Época: Siria
Inicio: Año 2400 A. C.
Fin: Año 2000 D.C.

Siguientes:
La arquitectura eblaíta
La necrópolis real: los hipogeos
La escultura eblaíta
Los relieves: pilas y estelas
La glíptica
La orfebrería

(C) Federico Lara Peinado y Joaquín Córdoba Zoilo



Comentario

Muchas de las grandes ciudades sirias tuvieron su razón de ser gracias a la actividad comercial que desplegaron (maderas, metales, manufacturas, productos agrícolas), posibilitada sobre todo por su situación geográfica. De ellas, en el ámbito sirio del III milenio a. C., destacaron especialmente dos: Ebla y Mari.
La primera llegó a constituir en los últimos siglos del citado milenio la capitalidad de un gran reino semita -algunos autores hablan de Imperio-, cuya historia va siendo desvelada a medida que prosiguen las excavaciones arqueológicas y el desciframiento de las tablillas de sus archivos.

Mari, importante enclave de comunicaciones a orillas del Eúfrates, fue una ciudad ligada íntimamente a la historia mesopotámica, formando parte de las dinastías sumerias e integrándose en los Imperios acadio y babilónico. Su arte más significativo giró en torno a su magnífico palacio, cuyas ruinas han proporcionado materiales arqueológicos y artísticos de todo tipo.

Las excavaciones italianas, llevadas a cabo en Ebla (Tell Mardikh) desde 1964, han puesto al descubierto en tal lugar imponentes ruinas tanto de edificios públicos como privados. La ciudad (56 hectáreas de superficie) constaba de dos partes topográficamente distintas: la acrópolis (de superficie oblonga) y, rodeándola, la ciudad baja.

La acrópolis, con un diámetro de unos 170 m., es la que ha aportado el mayor número de restos arqueológicos. Según referencias documentales, tal sector encerraba cuatro unidades arquitectónicas: el palacio real, el palacio de la administración, la cuadra de los toros, y la carretería. De ellos, los dos primeros pueden identificarse con dos sectores del gran Palacio real G mientras que los dos últimos están todavía por descubrir.

Por su parte, la ciudad baja de Ebla, estaba a su vez dividida en otros cuatro sectores, arquitectónicamente no homogéneos, llamados por los excavadores italianos Barrio principal, Barrio segundo, tercero y cuarto respectivamente, y que correspondían a las cuatro puertas de acceso de la ciudad, barrios de alguna manera conectados con los templos más importantes, dedicados a Dagan, Reshef, Sipish e Ishtar.