Época: Primera Mitad I Mile
Inicio: Año 750 A. C.
Fin: Año 656 D.C.

Antecedente:
Baja Epoca Egipto



Comentario

El primer síntoma esperanzador procede de Sais, donde un jefe de los ma llamado también Osorcón inaugura una línea dinástica de la que es beneficiario su hijo Tefnakht, ya que oponiéndose a los demás líderes había logrado un dominio efectivo en la parte oeste del Delta. Al mismo tiempo, había establecido una amistosa relación con Iuput II de Leontópolis y otros príncipes dispuestos a asumir su liderazgo. En tales circunstancias, Tefnakht decide avanzar hacia el sur para engrandecer los horizontes de su reino, pero al llegar a Heracleópolis se encontró una firme resistencia avalada por un sólido aliado, el rey de Kush, Py (Piankhi es una lectura antigua incorrecta). Éste es heredero de una dinastía autóctona que progresivamente ha sufrido un proceso de aculturación, de manera que ya hacia mediados del siglo VIII no se distinguen de los propios egipcios. Su capital estaba en Napata, un asentamiento de la dinastía XVIII al sur de la cuarta catarata, y desde allí decidió intervenir en los asuntos internos de Egipto, imponiéndose a Osorcón III en Tebas y trabando lazos de amistad con distintos jefes locales que le condujeron hasta Hermópolis y Heracleópolis.
Será precisamente en este lugar donde su destino se encuentre con el de Tefnakht. Las tropas nubias acuden en ayuda de Heracleópolis, que resiste el asedio gracias a la derrota que infligen a Tefnakht y sus aliados. No obstante, las tropas del norte siguen siendo operativas, por lo que el propio Py decide dirigir las operaciones. Desde Tebas se aproxima en barco hacia el norte. Poco a poco van cayendo las posiciones enemigas, en ocasiones sin ofrecer resistencia. El mayor impacto entre los jefes del norte se produjo al tener noticia de la toma de Menfis, de donde había huido Tefnakht. Las defecciones en el norte dejaron aislado al rey de Sais que, además, iba perdiendo terreno de forma alarmante. Decidió entonces someterse al rey Py, reconocido ya por el clero de todos los dioses locales, y le presto juramento de fidelidad. El rey etíope había logrado la conquista de todo el territorio y Egipto era, de nuevo, un país unificado. Pero esa no es más que una parte de la realidad, pues Py no había construido en torno a su poder un mecanismo de control territorial susceptible de administrar el estado que había conquistado. El respeto de los dinastas locales en sus ciudades no había contribuido a la creación de un sistema burocrático en paralelo, sino que, como en los estados del próximo oriente asiático, la campana de Py puede ser considerada como una cabalgada destinada a obtener un suculento botín y un reconocimiento teórico de autoridad sobre unos territorios que no volverá a visitar.

Py había demostrado la posibilidad de restaurar un Egipto unido, pero fue incapaz de cuajar la tarea. En realidad, el gran conquistador que pudo haber sido queda reducido en su proyección histórica al brutal saqueador de ciudades cuyos horizontes no superan los límites de su propio bienestar. Es cierto que, retirado Py a Napata, Tefnakht se proclama faraón en Sais, inaugurando así la dinastía XXIV de Manetón, de la que será miembro único su hijo y sucesor Bakenrenef, conocido por el historiador griego Diodoro (I, 79 sé.) como Bochoris, al que atribuye una profunda reforma del derecho privado. Por otra parte, Osorcón IV, rey de Bubastis, logra mantener también su autonomía y, según parece, es él quien llega incluso a participar en la política asiática, junto a Oseas de Israel, lo que sitúa a Egipto en el punto de mira de la actividad militar y expansionista de Asiria. Así pues, queda patente cómo tras la retirada de Py, el norte recupera su tono vital sin duda sometido a las condiciones ambientales de la época.

No obstante, Py es el fundador de una auténtica dinastía egipcia, la XXV, así lo entendió Manetón y así lo han seguido admitiendo los egiptólogos. Da la impresión de que a la muerte del soberano etíope, su hermano y sucesor, Shabako, se viera obligado a recuperar, por las armas, la situación hegemónica de Kush en Egipto. Precisamente en su campaña contra el norte derrotaría a Bochoris, que moriría quemado. Una vez recuperado el dominio territorial, Shabako emprendería una actividad similar a la de cualquier otro faraón. Se preocupó por controlar Tebas y para ello dispuso que su hijo fuera gran sacerdote de Amón; por otra parte se congració con los demás cleros mediante una intensa política de restauración y construcción de templos. Además, procuró una política exterior modesta para no atraer la atención del monarca asirio, el aguerrido y despiadado Sargón II, pero apoyaba todos los intentos insurreccionales de las ciudades dependientes, con las que mantenía relaciones esencialmente de carácter comercial y diplomático. Su sobrino Shabiktu, hijo de Py, le sucedió en el trono. Al poco tiempo de su coronación accede al trono asirio Senaquerib y la ocasión es aprovechada por varios reyes de Siria y Palestina para sublevarse contra Asiria. Los coaligados solicitan ayuda a Shabiktu y el faraón envía un importante contingente de carros capitaneados por su hermano Taharqa. Al norte de Asdod, Senaquerib obtuvo una clara victoria que obligó a la retirada del príncipe Taharqa.

Poco después moría, según Manetón asesinado por Taharqa, el faraón Shabiktu, que es reemplazado por su hermano. El nuevo faraón, Taharqa, tendrá un largo reinado de veinticinco años, los de mayor apogeo de la dinastía etíope. Cinco grandes estelas de Kawa recogen acontecimientos importantes del reino, como por ejemplo la extraordinaria inundación del año sexto que dejó perplejos a todos: "Su majestad mandó que le trajeran las crónicas de sus antecesores para comprobar las inundaciones que hubieran tenido lugar en su tiempo. Pero nada parecido pudo encontrarse...". Los beneficios fueron tan grandes que Taharqa pudo reemprender las tareas constructivas como en los mejores tiempos. Sin embargo, el faraón no estaba solo. El imperio Asirio deseaba unificar bajo su mando todos los territorios proximo-orientales y Egipto participaba frecuentemente en las disputas asiáticas ayudando a los estados sirio-palestinos. En el ano 17 de Taharqa, hacia 674, las tropas egipcias vencen a las de Asarhadón en la costa palestina. Tres años más tarde, el monarca asirio organiza una nueva expedición que culmina con éxito para él. Taharqa es derrotado, lo que le abre al asirio las puertas de Egipto hasta Menfis. El faraón tuvo que refugiarse precipitadamente en Tebas. El Bajo Egipto quedó a merced de Asarhadón, que impuso administradores asirios tras haber saqueado el país. El monarca asirio se retiró a Siria, ocasión aprovechada por Taharqa para promover un movimiento antiasirio. Asarhadón se vio obligado a organizar una nueva campaña egipcia, pero murió en 669 cuando se encontraba al frente de la misma camino del Nilo.

El sucesor, Assurbanipal, retornó la actividad bélica de su padre y cuando tuvo noticia de que Taharqa había recuperado Menfis, se dirigió a Egipto, con la excusa -recogida en sus anales- de salvaguardar a los reyes y gobernadores designados por Asarhadón, entre los que destacará Necao de Sais. Nuevamente la maquinar a militar asiria se impuso a las tropas de Taharqa, que hubo de emprender una vez mas la huida a Tebas. Por su parte, Assurbanipal reemprendió el camino de Asia, y Taharqa urdió una conspiración en la que participaron muchos de los dignatarios del norte favorecidos por el rey asirio. Assurbanipal se dirigió nuevamente a Egipto y tras reiterar su supremacía militar castigó severamente a las ciudades sublevadas. Necao fue conducido con cadenas a Nínive. Pero llegados a la capital, el monarca asirio decidió cambiar de estrategia y devolvió a Necao con grandes honores a Egipto, dispuesto a defender los intereses asirios, convertido en su mejor agente local; su propio hijo Psamético recibió el gobierno de Athribis.

Taharqa se vio obligado a retirarse a Kush y ya no volvería a Egipto. En el año 664 murió en Napata y le sucedió su pariente Tanutamón, que inmediatamente emprende una campaña de recuperación territorial similar a la de Py, relatada en la llamada Estela del Sueño. Tanutamón llegó hasta el Mediterráneo y probablemente Necao perdió la vida enfrentándose a su avance. Psamético, por su parte, buscó ayuda en Assurbanipal. Éste decidió intervenir, organizó su segunda campaña egipcia, repuso a Psamético y llegó a tomar Tebas. No obstante, después de la retirada de Assurbanipal, Tanutamón continuó siendo el faraón reconocido en Tebas, al menos hasta el noveno año de reinado de Psamético I, que aúna todo Egipto ante el abandono de Tanutamón, retirado para siempre en Napata. Desde entonces, el reino de Kush se va alejando culturalmente cada vez más de Egipto, hasta adquirir una fisonomía irreconocible.