Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
Conventos femeninos

(C) Inmaculada Alva Rodríguez



Comentario

La fundación del convento de Santa Clara en 1621 fue todo un acontecimiento en la ciudad de Manila. Fue el empeño particular de algunos vecinos que pusieron todos los medios a su alcance en medio de la oposición del gobierno superior, temeroso de que la clausura atrajera a mujeres casaderas en una ciudad donde tanto faltaban. Fue el maese de campo y alcalde ordinario de Manila, Pedro de Chaves, el que marchó a España a pedirle a la Madre Jerónima de la Asunción que viajara con él a Manila para fundar un convento de clarisas. La Madre Jerónima vivía en el convento de clarisas en Toledo desde hacía cincuenta años y gozaba de fama de santidad. Se conserva un retrato suyo que le hizo Velázquez en Sevilla, donde estuvo unos días para embarcarse rumbo a Filipinas. El viaje fue arduo y largo y cuando la fundadora llegó con sus monjas a la capital del archipiélago, su benefactor había muerto. Fue su viuda, Ana de Vera, quien tomó como propia la empresa que había iniciado su marido. Buscó alojamiento a las clarisas hasta que acabaran las obras del convento y se ocupó de que estuvieran bien cuidadas.


Sor Jerónima de la Fuente

Sor Jerónima de la Fuente




En octubre de 1621 pudieron entrar en el convento y comenzaron a llevar una exigente vida de oración y penitencia bajo la dirección de la Madre Jerónima. Se había fundado el primer convento de clausura femenino en Asia.



El convento irradió una gran influencia en el archipiélago. No sólo las españolas pedían ingresar en el convento, sino que desde muy pronto se encontraron con solicitudes de mestizas e indias que deseaban entrar en clausura. La madre Jerónima era partidaria de aceptarlas, pero en aquel momento las leyes eclesiásticas lo impedían porque se pensaba que las mujeres filipinas no soportarían los rigores de la clausura al estar aún poco arraigada la fe cristiana en aquellas tierras. La priora propuso como una posible solución, la construcción de un convento separado para ellas en Pandacan, pero no fue aceptado.



En 1630, tras la muerte de la Madre Jerónima, la nueva priora admitió a la primera filipina, Marta de San Bernardo, conmovida por el gran número de filipinos que quisieron testimoniar en la apertura de la causa de beatificación de la fundadora. Sin embargo, el arzobispo se negó a ratificar la decisión de la priora y Marta tuvo que marcharse al nuevo convento abierto en Macao donde no regía esa prohibición por ser una colonia portuguesa.



En 1636 fue admitida la primera novicia filipina con autorización del arzobispado, Madalena de la Concepción (1610-1685), una india procedente de la nobleza pampanga. Al contrario que Marta de San Bernardo no tuvo problemas para recibir el hábito y en 1637 hizo la profesión de sus votos de pobreza, castidad y obediencia. Destacó por su vida santa y fiel observancia de la Regla. Quiso cargar con las tareas más humildes y rehuyó siempre cualquier puesto de honor. Murió en el convento el 5 de abril de 1685. Tal vez este precedente pudo facilitar que la Madre Ignacia del Espíritu Santo fundara el primer beaterio para mujeres filipinas en 1684.