Época: Ramésidas
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
Los Ramésidas

(C) Antonio Blanco Freijeiro



Comentario

Aunque generaciones posteriores a su abandono la consideraron y llamaron una medina, una ciudad, Medinet Habu empezó siendo un conjunto de templos rodeados de una formidable obra de fortificación. Eso era lo que su fundador Ramsés III quería que fuese -una segunda Karnak, de dimensiones menores (314 x 209 metros)-, pero el futuro le tenía reservado a esta gran creación un destino algo distinto: el de servir de refugio y sede permanente a la población de Tebas, convirtiéndose en una nueva Ciudad de Tebas. Su existencia duró hasta que la invasión de Egipto por los árabes impulsó a sus pobladores a buscar asilo en Edfu.
En previsión de un ataque del exterior o de una revuelta del interior, Ramsés III rodeó sus edificios de una muralla de adobe, revestida de piedra en las zonas más expuestas, de 18 metros de altura y 10 de espesor. Un segundo muro exterior, separado del primero por un foso inundable, impedía acceder sin obstáculo a la formidable muralla. Dos grandes puertas daban entrada al recinto, una al este y otra al oeste de su eje longitudinal. La primera estaba precedida de un pequeño puerto fluvial, al término de un canal de acceso.

La obra, de carácter fundamentalmente religioso, tenía por centro el templo llamado Unido a la Eternidad, el templo funerario del faraón. Eso no impedía que el recinto circundante pudiera cumplir, como pronto cumplió, la función militar prevista en sus muchos elementos de ingeniería castrense: las altas torres del flanco de sus puertas, las almenas y torretas de sus murallas, elementos propios de las fortalezas que Ramsés había conocido en Palestina y en Siria.

Lo más notable y original que hoy vemos es el Portal del Este, el único conservado en buena parte. Parece la puerta de una ciudad bíblica, como uno se imagina aquella de Jerusalén donde celebraba sus reuniones el consejo de ancianos y donde David tuvo noticia de la muerte de Absalón:

"Estaba David a la sazón sentado entre las dos puertas, y el atalaya había ido al terrado de sobre las puertas en el muro y alzando los ojos miró y vio uno que corría solo" (2 Samuel, 18, 24).

A la sombra de sus defensas la puerta de Medinet Habu está hábilmente diseñada para que a pesar de su gran tamaño parezca más grande y profunda de lo que realmente es: la disminución gradual de las dimensiones de las ventanas, los entrantes y salientes de los muros, el estrechamiento paulatino de la calzada, todos los recursos de la perspectiva están al servicio de un deliberado engaño óptico que infunde en el crítico un profundo respeto a sus diseñadores.

Los muros del monumental callejón están decorados con bajorrelieves del faraón en presencia de Amón. Las figuras más grandes ocupan el más bajo de los dos registros, reforzando con sus distintas escalas el efecto óptico de los juegos de perspectiva arquitectónica antes señalados. En los entrantes de los dos paramentos se alzan hoy, frente a frente, dos estatuas de la diosa-leona Sekhmet, labradas en granito negro y encontradas en esta zona del portal.

El "Unido a la Eternidad" es el elemento principal y nuclear. Da entrada a él, demarcado por un grueso paredón, uno de los pílonos mejor conservados del Egipto actual. A sus espaldas, un primer patio, antesala común del templo que se halla a continuación y del palacio del templo en que Ramsés III residió y asistió muchos años a la gran Fiesta del Valle, durante la cual se alojaba en esta otra casa suya la estatua del Amón de Karnak. Al palacio (o mejor dicho, los dos palacios que se hicieron en vida de Ramsés III) se entraba por el lado sur de este primer patio, sombreado por un pórtico de columnas campaniformes. La puerta central daba a dos estancias notabilísimas del palacio: primero una sala hipóstila, sustentada en 12 columnas de capiteles palmiformes, y después un salón del trono, columnado, de la misma forma y cubierto también por el mismo sistema de bóvedas de medio cañón, edificadas en adobes como los del Rameseum (según Hölscher). Sería el único ejemplo conocido en la arquitectura egipcia de una sala hipóstila abovedada.

Todo ello delata una deliberada imitación del plano y de los elementos del Rameseum que se pone de manifiesto en casi todas las piezas de Medinet Habu. Al lado norte del mismo patio, en simetría con el pórtico del palacio, se encuentra otro, pero de pilares osíricos que ofrecen otra interesante novedad: la de los colosos convertidos en elementos arquitectónicos, labrados y cortados como sillares.

Tanto el pílono de entrada, más ancho que el resto del edificio, como la fachada del palacio están decorados con escenas de guerra y de caza. Entre ellas destacan, por su tamaño colosal y el primor de su diseño, la figura del faraón con la redada de prisioneros de diferentes razas, y la cacería brutal de espléndidos toros bravos en el cañaveral de una charca.

Al fondo del patio se alza un pílono algo más pequeño que el primero; detrás de él, se encuentra un segundo patio. Sus dimensiones son algo mayores que las del primero, aunque no lo parezcan por estar este patio rodeado de pórticos por sus cuatro costados. Los pórticos del este, norte y sur están a ras del suelo del patio, mientras que el lado oeste se encuentra realzado sobre un podio de más de un metro de alto que lo sitúa al nivel de la primera sala hipóstila del templo. La diferencia se salva por medio de una rampa de gradas bajas, que conduce desde el patio al intercolumnio central del pórtico. El pórtico oeste, dos veces más profundo que los otros tres, lleva por detrás de su primera fila de soportes (pilares osíricos decorados con relieves) una segunda fila de ocho columnas monóstilas. La impresión de gravidez que este patio produce es debida no sólo a la superabundancia de soportes, sino a lo pesado y macizo de sus proporciones, contrafiguras de la esbeltez de los cánones de Luxor.

La subida gradual de los niveles del piso, desde la entrada al santuario, se hace aquí más sensible en el tránsito del segundo patio al templo propiamente dicho, por encontrarse éste realmente sobre una terraza. La primera sala hipóstila tenía una nave central flanqueada por cuatro columnas a cada lado, probablemente campaniformes, y más altas que las de las cuatro naves laterales, para proyectar hacia el interior la deseada luz de claraboya. Las bases de las columnas están cortadas por el lado que mira a la nave, para facilitar el paso del trineo de la barca procesional.

A esta sala hipóstila siguen otras dos, de ocho columnas cada una, y, al fondo, la capilla de la barca de Amón y el nicho terminal. Mut y Khons tenían sendas capillas laterales. Toda esta zona está tan destrozada que, como decía Vandier, la impresión de conjunto es penosa y uno no puede evitar, recorriendo estas ruinas, sentir la nostalgia de lo que ya no existe en ellas. La impresión que uno saca es de algo mucho más fúnebre que toda la arquitectura funeraria anterior, no ya la tan alegre y ligera de Hatshepsut, sino incluso la de Seti I y Ramsés II. Las columnas se han convertido en cilindros con disminuciones y ensanches, pero sin capacidad de evocar la flor que en su origen las inspiró, reducidas a simples soportes de una decoración y de un cromatismo tan intensos que la arquitectura queda desvirtuada.

Pero como decía el mismo Vandier, Medinet Habu es una prueba de la correspondencia, tantas veces observada, entre historia y arquitectura. Su creador Ramsés III, fue la gran figura de la Dinastía XX, la única y la última de un momento crucial en la historia de Egipto. La constante imitación de los edificios de Ramsés II, objeto de culto en Medinet Habu como uno más de los grandes dioses allí venerados, de la composición de su corte y hasta de los nombres de las personas, empezando por el del rey, no logran contrarrestar la falta de vitalidad de que el país adolece. Aun enfermo como está, logra, sin embargo, merced a Ramsés III, disipar dos amenazas que a punto estuvieron entonces de sumirlo en la miseria, como sumieron a la Anatolia de los hititas y a la Grecia de los micénicos: la invasión de los pueblos encabezados por Libia, y la doble embestida, por mar y por tierra, de los Pueblos del Mar.

Las inscripciones y los relieves de Medinet Habu dan cumplida cuenta de ambas peripecias. Una de las primeras nos informa de que el rey de Egipto hubo de interrumpir la campaña que estaba llevando a cabo contra los libios, porque en el norte de Asia Menor los frigios habían arrasado el territorio de los hititas, y en el sur de la misma, varios pueblos se habían puesto en movimiento en son de guerra. Eran los pulsata, zikar, danuna y washash, aliados con otros de procedencia ignota: turush, shirdan, shakalush. Ramsés lo refiere así: "Los Pueblos del Mar se confabularon unos con otros, y así, de repente, todos los estados desaparecieron y se disgregaron. Ningún país pudo resistir a sus armas: Hatti (los hititas), Cadi (Cilicia), Karkemish (en Siria), Arzawa (Lidia), Alasia (Chipre) habían sido segadas de una vez. Acamparon en Amurru (Líbano-oeste de Siria); exterminaron a la población y el país quedó como si nunca hubiera existido".

El año 1175 la oleada llega a los dominios de Egipto. Ramsés III libra con ellos una batalla de importancia histórica universal y los derrota. No consta el lugar de la refriega, pero debió de ser en Palestina. Los contingentes que llegaron embarcados fueron vencidos en las bocas y lagunas de la zona oriental del delta del Nilo. La representación de esta batalla naval es uno de los relieves más célebres y originales de Medinet Habu, la primera en el tiempo de las ilustraciones de una batalla de ese género, con las distintas fases del combate entre dos navíos.

Estos relieves son muy originales e interesantes. En otros, los artistas se limitaron a copiar modelos de Ramsés II, incluso en casos como los de victorias sobre los hititas que Ramsés III no tenía derecho a conmemorar porque aquel enemigo había dejado de existir.