Comentario
De los niveles XVII-VIII apenas nos han llegado datos significativos, con excepción de los restos de un templo del pleno Bronce Medio. Del nivel VII, en cambio, se ha podido rescatar un Palacio real, un templo y la puerta principal de la ciudad.
El Palacio real aludido fue construido por Yarim-Lim, coetáneo de Zimri-Lim de Mari y de Hammurabi de Babilonia, en un deseo evidente de rivalizar con los magníficos palacios de Mari y de Ugarit. Por los restos hallados se sabe que su larga superficie rectangular se estructuró en dos sectores (un ala norte destinada a residencia real, y otra sureña a servicios), separados por un patio con un altar de fuego en el centro, que de alguna manera, junto a otros patios y estancias menores, articulaba el conjunto, en el cual -y en la Sala de audiencias- se prefiguraban, según E. Akurgal, los elementos de los futuros bit-hilani, construcción típica de la Siria del I milenio precristiano. Construido de adobe y entramado de madera, sus partes inferiores lo fueron con ortostatos basálticos, según se ha podido detectar en el sector norte. El palacio, según K. Bittel, alcanzó los tres pisos de altura en algún sector de la parte oficial, destacando así su monumentalidad sobre el resto de las viviendas. Interiormente estuvo pintado, con temas de inspiración tanto sirias como cretenses.
Junto al palacio se dispuso un templo, dedicado quizás a las divinidades locales. Era de planta cuadrangular, provisto de antecella y cella, muy semejante en todo a los de Ebla. El tercer elemento arqueológico corresponde a la puerta de la ciudad, sin ningún interés artístico. Su estructura era típicamente siria, esto es, articulada en forma de tenaza, parecida a la de Ebla.
Destruida la ciudad por los hititas, Alalakh no florecería de nuevo hasta el 1450 a. C., momento en que una dinastía local se hizo con el poder, a pesar de que prácticamente toda Siria era un campo de batalla en el que dirimían sus fuerzas hurritas, egipcios y asirios. El fundador de tal dinastía fue Niqmepa, a quien se debe la construcción de un nuevo Palacio real, cuya planta respondía de hecho a una vivienda particular, aunque mucho más compleja arquitectónicamente hablando, y en el que también, según A. Moortgat y E. Akurgal, podían aislarse elementos propios de los futuros bit-hilani. La entrada principal constaba de escalinata con dos columnas centrales; lo más interesante era la Sala de audiencias, formada por un conjunto de hasta seis habitaciones de estructura cerrada, muy diferente a la de los palacios mesopotámicos. Unido a este palacio estuvo el de Ilimilimma, padre de Idrimi.