Época: Barroco
Inicio: Año 1600
Fin: Año 1660

Antecedente:
Pensamiento político absolutista



Comentario

La Monarquía francesa encarnada en Luis XIV representa el modelo más próximo al absolutismo triunfante del siglo XVII. Desde un punto de vista teórico no le faltaron fundamentos: desde los escritos políticos del cardenal Richelieu (1585-1642) hasta los puramente teóricos de Bossuet. El primero es un hombre de acción, un político que detenta el poder y hace uso de él, y de su acción emana un pensamiento, que, por otra parte, no propone máximas universalmente válidas, pues su objetivo no es hacer de la política una ciencia. El pensamiento de Richelieu sólo está atento a las amenazas que pesan sobre el Estado absoluto en Francia. Para impedir su dislocación propone la primacía del interés del Estado sobre los individuos y sobre los estamentos y una simbiosis de pragmatismo y consideraciones morales. En este sentido, Cardin le Bret publicó, en 1632, un tratado titulado "De la soberanía. del Rey", que constituye la justificación teórica de los principios de acción establecidos por Richelieu: independencia absoluta del monarca, indivisibilidad del poder y preocupación por la paz pública.
Tampoco Jacques Benigne Bossuet (1627-1704) presenta una teoría política de conjunto. Sus obras están motivadas por preocupaciones pedagógicas, pues fueron encargadas por Luis XIV como preceptor del delfín, para quien escribió sus principales obras políticas: "Discurso sobre la Historia universal" (1681) y "Política extraída de las propias palabras de la Sagrada Escritura" (1709). La política de Bossuet, sirva a fines pedagógicos o para polemizar con Fénelon o contra los protestantes, es fundamentalmente católica. Para Bossuet, un convencido providencialista, la Historia tiene como objeto enseñar a los príncipes lecciones de buen gobierno, pues no es más que el pensamiento de Dios realizándose sobre la Tierra. Todo eso conduce a pensar en la necesidad del orden y en la legitimidad de los poderes establecidos, de tal manera que los súbditos deben obediencia y respeto a la autoridad regia que es sagrada, paternal y absoluta, por lo que quien pretenda derribar un gobierno legítimo se convertirá en enemigo de Dios mismo, de quien emana toda autoridad.