Vinculados al reparto de bienes tras la muerte de las damas, los testamentos han sido una importante fuente de información sobre las posesiones impresas de cada una. A lo largo de la época moderna, las bibliotecas que poseían las mujeres se caracterizaban por un contenido hacia lo religioso, impronta que venía de la educación que se prodigaba a las mujeres. Los mismos legados testamentarios se repartían entre hijos varones e hijas, recibiendo estas últimas los libros de temática devota y espiritual, no tanto literarios o novelescos. (192)
Duquesa de Osuna
Gracias, entre otras cosas a estas disposiciones, muchas grandes damas reunieron importantes cantidades de libros, de amplia diversidad temática. Algunas de ellas, como la Duquesa de Osuna, encargaban a sus consejeros la compra de libros y gustaban de ojear catálogos de publicaciones italianas y parisinas. Eruditas como Josefa Amar son recordadas, además de por su labor, por sus numerosísimas visitas a la Biblioteca Real y a la de San Ildefonso situada en Zaragoza, para complementar lo que leía en la biblioteca de su familia, repleta de escritos médicos.