Comentario
El proceso de neolitización surgió por primera vez en Mesopotamia en las zonas de lo que hoy constituye el norte de Iraq, siendo su desarrollo material muy semejante al de Palestina. En tales zonas iraquíes se ha documentado una serie de enclaves que nos informan de la evolución del Neolítico mesopotámico. De entre ellos podemos citar Qalaat Jarmo (6750-4950) con elementos materiales propios de una primitiva civilización agrícola-pastoril; Umm Dabaghiyah (h. 6000), centro ganadero con diferentes niveles de ocupación; Hassuna (5800-5500), con una cerámica arcaica, relacionada con la de otros yacimientos turcos, sirios y palestinos, y otra standard, de tipo local, con una amplia área de dispersión por las zonas norteñas; Samarra (5600-4800), con materiales del Calcolítico superior; Tell Halaf (5500-4500), con una bellísima cerámica nunca jamás superada y un pequeño templo en la localidad de Tell Aswad (valle del Balikh); y Tepé Gawra (h. 4000), núcleo organizado ya socialmente y con abundantes restos materiales en sus veinte niveles de ocupación.
Los establecimientos y culturas de la Baja Mesopotamia más importantes fueron Eridu (h. 5000), con el hallazgo de las ruinas de un antiquísimo templo, sucesivamente reconstruido en el mismo lugar; El Obeid (4800-3750), con restos materiales del Calcolítico medio e inferior, extendidos por toda Mesopotamia y regiones periféricas; Uruk (3750-3150), centro de una cultura que motivó profundos cambios demográficos, técnicos y culturales -allí y entonces se inventó la escritura-; y Jemdet Nasr (3150-2900), prolongación de la anterior cultura. Estos dos últimos enclaves y los demás centros de su mismo horizonte cronológico presentan elementos de civilización sumeria, perfectamente desarrollada.
Todas estas culturas siguieron un proceso evolutivo que partiendo de la simple ocupación estable de un lugar alcanzaron la domesticación de animales y vegetales, la utilización de la cerámica, el empleo del tapial o arcilla aglomerada y del adobe (riemchen), la confección de figurillas de barro y metal, la erección de templos, tumbas y viviendas, así como el desarrollo de un activo comercio. Este comercio llegó también a Egipto, entonces en su civilización predinástica, según han demostrado algunos objetos, entre ellos el magnífico cuchillo de Gebel el-Arak (donde se representa a un personaje con faldellín, gorro de ancho reborde y barba redondeada, separando a dos leones), la paleta de Narmer (con animales fantásticos de largos cuellos entrelazados) y numerosos sellos cilíndricos de época de Jemdet Nasr hallados en Naqada.
Desde el punto de vista de la Historia del Arte es difícil formular juicios de valor relacionados con los restos protohistóricos hallados en el ámbito mesopotámico, y de si sus artesanos tuvieron voluntad artística plenamente sentida, mientras elaboraban sus obras. Hoy por hoy, dichos restos arqueológicos, tan lejanos en el tiempo, se estudian más desde la óptica del progreso técnico y material que desde valoraciones puramente estéticas.