Época: Neolítico
Inicio: Año 3500 A. C.
Fin: Año 2500 D.C.

Antecedente:
Neolítico Medio



Comentario

A lo largo de este periodo aparecen nuevas formas sepulcrales que significarán la consolidación de la necrópolis como espacio funerario diferenciado del hábitat, fenómeno que se puede asociar a la aparición del megalitismo en algunas regiones peninsulares. Por otra parte, se observa igualmente una cierta continuidad en las prácticas funerarias, indicada por la continuidad de las sepulturas sucesivas en cuevas como los enterramientos múltiples en cueva en el País Valenciano y en el País Vasco (Los Husos, Peña Larga, Cueva de Urtao II). Pero la estructuración del espacio modificará parcialmente su morfología y enriquecerá su diversidad. En conjunto podemos hablar de los siguientes tipos de estructuras funerarias.
En el noreste peninsular, el mundo funerario es el ámbito mejor conocido de este periodo, registrado tradicionalmente con el nombre de Cultura de los Sepulcros de Fosa. Las recientes investigaciones han permitido sistematizar varias formas de enterramiento y proponer una diferenciación de las mismas en dos formas básicas: las que utilizan propiamente una estructura excavada (fosa) como lugar de inhumación y las que utilizan una cista, división que para algunos investigadores tendría un carácter cultural, denominándolos, respectivamente, grupo sabadellense y solsoniense. Coetáneamente aparecen en determinadas regiones prepirenaicas y pirenaicas los primeros sepulcros megalíticos.

Los sepulcros de fosa se reparten por las regiones prelitorales y litorales de la Cataluña central, en los llanos y valles fluviales del Besos y Ter. Las necrópolis son numerosas -Pla de les Marcetes, Bobila d'en Roca, Puig d'en Roca...-, pero sin duda el yacimiento más emblemático es el de la Bobila Madurell, situado en el Vallés y que cubriendo aproximadamente 30 hectáreas, presenta casi un centenar de sepulturas en fosa.

En términos generales, la estructura de sepulturas no es homogénea y se pueden distinguir: fosas simples cubiertas de tierra, fosas revestidas de losas y cubierta de losas..., variantes que a su vez pueden presentar planta circular o rectangular.

Las inhumaciones son individuales o en pareja (excepcionalmente hay alguna con 3-4 individuos) y una gran parte corresponde a cuerpos infantiles. Todavía siguen siendo poco claras las relaciones entre las variables ajuar-sexo-edad-morfología del enterramiento, ya que hay diversas opiniones sobre si hay un tratamiento diferencial en algunos enterramientos respecto a otros, o bien las asociaciones son generalmente de carácter aleatorio. Se encuentran en fase de estudio diversos aspectos -entre ellos la paleoantropología, las distribuciones espaciales y la sistematización de la cultura material- que nos ofrecerán perspectivas sobre sus implicaciones socioeconómicas y la probabilidad de jerarquización ritual-diferencial social, entre otras cuestiones.

Los ajuares se caracterizan, principalmente, por su variedad y riqueza, destacando la presencia de recipientes cerámicos que rompen con las morfologías anteriores con unas formas más complejas (carenados...), y una ausencia total de decoración; utensilios de sílex (cuchillos, núcleos prismáticos, microlitos triangulares o trapezoidales) o en materiales duros (fibrolita, serpentina, esquisto, pórfidos), como hachas, azuelas, cinceles; y finalmente objetos de adorno, principalmente cuentas de collar sobre variscita. También se documentan grandes cantidades de molinos de mano e industria ósea: punzones, espátulas, hachas de doble filo, etc.

Por lo que se refiere a las cistas simples, su dispersión geográfica se centra en los altiplanos del interior de Cataluña. En principio se trata de enterramientos en cista con inhumaciones individuales o más raramente doble. También se puede complicar su construcción cuando aparecen los túmulos de tierra y piedras, dentro ya del fenómeno plenamente megalítico. Los ajuares más frecuentes son la punta de flecha (de corte transversal, subtriangular o trapezoidales) y las piezas de hueso trabajado (punzones, espátulas, puñales).

Las recientes investigaciones en Cataluña han puesto de manifiesto la complejidad de las manifestaciones sepulcrales en este IV milenio con la aparición del fenómeno megalítico. Las manifestaciones distribuidas en las zonas nordeste y pirenaicas, sin ser abundantes, muestran dos tipos de estructuras: las cámaras con túmulo complejo de los altiplanos de Tavertet, con dataciones absolutas que las sitúan aproximadamente en el 3700 a.C., y los sepulcros de corredor bien documentados en la Serra de Roda-Les Alberes con dataciones en tomo al 3300 a.C. Estos hallazgos obligan a una reformulación de las hipótesis sobre el origen del megalitismo en Cataluña, sobre unas nuevas bases y con la hipótesis de constituir un desarrollo autóctono a partir de las manifestaciones funerarias del Neolítico Antiguo evolucionado. En Aragón, en el yacimiento de la Mina Vallfera, se han localizado diversos enterramientos en cistas de losas, con túmulo, que tras una primera utilización posiblemente del Neolítico Antiguo evolucionado, se reutilizan posteriormente durante la primera mitad del III milenio.

Esta documentación reciente permite incidir en los aspectos más significativos desarrollados en la Península Ibérica en el IV milenio y quizás anteriormente. Se trata del inicio del uso de construcciones megalíticas con finalidades funerarias. El inicio del megalitismo tiene en las regiones del suroeste peninsular, en particular en las regiones de Portugal, uno de los focos originarios de este tipo de construcciones de mayor antigüedad de Europa. Tradicionalmente vinculadas con el desarrollo de las sociedades complejas del III milenio, los trabajos de G. y V. Leisner mostraron que el inicio de esta tradición funeraria, caracterizada por la construcción con piedras secas o losas de unidades sepulcrales destinadas a un uso como enterramiento colectivo en el sentido de sucesivos, tenían una mayor relación con el anterior mundo neolítico autóctono y ponían fin a la interpretación como resultado de influencias orientales.

Los trabajos posteriores a lo largo de dos decenios han contribuido, con estudios analíticos detallados y la aplicación de dataciones absolutas, a confirmar el desarrollo de un megalitismo portugués arcaico, centrado principalmente en las regiones del Algarbe, Baixo y Alto Alentejo, cuyas características -formas de sepulturas, materiales cerámicos e industria lítica- indican un enlace con las comunidades del V milenio. Las formas de las tumbas son inicialmente simples, con construcciones de planta rectangular o cuadrada que rápidamente evolucionan hacia formas más complejas con cámaras poligonales (sepulturas de Poço da Galeira 1, Gorginos 2 en el Alto Alentejo, en la región de Beira y Tras-os-Montes...). La situación cronológica de esta fase arcaica es discutida sobre todo por la presencia de dos dataciones absolutas por termoluminiscencia altas (4510+/-360 a.C. y 4440+/-360 a.C.), pero parece indiscutible su desarrollo al menos en la primera mitad del IV milenio. Esta fase inicial es seguida de otra que, cubriendo la segunda mitad del IV y la primera mitad del III milenio, constituye el apogeo de las manifestaciones del megalitismo en Portugal. Los sepulcros ganan en monumentalidad, con formas más complejas (cámaras mayores, formas de herradura...), al mismo tiempo que se diversifican los ajuares y aparece un nuevo utillaje lítico.

A finales del Neolítico se agudiza, en general para toda la Península, la trayectoria socioeconómica señalada en las fases anteriores. Por lo que se refiere a la actividad agrícola, se observa una mayor diversidad de los recursos explotados, aparte del trigo y la cebada, como, por ejemplo, las legumbres (habas, lentejas). En los inicios se habrá llegado, en cuanto a los recursos animales, al predominio de los bóvidos y el cerdo sobre los ovicaprinos; la caza tiene un papel cada vez más regresivo, excepto en algunas zonas como Andalucía. Quizá en estas situaciones podríamos pensar que la actividad cinegética sirve de apoyo real al desarrollo de la agricultura, es decir, al control de los cultivos.

El patrón de asentamiento y explotación del territorio sufrirá cambios desiguales según las zonas. En áreas como el País Valenciano se produce la ruptura con el modo de implantación sobre el territorio anterior, que había significado la gran expansión poblacional sobre nuevas tierras; se desencadena el proceso hacia la aparición de la jerarquización social del Bronce Valenciano y el desarrollo del urbanismo, iniciado con el Horizonte Campaniforme. De manera parecida, en el Alto Aragón, durante el Neolítico Final/Reciente, en las montañas, se documenta la continuidad del substrato tecnocultural del Neolítico Antiguo, mientras que a lo largo de la transición hacia el Eneolítico y durante este periodo, se produce quizás la verdadera consolidación de la agricultura: poblados al aire libre campaniformes en las tierras bajas (El Villar, Peña del Agua, El Portillo).

Sin embargo, en Cataluña, para la transición Neolítico Final/Calcolítico es difícil distinguir los conjuntos tecnoculturales y sus características económicas y sociales. La mayor parte del registro es atípico y adolece de estratigrafías confusas. Grosso modo se han diferenciado, para la segunda mitad del III milenio, dos conjuntos: el Veraciense y el grupo de Treilles. A nuestro entender se trata de una subdivisión más bien artificiosa, que sólo obedece a la identificación de tipos cerámicos muy específicos según las zonas. Así, al primer bloque se le atribuyen vasos tulipiformes, cuencos semiesféricos, vasos carenados, grandes jarras, decoración de cordones o mamelones superpuestos, pastillas en relieve... La industria es mal conocida, y los objetos de adorno siguen siendo las cuentas de collar (hueso, esteatita, variscita), colgantes... Los yacimientos más conocidos que han proporcionado este tipo de materiales son los de El Coll (Llinars del Vallés, Barcelona), al aire libre y con dos dataciones radiocarbónicas relativamente altas (2875 a.C. y 2650 a.C.), la Cova del Frare (nivel fechado alrededor del 2500 a.C.), los conjuntos de cavidades de Serinya (Girona) y la Cova Verda (Sitges, Barcelona). El conjunto de Treilles se caracterizaría por la decoración cerámica de triángulos grabados.

En Andalucía también conocemos el equipamiento tecnológico que se asocia a este periodo, pero poco más. En la industria lítica se produce un descenso de los efectivos geométricos, la perduración de la técnica laminar, hachas, azuelas y alisadores.

En los conjuntos cerámicos aumenta la no decorada, y aparecen la cerámica pintada, engobada y cepillada (Mármoles, Murcielaguina, Inocentes, Huerta Anguita...). En la transición al Calcolítico, la cerámica no decorada sigue presente, con nuevas formas como los cuencos semiesféricos y destacan las hojas largas con retoques abruptos, bilaterales y las dientes de hoz (Mármoles).

En general, en los conjuntos líticos la presencia constante de las puntas de flecha, la aparición de los retoques invasores, planos y cubrientes, el renacimiento de los frentes de raspador, la utilización del sílex tabular y las grandes hojas.

El mundo funerario a finales del III milenio y principios del II, no cambiará substancialmente: se multiplican, eso sí, las sepulturas colectivas de inhumación secundaria o primario-secundaria, tanto en cuevas como en sepulcros megalíticos (galerías, cámaras simples, paradólmenes). Uno de los principales problemas sigue siendo la distinción estratigráfica de estos niveles, sobre todo en las cavidades utilizadas como enterramiento colectivo (en este periodo o en fases posteriores).