Época: Eco-soc XVII
Inicio: Año 1600
Fin: Año 1660

Antecedente:
Economía y sociedad en el siglo XVII
Siguientes:
Respuestas a la crisis
El papel de la técnica



Comentario

La crisis del XVII alcanzó también al sector industrial, que se resintió de la nueva coyuntura adversa. En distintos países las manufacturas sufrieron un importante retroceso y el volumen de la producción cayó. Sin embargo, en otros la evolución fue de signo positivo. Así ocurrió, por ejemplo, en Inglaterra. También Suiza consiguió un notable avance industrial, mientras que en Suecia la minería del cobre y del hierro obtuvo un amplio desarrollo en este siglo.
Pero el XVII fue también el escenario temporal de cambios en los sistemas de organización industrial, que contribuirían a preparar el camino a las grandes transformaciones económicas activadas en las áreas más avanzadas de Europa a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Al igual de lo sucedido en la agricultura, la industria halló formas eficaces de adaptación a las circunstancias de crisis e, incluso, en algunos casos, salió reforzada de ellas.

Deben, por tanto, establecerse diferencias entre aquellas áreas que sucumbieron a la crisis y aquellas otras que la sortearon con éxito. En el primer grupo E. Hobsbawm incluye a países como Italia, Alemania, partes de Francia y Polonia. Sobre el primero de ellos, basándose en ideas de Carlo M. Cipolla, Hobsbawm sostiene que Italia pasó de ser el país más industrializado y urbanizado de Europa a convertirse en una zona típicamente campesina y retrógrada. Esta afirmación quizá peque de algo exagerada, a tenor del mantenimiento de una parte de las estructuras productivas norteitalianas, especialmente en torno a Milán.

A la anterior relación de países hay que añadir, sin lugar a dudas, a España. El caso español viene marcado por una severa decadencia económica en el siglo XVII, que afectó de forma particular a la industria. La crisis de la manufactura castellana, sin embargo, arranca tempranamente de mediados del siglo XVI. El sector textil, que representaba el núcleo más importante, no pudo resistir los impactos derivados de la concatenación de un conjunto de factores de carácter negativo. Entre ellos es necesario tener presente la orientación exportadora de la producción de materia prima lanera, reforzada por los intereses particulares de ciertas oligarquías mercantiles y por la política económica de la Monarquía. Esta circunstancia restó posibilidades de abastecimiento de lana a bajo precio a la industria pañera nacional.

La falta de competitividad de la producción propia frente a la extranjera se vio aumentada por el desfase de los precios, ya que España padeció de forma más aguda que otros países las consecuencias de la coyuntura inflacionaria del XVI. La ausencia de una auténtica mentalidad inversora, los estragos causados por la creciente presión fiscal y el atraso de las estructuras organizativas dañaron también las expectativas de desarrollo de la manufactura española.

En el siglo XVII estas circunstancias se vieron agravadas por el endurecimiento de la coyuntura comercial y por el caos monetario provocado por la política oficial, que contribuyó decisivamente a desalentar las inversiones. La economía española, después de los compases iniciales de la crisis, atravesó, por lo tanto, por una fase de auténtico desmantelamiento industrial y no inició una tímida recuperación hasta las décadas finales de la centuria.