Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
Ciclos educativos

(C) Mercedes Alonso de Diego



Comentario

Las enseñanzas medias, constituidas por sus cuatro ramas de Bachillerato, Magisterio Primario, Rama Laboral y rama Técnica estaban destinadas a formar a su alumnado como personas profesionales especializadas. Se admite como lugar común que el Franquismo no favorecía la entrada de las mujeres en este tramo, cuando las mismas fuentes dicen que el número de alumnas aumentó progresivamente en la década de los 40 a los 50, y después bruscamente a partir de 1950. Este fenómeno que para algunos supone un fracaso de la política educativa del gobierno, para otros es una muestra más de la libertad que había a la hora de la elección.


También en este nivel se observa una restricción, ya que los 118 centros estatales durante el período 1940-1956, no se vieron incrementados pese al aumento de población escolar. El aumento del alumnado fue absorbido por los centros privados de carácter religioso, más caros que los estatales. Lo que se desprende es que la población prefería pagar, bien por la calidad de la enseñanza, bien por el componente religioso, etc. En cualquier caso, era su opción.



El número de mujeres matriculadas en la enseñanza media disminuía notablemente con respecto del de matriculadas en la enseñanza elemental, en parte porque las familias no consideraban la necesidad de que sus hijas tuvieran unos estudios que, en principio suponían el paso previo a su ingreso a la universidad o su posterior inserción laboral. Se consideraban unos estudios prescindibles para las mujeres, igual que se consideraban prescindibles para los hombres que habían de acceder al mercado laboral para ganar dinero cuanto antes y ayudar a la economía familiar. Esta situación es la misma que se repetía en los países vecinos tras la dolorosa posguerra mundial.



Muchachas de la Sección Femenina

Muchachas de la Sección Femenina




Era la falta de dinero de ambas posguerras, la española y la europea, la verdadera causa de la pobreza económica y social, que se concretaba en cuatro aspectos: el salario insuficiente de los trabajadores; la necesidad de muchos de ellos de acudir a trabajar horas extraordinarias para vivir con dignidad; el que las mujeres tuvieran que trabajar temporal o constantemente en las fábricas, sacando a los hijos prematuramente de la escuela antes de completar su formación, para ponerles a ganar unas pesetas o trabajar en casa cuidando de los hermanos pequeños; y un cuarto factor, la nueva forma de usura, que consistía en comprar todo a plazos -con el consiguiente incremento en el precio-, el dejar a deber en la tienda o el pedir préstamos a familiares. Estos cuatro aspectos económicos negativos, junto a otros tres aspectos sociales como que el trabajador en el trabajo se veía ofendido al ver que no se le trataba como a una persona capaz de pensar y decidir; que no tenía defensas culturales que le hicieran presentarse en público para reclamar; y que ni siquiera conocía sus derechos, porque al no haber tenido instrucción suficiente, ignoraba las leyes que le protegían y pensaba que dichas leyes sólo se podían mover por dinero, recomendaciones o padrinaje, estos factores, no sólo no eran ocultados o maquillados por el Régimen, sino que eran enseñados en los libros de texto de Bachillerato: la apertura fue buscándose desde el principio hasta llegar, por ejemplo, al increíble libro de texto de Carlos Giner y Dionisio Aranzadi, jesuitas, Lo social y yo, publicado en Bilbao en 1964, y basado en la doctrina social de la Iglesia, concretamente en la encíclica social Mater et Magistra, que adaptaba esta doctrina a los alumnos para que su educación religiosa no quedara truncada y manca, "si yo me conformara con una formación genérica, reduciendo mi catolicismo social a las ideas generales de que hay que hacer el bien la prójimo, amarle como a nosotros mismos y dar limosna a los pobres en ciertas circunstancias" (p. 12).



El mismo libro se extendía ampliamente sobre la pobreza y sus causas materiales, ideológicas y religiosas; sobre sus agravantes; sobre la división social entre amos y obreros; sobre la falta de vivienda; la angustia económica; el hambre y la indigencia; la enfermedad; el trabajo como pena; la emigración obligada; el analfabetismo; el excesivo gasto en armamento; los derechos de la persona y la desigualdad accidental entre los hombres; el derecho a la educación y al uso de los bienes materiales; el derecho a la propiedad, etc. Igualmente se hablaba de la relación justicia-salario, de la participación del trabajador en el capital de la empresa, del factor humano en la misma, etc. Con amplitud se describían el liberalismo, el totalitarismo y le comunismo, la Iglesia y la lucha de clases, etc. Podemos decir que, en su conjunto, el texto constituía un mensaje tan a favor de la dignidad del ser humano y de su dignidad como trabajador, como ningún colectivo de la izquierda más social se atrevería a pronunciar hoy, sobre todo si tuviera que avalar su predicación con su ejemplo.



Después de lo aquí expuesto, nos parece mucho simplificar o desconocer la situación, el que algunas autoras atribuyan el descenso de la escolarización en la enseñanza media, por el incremento del horario escolar debido a su vez al aumento de asignaturas del hogar en este ciclo. Además, se puede comprobar cómo el Franquismo, de manera progresiva desde 1939, fue avanzando hacia su conjunción con la situación del resto de los países europeos, tema del que, insistimos, no hay verdadera historia comparada.



Otra de las posibilidades que ofrecían las enseñanzas medias era la opción, en educación secundaria, por el Magisterio primario, que junto con la rama sanitaria, era uno de los trabajos considerados tradicionalmente más aceptados para la mujer. Decir que esto sucedía porque ampliaba al espacio público el rol tradicional asignado a las mujeres, sería como reírse actualmente de los varones que se dedican a la enseñanza primaria o la rama sanitaria. Digamos de manera más ecuánime que las mujeres tenían que escoger entre las fábricas, los comercios, el servicio doméstico y similares, o estas profesiones que tenían mayor demanda porque constituían las necesidades más palmarias de un país en pleno desarrollo, en el que los índices de mejora pasan, entre otros, primordialmente por la educación y la sanidad. Es lógico que el Estado promoviera los trabajos de mayor demanda social en esos momentos, al igual que hoy hay un grave déficit de médicos y enfermeras en la sanidad pública y se trabaja a favor de aumentar el número de plazas de MIR y de la recuperación de profesionales que no estuvieran en ejercicio de su profesión. Otra cosa es la causa por la que el Estado necesitaba tantos maestros, que en buena parte se debió a la depuración de cuantos no habían colaborado o no tenían intención de colaborar en el proyecto educativo del Franquismo.



En el curso académico 1942-1943 el número de mujeres en Magisterio duplicó al de hombres, si bien en el curso 1955-56 estos crecieron de manera sensible. Básicamente era una profesión feminizada, con tendencia lenta pero progresiva al equilibrio. El que en algunas profesiones dominaran las mujeres inicialmente y después, poco a poco, esto se fuera igualando, puede significar o que no eran trabajos específicamente femeninos y el Estado por eso pretendía prolongar el rol de las mujeres al espacio público, o bien que los hombres se han ido feminizando e invadiendo progresivamente el rol de la mujer.



El hecho de que, sin embargo, no hubiera apenas alumnas en la Rama Laboral -la tercera opción de enseñanza secundaria- tanto en Maestría Industrial como en los Institutos Laborales, en la especialidad de Artes y Oficios -tan sólo un 23% de las matrículas en 1940; un máximo de 35,9 % en 1954, y en progresiva regresión posterior- significa que no gustaba esta salida o que se estimaba de poco futuro para una mujer. El año de mayor número de matriculadas en las Escuelas de Artes y Oficios es de 8000 en el año escolar de 1954-55, año en que las matriculadas en Magisterio son 18.000. Para todas estas opciones de la Rama Laboral, el Estado incrementó de manera notable el número de centros, debido en parte a su interés en la formación de mano de obra especializada, en parte al crecimiento impresionante de las cantidades totales de alumnado.



La Rama Técnica constaba de cinco especialidades: comercial, técnica, industrial, técnica agrícola, técnica marítima y técnica sanitaria. Sólo las especialidades comercial y sanitaria contaron con presencia femenina. Aquí, igual que en Magisterio, inicialmente se da un claro predominio femenino que se irá compensando con el paso del tiempo, de manera especial en las escuelas de comercio.



La segunda especialidad, que contó con gran presencia femenina, fue la técnico- sanitaria, que se dividía en tres subespecialidades: enfermería, matronas y practicantes. La población femenina era casi exclusiva en las dos primeras. El éxito se debió a que de alguna manera suponía la continuación hacia el exterior de una de las funciones principales de la mujer: la de cuidadora. Efectivamente, así era y así es, ya que en pleno siglo XXI, con la igualdad real de las mujeres a la hora de elegir estudios, estas profesiones siguen prácticamente feminizadas. Parece en buena medida una opción de las mujeres.



Mientras que la tercera especialidad, la de practicantes, ahora extinguida gracias al desarrollo de la farmacéutica -apenas se usan los inyectables- y del sistema sanitario de consultas ambulatorias, era una profesión prioritariamente masculina.



En cualquier caso, a partir de los años cincuenta, disminuyó progresivamente el número de matriculados en todas las ramas sanitarias, en parte porque se notó el descenso de la natalidad fruto de la guerra.