Época: América 1550-1700
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1700

Antecedente:
Colonización de otras potencias europeas
Siguientes:
Las trece colonias de Norteamérica
Características de la colonización inglesa



Comentario

Una larga serie de descubridores, contrabandistas, piratas, corsarios y colonizadores frustrados, fueron preparando el asentamiento definitivo de Inglaterra en el Nuevo Continente.
Entre sus descubridores más notables destacaron Martín Frobisher y Davis, relacionados con la "Sociedad de Comerciantes Aventureros para el descubrimiento de Tierras nuevas", fundada por Sebastián Gaboto en 1551, después de trasladarse de España a Inglaterra. La Sociedad creyó las fantasías anotadas en el mapa de Nicolás Zeno (1558), realizado sobre relatos reales y ficticios de diversos descubrimientos que apuntaban la posible existencia de un estrecho interoceánico en América septentrional, situado entre un rosario de islas dibujadas al oeste de Irlanda. En busca de dicho paso zarpó de Inglaterra, en 1576, el capitán Frobisher con tres naves. Alcanzó la bahía que lleva su nombre donde tomó posesión, hizo exploraciones y realizó intercambios con los esquimales. Al año siguiente, efectuó otro viaje en el que capturó una familia esquimal y encontró un mineral parecido al oro. Volvió asegurando haber descubierto el Estrecho de Magallanes boreal. A las supuestas minas de oro se envió, en 1578, una expedición de 15 naves. Los colonos pasaron muchas penalidades durante la travesía a causa de los icebergs y confirmaron que el oro de Frobisher era simplemente pirita oscura. Este fracaso apagó durante algún tiempo el entusiasmo por los viajes, hasta que fueron reanudados por John Davis, comisionado por la Sociedad de Comerciantes Aventureros para encontrar el paso. Salió de Portsmouth en 1583 con dos naves, y franqueó el estrecho que lleva su nombre entre Groenlandia y la Tierra de Baffin, alcanzando luego los 66° 40' de latitud norte. En 1586 y 1587 realizó otras dos expediciones. Durante la última de ellas subió hasta los 72° 12` (proximidades de Upernivik).

Maestro de los contrabandistas ingleses fue John Hawkins, a quien se debe el hallazgo de varias cosas importantes, como el desabastecimiento de esclavos y de manufacturas europeas en las colonias españolas y la corrupción de sus autoridades. Inició sus correrías en 1562, robando 300 esclavos en Guinea y vendiéndolos en Santo Domingo. En su segundo viaje de 1564 llevó ya cuatro buques, entre ellos uno de la marina real (Jesus of Lubeck), pues Isabel I decidió entrar en el negocio del contrabando poniendo su parte. Hawkins robó otros 400 esclavos en Guinea y los vendió en la isla Margarita y en el puerto de la Borburata, donde perfiló ya su futuro sistema operativo, que fue el siguiente: arribaba a un puerto español y solicitaba a su gobernador permiso para reparar sus navíos averiados y para aprovisionarse de víveres. El gobernador negaba la autorización, naturalmente, y Hawkins le amenazaba con tomar la ciudad, disparando algunos cañones como argumento de convicción. El gobernador cedía y Hawkins le comunicaba entonces que como no tenía dinero en efectivo se veía precisado a vender los negros que transportaba, único elemento de valor con que contaba, para procurarse así lo que necesitaba. Hasta se permitía pagar los derechos reales con más negros. Este procedimiento era a veces puramente formal, pues las autoridades españolas se avenían fácilmente a negociar, una vez que habían salvado su honor. La verdad es que Hawkins vendía los negros a bajo precio, sin posible competencia, ya que los conseguía gratis, robándolos a los traficantes. Eran precios de asalto, como ha dicho el historiador Mota.

Hawkins completó su periplo contrabandista en Curazao, Riohacha y Santa Marta, y regresó a Inglaterra. Isabel I le nombró Caballero. El contrabandista escogió como cimera de su escudo la figura de un negro cautivo. De la escuela del maestro Hawkins surgieron muchos discípulos, entre los que destacó John Lowell, que hizo otro viaje con contrabando a la costa venezolana en 1566, llevando un joven aprendiz llamado Francis Drake. Incluso aparecieron competidores franceses, como Jean Bontemps, Pierre de Barca, etc.

Peor resultó el tercer viaje de Hawkins realizado en 1567. Tras robar 450 esclavos en Guinea y Senegal, se dirigió al Caribe. Contrabandeó esclavos, hierro, lienzos y otras mercaderías -iba ampliando el negocio- en la isla Margarita, la Borburata, Riohacha y Santa Marta. Sorprendido luego por un huracán, tuvo que buscar un buen puerto para reparar sus naves. Una de ellas, el Jesus of Lubeck, tenía 700 toneladas y sólo podía arreglarse en Veracruz, dado su enorme porte. Se dirigió allí, entrando en el puerto con subterfugios (se hizo pasar por una armada española). A los tres días apareció la flota española, con la que trabó un combate desafortunado, perdiendo todos sus barcos excepto tres: el Minion, en el que logró salvar la vida, el Judith, que mandaba el joven Francis Drake, y un patache.

En cuanto a la piratería inglesa, se activó a partir de 1568, año en que la reina Isabel I soltó sus "perros del mar" contra los barcos y posesiones de Felipe II, defensor del Catolicismo y martillo de protestantes. La gran piratería duró veinte años, al cabo de los cuales Inglaterra entró formalmente en guerra con España, situación que transformó a sus "perros del mar" en auténticos corsarios hasta 1604, cuando volvió a firmarse la paz. Muchos fueron los piratas y corsarios afamados de estos años, como Cavendish, Cumberland, Richard Hawkins, Shirley, Parker, etc. El más notable fue sin duda Francis Drake, que constituyó una verdadera pesadilla para las plazas costeras del Caribe. Realizó su primer viaje a América, en 1566, como contrabandista a las órdenes de John Lowell y el segundo, en 1567, bajo el mando del propio Hawkins, salvando el pellejo milagrosamente en el desastre de Veracruz. En 1570 y 1571, hizo algunas expediciones por su cuenta y, en 1572, intentó apoderarse en Panamá de la plata que venía del Perú. Su primer viaje realmente importante fue el de 1577, que culminó con la vuelta al mundo. Se proyectó como una operación de hostigamiento a las plazas españolas del Pacífico. Drake partió con una flotilla de cuatro barcos que fue perdiendo por el camino y llegó al Pacífico con sólo uno, el Pelican, que rebautizó como Golden Hind, en honor al dueño de la embarcación, Mr. Christopher Hatton, cuya cimera era una cierva (hind) saltando. Subió por la costa chilena, sembrando el pánico en las indefensas poblaciones y mercantes. Era la primera vez que un pirata irrumpía en aquellas costas. Drake robó en Arica barras de plata del tamaño de ladrillos, entró en El Callao confundido por un buque español y capturó en la costa quiteña un mercante que se dirigía a Panamá con 13 cofres reales de plata, 80 libras de oro, 26 toneladas de plata sin acuñar y otras joyas y objetos de valor por unos 360.000 pesos. En su ruta hacia Nueva España apresó otros navíos, uno de ellos el mercante Nuestra Señora de la Concepción, que transportaba desde Acapulco a Panamá un valioso cargamento procedente de Filipinas. A bordo del mismo iban dos pilotos del famoso Galeón de Manila, Sánchez Colchero y Martín Aguirre, con un buen conjunto de cartas de navegación para las travesías por el Pacífico. Fueron las primeras que tuvieron los ingleses. Drake decidió entonces continuar su viaje completando la vuelta al mundo, en vez de regresar al Estrecho de Magallanes, donde los españoles le estarían esperando con toda seguridad. Pasó ante Acapulco y subió por la costa mexicana hasta California, donde recaló en una ensenada que llamó la Nueva Albión (quizá San Francisco o Bodega) para reparar su nave y prepararse para la travesía transpacífica. Partió de allí el 23 de julio de 1579, cruzando el Océano y alcanzando las islas Marianas. Desde allí prosiguió la vuelta al mundo. Ancló en Plymouth el 26 de septiembre de 1580, casi tres años después de haber zarpado de dicho puerto, con un botín valorado en 250.000 libras, suma superior al presupuesto anual del Parlamento británico. Isabel I le armó caballero en su propio barco. Drake se convirtió luego en un hombre honorable. Compró la abadía de Buckland por 3.400 libras, en 1581; fue nombrado alcalde de Plymouth y hasta representó a una villa de Cornualles en el Parlamento. En 1586, efectuó una gran expedición al Caribe. Asaltó y saqueó Santo Domingo y Cartagena. Finalmente puso rumbo a Virginia, para ayudar a los colonos de Raleigh. Destruyó San Agustín y volvió a Europa a tiempo para tomar parte en la victoria inglesa contra la Invencible (1588). Al año siguiente, pretendió tomar La Coruña y Lisboa y en 1595 dirigió, junto con John Hawkins, la mayor operación de castigo a las colonias españolas del Caribe. Esta armada, compuesta de 27 barcos y 2.500 hombres, fracasó en su intento de tomar San Juan de Puerto Rico, donde murió Hawkins, y luego en el de apoderarse de Panamá, atravesando el istmo desde Nombre de Dios. Drake enfermó de disentería y murió frente a Portobelo, el 28 de enero de 1596. Otros piratas ingleses que surcaron el Pacífico fueron Cavendish y Richard Hawkins. El primero de ellos dio igualmente la vuelta al mundo (1586-88) y capturó el galeón de Manila. El segundo hostilizó la costa chilena y fue apresado en Atacames en 1594, siendo enviado a España.

La gran figura inglesa de los intentos de colonización en la centuria decimosexta fue Walter Raleigh. Corsario, empresario, poeta, músico, cortesano y escritor, fue en realidad el último gran pirata del Renacimiento. Nació en el seno de una familia hidalga y estudió leyes en Oxford, pasando luego a Londres como cortesano, convirtiéndose en favorito de la Reina Virgen. Su interés por América le vino por vía familiar, ya que su hermano de padre, Humphrey Gílbert, había realizado varios viajes a Indias e intentado colonizar en Terranova el año 1582. Raleigh organizó, en 1584, una expedición a América bajo la dirección de los capitanes Arthur Barlow y Philiph Amydas. Llegaron a una isla llamada Roanoka o Roanoke (Carolina del Norte), donde fueron bien recibidos por los indios. Los ingleses volvieron contando maravillas del sitio y Raleigh bautizó el lugar como Virginia, en honor a su soberana, que seguía sin contraer matrimonio. Isabel I correspondió a tal gentileza nombrando Sir a Raleigh, quien puso manos a la tarea de colonizar Virginia. Preparó siete buques con 100 hombres, a las órdenes de Richard Greenville y Raph Lane, y los mandó a Roanoke. Al cabo de unos meses, las relaciones entre los ingleses y los indios eran francamente tirantes. Lane decidió entonces invitar a un banquete a los caciques principales y a los postres quemó la casa donde les dio el ágape, con sus invitados dentro. Los indios empezaron a atacar a los ingleses y la situación se volvió imposible. Afortunadamente, apareció de pronto Francis Drake, que regresaba de una de sus correrías, y los colonos le pidieron que les repatriara a Inglaterra. De este intento colonizador quedaron dos cosas importantes, que fueron el tabaco y las patatas, ambas introducidas por los repatriados. El incansable Raleigh persistió en su proyecto y, en 1587, mandó otro grupo de colonos con John White. Nuevamente arribaron a Roanoke, donde levantaron sus viviendas y permanecieron un tiempo, volviendo luego a su patria. Raleigh se casó entonces con Elizabeth Thockmorton, una dama de honor de Isabel I, lo que indignó a ésta, que mandó encerrar al matrimonio en la Torre de Londres. Logró salir mas tarde, pero no pudo contar ya con el favor real. En 1595, Raleigh se dirigió a la Guayana, pues supo que su gobernador, don Antonio de Berrío, estaba reclutando tropas para buscar El Dorado. El inglés arribó a Trinidad y capturó la ciudad de San José de Oruña, donde estaba Berrío. Le sometió entonces a un intenso interrogatorio sobre el asunto de El Dorado. El Gobernador estaba enloquecido por el mito y le contó todo con pelos y detalles, encantado de encontrar alguien que le escuchara. Raleigh se creyó todas las tonterías que le dijo Berrío, convirtiéndose desde entonces en doradista crónico. Como le pareció que la empresa era demasiado importante, regresó a Londres para buscar los refuerzos adecuados. Allí escribió su famoso libro "Discovery of the large, rich and beautiful Empire of Guaiana, with a relation of the Great and Golden city of Manoa (which the Spaniards call El Dorado)", en el que recogió todos sus datos sobre el mito. En 1616, logró permiso del rey Jacobo I para establecer una colonia en la Guayana. El monarca le prohibió realizar piraterías, ya que había firmado la paz con España. Raleigh salió en 1617 con 14 naves y 2.000 soldados. Se dirigió a San José de Oruña, en la isla Trinidad, desde donde dispuso un plan para apoderarse de Guayana. Su lugarteniente Keymis asaltó Santo Tomé, pero los ingleses no pudieron sostenerse en la plaza a causa de las guerrillas españolas. Tras perder 250 hombres (entre ellos el propio hijo de Raleigh) y algunos meses buscando El Dorado, Keymis regresó fracasado a Trinidad. Raleigh abandonó la empresa y volvió a Inglaterra en 1618. El monarca inglés mandó ahorcarle por pirata.