Comentario
El relieve mesoasirio estuvo al principio influido claramente por el arte hurrita, tal como puede verse en la placa con el relieve del dios Assur, figurado como Señor de la montaña de Ebikh y de la vegetación, hallada rota en varios fragmentos en un pozo de su templo. Labrada en piedra yesosa (1,36 m; Museo de Berlín), la figura de la divinidad -al igual que la estatua hurrita del rey Idrimi de Alalakh, de la que depende tipológicamente- acusa disonancias anatómicas (cabeza excesivamente grande, enormes ojos abiertos, manos pequeñas, flaccidez muscular). A su alrededor aparecen otras cuatro figuras: dos cápridos en los ángulos superiores que intentan comer de las largas plantas que tiene el dios en sus manos, y dos diosecillas de las aguas en los inferiores. La pieza fue objeto de culto durante el siglo XIV, en opinión de los expertos.
Del ajuar funerario del hipogeo de Assur, que acogió los restos de dos sacerdotisas, proceden diferentes piezas decoradas. Un vaso de alabastro presenta un relieve con la figura frontal de la alada Ishtar, desnuda, tocada con un "polos" decorado con una roseta, y adornada con collares, brazaletes y pulseras. Algunos piensan que se trata de la versión hurrita de la diosa del amor, tema que aparece profusamente en la glíptica de Kerkuk o en las terracotas de Nuzi.
En otro vaso del mismo hipogeo aparece el motivo del Arbol de la Vida, flanqueado por dos toros rampantes (presentes también en los sellos de la época) con influencias estilísticas no sólo hurritas, sino incluso egipcias.
El siglo XIII a. C. conoció por primera vez la talla de unas piezas de piedra a modo de pedestales o altares adornados con relieves, que sirvieron, probablemente, de tronos para las estatuas de culto o para el símbolo del dios. Solían estar decoradas con relieves y recubiertas con inscripciones alusivas a la temática representada. De estos altares poseemos dos, hallados en Assur, ambos pertenecientes a Tukulti-Ninurta I. En uno de ellos (57,5 cm de altura; Museo de Berlín), de piedra yesosa; aparece por dos veces el ya citado rey (en realidad, se trata de dos momentos de una misma plegaria) con cabeza y pies desnudos, y cubierto con una larga vestimenta, ante un altar con el estilete, símbolo del dios Nabu (para otros se trataría del emblema del dios del fuego Nusku). El otro altar (1,03 m de altura; Museo de Estambul), que ha llegado en peor estado, recoge en su plinto una expedición militar a un país montañoso, bajo la guía del soberano. En el campo del pedestal se ve al rey en acto de adoración entre dos estandartes con el emblema solar, empuñados por dos héroes, cuyas cabezas coronan dos ruedas.
A la época de Tukulti-Ninurta I pertenece, asimismo, el fragmento de una pequeña tapadera de caliza (12 cm de diámetro), hallada en Assur y hoy en el Museo de Berlín, con la representación de escenas militares, distribuidas en registros.
También tiene interés, por ser el primer relieve rupestre que conocemos de los asirios, la representación de la figura de Tiglat-pileser I cerca de las fuentes del río Tigris, en donde aparece vestido como sacerdote y empuñando el cetro. El relieve, de pobre calidad, conmemora una de las victorias del rey, según especifica una inscripción adjunta.
En época mesoasiria, aunque no se puede precisar el momento ni el lugar, se creó una forma típica de expresión artística: el obelisco con relieves e inscripciones. Tal pieza nació como expresión ideológica del poder del soberano asirio y de sus empresas militares, por lo cual hubieron de colocarse, según se presume, en lugares públicos, en cruces de caminos o en patios de palacios y templos, siempre al aire libre para que fuesen perfectamente visibles desde todos los ángulos.
El primer ejemplar conocido se remonta a la época de Assur-bel-kala (1074-1057), aunque tras él, y durante dos siglos, no se tallaron más (o no se han encontrado), al ser sustituidos por los ortostatos con relieves.
En el Obelisco de Assur-bel-kala, conocido también como Obelisco roto del Museo Británico, las inscripciones hablan de expediciones militares y cinegéticas, y los relieves representan al rey como vencedor de sus enemigos. El dios Assur se halla en forma de disco solar alado, del que salen dos manos, una portando un arco, y otra abierta, otorgando la victoria y la glorificación al soberano.
La pieza más importante de todo el relieve mesoasirio la constituye sin duda alguna el Obelisco blanco, (2,90 m de altura; Museo Británico), que se localizó en Nínive. Dicho obelisco, que puede adscribirse al reinado de Assur-nasirpal I (1050-1032), ha llegado intacto, a pesar de estar dañado en algún sector. En sus cuatro caras son visibles las composiciones labradas en relieve muy plano, así como sus inscripciones cuneiformes. En ocho registros se figuran diferentes acontecimientos de tipo histórico, religioso y profano: en los superiores podemos ver la conquista de ciudades y fortalezas y la consiguiente percepción de tributos; también escenas de cacería, representadas éstas en los registros inferiores, que son los más dañados.
Es, asimismo, interesante la procesión hacia el templo de Ishtar, guiada por sacerdotes y sacerdotisas que tocan instrumentos musicales. Lo mismo debemos decir de las escenas de sacrificio y de plegaria elevadas por el soberano a dicha diosa en acción de gracias por la victoria conseguida, que se conmemora con la celebración de un banquete en el que participan el rey, sus oficiales y funcionarios. Es muy importante remarcar la figuración de un segundo banquete que tiene lugar ante la reina, hecho insólito en el arte asirio, pues, que sepamos, la presencia de la reina en una escena similar aparecerá sólo otra vez cuatrocientos años más tarde en un relieve del palacio de Assurbanipal. Aunque el artista no dispuso en este obelisco los acontecimientos en orden diacrónico, su concepción plástica daba paso ya a nuevos logros estéticos.