se dicen, y a la debida obligación de sustentar en los gobiernos perpetuos al que piensa que por su gasto es señor libre, sin tener otro a quien deba cuenta con pago; y aunque sus lenguas y las de sus allegados y interesados digan cosas contrarias a las que suenan, lo cantan en muy alta voz, con lo que hacen que para mí, son las muestras de los ánimos, la baja de la Hacienda Real, los daños de gentes nuevas, las pérdidas de tantas almas, las ruinas de los reinos, los cuidados sin remedio y las grandes ofensas de Dios, que es lo que más se debe sentir.
Ser a costa de V.M. intentada esta y semejante empresas, o serlo por un particular, no hallo menos dife-rencia que de acabarse bien o acabarse mal, ni más dificultad ni distancia que la que hay de saber o de querer a no querer; en suma, de hacerse una tan buena elección que asegure el caso, o entregarlo a los lobos. De gastar V.M. su Hacienda resulta escojerse la gente de todos los estados y menesteres, llevarse bastantemente lo necesa
rio, cumplirse las instrucciones cristianas que V.M. dará, tenerse cierto el socorro, la parte de V.M. más fuerte, y caminar siempre con luz, para que después no se diga lo que ahora dicen los naturales de las Indias: que a todos los midieron de noche por una vara, ni pintarse uno, cercados de gentes de todos estados, con tijeras en las manos, trasquilándole; ni decir otro que si Dios mandó a Adán que comiese con el sudor de su rostro, que a él y a todos los de su pueblo los hacían bien sudar para que comiese uno nuestro; ni otro, que estaba juntando dinero para comprar un poco de justicia; ni otro, cuyo tema era decir "españoles, idos de mi tierra, ¿qué queréis en ella que no os veo más de holgar y mandar y tener por el mayor de nuestros delitos, y por la menor de vuestras quejas, que trabajamos poco para vosotros? Bien bastaba y sobraba que fuérades nuestros puros gobernadores y no nuestros absolutos y disolutos señores; si lo lleváis por antigüedad, vosotros sois los advenedizos; que si por dueños, nosotros lo somos de todo lo que buscáis; si por razón y justicia, ninguna, ninguna tenéis de nos quitar nuestra tierra; si por medrados, tan desnudos y descalzos estamos como solía; si por crecimientos de gentes, habéisnos casi acabados con vuestra cudicia; si por buen gobierno, en tiempo de nuestro rey Inga no había ociosidad, homicidio, adulterio, hurto, engaño, fuerza, agravio, injusticia, crueldad, ni tiranía que no fuese diligente y fielmente ave-riguado y sin respeto breve y rigurosamente castigado y mucho de esto nos falta y también nos sobra", y otro a quien, aconsejándole, su amo le dijo: "mira, no te engañen"; dijo el indio (que) no podía ser engañado porque ya era cristiano; preguntándole el amo: "¿y cómo se ha de entender eso?", respondió el indio: "porque sé jugar, jurar, mentir, engañar, pleitear, robar y matar"; a esto dijo su amo: "y, pues, ¿eso es ser cristiano?", y el indio dijo: "si, porque vosotros nos lo habéis enseñado". Y otro que decía:"si nos alabáis la humildad, ¿cómo os ensoberbeceis de manera que parece queréis desafiar la razón y confundirnos a todos?; si decís que la pobreza es muy buena, ¿cómo procurais con tantas ansias, y contra toda equidad de vida a nosotros, haceros ricos, levantar casas, vestir y comer tan sin tasa, acomodaros de todo y no cansaros en nada, cosas que deben ser las muy buenas pues las procurais y seguís?" Otro que decía: "Si os debemos, decís: Ah, perros, dad acá dineros, que sois como las encinas, que dan el fruto a palos"; si os pedimos lo que nos debeis, decís: "estos indios están borrachos, porque somos cristianos no nos honráis más, ni por los muchos beneficios que recibís de nosotros nos afligís menos, ni de cuantos nos sois en cargo cuidais de restitución; yo no os entiendo ni menos sé por qué decís que habéis de ir al cielo, y nosotros al infierno, esto y mucho más".
Yo digo que si un hombre no conocido de otro le dice coma una cosa que nunca ha visto, aunque más le signifique los bienes que le han de venir por ella, y él dice, hágala salva quien se la da, y ve que no quiere, que no es mucho que dude o no la quiera comer. Y también digo a los que dicen que los indios tienen faltas, que acá no somos santos, teniendo más obligaciones a vivir bien, y que si los daños que se dice que ellos hacen cuando pueden a los nuestros, fueran primero que los millares dellos, de todos los géneros, que los nuestros les han hecho y hacen, que en cierta manera parece que se les podía dar alguna culpa, como se la dió a un indio (según me dijo) el gobernador de Santa Marta, Mancio de Contreras, diciéndole: "¿Cómo siendo vos principal habéis quebrantado la paz y nos dais guerra?"; respondiole que entre los suyos no eran palabras ni paces quebrantadas, habiéndoles a ellos tantas veces faltado de nuestra parte. Y dicen los pocos indios que vienen a España que no hayan en ella la honra, riquezas, descanso y lo demás que en sus tierras tienen los españoles que van a ellas; y al menos que no hallan quien les dé pan.
Yo digo que todo lo dicho es a fin de que sea visto, que aquellos indios no son tan ignorantes como los ha-cen y que si los hubieran honrado, hacendado, enseñado y descansado, que supieran ver y rever, finar y refinar, decir y hacer tan gustoso como provechoso. Y también digo que muchas bien apretadas cédulas que en su favor V.M. tiene dadas, que les aprovechan muy poco y que el remedio pide priesa.
Mas, Señor, todas las jornadas que se han hecho en las Indias a costa ajena o fueron tan mal plantadas como se ve, o no tuvieron efecto, ni se excusaron de olvido, daños y pérdidas, y la mayor, del tiempo. Es ejemplo, dejando atrás muchos. Si V.M. mandara hacer la jornada que hizo el Adelantado Alvaro de Mendaña (en que yo me hallé, año de 95) a costa de la Hacienda Real, no se hubieran perdido desde atrás hasta el presente treinta y ocho años de beneficio espiritual y temporal de todas las gentes y tierras incógnitas, que ha sido tan gran pérdida como suena; ni yo hubiera trabajado ni padecido tantos años por las librar del olvido, que no fue pequeña pérdida para ellas y para V.M. y para mí. Mas, al fin, el buen Adelantado gastó su hacienda, hizo todo cuanto pudo y remató con dar la vida. Yo voy dando la mía, habiendo gastado la hacienda; lo demás callo con decir que se aprueba el prevenir las cosas que pueden ser y se han visto, mayormente en sus principios. Quiero decir cuánto puede el bien saber guiar las cosas, y para la ejecución buscar y obligar hombres de bien.
Para ser bien entendido lo que pueden valer los bienes de ambos géneros de que aquí vamos tratando, hago ejemplo y digo que si la desorden consumió los muchos millones de indios referidos en un Memorial que presenté, en razón de las Indias del Occidente, que con una orden buena había de ser hoy una gran suma de millones dellos; y cuando sólo fueran los dichos sería una ganancia tan grande para el cielo cuanto suena, y para la tierra. Digo que si con menos de dos millones que hoy viven, han venido y vienen cada un año a España de ocho para catorce millones de oro de V.M. y particulares, que a su respeto de tantos millones de indios, como están dichos, vendrían 150 millones de oro. Esto pudo ser y si no, sea la mitad, y de esta mitad la mitad. Falta saber quien ha de pagar a Dios y a los indios y a V.M. todos los daños pasados, con más los que ha de haber hasta que el mundo se acabe, que vienen a ser los daños tan incontables que asombran a quien los considera; y si abúndase un poco más piérdese el ritmo y la cuenta, y paga por tan infinitos daños cuantos allí se puede hacer, por no haber prevenido, que no tengo hombros para llevarla, ni soy de parecer que otros la carguen, y estos discursos y avisos obligan a V.M. a gastar su hacienda por una vez con mano larga, para que después no haya de que arrepentir ni que pagar.
Doy a V.M. las muestras de mis cuidados, deseos y mis prevenciones para con la población y buen gobierno de las tierras Australes, a donde V.M. se sirve mandarme ir, y voy con ánimo determinado de que con el favor de Dios introducir entre los nuestros toda buena disciplina cristiana, política y militar; y para esto buscar cuanto V.M. me ayudare y a mí fuere posible, las más personas de ciencia, experiencia y conciencia que hallare en España, digo, pues en España se podrán hallar fácilmente cuáles conviene para aconsejarme con ellos, y acordar como quien tiene el caso presente lo que se debe hacer vivamente ara que a aquellas gentes, en lo espiritual y temporal, res luzca nuestra ida a su tierra y vayan siempre subiendo de unos bienes grandes a otros bienes mayores; y esto lo confiesen ellos y lo canten todas las naciones del mundo; y juntamente otras personas de guerra, mar y negocios para repartir trabajos y ser ayudado de ellos en los casos que lo piden, así a la vista como en ausencia, siendo como serán todos importantísimos. Y más, pido artistas y oficiales de todos los oficios, bien menesterosos allí, para con los unos y otros dar principio a la primera ciudad, que ha de ser como dechado de todas las que ha de haber en aquellas partes, porque no vengan a ser ciudades de bahareques y repúblicas de desconcierto, y que por estos haya después allí muchos y muy grandes males y daños en los bienes de ambos géneros, sin remedio. El número de las personas referidas, así eclesiásticos como seculares, es de 80. Ya he mostrado a V.M. cómo se pueden llevar estas piedras fundamentales para aquel grande edificio, desde España, sin que cueste más dinero de que V.M. mandare se gaste.
Los mil hombres que pedí son los menos que piden tan grandes y lejas tierras, a donde hay mucho con que sustentarlos, acomodarlos y repartirlos, es a saber en fuertes, fábricas de navíos, ingenios de azúcar, añil, en las minas de plata y oro y pesca de perlas, sementeras,
crías y guardar lo dicho, en hacer descubrimientos por mar y tierra, enviar avisos y naos de tratos, fundar la primera ciudad, hacer segunda y más poblaciones, y por los que pueden enfermar, faltar o envolverlos a enviar por incorrectos y porque muchos han de ser oficiales, por lo que importa ganar tiempo, con protesto que este poder no lo pido para matar m maltratar los naturales, a quien deseo y he de pretender se les haga so juicio rigoroso, el mismo trato que para mí quiero y no quiero, sino porque el poder es un medio eficaz para ejecutar cómoda y brevemente el intento.
Es la razón porque cuando nos vean con fuerzas no se atreverán a dar ocasión, y no la dando no recibirán daño en la necesaria defensa; quiero decir que aquellas gentes no pueden luego saber nuestras lenguas ni adivinar nuestros intentos ni todos los misterios de la fe
que le van a pregonar, y que es cierto que no han de tener por buenas las malas obras que les harán, sean por la razón que fuere, y que las buenas son las que los han de desengañar, obligar, asegurar y hacer que nos amen y crean, y con esto los religiosos podrán muy bien disponer las cosas de su ministerio, y cuando así no sea, en cualquier caso o juntas de las que el demonio les hará hacer por destruirles su bien, nos podremos defender sin ofenderlos, y para defenderlos de sus enemigos, si los tuvieren, y para amparar los que ya fueren cristianos o lo quisieren ser, habiendo quien se lo impida, y para defender la tierra de los enemigos de la iglesia de Dios y de V.M. que allí aportaren, y para defendernos de nosotros mismos, y todo esto lo ha de hacer el poder, con pena que no se ha de hacer cosa buena, salvo si lo fuera por milagro.
Advierto a V.M. que un muy bueno, muy cumplido y muy a tiempo despacho es muy forzoso para dar principio a este tan gran caso, y que el socorro cierto asegurará lo hecho, y que con leyes justas y santas ins-trucciones se puede abrir un muy breve y muy seguro camino para hacer en aquellas tierras una República que se pueda decir concertada, y esta tal se ha de armar sobre hombres que lo sean de veras y muy substanciales, y para que a los tales se les levanten los pensamientos y quieran dejar acá lo seguro poseído por ir a poblar, pacificar, defender y sustentar tierras para V.M., son necesarias grandes mercedes de honras, franquezas y libertades para inclinar y aficionar personas de quienes se puede esperar grandes efectos, y con las unas y otras mercedes V.M. ganará los ánimos de todos, así españoles como indios, de tal manera que se pueda desde luego decir que por este tan pequeño precio se compró tan grande parte del mundo y se aseguran tanto sus bienes espirituales y temporales cuantos hay y ha de haber en este caso, en que hay tanto que decir y considerar y bien mandar, con pena de lo contrario.
Esta empresa es la mayor que tiene el tiempo presente y venidero. Advierto a V.M. que temo mucho se acabe antes que tenga principio, quiero decir que de su principio pende poderse después contar que la grandeza de V.M. será ella tanto mayor cuanto V.M. fuere señor de muchas más gentes bien adquiridas, gobernadas y sustentadas en paz y justicia. Aviso que todos los que saben dicen que la baja de las Indias Occidentales procedió, la mayor parte, de repartir los indios entre personas no bien miradas, pues se dieron tan gran priesa al desfrutar y apurarlos. También recuerdo que si hubiera habido orden, que las riquezas presentes serían muy redobladas, y que estarían seguras las venideras tan necesarias; y que hoy se dice en las Indias que "si quieren indios, que no hay plata, y que si quieren plata, que no hay indios para veinte años", y plata y oro no son las mayores pérdidas pues ha habido otras que no tuvieron número, y ahora las hay que no tienen precio, y lo porvenir que Dios lo remedie.
Los hermanos de Juan de Dios que pedí son para que todos cuantos hospitales se fueren fundando les sean luego entregados con buenos propios, y poder curar en ellos con buena comodidad a todos los naturales, para que con este gran beneficio les obliguen a que nos amen, y por esto nos crean y sigan, y juntamente para curar los nuestros de todas cuantas enfermedades tuvieren los unos y otros, en cuartos aparte. En suma, si pareciere para poder cumplir todas las catorce obras de misericordia a cuyo cargo pueden estar como personas
que profesan caridad, quedando inferiores al Cabildo que les pueda tomar cuenta, ir a la mano en cosas de esta materia y suplir cuanto les faltare. En cada uno de estos hospitales ha de haber cuatro o más sacerdotes, en cuarto aparte, para sacramentar los enfermos, sepultar los muertos, decir las misas, y por sus cuartos velen, consuelen y ayuden a los que están muriendo, así en los hospitales como en las ciudades, por ser esta obra muy necesaria y meritorio.
Tendrase cuidado conque no se lleven del Pirú para soldados, hombres de mucha edad, ni enfermos, m de mala vida y fama, ni aquellos que todo su derecho fundan en la presunción y arrogancia, y que les parezca que todo es poco para ellos, ni menos aquellos que sólo muestran llevar puestos los ojos en su interés, ni de los que dicen que nunca Dios dé paz. Y se procurará que los oficiales sean prácticos y tengan mucho cuidado en procurar la modestia y destreza de sus soldados; y también se procurará que sean marineros y artilleros, huyendo siempre de que no haya soldados que digan lo que dijo uno usado a robar y matar a indios, que después de muerto pondría el alma sobre un cerro, y que quien fuese su dueño viniese por ella.
Si Dios me hiciera merced de darme a escoger las personas que a mi alcanzar conviene para empresa de tanta honra y gloria suya, suplicarle la fuese servido enviar a todo su Colegio Apostólico, y si el Pontífice Romano me dijera hoy: "pide mucho, que tu demanda es justa" (como me dilo Clemente VIII, de felice recordación), le pediría los sacerdotes y religiosos que están haciendo milagros, y si V.M. me preguntara qué personas serían más a propósito para dar principio a esta obra que a V.M. tanto conviene e importa, yo dijera: "envíe V.M. a todo su Consejo de Estado, que es muy cristiano, sabio y prudente", y cuanto a mí, de tres cosas aseguro, es a saber: grande amor, grandes deseos de acertar en todos casos deste caso, gran cuidado, diligencia y vigilancia a buscar los medios, que dará Dios cuales convienen para la conversión de tan gran número de gentes.
Note V.M. que dije que si mi persona no era a propósito para esta obra, V.M. enviase otra que lo fuera, porque los muchos millones de almas presentes y venideras de aquellas gentes no perdiese todos sus bienes por mi poco merecimiento, o otro mi particular, y que si fuese necesario le iría sirviendo de lo que quisiese mandarme, y la dería firmado de mi nombre, con que alcanzaría los tres títulos que pretendo, de que ya tengo los dos, es a saber: testigo de vista, solicitador desta causa y guía de los que hubieren de ir a encaminar a todas aquellas gentes.
Las razones que doy para que esta jornada se arme en la Ciudad de los Reyes del Pirú, son, por tener a dos leguas el puerto del Callao, a donde hay muchos navíos de todas partes, y muchos marineros con todo lo menesteroso para navegarse, y porque hay mucho bizcocho, harina, legumbres, vino, aceite, carne, pescado, sal, con todos los demás bastimentos, cuya duración tengo bien experimentado, y porque desde allí a la bahía de San Felipe y Santiago he conocido los vientos, los tiempos y el camino, porque todos los doce meses del año he estado en los mares de aquellas partes, y porque soy muy conocido y práctico en aquella ciudad y su comarca, y por la mucha gente honrada sobrada que hay en todo aquel reino, y por la facilidad que hay de ir de Lima al Callao a embarcarse las familias con todo lo que se ha de llevar.
Siendo Dios servido que haya llegado a la dicha bahía a donde se ha de ir a hacer alto, se han de hacer las cosas siguientes:
Lo primero un fuerte, el que pareciere bastar para acomodar y asegurar las personas así de los naturales como de algunos enemigos que allí aportaren.
Lo segundo, haráse una sementera de trigo, arroz, maís y de todas las semillas nuestras y de las raíces de la tierra, que es sementera que no se puede talar ni quemar con la facilidad que otras; guardaráse el bizcocho, a harina, vino, aceite con los demás bastimentos que se
llevarán de respeto, así para de tornaviajes como para que la gente se sustente en cuanto se siembre y se coge; y se buscará de comer en la tierra por medio de las cosas de rescate que se han de llevar para este fin y para contentar los indios, y rescatar con ellos lo que tuvieren de valor, que aunque la tierra es fertilísima, no es acertado que se entre en ella con falta de comida, porque ésta o sufre dilación de un día ni es justo que por fuerza se quite a los indios la que tienen, pues será escandalizarlos y cortar el hilo al intento que se lleva.
Lo tercero, haránse las más fragatas pequeñas y bergantines que se pudieren, que sirvan a vela y remo, para luego descubrir y trajinar.
Lo cuarto, háse de procurar con vivas obras ganar la voluntad de los mayores por facilitar los medios para atraer los menores, y juntamente que de las provincias vecinas y lejas, y de las islas comarcanas, se traigan por modos suaves a nuestra compañía todos los indios que pudieren haber para (que), bien tratados y vestidos, enviarlos unos a sus tierras para desengaño de otros, quedando algunos, así por prendas como para enseñar sus lenguas, desprender la nuestra y servir della, dar noticias y avisos de cuanto se les preguntare, y en habiéndolos asegurado, y de nuestra parte un trato amoroso, fiel, reportado y duradero, tengo por cierto (según lo que dellos conocí) que se acabará con todos lo que se desea y pretende, para atraerlos al conocimiento de Dios, obediencia de la Santa Sede Apostólica y de V.M.
Lo quinto, háse de tomar el pulso a los tiempos, calar las tierras, desentrañar las grandezas y secretos, entender todo el modo de vivir de sus naturales, correr las costas al Oriente y Poniente,y las islas de cerca y lejos; y luego que se haya tomado la razón, lo más que fuere posible, se hará la descripción y relación y con ella ya las noticias que dieren los naturales, el estado presente, con lugar a donde se hubiere poblado, y la forma que se va dando en el gobierno, y todas cuantas riquezas se hallaren buscadas con gran diligencia. Y al unos de aquellos naturales, muchachos, mozos y hombres, por lo que podrán ser útiles acá y allá; cuando vuelvan se despacharán en avisos en tiempos diferentes a Lima, a México, para que V.M. sea de todo informado y se sirva conceder, añadir o quitar lo que pareciendo convenir para que aquella obra se encamine de tal modo que lo presente sea bonísimo y se espere de lo venidero gran mejoría. En fin, Señor, yo deseo ver allí, bien plantadas y perpetuadas tres cosas, es a saber, cómo se desterrará la ociosidad, peste del mundo, y habrá para con ella muy riguroso juicio; cómo las puertas estarán abiertas y francas a la virtud, con grandes premios; y cómo la caridad será fervorosamente ejercitada.
Lo sexto, los religiosos darán a entender a los soldados la grandeza de la ofensa que harán a Dios matando los cuerpos y almas de aquellas gentes que tendrán ya dentro de su tierra, y a las puertas de sus casas los pregoneros del Evangelio, a quienes oir, creer y seguir; y la grandeza de la ofensa que harán a nuestra Santa Madre Iglesia Romana en perturbar su santo intento, y los triunfos que tendrán, con gloria eterna, de que aquellas gentes sean bien encaminadas, y lo que Dios estimará que se le tenga este respeto y que se fíe más de su poder y providencia que de nuestras armas y industria. En suma, decirles han que se trate allí puramente del servicio de la Magestad Divina, en quien y por quien lucen los trabajos y están ciertos los premios, y que de este modo no se podrá decir en ningún tiempo que nosotros, en nombre de Dios, vamos a quitar a aquellas gentes todo cuanto el mismo Dios les tiene dado, y al menos que si es mucho y muy bueno lo que les vamos a enseñar, que se lo vendemos muy caro, y que sin tasa nos paguemos de nuestras manos y dejamos para otros poco o nada. V.M. esté cierto de que no ha de ser allí bien servido si no se procura que Dios Nuestro Señor sea servido con todas veras, y siendo así, los que no hubieren servido tendrán por premios millones de bienes espirituales y temporales en cielo y tierra, que es todo lo que se puede buscar, y al contrario, por tan graves delitos grandes castigos en ambas vidas.
Reforzar los pusilánimes de la guerra que sus cuidados las harán, y para abrir los ojos a noveles o de poco alcance, que aunque tienen presente las grandezas y bienes grandes de que les ha de caber grande parte, no sé si todos los ven y así dañan como si vieran.
Se ha de hacer una plática a toda la gente junta, representándoles, para del todo obligarles, los estandartes y banderas de que los otros pobladores españoles levantaron y mantienen en tantas partes del mundo, no todas de la bondad y esperanza de aquellas, con los numerosos triunfos y bienes que se han cogido para las dos magestades de cielo y tierra; la honra y fama que ganaron venciendo dificultades, despreciando peligros, atropellando trabajos y lo demás que pudieran hacer perder a ellos sus premios y el grande nombre de la patria, España, por quien se debe más que por la vida, y que pues Dios les ha llevado a aquellas tan buenas tierras, a donde con grandes ventajas pueden ganar lo que otros no han podido, que no se olviden de la poca estimación que merece el que, puesto en ocasión, se muestre menos hombre que otro, y más en parte a donde la honra, provecho y fama ha de costar tan barato el adquirirlos.
Lo octavo, procurarse ha de toda buena disciplina de la gente, harase buen tratamiento habiendo palabras o quiebras, hacer las paces, estorbar juntas, bandos y desafíos, desterrando y acabando las leyes del duelo, conque el que hiciere la afrenta, ése sea el afrentado y castigado por hombre que se quitó la honra a sí mismo, y así habrá reportación y se excusarán los grandes males que hacen leyes tan contrarias a la de Dios, y vivirse ha con cuidado y lo demás que bien se deja entender.
Lo nono, por remate, se acordará lo que a todos toca en general: un Dios, un Mundo, un Adán, un pecado, una redención, una Iglesia, un pastor, un rey, un bien, un mal, un premio, un castigo, una muerte, un juicio, una gloria, un infierno y una eternidad.
Luego se tratará de dar principio a la fundación de la ciudad, su sitio (a) orilla del río y del mar, como está dicho; a sus cuadras y calles que han de ser a nivel se les darán los pasos de ancho y largo que allá pareciere; las plazas serán cinco, en las cuatro habrán cuatro conventos, sin arrimarles casas, y estarán con buena comodidad y autoridad; en la del medio, de la cual han de salir doce calles, estará la iglesia mayor, las casas de V.M. y las del Cabildo; en las otras cuatro placetas, como se ve en la planta, estarán cuatro parroquias, y todas nueve plazas a iguales distancias, las cinco grandes en cruz. De este modo todos los moradores de aquella ciudad tendrán cerca iglesia y plaza.
De las casas se acordará la forma, conforme a estados y oficios, y porque las paredes de todos los cuatro lados sean iguales, y las calles que atraviesen sean como principales, estarán los jardines o corrales hacia los cen-tros de las cuadras. Los castillos se harán en los lugares que pareciere estarán mejor para defensa de la ciudad y del puerto, y todas las obras se harán de una vez, porque después no haya que remendar ni que mudar la ciudad, como desean México a sus altas y Lima a su puerto. Todo esto y mucho más se puede hacer allí cómodamente, así por el mucho aparejo de materiales, como por el buen ánimo de pobladores, no digo en un día ni en un mes, sino que se dé buena forma al gobierno y se tracen y encaminen las obras desta ciudad, cuerda y acertadamente, y que se acabará cuando Dios fuere servido, de cuyo poder y querer se ha de fiar, y esperar todo favor y ayuda, así en lo referio como en todo lo demás que se pretende.
Si a V.M. le parece, sería conveniente hacer en aquellas partes, brevemente, tres poblaciones: la una en la dicha bahía, la otra lo más que fuere posible (a) llegada al Pirú, y la otra acercándose a Filipinas, para que todas estas provincias se puedan comunicar cómodamente unas con otras, y aquellas partes consigo mismas, recibiendo lo que les traen y distribuyéndolo entre sí, y dando lo que tienen por retorno; y para que los naturales, general y más brevemente, reciban su mayor beneficio, que ninguna ciudad sea de menos que de cuatrocientos vecinos, porque importa muchísimo, así para la conservación y aumento de los nuestros como de los naturales.
Si fuese conveniente agregar los indios a pueblos, será primero enseñándoles y ayudándoles a hacer sus casas de piedra o de ladrillo, con sobrados, corral, cocina, lecho mesas, sillas, cajas, con lo demás necesario para vivir, dándoles a entender despacio cuán bien les está lo dicho, pidiéndoles su consentimiento y no de otro modo, porque sería matarlos quitándolos por fuerza de sus querencias y llevándolos a hacer casas por sí mismos a donde primero que puedan hacerlas, y sembrar y coger, se mueran de pena y faltas y de sobra de trabajos.
Haránse luego seminarios, a donde con consentimiento de los padres se recogerán, doctrinarán y enseñarán a los hijos, y esto con el cuidado celoso que lo sabrán bien hacer los religiosos que allí fueren; y si este modo no bastare se buscarán otros muchos para descubrir los sujetos y guiarlos a lo que cada uno mostrare ser inclinado, y aquellos que más esperanzas dieren se encaminarán al sacerdocio, y ordenados se enviarán a todas partes a predicar a sus padres y naturales, de lo cual entiendo (así por saber las lenguas como por otras firmes razones, y las daré si luego se quieren saber) que se han de sacar deste modo muchos y muy grandes efectos en las almas, pues se debe creer que el hijo o padre que sabe que el padre o hijo se condena, le obligará el amor al dolor, y los dos a hacer sin cansarse muchas más que las ordinarias diligencias, y que de todos en general serán bien oídos y mejor creídos; ejemplos en las lágrimas y porfía, testigos vivos del amor dolor de Santa Mónica, con recuerdo de que acá no oramos ni sudamos, ni aún cuidamos.
Es de advertir que en aquellas tierras se han de hallar viejos, mozos, niños y por nacer, y que haciendo todos poderíos por reducirlos a nuestra Santa Fee Catholica, si no se pudiese acabar con los viejos, será con los mozos, y si no con los niños, y cuando estos vengan a ser hombres, los que están por nacer serán mozos enseñados en los dichos Seminarios, y los viejos estarán ya fuera del mundo, conque a media edad se introducirá la fee christianísima, cuanto más que no hay por qué dudar en la conversión de gentiles bien tratados y doctrinados con ejemplo. En suma, Señor, todo se reduce a bien sembrar, bien beneficiar, a la diligencia de bien coger, guardar, conservar, acrecentar todo cuanto se pudiere, y a no contentarse con poco bien, pues sólo en el bien obrar parecen bien los excesos, como la templanza en todas las otras cosas.
Pruébese, Señor, cuanto digo, que no es razón que sin probarse se pregunte, andando el tiempo, la causa por qué en las Indias del Occidente no ha habido ni hay indios clérigos, ni frailes ni indias monjas, y que ellos mismos respondan: "no nos quieren para clérigos, ni para frailes sino para esclavos disfrazados, ni para monjas sino para llevar cojines a las iglesias y hacer cosas semejantes". Yo digo, en razón de lo poco que han medrado en la fe aquellos indios y indias, que no sé cuál crea, si fue falta suya o la fue nuestra, y que se haga con los otros cuya conversión pretendo, lo debido de nuestra parte a su necesidad y a nuestro oficio, que Dios dará cuanto es bien que tengan aquellas sus criaturas gentiles; digo con recuerdo que gentiles, y aún más fueron todos los christianos y que serlo lo debemos a aquellos grandes doce celadores que tuvieron y tenemos por maestros.
Pretendo más; pues, para conocer, creer, amar y servir a Dios y pedirle con fe, y esperar de su gran bondad todo lo justo que se le pide, es menester que sea desterrada la ignorancia de aquellas gentes, y esto es posible y factible habiendo buena voluntad de nuestra parte y grande confianza en Dios, que será servido darnos vida a la memoria, luz al entendimiento, filos a las voluntades, y a saber que todo un reino, todo un pueblo, todo un linaje no se pueden jugar por el bien o mal de un indio, y que tales serán los discípulos cuales fueron los maestros. Dárase luego orden que haya escuelas, porque sepan leer, escribir y contar, universidades muy fundadas a donde se lean todas las artes y ciencias permitidas (!) y juntamente todos los oficios forzosos de que he de llevar insignes maestros.
Procurarse ha, digo con veras, que levanten casas, camas y mesas, que vistan y calcen y del todo olviden su usada vida, traje y lengua; que planten de todos sus
frutales y nuestros, siembren todas nuestras semillas y suyas, críen de todos ganados y bestiame, y con esto habrá grandes diezmos; que beneficien minas a su buen paso, pesquen perlas, sean contratantes, y que con esto habrá grandes quintos y derechos; conozcan bien qué cosa es honra y vergüenza, y es fuerza que conociendo estas dos joyas las han de estimar como merecen; y por esto y lo demás, vestir y gastar de todas las cosas que pueden ir de España, en tanto mayores flotas cuanto hay de ir para cuatro o diez mil españoles, o para millones de indios ya políticos que tienen oro, plata, perlas y las muchas otras cosas de valor ya referidas, con todas las demás que les dará la industria, habiendo como hay en la tierra tanto aparejo, y de mi parte tanta codicia de que vengan a saber, y de la suya tan buena disposición para que sepan y de parte de la razón, la fuerza que a esto obliga.
Es de advertir que cada uno de los géneros referidos basta a hacer rico un reino, y cada uno de los provechos apuntados hará rico a V.M., y que mar y tierra, que en sus orillas han dado tan buenas muestras, no siendo sus naturales codiciosos que prometen en lo interior y vecindad grandes riquezas, y que éstas les aseguran mejor la disposición y el sitio, y mucho más siendo como es fértil y sana y de tan buenas comodidades para se vivir en ella y contratarse con los más ricos reinos del mundo, cuyos provechos y derechos todos juntos, los primeros años serán tantos y tan crecidos, y con el buen gobierno lo serán tanto más andando el tiempo, cuanto se deja bien entender, y todo esto se verá si Dios y V.M. me ayudan. Advierto que por la mayor parte, todos los naturales que he visto en las tierras apartadas desta, de riguroso temperamento, la necesidad les ha obligado a buscar de qué vestirse, y los naturales de las tierras secas, flacas y pobres se valen del beneficio y industria a su modo, para se poder sustentar con alguna comodidad, y con muy poca están contentos; y al contrario, los naturales de tierras donde no hay inclemencias, no curan de se vestir, y siendo las tierras fértiles no tratan de trabajar, sino sólo de desfrutar lo que tan barato les da naturaleza.
También es de advertir que vale más poca tierra buena que mucha mala, y que muchas gentes con mal trato se acaban presto, y que las pocas bien tratadas crecen mucho en poco tiempo. Aquellas son grandes y buenas tierras y muchas y buenas sus gentes; el vacío tan grande como la cuarta del mundo, sin saberse lo que más se hallará en toda ella; y si al respecto corresponde no hay más que desear en este caso, así en grandeza como en riquezas, las gentes de la China, tenidas en cuenta de sabias por el modo de su gobierno, industria y letras.
Digo que, o sea por noticia de la aspereza de tratos que en otras partes se han hecho, por temor de que les quiten sus tierras y haciendas, o por no querer nuevas costumbres y leyes, o sea por lo que fuere, su saber les daña tanto cuanto es no fiarse de ninguna nación extraña, a cuya causa los religiosos españoles no hallan camino por donde irles a predicar el Evangelio, que es la mayor de sus pérdidas, y lo que a estos y a muchos de la Asia que viven políticamente les vale la sabiduría, es sólo trocar sus ropas y drogas por barras de plata y reales, que todos se quedan por allá.
Esta otra gente, por su simpleza y docilidad, será fácil de pacificar, y por su razón, de doctrinar y enseñar y contentar, sin darles plata; mas, digo, que entre gentes tan ignorantes como son aquellos, no esa propósito factoría sino una población muy fundada con todo lo referido, y mucho mayor aparato si es posible para que el bien se extienda a prisa por todas aquellas tierras, y no quede a las orillas, y se entienda que no sólo se va allí con ánimo de hacer la hacienda temporal, sino con deseos vivos de buscar modos eficaces cómo aquellas gentes saldrán, brevísimamente, de la ceguedad en que viven sin la divina luz del Santo Evangelio, y cómo a la entrada de este mar de misericordias no se ahogarán, sino que vayan navegando el viento a popa y prósperamente, hasta surgir en una tal vida y muerte que rece dellos la Iglesia; y como les han de asegurar su parte temporal de tal manera que siempre jamás sea suya; y como a un buen paso los han de enseñar a trabajar, y que no holguemos nosotros, ni se pueda después decir que andamos buscando a quien vender o desterrar o afligir, y cansar por descansar; y como no se morirán ni de pena por mal trato, ni de la prisa que les puede dar nuestra codicia; en suma, como saldrán a prisa, a prisa de la vida bestial a la política y del peligro que sus almas corren.
Señor, deseo que haya allí quien gritando diga: vivamos todos, pues a todos nos crió Dios, y hay para todos habiendo moderación, y que V.M. se honre y glorie de lo hecho en su Real nombre.
Estos indios tienen mucha y buena tierra de que no se aprovechan, y juntamente todo lo dicho en el capítulo antes de éste: deseo saber si nuestras gentes, sin hacer fuerzas ni agravios se pueden aprovechar lícitamente de todos aquellos sus baldíos y si pueden dar de feudo o por vía de conveniencia, y cómo allá en la junta, en que ha de haber letras sagradas y humanas, pareciere se puede encaminar a su más bien dellos, servicio de Dios, de V.M. y seguridad de conciencias ajenas y de la mía, que soy el que persuado 4, 6 o 10 cada un año, enseñándolos a ganar 100, 200 o más, como está dicho.
Es de advertir que estos indios, por si solos, en ningún tiempo pueden arribar a su bien más principal, sin que V.M. como su protector los ayude con enviar allí bastantemente predicadores, navíos, gente, armas y todo lo demás que conviene para asegurar esta obra, sin el cual medio, y la buena correspondencia de su parte y de la nuestra, no se puede dar forma ni asiento en este caso, que yo sepa, sino es que de potencia lo haga Dios, y si puede ser así digo que este tal dinero ha de entrar en una caja que ha de haber con tres llaves, el cual se dividirá, en tres artes: la una para las personas a quien se le va a dar; la otra de encomiendas de oposición a quien las mereciere; la otra quedará siempre salva para suplir con ella lo que toca a fábricas de iglesias, conventos, hospitales, su culto y todas las necesidades comunes, como lo muestran estos discursos y el que abajo se dice. Adviértanse bien los dos puntos movibles, porque son muy necesarios de observarse, pues el uno es dejar para que haya adelante personas que quieran ganar y merecer honra y provecho, y el otro para suplir todas las faltas, que es fuerza las haya de haber andando el tiempo.
Mírese con atención a la Ciudad de los Reyes, y a la de México, de las cuales se dice tener en sí más de 150 mil criaturas, entrando los naturales, advirtiendo que estos naturales ya se pueden llamar forasteros; y se note que los 10 o 12 mil españoles, los unos son ricos y los otros pueden bien o razonablemente pasar sus vidas; y luego se considere como quedan 130 mil, o los que fueren, sin tener de qué asirse, ni quién los guíe; por manera que bien se puede preguntar por cuya cuenta corren los peligros que tienen tantas gentes sin haciendas y sin riendas, a cuyas faltas van las unas y las otras corriendo, y es fuerza que o han de parar o estrellarse en alguna dura pared; si no fuere hoy, será mañana, y esto o en la vida viciosa o en la vida falta, o en la vida enferma, a donde todos han de aventurar a perder o las almas o el tino del vivir, y a ganar el padecer o morir a puras faltas, y por éstas damnificar la salud y juntamente en otros daños que afean la República, nacidos de la desorden, pudiendo ser muchos menos, y muchos los bienes que aquí vamos buscando por medio de una nueva orden .
Cada una de las cuadras que se dice en la planta de la ciudad, o será solar de uno, o dividido en dos o en cuatro como allá pareciere. De las tierras baldías se le dará a cada uno la parte para hacer sus haciendas, con obligaciones que plante, siembre y críe la cantidad que pareciere convenir, acomodando las cosas más propias a s tierras y que sean siempre los mejores géneros, porque se cojan mejores frutos. En la dicha cala se señalará la cantidad de dinero que ha de haber y se pagará todo junto o por tercios, y demás de lo dicho podrá el tal encomendero hacer otros provechos, o sea por minas de oro y plata y de otros metales, perlas, crías, plantas, sementeras, o por contratos de mar y tierra, para sólo vender por junto o por cualquiera otra vía, como sea honesta y sin daño del común, y no podrán vender por menudo sino las cosas que fueren de su cosecha.
Todo esto se entiende sin que los nuestros hayan de ser señores de los indios, con lo cual quedarán bien libres del servicio personal forzado y de ser aperreados como se suele hacer; y los religiosos no tendrán con quien tener diferencias en la defensa, ni quien los inquiete ni perturbe en lo que deben hacer fielmente; y los indios, con la libertad que tendrán, serán señores del tiempo, y con los bienes poseídos podrán con sosiego y gusto estudiar y aprender todo cuanto se les enseñare.
En suma, Señor, ningún maestro ha de tener absoluta potestad sobre los indios, ni parece justo que tan grandes bienes de almas y cuerpos de tanto número de gentes se fíen de solo un hombre, sin saberse muy de atrás los grados de su celo, caridad y desnudez, y que este tal, por sólo su particular, destruya o ayude a destruir un bien tan general, sin poderlo remediar las personas a quien duele y a quien toca, aunque más lo procuren, gasten y porfíen en aplicar los medios a su parecer más propios, como ahora se ve en las Indias, sino que esta confianza se haga de muchos que puede haber encadenados y obligados de tal manera que aunque no quieran, todos defienden los indios en lo más y en lo menos. Y cuando, Señor, no fuera por más que por no perder el provecho presente, y que el esperado adelante vaya a más y no venga a menos, se puede tener por cierto será así lo digo; y deste y de otros modos que dará Dios, podrán bien aquellas gentes adquirir los tres bienes que propuse, es a saber: el conocimiento de la Magestad Divina, la vida política y muy grandes riquezas, y los nuestros podrán vivir entre ellos con toda comodidad (teniéndoles tiesas las riendas de la razón) y si quieren (y que sí querrán) servirse de los sobrados que es fuerza los haya de haber como en Europa, queriendo ellos, obligarlos han los nuestros con buena paga y mejor trato, y excusarse ha el malo que todo lo desbarata y asuela, con recuerdo ejemplar en lo de Indias, y de que los mismos interesados y los que dellos descienden son los que tienen los daños que han de llevar a los hombros aunque más pesados son, pues fueron la causa dellos y después tener que pagar.
Señor, al práctico no le es posible mostrar lo que ha de obrar; cuando se hallará en las ocasiones, ayúdeme V.M. en esta su obra, que es demasiadamente grande, y por ser de tanta honra y gloria de Dios, y a V.M. tan importante, es bien que V.M. la levante de una vez y muy de prisa, que la arte es larga, las vidas breves, la práctica muy difícil de adquirir, y mucho más los ánimos de conocer, y sin remedio los daños, de perderse las buenas ocasiones y el tiempo.
Pretendo se dé tal orden, que aunque andando el tiempo aquellas tierras se extendiesen tanto que para su conservación tuviesen necesidad de doblados ministros de gobierno, justicia, guerra y hacienda, como tiene hoy la América, V.M. no les dé salario alguno. Es de notar este punto porque demás de los muchos millones que ahorrará, se encamina a tan altos, cristianos y seguros fines, que en solo él está cifrado todo el bien, con duración de aquellas tierras, de las cuales V.M. está muy lejos y yo pretendo que todas las personas que allí fueren y se hallaren tengan a V.M. muy presente, y es posible.
Y así con esta orden, que luego puedo mostrar de retórica y práctica y oposición, no habrá persona colocada en dignidad, oficio real ni público, ni que goce encomienda, que no sea muy por sus cabales merecidos, y como la justicia ha de andar tan secreta y vigilante en inquirir las vidas, y tan rigurosa en castigar delitos y en hacer pagar las deudas, y que todos se ajusten a la razón, y que en degenerando han de ser privados de todo lo que tuviesen, todos mirarán cómo viven.
Siendo, Señor, los republicanos como están representados, teniendo como han de tener lo necesario cuya falta hace de decir, promete que será la república concertada y que como en otras sobran ignorantes, viciosos y ociosos, que en esta sobraran muchos sabios virtuosos y trabajadores que cuiden de aprovechar tanto cuanto los primeros cuidan de dañar. Debe advertirse que el que llevare la cosa cuando las oposiciones, dejará los otros tales que cada uno pueda gobernar sabia y prudentemente aquellas provincias en que se criaron y practicaron, y las amen, y las deban querer conservar y no destruir: estos tales por no perder segunda vez procurarán refinarse viendo que sólo les ha de valer trabajos para saber y vivir para merecer, con lo cual habrá quienes se animen a ser hombres de bien y de provecho: los unos no harán cuenta de que les baste sólo arrimarse a quien los saque a buen puerto, y los otros por ver claramente que su estudio, sus trabajos y sus buenas partes les han de valer.
Pretendo, Señor, obligar a que sea creído mi ánimo con recordar que apenas se puede bien gobernar una casa presente siendo prácticos della, cuanto más un mundo ausente, no visto ni andado, ni experimentado, y que en las cosas que no se ven ni se saben no se puede dar acertado parecer, por más fina que sea la voluntad, y que de quien sabe mucho de bienes y males se puede fiar mucho de Dios y de V.M., a quien suplico no permita me sea cortado el hilo a la verdad celosa de mis intentos. En suma, para darse principio a un nuevo mundo donde ha de saber un gobierno cristiano y político, y ambos subidos de punto, algo más pide que de ordinario; póngase a la margen lo en que se duda, que yo confío en Dios de responder por mí.
Haráse una relación universal de todas las cosas naturales con sus nombres, y de todas las artificiales con distinciones, y de todas las personas insignes, y de todos los casos y cosas más notables, de que es bien se tenga noticia, para que en las escuelas los muchachos la lean, estudien, sepan y salgan dellas con los ojos desvendados, con que por sí solos podrá cada uno elegir lo que será bien seguir conforme a su natural. Modo es éste del cual se deja bien entender la diferencia que habrá de leer estas verdades y estudiar cosas tan útiles, a leer procesos de pleitos, libros dañosos y al menos ficciones.
Y para que los encomenderos sirvan de mucho, serán nombrados dos cada un año para que sean jueces en su calle o en su barrio, para oir los pleitos que se pueden ofrecer, por no ocurrir al registro que abajo se dice, cencertar las partes, partir diferencias, acabar cosas semejantes, todas en pié, y desembarazar el pueblo de menudencias, y juntamente para inquirir y saber cómo viven sus vecinos, las enemistades que tienen, las necesidades en que están, cuáles son pobres, enfermos, viudas, huérfanos, y cuales hay mal casados o no lo son, y lo demás que bien se sepa para dar cuenta al mayor tribunal de las cosas que son mayores y ponerse remedio en todo.
En las casas reales del Cabildo de cada ciudad o villa habrá una buena sala con aposento aparte, a donde en una de sus paredes se harán unos grandes y fuertes armarios con tres cerraduras, las llaves de las cuales tendrán los dos alcaldes, y la otra la persona que abajo se dirá. En estos armarios se han de guardar todos los libros de registros que allí ha de haber, con sus abecedarios, y todos numerados y rubricados, como cosa que tanto conviene y importa al buen gobierno que se pretende de aquella república, paz y concordia della.
Será buscada una persona de cuya cristiandad y desnudez se tenga muy grande satisfacción, y aunque no lo sea no importa nada, como abajo se verá. Este tal se ha de llamar el Legal, que es lo mismo que nombre de hombre, que ha de ministrar el oficio más fiel que allí ha de haber, pues de su verdad se ha de fiar la seguridad de la vida, honras, haciendas y todos los bienes de las gentes que viven y han de vivir en aquella parte Austral, y éste tendrá la tercera llave y será obligado a asistir en la sala tres horas por la mañana y tres por la tarde, habiéndose abierto y cerrado los armarios, sacado y vuelto los libros a ellos, llevando las llaves quien les toca.
Ha de haber en aquella sala los ayudantes y oficiales mayores y menores, con uno o dos alguaciles y los demás que pareciere serán necesarios para el buen despacho, y al Legal se le dará una buena renta y a los demás tan bastante salario que no tengan necesidad de cosa alguna conforme a sus estados, y todos ellos serán obligados a no detener despacho una hora, y a lo más un día, so graves penas, y la mayor la privación de sus oficios, ni menos han de llevar derechos a ninguna persona, sea la que fuere, ni recibir cohechos de mucha ni poca cantidad, y si hiciere falsedad, por ligera que sea, pena de muerte (!).
En esta sala han de asistir los dos alcaldes cada añeros, y si pareciere, otros dos regidores, para que más bien se cumpla lo referido, y para hallarse presente a cuanto allí se asentare como testigos de vista fidedignos, a los cuales se ha de dar entero crédito; y como los alcaldes habían de oir los pleitos, estarán allí para excusarlos.
Ha de haber una ley firme que ninguna persona o personas de cualquier calidad o condición que sean no puedan hacer venta, compra, donación, empréstito, fianzas ni otro cualquier contrato de poca ni mucha cantidad, si no fuera ante el dicho Legal y en presencia de los alcaldes, con pena de que no pueda pedir en juicio lo que hubiere de otro modo contratado con otros, y que el asiento hecho valga y se cumpla precisamente sin más ni menos de lo que sonare a buena fe.
La forma del asiento en el libro de registros ha de ser: tal año, mes y día, fulano o fulanos se concertaron en razón de tal cosa y ambos o todos confiesan para plazo de tal día, mes y año, y el Legal lo leerá en alta voz que lo oigan los contratantes y los dos alcaldes, y habiendo prestado consentimiento los tratantes lo firmarán, y juntamente los alcaldes y regidores y el Legal, y a cada una de las partes se le dará la copia del asiento y el folio, y sólo darán un real de limosna que se echará en una caja que ha de haber allí cerrada, para las ánimas del purgatorio, de quien soy devoto, por lo que sé que cuesta esperar penando, y cumplido el plazo pagará quien debiere y si no quisiere será luego ejecutado en sus bienes si los tuviere, o si no presa la persona hasta que pague o se componga con la parte, para lo cual se buscarán medios que estarán bien a los dos o los que fueren; y cada uno mirará lo que hace y creo que más papel se gastará en pleito ordinario que en diez años destos asientos.
Excusarse han de este modo los tratos dobles, los logros, las ignorancias, engaños, enemistades, venganzas, gastos de haciendas y tiempos, y los embelecos de tan número de gentes ocupadas en pleitos y que viven Bellos; y es la mayor de las lástimas que para averiguar una verdad entre cristianos sea necesario lo que se ve de imposibles y confusiones; y de aquí salen papeles, de acuyá otros hechos por los rincones y al cabo acaecer tener la sentencia favorable los que no tienen justicia, pues ésta parece que está hoy más en maña que en derecho. En suma, se excusarán todos los daños que se siguen de pleitos, y las muchas y grandes ofensas de Dios que se hacen a causa dellos. Advierta V.M. que si Su Magestad el Rey Nuestro Señor (que está en el cielo) prometió grandes premios a quien hallase modo de abreviar pleitos, que yo he hallado como no los puede haber en aquellas partes, y aún en éstas, salvo los pendientes, y que no pido por premio más de solo que V.M. le admita y le mande poner en obra.
Y porque también los pleitos proceden de las descendencias para las herencias que suelen probarse dificultosamente, y también más las ausencias, habrá en la dicha sala otro libro con abecedario, número y rúbricas, a donde han de ser escritos todos los nombres de los hombres solteros, casados y que se fueren casando, los de sus mujeres, hijos y los demás que Dios les fuere dando, para que no se reciba engaño en esta parte, y cuando alguna persona saliere de la tierra será obligada a registrarse por quien es o cuyo hijo, con el color de rostro, cabello señales de heridas, lunares, la edad que tiene, pues en el registro se halla, y dársele ha la copia del asiento firmada de los dos alcaldes y del Legal, con día, mes y año, de modo que haga fe; y si la tal persona por alguna causa o se pudiere registrar, lo hará quien le tocare, y si unos ni otros no lo hicieren, corran los daños que de aquí les pueden venir por su cuenta Bellos, pues no es justo que por sus descuidos, y de los otros que se han dicho en el capítulo antes deste, se revuelva la república.
Ha de haber más otro libro a donde se han de escribir todos los hechos virtuosos y provechosos que se hicieren, y por primero los nombres de todas las personas que fueren a vivir a aquellas tierras, y en degenerando alguno, la pena común, será borrarle del libro y desterrarlo al Pirú, advirtiendo bien el capítulo siguiente.
Todos los buenos hechos de los hombres pasados no aprovechan en los tiempos presentes, ni sus bienes alcanzan hoy a todas las partes del mundo, bien necesitadas dellos, ni estos tiempos dejan de necesitar de buenos hechos, ni los hombres que hoy viven se deben contentar con lo que hicieron los muertos, ni por los muertos se les debe el triunfo, lauro y palma, porque ellos los tuvieron, ni los presentes ni venideros se desobligan de hacer las maravillas porque ellos merecieron, ni los que hiciesen los grandes y buenos hechos han de perder el debido premio dellos por segundos o más veces; y así la nobleza no se fundará allí en la vanidad sino en la pura virtud, y no tendrán lugar la riqueza, el favor ni disfavor, ni otro género de pasión (para) ahogar a la virtud y la nobleza. Esto y lo demás que fuere justicia se ha de observar allí entera y puntualmente, con la gracia que dará la magestad de Dios, cuya es la honra y gloria y a quien se debe amar, servir y alabar siempre jamás.
Supuesto que el cabildo ha de levantar los templos, sustentar los religiosos, encaminar y ayudar las gentes y suplicarles todas las necesidades, serán obligados todos los que se murieren, a dejar el mismo cabildo por su albacea, con que se cumplirán breve y seguramente las últimas voluntades, y se distribuirán las mandas y limosnas en partes que sean justas, y las haciendas se encomendarán a personas ricas y fieles para que miren por ellas, y los dineros los entrarán en una caja o se los emplearán sin correr riesgos, de modo que o le crezcan a los menores sus haciendas o a lo menos se las conserven; y a ellos los harán doctrinar y enseñar en los seminarios, y de allí a su tiempo los encaminarán seguramente; y si el difunto no testare, entraré el cabildo poniendo cobros en la mujer, hijos y hacienda, y todo el bien que pareciere convenir se hará por el alma del difunto.
Quitándose, como está dicho, las leyes del duelo y los pleitos y el juego de dados y naipes y otras muchas cosas desconcertadas que aquí no muestro y puedo mostrar, y habiendo en la justicia la vigilancia apuntada, es cierto que ha de haber menos casos criminales, y en los que habrá, los testigos a deponer ante los jueces, que han de preguntar con el interrogatorio en las manos y ver lo que se va escribiendo, sin admitir hombres de mala vida y fama, indios ni negros bozales, porque éstos a todo cuanto les preguntan dicen sí; los cuales testigos serán examinados con ánimo sano, con grande reportación, con mucha atención y diligencia, y si fuere necesario con maña cristiana para averiguar la verdad, recordándose que lo que se escribe a solas, en pié, en la rodilla y apriesa, se hace firmar a un ignorante, y al otro que no sabe leer ni repara en lo que dice; no vale menos que la honra, la vida y la hacienda de uno o de muchos hombres, y si el juez que ha de dar la sentencia se arrima sin más ni más escrito, bien debe ver el peligro que esto tiene, y bien sabe que no le disculpa la negligencia ni la confianza si condenó al inocente, y que aunque le castiguen por aquel que murió o padeció injustamente, no remedia ni satisface un tal daño, ni se excusa dar cuenta con pago en ambas vidas. Mas allí, Señor, los jueces ordinarios sólo podrán procesar y dar sentencia, pero no ejecutarla sin el mayor tribunal a donde se ha de ver el proceso y hacer justicia con clemencia, esto se entiende aunque las partes no apelen, y si los jueces ejecutaren la tal sentencia, pague como fuere el daño, o con la vida o con la hacienda o con ambas.
Es mucho lo que hay que decir en razón desto, y de tormentos, pues muchas veces acaece, para buscar un culpado, atormentar cien inocentes, y uno destos culpar cuatro y cuatro a ciento, y si más lo aprietan culparán a todo un reino. Remítome a lo que tengo escrito en razón desto.
Porque las parroquias no estarán atenidas a un solo cura, ni tan pobres ni mal servidas como las vemos en muchas partes; se harán moradas de casas con toda comodidad, en lo que sobrare dela cuadra en que se han de hacer las iglesias parroquiales, para poder vivir en ellas de valde doce clérigos prebendados, que ha de haber en toda una dellas, con los frutos de los diezmos de sus parroquianos, con cierta parte obispal, a la cual deben reconocer como a su cabeza; y así estarán juntos y la iglesia con más autoridad, y como habiendo primero sido doctrinantes para que hayan merecido, y las prebendas se han de llevar por oposición.
Habrá en cada parroquia predicadores, confesores, más misas, coro y música, y los mismos acompañarán al Santísimo Sacramento, conque irá con más brevedad y decencia, pues el mismo Dios y Señor nuestro es el que está en la más pobre parroquia, que en la catedral más rica, y del mismo ser y valor las almas de los feligreses de entrambas iglesias; y podrán hacer su cabildo sobre las cosas del gobierno de su iglesia y remedio de sus feligreses; y si pareciere, será cada un mes uno de los sacerdotes, porque los trabajos se repartan, y se acordará en esto lo que más convenga.
Cada parroquia será obligada a dar mortaja y sepultura, decir cuatro misas y hacer las obsequias a todos los pobres muertos, y así se excusará estar a las puertas de las iglesias pidiendo limosna para sepultar un pobre.
No se permita llevar dinero ni otra cosa por ninguno de los sacramentos, ora sea por derechos, ora por costumbre, ora por limosnas. Advierto los ejemplos que puedo dar en razón desto.
Habrá propios en cada parroquia conque poder cumplir sobradamente y suplir todo el gasto de cera y aceite para alumbrar el Santísimo Sacramento y las imágenes, conque no habrá necesidad de andar por las calles de día y de noche pidiendo a gritos limosnas para este fin. No falta quienes dicen que con estos modos no habrá pobres ni personas necesitadas; pregunto si quieren ellos ser pobres o si quieren que haya ciento que padezcan para que ellos merezcan, dándolos un ochavo o cuarto por caridad. Y también digo que al parecer las muestras que hay de impiedad han hecho resfriar la caridad y que cuando se ofrezca algún caso lastimoso, lo sentirán por extremo los que no están usados a verlos y ayudarán mejor con lo que puedan, y prometo a los tales temerosos de que no tendrán donde poder ejecutar la caridad, de darles en que poderla mostrar, tanto que sus obras no lleguen a mis deseos por más y más que se abrasen; y parece que lo demás es desatado, y sin remedio las muchas y grandes necesidades de las cuales suelen nacer muchísimas ofensas de Dios, pérdidas de honras y vidas y, aún, almas, y al menos, de grandes peligros dellas.
Habrá orden como ninguno de los clérigos sueltos tenga extremada pobreza, pues ésta no es para todos y suele hacer desdecir a muchos que fueran más ejemplares si sólo tuvieran pan. Este es un cierto género afrentoso que entre cristianos anden estos ministros de Dios con el bonete en las manos, acompañando mujeres y Pidiendo limosna por las calles, y mucho más lo es que muchos no se lo quiten ni hagan desto caso, ni de verlos con mal traje y con mal trato, y por todo lo demás que bien se deja entender, a falta de comodidad.
Los religiosos ejemplares son eficaces sermones, y las buenas obras de seglares han de ser el sello de lo que religiosos predican, y los seglares han de honrar y reverenciar a los religiosos, para que los indios hagan lo mismo y para lo que es el sustento les estará librado a cuenta del tercio de propios en una mano, a donde lo han de enviar a pedir de limosna cada un día, y todo lo demás que no pueden excusar.
Cuando con licencia los religiosos caminaren o navegaren, se les dará bastantemente lo que hubieren me-nester, librado esto o en los maestres de las naos o en los pueblos por donde han de ir, o a donde se han de parar, siendo todo cuanto gastaren a cuenta del cabildo que lo ha de pagar con sus cédulas, porque deste modo ni los buscarán por otras vías ni irán atenidos a personas que les pierdan el respeto y los desestimen, como yo lo he visto hacer muchas veces.
Demás desto, los religiosos no tendrán necesidad de agradar a hombres particulares, ni esperar que se mue-ran para que les dejen el solar al cabo de años desta pretensión, m menos para que busquen otros que edifiquen todo o parte, y otros para que les de lo necesario o les
dejen haciendo para poder sustentarse. Ni menos los religiosos andarán por tribunales averiguando derechos, ni esparcidos por lugares buscando lo ordinario, y para acomodar sus personas de vestir y caminar; en suma, que a nuestro modo de hablar no sea Dios el más pobre entre nosotros ni sus casas santas paguen censos a hombres (como lo he visto en algunas partes). Y finalmente digo que pues estos religiosos se dedican a Dios tengan todo el tiempo por suyo para poder hacer con toda comodidad, y juntamente puedan enseñar a los naturales y otros en los seminarios que tendrán en sus conventos cuarto aparte, y podrán predicar, confesar y comulgar y lo demás de sus obligaciones.
Por lo que uno dice, pide, obra, gasta, padece y persevera es conocido su intento y por esto mismo debe ser creído el mío, tantos veces forzado a representarle. En Roma me preguntó el cardenal Pedro Aldrovandino qué era lo que pretendía. Respondile que descubrir un nuevo mundo que fuese nuevo en todo; y monseñor Peña, auditor de Rota, me dijo ¿qué lenguaje sabía para darme a entender con aquellas gentes? Yo le dije la sabia general, que es hacerles siempre bien y nunca mal, y para entendernos con los nuestros, cuyo lenguaje es más extraño y remoto de todos cuantos he visto, digo que, robarles los corazones a buenas y continuas obras, y que me valdré más de otros modos que el tiempo me enseñó; y si es mucho a lo que me obligo, mucho más puede hacer Dios por este y por otros medios menores.
Es tanta la razón que tengo de quejarme, como a V.M. me quejo, de obligado de verme aquí en Madrid gastando muy mal la vida que bien deseo emplear en poblar las tierras que descubrí y descubrir las que faltan, y ponerlas toas cuanto me fuere posible en razón; y es tanto lo que tengo que decir en cada cosa de las muchas que esta causa contiene, y de mis deseos para con ella, que no sé cómo mostrar todo ni parte, sino con decir gritando que mi ánimo no puede ya sufrir los infinitos bienes de ambos géneros que se han perdido y se pierden en todas aquellas tierras; y gritando digo que las tome V.M. pues Dios se las da por medio de mis trabajos y porfía, antes que otros las tomen y dañen con las otras de sus contornos, en cuyo cobro o defensa no se pueden dejar de hacer las costosas armadas referidas, ni yo dejar de buscar todos los modos que puedan obligar así a que sea creída esta verdad, como todas las otras que tantas veces he dicho, en suma: gritar para que me dejen obrar.
Señor, no veo razón alguna que haga fuerza a V.M. para dejar perder todo cuanto está apuntado, cuya duración ha de ser para en cuanto el mundo durare, y después eterna. justifique V.M. esta causa por lo que debe a Dios, y así mismo hónrese V.M. de hacer a tan gran Señor tan gran servicio, y de ser parte para que la Iglesia Cathólica triunfe con toda gloria en este tiempo que tan combatida está de tantos sus mortales enemigos. Defienda V.M. con las demás aquellas grandes tierras y gentes dellas, por el peligro que corren, que todo lo ayudará Dios y pagará a mil por uno, en esta y en la otra vida. Y crea V.M. que si yo pudiera, que muy de atrás las hubiera ganado a todas para darlas a V.M., y que tengo ánimo para más y más y más. Estime V.M. la merced que Dios le hace y los servicios que yo le hice y lo que soy para servir, y los deseos que tengo de servir fielmente la vida toda de valde. Unos dicen que cuesta Flandes a V.M. 244 millones de oro y 300 mil hombres; yo digo que si hay revolución que se han de gastar otros muchos millones y hombres, y que la parte no puede recompensar lo gastado, cuanto más lo que se gastare. Gaste V.M. un solo medio en aquellas tierras, que pueden dar por retorno el desempeño de España y ayudaría contra los enemigos que tiene, y también más en la conversión de aquellos innumerables gentiles que no saben contradecir la verdad de nuestra santa fe cathólica; y fíe V.M. algo de mí que yo fío de Dios, que pues son dos las veces que me llevó y me trajo se ha de servir de ayudarme de tal manera que me diga: a las tres fue la vencida.
Parte de estos capítulos di al confesor de V.M., el padre maestro fray Luis de Aliaga, y añadí el capítulo siguiente:
Cuando luego entré en esta parte me fue dicho ¿qué derecho tenemos a aquellas tierras? Yo dije que el que hay para poseer las otras y que S.M. le debe tener bien mirado pues me envió a descubrirlas, en conformidad de los breves que me dio y tengo del pontífice romano Clemente VIII, y que Cristo redentor nuestro manda que su sagrado Evangelio se predique a toda humana criatura y esto es lo que yo pido. V.P. reverendísima es juez de la conciencia de V.M. y por esta razón es juez que ha de dar la sentencia de la perdición o salvación de aquellos millones de gentiles, nacidos y por nacer, en cuyo nombre suplico a V.P. reverendísima que no sufra que S.M. se descuide tanto en poner cobro en lo que tanto le importa la brevedad, ni menos que solicitando yo tan a mi costa esta causa de la honra de Dios, pierda la mía. Acuda V.P. reverendísima al remedio y gane aprisa, a prisa, la gloria que se da en esta y en la otra vida a quien es fiel a su Dios, a las almas, a su rey y a su patria. En suma, el juez que es propicio a la parte que pide, como yo pido justicia para esta causa, en cuyo favor Dios Nuestro Señor ha humillado las más dañadas voluntades, y por esto, con lo demás, no tengo por qué temer su ruina y mucho menos sabiendo (como es cierto) el cristiano celo de V.P. reverendísima para con la causa y las mercedes que recibo en ello y en mí, que las tengo de servir toda mi vida. Los bienes siguientes sólo han de costar mandar.
Como en todas las Indias se han dado y han de dar a Pedro y a otros a quienes no se les deben, los 10 mil pesos más y menos de renta de indios que dicen vacos, apliquen destos y de otros que yo diré, la copia que será menester para que en Salamanca o a donde fuese más a propósito, se funde un seminario con la renta (hacienda, digo, de los indios) necesaria para poder sustentarse, y luego de cada una provincia y frontera, y de los que son de guerra se traigan cuatro muchachos que serán allí doctrinados y enseñados en todas buenas disciplinas, que es cierto deprenderán, así por la distancia y larga ausencia de patrias y costumbres dellos, como por su poca edad y mucha continuación; y conocidos los sujetos, aquellos de más esperanzas los harán estudiar hasta que sean teólogos, y los de más satisfacción serán ordenados sacerdotes y enviados (con una instrucción cual conviene) a predicar a sus padres y a todos sus naturales en lengua propia. Y bien se deja entender el fruto que estos harán por todas aquellas Indias, así en la policía divina como en la humana. V.M. no crea todo lo que se dijere contra esta gente y fíe poco de la vida ordinaria que en los principios se tuvo en su conservación y enseñanza: (es) testigo de esta verdad el estado en que los vemos y la noticia que tenemos de los tiempos pasados.
Señor, ahora no hay aquellos doce apóstoles sagrados y celosos, y hay las mismas necesidades de su tiempo en muchas partes del mundo, y la hay de que se guarde la orden que ellos guardaron, para que se vea, como vemos, los frutos que ellos hicieron. Que Dios tan poderoso es ahora como lo fue entonces. Yo creo que si como los han obligado a trabajar para otros los hubieran obligado a plantar, sembrar, criar y labrar minas para sí, y enseñándoles artes y oficios, y a tratar y contratar por tierra y mar como mercaderes, que cuando ricos habían de ser buscados a donde quiera que estuvieran, de gente que ya los hubieran levantado, bien tratados y acomodados, no uno sino muchos seminarios, a donde la buena crianza y la doctrina habrían hecho tan buen oficio que los indios de aquellas Indias saldrían como salen otros desta Europa a volar hasta el cielo; y no es mucho que no vuelen los que no son enseñados a volar de veras, digo. Lo demás remito a un discurso que tengo escrito en razón de indios.
De los muchos negros que traen de Guinea a España, luego que hayan llegado se busquen los muchachos de todas las lenguas, que sembrados por conventos, colegios y seminarios, o si no en el dicho seminario de los indios, los crien, doctrinen y enseñen con el amor que a los blancos, y los de más esperanzas los harán estudiar hasta que sean teólogos, y ordenados y dada la instrucción (como está dicho de los indios) serán enviados en los navíos del contrato de Guinea a predicar a sus padres y naturales de quien entiendo han de ser bien recibidos y mejor creídos y muy presto aprovechados en los bienes de ambos géneros de que carecen. Esto digo por el buen concepto que tengo desta gente morena, nacido de cursos largos. Es ejemplo en los etíopes del señorío del Preste Juan, de los cuales se dice que desde el tiempo que San Mateo les predicó se conservan en la fe; y los de Congo, a donde con firmeza siguen la Santa Iglesia romana porque les fue predicada; y en otros muchos deste color en letras grandes varones y no menores en virtud ni malos para las armas; y lo mismo se debe y puede esperar de todos ellos, habiendo el cuidado dicho, pues para acabar muy aprisa obras, por grandes que sean, es amor muy poderoso, cuando no faltan los medios, como no faltan aquí. Lo demás remito a un discurso que tengo escrito en razón desta gente morena.
El condestable me dijo la grande falta que tiene España de pilotos; por esto muestro a V.M. como todas las cosas siguientes son necesarias a la navegación.
Conocer y remediar con arte, cada un día y noche, la variación de la aguja, que pide suma verdad, por ser la que guía la nao y la que más puede engañar, como engaña sin ser sentida o tenerla fila.
Conocer la longitud mediante la cual, y la latitud que ya se sabe, podrá el piloto con certeza decir el lugar a donde tiene su nao, lo que sin ella no puede por ser cuenta estimativa y llena de tantos contrarios cuantos se siguen.
Punto en la navegación llama el piloto el lugar a donde le parece estar su nao; su fin es saber cierto la distancia que hay de donde salió a donde se halla, y lo que le falta por andar, y de lo que se debe guardar. Digo le parece porque según latitud el tal punto es conocido mediante el astrolabio cuadrante, y vallestilla con sus reglas y certificado por ellas; señala este punto en su carta y le llama punto por el altura, y la derrota que siguió, o punto por escuadría.
Para determinarlo según la longitud, no hay polos al oriente y poniente, ni instrumentos que navegando puedan mostrar este punto. Suple esta falta de estimación, que se puede llamar confusión del navegante, por ser negocio de verdad muy lejos y muy cercano a los peligros y daños en que caen muchas veces, dando con la nao' en bajos o en tierra, y pensando estar cerca della hallarse muchas leguas atrás. Singladura es una jornada entera de un día natural andada por un navío; el piloto, como puede, juzga las leguas que le parece haber caminado toda o parte, y éstas, reguladas por el rumbo que siguió, tiene por el punto de su nao y por tal le señala en su carta y le llama de fantasía.
En contra de las dos, salvo el altura, hay siempre vivos los siguientes inconvenientes, conque según longitud se hace este punto imposible: razón es esta, porque puedo decir con ella que la mitad de la navegación solamente está sabida.
Los vientos son desiguales en fuerza, por ser unas veces mucha y otras menos; sonlo en tiempo, porque dura una hora, dos o tres, o un día, dos o más; sonlo en favor, porque unas veces esa popa y otras por la cuadra pasaril, o la bolina, y otras del todo contrarios y hacen dar vueltas perdidas a la nao; también hay calmas.
Las velas unas veces, las forzosas, las lleva un navío todas, o ayudadas de bonetes, cuchillas y joanetes, y todas a topar izadas, y éstas aseguradas al medio tercio y más partes de los árboles o menos; las otras, o son de mucho o poco entenal, de más o de menos guinda, son ralas o son tupidas o dobladas; están secas o mojadas por lluvia o por rocío, y llevan escotas largas o muy casadas, o cogidas todas las velas corriendo a árbol seco o de dar al través la nao.
Rilleros, que son ríos de agua en la mar venidos a pocos ratos; aguajes, que son más golpe y más tardos; corrientes, que son continuos abatimientos de olas y viento causado por su furia de los dos, las guiñadas del timón o ambas partes; saber si el navío decae o si se tiene poco al viento.
La ligereza de un navío o si es pesado en navegar, si está cargado de popa a proa, de babor o de estribor, si quiere o no, qué vela carga así o de medianía, si va metido en agua o menos carga, boyante o lo mucho que le importa o daña, quánto cada día va lijando.
Si está limpio o con limo o caramujo, está de quilla o costado sucio, si sufre o no sufre vela, si espera em-balsa o surte bien, si descompasado, descompaso, o al contrario; o si solo está de árboles y jarcias, si abre de amura o es emparedado, si es chato o por delgado pesca mucha agua, si ésta la entra mucha o poca, y si tarda o no tarda en entrar a la bomba.
El daño o el provecho que hace la quietud o inquietud de la gente, el ponerse a barlovento o sotavento, si un navío es tardo o es breve en acudir a do le llaman, con otras muchas mañas que es cierto tiene en favor y disfavor.
Al parecerle a un piloto, no siendo en la equinoccial, que navega por menor círculo, o lo que ha de torcer con enmendarse; la incerteza de los asientos de los lugares representados en la carta su forma plana, por qué se rije y gobierna tan contraria a la redonda, por dónde realmente su navío va navegando, y saber de todos estos y otros engaños causados por instrumentos mal fabricados o descompuestos; las cantidades por horas, días, semanas o más tiempo, o rata por cantidad, cada cosa por lo que le toca, cómo crece o cómo mengua, que todos juntos hacen un gran montón de daño y cada uno de por sí daña su parte, y mucho desto puede ser en su favor y ser juzgado por daños o al contrario; con lo cual no sé yo qué juicio será bastante para ser a cuanto está dicho, justa medida, para que obliguen a un piloto que diga el cierto lugar de su navío, y con esto está bien probado que cuando se hacen juntas navegando o se piden pareceres a pilotos, que jamás será posible conformar, ni el que va solo bien atinar así en punto de fantasía por cualquiera rumbo que fuere, aunque sea el de norte sur, como en el camino que se hace del este oeste o por las otras derrotas aunque sea por altura.
Navegar por globo o saber por plano reducir esta forma a la redonda, porque realmente el navío anda me-nos camino del que en la carta se muestra, por ser los meridianos paralelos, que hacen a todos los paralelos de la misma largueza de la equinoccial, y el piloto cree lo que ve mostrado y muchos no entienden lo que para la verdad les falta.
Poder pasar el sol a cualquier hora y punto del día, porque el medio se suele cubrir de nubes, y sin ésta hay otras muchas razones que obligan a que sea sabida de los polos su altura, para determinarse en cosas.
Saber la hora y minuto que es, mediante lo cual se podrán usar reglas matemáticas y necesarias a la nave-gación, cuando la necesidad obliga.
Conocer muchas estrellas para poder de noche observar su altura dellas, porque impedimentos y menes-teres no se miden con las necesidades de los pilotos.
Poner otra en lugar de la vallestilla usada, por tener ésta en su fábrica y usos muchos engañosos secretos y notorios.
Saber si el sol pesado o estrella es cierto, porque movimientos del navío no dan lugar al piloto de poderse certificar y queda siendo este uso con un poco más o menos.
Saber para qué parte van las corrientes, porque el piloto a esta falta no puede elegir lo cierto, por cuya cau-sa es muchas veces notablemente engañado, y también para acometer si pudiere o entretenerse para mejor ocasión. Saber la orden que las marcas guarden en todas partes y costas para entrar en barras y canales, y no quedar surtos en puertos a donde, por la mucha baja mar, se quede en seco el navío, y para saber cuándo los puede pasar más a su salvo.
Poder desde el navío con una sola observación medir distancias, para que viendo dos puertos, acometer el más cercano, y con la aguja conocer cómo se corren las costas, cabos, puntas y islas, sin llegar a ellas, que puede haber bajos, vientos de traviesa forzosos, venirse la noche, no perder tiempo y camino y para las describir en nuevos descubrimientos, y en los viejos enmendarlas, y para saber viendo navíos cuál o cuáles están más cerca y lejos, y para jugar el artillería propia y no ponerse a tiro de la ajena.
Para derrotas cortas o para de noche o para cuando hay oscuridades a donde la estimativa es fuerza, y mucho más cuando se mudan brevemente los vientos, o cuando se hallan cerca de tierra o entre islas y bajos, un traslado de la aguja en la tapadera de la bitácora, con doce agujeros, y un número en cada uno de sus rumbos para poder ser apuntadas cuantas ampolletas se han navegado por ellos, y de este modo venir en conocimiento lo más que fuere posible del verdadero punto de la nao para acometer o reparar.
Un derrotero certísimo de los viajes, vientos, tiempos, sondas y señas de tierra, a tres, cuatro vistas y rumbos, y con relación copiosa y más los avisos.
Dar a la bomba con otro modo de sacar más agua que el usado, porque uno o dos marineros excusan a quince y a todos, que muchas veces, por no poder agotarla ni suplir se van navíos a fondo.
Sacar agua dulce de la salada, que por esta falta ha padecido y muerto mucha gente con gran miseria, y con la misma está siempre amenazando.
Poner a los navíos la galagala, porque asegura de entrar agua y daños della, y de escupir y podrir la estopa y tablas, y de carcoma, broma y bomba, y un aderezo suyo dura mucho, y más el navío.
Si fuese posible hacer andar un navío sin viento, es cosa que importaría, habiendo calmas, no dar a la costa, poder montar un cabo o punta, salvar bajos de los dos géneros, entrar en puertos o canales, ganar el barlovento a casos, huir a más fuerza y alcanzar a menos, socorrer a compañeros, no decaer por corrientes, no perder ocasión y tiempo, y si fuese necesario, ayudar a andar con las velas. Esto digo porque como se han hallado otras cosas que han parecido imposibles, podrá ser que se halle ésta.
Entender a fabricar, examinar y usar con certeza todos los instrumentos forzosos al navegar, con sus reglas, por dos razones: la primera por las muchas veces que por el mundo se ofrece necesidad dellos, y la segunda porque tienen algunos yerros, todos engañan; y si esto debe saber mandar fabricar navíos y lo demás conque siempre se ha navegado. En suma que merezca como piloto resolver y dispensar, como maestro distribuir y guardar y como capitán gobernar y defender.
Que los pilotos cuando salgan a navegar, junto sus instrumentos vayan con tanta puntualidad examinados, que se pueda decir ser todos los semejantes uno, porque si no hay esta igualdad no se puede navegando conocer a donde están tantos yerros, cuántos se hallan, y le queda siendo imposible juntando esto a lo demás poder decir a donde está engolfado.
Las cartas de navegar de que hoy se usa están descritas por sólo noticia que los pilotos dieron; los unos son más sabios que otros, los sabios no lo ven todo y mucho se pasa de noche; las observaciones que hicieron fueron con instrumentos, no todos ciertos, y con declinaciones del sol más conformes. El que avisa no dice en duda y el que describe por relaciones no puede saber si de los verdaderos asientos de los lugares según Longitud, latitud y forma; y suelen, al río de diez o veinte pasos, darle dos y más leguas de boca, y lo mismo a a punta o cabo; y en costa del este oeste la crecen en muchas leguas. Pruebo estas dos incertidumbres conque si cuatro pilotos, aunque sean en tierra, observan la altura del sol o estrellas con un mismo instrumento, hallan más y menos, y pocas veces parejan, y volviendo a requerir hallan nueva diferencia, y conque todas las cartas de las costas de que ellos mismos son prácticos las hallan erradas en alturas y derrotas.
En suma, digo, Señor, que las cartas todas son falsas y lo serán en cuanto V.M. no mandare que una persona de ciencia y experiencia, con instrumentos ciertos observe y describa todo cuanto se navega, y reducido a un ser muy reformado éste sigan los pilotos, por globo digo; porque sin esta verdad no puede haber la buscada y queda cierta la confusión que hay y ha de haber en largos tiempos; y con toda ésta los pilotos que son de continuo murmurados, se pueden llamar grandes sabios en su arte, bien mostrado en todos los mares del mundo que tantas veces han surcado, supliendo con su destreza tantas faltas y tantas sobras, tantos inconvenientes y estorbos y cosas del todo imposibles que ponen asombro a quien las entiende, y más parecen hechos milagrosos los siguientes, que posibles a medios tan cortos.
Manifiesta cosa es los muchos y muy comunes provechos que en el tiempo presente, más que en los tiempos pasados, por el arte de navegación se están gozando, y de esta verdad es buen testigo nuestra España, pues de la Orientales y Occidentales Indias y sus anexos, ha tantos años que cada uno entra en ella y recibe en sí tantas y tan continuas armadas y flotas de gruesas naos y tantos otros navíos de todos portes, que por ser de tanto precio parecen increibles los tesoros de oro, plata, piedras preciosas, perlas, drogas, bálsamos, olores y ropa en tan gran suma, y de otras tantas cosas extrañas y curiosas, y todas tan menesterosas para las gentes vivir, que las excuso; y así se llena de tantos bienes cuantos tiene, y se hace tan conocida y temida, envidiada y buscada, pues con frecuencia vienen a ella, y tan ordinario, naos, que todas cargan para tantas provincias extranjeras de las cosas suyas della, y las que son suyas dellos traen y dejan en ella por el tueque, y así queda nuestra España (aunque tan chupada de Europa), siendo la más rica, próspera ya abundante provincia del mundo, como lo es hoy y lo será en cuanto durare, mediante el poder de Dios.
Razón es ésta porque puedo decir con ella que apenas hay ciudad en lo sabido, ni lugar por chico que sea, ni casa de viviente, por sola y emboscada que en lo más escondido de la tierra esté, que no le quepa su partecilla de los frutos del arte de la navegación, conque se ayuda a defender la patria y se busca en su casa al enemigo, y ponen riendas dobladas a sus codiciosos intentos. Ella es quien ha hallado a largas distancias las grandes ocultas provincias y las pequeñas islas en los golfos más confusos y remotos, y la que llevó, lleva y ha de llevar los pregoneros de la palabra de Dios que en ellas se ha manifestado y se ha de manifestar en las que faltan. Ella es la que a tantas gentes transportó de unos a otros reinos remotísimos, a donde se van y se vienen las cuatro, seis y diez mil leguas, fiados (después de Dios) en solo el arte de navegación, por cuyo medio se ven nuevas obras del Señor y sus maravillas, y lo es para que sea de sus criaturas más bien conocido y servido.
Todas estas grandezas y riquezas comunicadas a los cuatro quicios del mundo se siguen de navegar un piloto y no es conocida su importancia, agradecidas sus vigilias ni sus trabajos pagados, pues para serlo bastaba sólo querer serlo, y el ánimo con que en un flaco navío cargado de ajenas vidas y la suya, tanto se engolfa y aleja, y se pone a pelear, la muerte siempre a la vista, con dos tan poderosos y tan valientes contrarios como lo son el viento y el mar cuando se enojan, y no menores el hambre y sed ordinaria; y cuando con enemigos la más presente de las personas es la suya. Dejo la ausencia de patria, los sobresaltos y asombros, las infinitas molestias, las cosas y casos, cuya gravedad de todo junto, añadiendo la poca estimación de personas que se pueden decir valerosas, y la falta de premio por ser éste quien todo lo facilita y espolea; unos se contentan hablando generalmente con lo poco que saben, otros no tienen quien los enseñe, otros dejan de seguir su arte, y otros, huyendo del, buscan aquel modo que con más certeza y seguridad les premie el pasaje desta vida.
Y esta, Señor, es la razón porque nuestra España no tiene muy sobrados, muchos y muy singulares pilotos, y si V.M. estima esta ciencia como merece, pues es una de las tres columnas desta monarquía: letras, armas y navegación, tendrá V.M. muchos más pilotos que pudiendo ser deben de serlo, que sirvan a V.M. como conviene para ser Señor del Mar, pues tanto importa el ser lo; y yo, mi parte, cuanto alcanzaren mis fuerzas, los ojos solos en lo que debo, y lo demás remito a una instrucción y tratado de navegación que tengo escrito.
Y estos son los pilotos que deseo haya en aquellas partes, y los puede haber fácilmente con los modos que hallé.
Porque cierta persona de fría voluntad...//... al punto me concedió todo cuanto le pedía.
Vuelvo a suplicar a V.M. con todo encarecimiento a mí posible, sea servido de considerar todo cuanto en este memorial represento y prometo, a fin de que esta obra se encamine y salve de tan grandes males y daños como veo la amenazan, y hoy los tienen las Indias por falta de un buen principio.
Señor, este buen principio pido para aquella postrera parte del mundo, con recuerdo de que si en ella se yerra, no queda otra de importancia a donde poder acertar, y que después no vale arrepentimiento, sino ahora el remedio, y este remedio está en la merced que V.M. hace a ella y a mí, que es mandar me sean dados aquí los despachos a mi entera satisfacción para que el virrey del Pirú me dé lo que fuere menester a la empresa.
Advierto a V.M. que la satisfacción que quiero es que esta obra se asegure en sus bienes, y para que sea así conviene que V.M. se sirva mandar al virrey gaste 500 mil ducados de la caja de la Ciudad de los Reyes, sin excusa ni dilación, y que me dé mil hombres, los más que pudieren ser casados, y los navíos que bastaren para llevarlos con bastimentos, armas, municiones, respeto, rescates y todo lo demás necesario para un buen despacho, y que cada cosa, de por sí, vaya en la cédula expresada, clara y firme, para que el virrey entienda bien la voluntad de V.M., conque no exceda el gasto dicho; y también que yo sepa por qué voy y a qué voy; quiero decir que V.M. se sirva de darme el título (que no puedo excusar) y instrucciones de lo que debo hacer, y una cédula que hable generalmente con todos sus ministros, para que me ayuden, y ninguno me impida, ni a las personas que se pueden ofrecer por el camino, y en Lima; y otra cédula para que, si yo muriere, pueda nombrar la persona que hubiere mostrado el tiempo que conviene ocupar aquel lugar, y juntamente en que V.M. me concede las ochenta personas eclesiásticas y seculares que pido de aquí de España, conocidas y de satisfacción; y aunque no sea por más que porque sea vista la estimación que V.M. hace deste causa, y de mi buena voluntad, debe V.M. hacer esta merced a ella y a mí, y también más, porque al Japón y a otras partes de las Indias se conceden a cuarentena los religiosos, y las compañías enteras de soldados para Filipinas, y juntamente por ser tan grande la parte Austral y tantas sus necesidades, pues carece de todo bien por lo caro que ha costado comenzar grandes empresas con pocas fuerzas y poco orden, que yo ofrezco para ayuda de llevar estas personas, 3 mil ducados de los 6 mil que V.M. me hace merced de ayuda de costa, y ofreciera los otros 3 mil si no los hubiera menester para pagar parte de mis deudas y aviarme, y con todo los daré si V.M. se sirve dello.
Las personas que pido son como sigue: seis clérigos, el uno es don Mancio de Ureña, canónigo y tesorero de la santa iglesia de Astorga; doce religiosos capuchinos españoles de quienes tengo 102 cartas; son doctos y, aunque no lo fueran, ahora importará más el ejemplo con los naturales que no letras, pero siempre necesarias son letras y virtud. Mucho deseo su ida, así por el fervor que les veo como por la devoción que tengo a la orden de San Francisco, y por lo que ayudarán a templar los nuestros.
Siento movimiento en la orden de Santo Domingo y fray Bernardino está firme en su buen propósito, y lo mismo fray Andrés de Almeyda; suplico a V.M. me los conceda, que los pido para grandes cosas; dos hermanos de Juan de Dios, seis capitanes de guerra y mar que se ofrecen y seis alféreces, doce personas bien entendidas de negocios para repartir cuidados y trabajos y para con todos asegurar la parte de V.M. Maestros de arcabuces, herreros, canteros, albañiles, carpinteros de lo blanco y de ribera, calafates, aserradores, cordoneros de jarcias, toneleros, botijeros, olleros, fundidor, arquitecto, pintor, escultor, platero, matemático para observar, describir y enseñar, ingeniero y médico, cirujano, boticario y todos los otros oficios que no se pueden excusar para dar principio a un nuevo mundo. Es de advertir que todas estas personas han de entrar en el número de las concedidas, y que más costará sacar del Pirú las diez, con estar en duda si las habrá, que llevar de allí las 80 tan forzosas y importantes como suena, y que éstas irán como se han de llevar soldados, y lo serán cuando sea menester. También se debe advertir que no han de hacer más costa del dinero concedido, como lo tengo mostrado por el arbitrio del yerro y por los que abajo se siguen.
Recuerdo a V.M. que demás del despacho principal es menester llevar de respeto para poder mantener y conservar el caso, una gran partida de bizcocho, harina, vino, aceite, vinagre y otros géneros para sustentar la gente; y para vueltas de viaje es menester, para navíos nuevos y despachar los viejos, una buena partida de velas, jarcias, brea, sebo, estopa, copei, clavazón, estoperoles, plomo en plancha, áncoras, resones y achotes para faroles.
Es menester para aviar soldados una buena partida de cordellates, cañamazos, ruan o camisas, sombreros, alpargatas, espadas, cuchillos, hachas de una mano y machetes para romper montes y abrir caminos cuando marchen.
Es necesario para la Iglesia una imagen del Salvador, otra de la Virgen María, un dosel, un palio, una custodia, cálices, ornamentos, cera labrada, campanas, una colgadura de tafetanes o de guarda macies, órganos y música con todo lo demás que se debe al culto divino. su decencia y autoridad para aficionar a los indios, y juntamente el vestuario para los religiosos. Es necesario una buena partida de vestidos, de tafetanes y de ropas de algodón de colores, monteras, calzados, espejos, peines, tijeras, cuchillos, cascabeles, trompas, chaquiras y otras cosas de vidrio de buena vista, y las demás de rescate para contentar los indios y indias y rescatar con ellos las cosas que tuvieren de valor y sus comidas. Es necesario una gran partida de hierro y acero para labrar y calzar todas las herramientas que se deben a fábricas de todas suertes, sementeras, plantas y minas, y llevarse hechas algunas para luego servirse dellas. Son menester cuatro instrumentos de cobre con sus fogones y hornos de hierro para sacar agua dulce de la salada en la mar, y en la tierra para sacar vino de palmas y para hacerse otros provechos, y juntamente ollas, calderas para azúcar y añil, peroles, sartenes, embudos para hacer aguada, hornos de pan para suplir faltas y a enfermos, y otras piezas de cobre que son bien menester cuando se vuelve a navegar.
Es necesario artillería para el fuerte, versos para descubrir, mosquetes, arcabuces, pólvora, plomo, cuerda, hierros de picas, rodelas y otras armas y una buena botica.
Advierto a V.M. que comprándose en España las cosas que della van al Pirú y allí se han de comprar para la jornada, y esto al crédito, de lo que V.M. mande se gaste, y que comprándose en los valles de Trujillo, Saña, Ica, Sierra y otras partes, las cosas de la tierra necesarias a mi apresto y provisión, que se ahorrará a buen juzgar más de 100 mil ducados, y que con sólo 15 mil se pueden llevar las personas que pido de aquí, conque parece que la obra irá bien encaminada y asegurada en su principio, medio y fin.
Señor, todas las partidas referidas, así las del despacho principal como las de respeto, los navíos, aparejos dellos, paga de gente, con todas las otras cosas que he de llevar de Lima, que sería largo decirlas, no han de costar más de solos 500 mil ducados por una vez, allá y acá, sin que entre en mi poder un solo maravedí, siendo los precios que los vea yo hacer y los géneros y todo el despacho a mi satisfacción. Y este trabajo yo lo quiero tomar a trueque de que V.M. sea mejor servido y el virrey se descuide; y debe creerse de mí que quiero llevar buena gente, buenos navíos, buenos bastimentos, buenas armas, buenas municiones, buenos resguardos, salir a tiempo del puerto y dar buena cuenta de mí a Dios y a V.M. en cuanto me tocare.
Advierto que cuando fui a descubrir se gastaron 184 mil ducados con 130 personas, y que ahora me ofrezco llevar mil hombres, las familias de los casados y los aventureros con solo los 500 mil ducados referidos. También se debe creer que me duelo tanto de la hacienda de V.M. cuanto lo mostré en que no quise recibir mi sueldo, y en que no lo pido ahora, y que celo tanto los bienes espirituales y temporales de aquellas gentes, cuanto lo tengo importunado y bien mostrado, pues de mi mismo no me duelo, a trueque de que la obra no padezca y perezca.
Por todo lo cual vuelvo a suplicar a V.M. se sirva de concederme la merced que pido, por ser conveniente y forzosa y mi ánimo de acertar en este grande servicio de Dios y de V.M.
Finalmente digo, Señor, que si muchos millones de personas de gran valor han muerto en seguimiento en empresas mínimas, que no es mucho que yo, que no valgo nada, gaste la vida padeciendo y porfiando por sacar del todo a luz y de peligro esta mayor de las empresas, cuya mi muerte ha de ser por ella, o en ella; que muchos años ha, Señor, que se la tengo ofrecida sin reparar en el por qué, ni en el quándo, ni el modo, ni en que parte ha de ser.
Todo será como V.M. mandare. Año de 1610. Todo se reduce a obras.