Comentario
Las características geográficas de densa selva y montañas se oponen a la formación de grandes Estados centralizados, debido a la dificultad de unas comunicaciones sólo posibles a través del río y sus numerosos afluentes, que mantenían a la población dispersa. Las tribus permanecían independientes, aunque existían algunas potentes con instituciones muy evolucionadas. El aumento de la población del África sudanesa provocó su emigración hacia el Sur, sobre todo desde el siglo X, imponiéndose sobre las poblaciones autóctonas, descendientes de civilizaciones paleolíticas, que no eran negras. Los nuevos llegados en su mayoría eran bantúes, término que designa ciertas similitudes lingüísticas, no étnicas.
La formación política más importante de esta zona era el Reino del Congo, que desde el siglo XIV se había convertido en un gran Estado situado en el curso inferior del río del que toma el nombre. Su máxima extensión la alcanza en los siglos XV y XVI, cuando llegaba hasta el río Kwanza al Sur, el Kwango al Este y la costa atlántica. Estaba dividido en provincias sobre las cuales el rey ejercía una autoridad absoluta y en las que nombraba los gobernadores. En la periferia se extendían una serie de reinos satélites que iban desde el Gabón meridional hasta el centro de Angola. No había una clara línea hereditaria del trono: en general el rey nombraba al heredero, aunque en último término elegía el Consejo electoral, compuesto de tres miembros. Los problemas sucesorios resultantes contribuyeron al debilitamiento futuro del reino. La economía del Congo era bastante diversificada. Se explotaba sobre todo la palmera para la provisión de aceite, fruta, vino y vinagre. Además, contaba con una variada artesanía, entre la que destacan el textil y el cuero. Como moneda se utilizaba una concha, el "nzimbu", cuyos yacimientos eran explotados por el rey en régimen de monopolio. En el terreno cultural, su refinado arte musical admiró a los europeos.
En 1483 Diego Câo remontó el río Congo, al que llamó Zaire, y tomó contacto con el reino del mismo nombre, dando comienzo a la cooperación entre el país africano y Portugal, que continuó durante un par de siglos. Si el resultado final fue un fracaso, el inicio fue entusiasta y el buen recibimiento dado a los europeos derivó en la conversión al Cristianismo del rey Nzinga Nkuwu, bautizado como Juan I. Bajo influencia portuguesa se adoptó el ceremonial de la Corte lisboeta, la capital Mbanza Congo pasó a denominarse San Salvador, y se construyeron escuelas de gramática y lectura para los hijos de los notables y de oficios para aprendices forzados. Las relaciones se establecieron sobre una base de igualdad y los africanos conversos adquirieron la nacionalidad portuguesa. Como contrapartida a la asistencia técnica y religiosa, Portugal, que controlaba la costa, consiguió la dirección del comercio interior, vedado a cualquier otro extranjero.
Los cambios no dejaron de resultar traumáticos para la población congoleña, bautizada en masa sin apenas preparación y renuentes a muchas normas de la religión cristiana, como la monogamia. Muchos de los súbditos, y sobre todo de los grandes, rechazaron el Cristianismo y la amistad con Portugal y se manifestaron fieles a las religiones africanas y partidarios del aislamiento, postura que no hizo más que acrecentarse con la actitud más expoliadora que amistosa de los portugueses. El desarrollo impresionante de la trata y el malestar por la excesiva dependencia de Portugal despertaron los deseos independentistas de los mismos reyes, que intentaron poseer su propia flota y establecer relaciones directas con Roma para las cuestiones referentes a la religión. Diego I (1545-1561), que introdujo a los jesuitas, se enfrentó con los tratantes de esclavos y las poblaciones negras que los apoyaban. En adelante, las relaciones entre ambos reinos van perdiendo paulatinamente los rasgos de paridad y adoptando los de dependencia colonial. En 1569 Alvaro I se vio obligado a prestar vasallaje y entregar un quinto de las rentas del país a la potencia ibérica a cambio de ayuda militar. En 1651 García II (1641-1663) reconoció a los mercaderes portugueses el monopolio del comercio y de las minas de plata, la entrega periódica de esclavos y la conversión de su reino en protectorado portugués.
Al sur del Congo se encontraba el Reino de Ndongo o Angola, que se convirtió en la colonia más cuidada de los portugueses. Como en la mayor parte del África ecuatorial, mucho antes del siglo XVI los clanes familiares se habían organizado bajo el poder de un jefe único, que reconocía la autoridad superior del rey, jefe del linaje más poderoso. Junto al conjunto de la población, de origen bantú y agricultora, existían restos de la población autóctona cazadora. Se conoce poco de su historia, salvo su dependencia del Reino del Congo y el expolio continuo de su población por la trata de negros. En 1575 los portugueses organizaron en la isla de Luanda, en la costa angoleña, una base para la trata de esclavos. En 1592, crearon una administración colonial para asegurar el monopolio de la explotación de la sal y el control del comercio con el interior. Desde mediados del siglo siguiente, y gracias a las dificultades de Portugal en su guerra de independencia de España, son los brasileños los que defenderán la colonia de los ataques holandeses y ocuparán los principales cargos.
Conforme se avanza hacia el interior, la estructura política es menos elaborada. Apenas se pasa de la aldea independiente, sin más jerarquía que la gerontocracia. La forma de vida se basa en la caza, que hace a los asentamientos poblacionales poco estables. Poco más conocemos de unas civilizaciones que no han dejado apenas rastros que permitan aumentar nuestra información. Entre estos pueblos hay algunos que llegaron a desarrollar una organización política más elaborada, como los Luba, asentados en los altos valles del Lomami y del Lualaba al oeste del lago Tanganika, donde a mediados del siglo XVI surgió un rey legendario, Kongolo, fundador del reino luba según la tradición. Por su parte, los Lunda, amplia confederación surgida a fines del siglo XVI al occidente de los lubas, consiguió la estabilidad por medio de un sistema sucesorio según el cual el sucesor se convierte en su predecesor, recuperando sus relaciones de parentesco, alianzas y posesiones.