Época: Luvio-aramea
Inicio: Año 1200 A. C.
Fin: Año 708 D.C.

Antecedente:
La arquitectura y la escultura

(C) Federico Lara Peinado y Joaquín Córdoba Zoilo



Comentario

Dice M. Liverani que el florecimiento de una parte no escasa de la cultura urbana luvio-aramea -especialmente la del área luvita-, se dio en una región que por su geografía montañosa había sido antes -y lo sería después-, bastante secundaria. Sorprende, sin embargo, que en esa y en las regiones menos agrestes de dominio arameo, el origen y crecimiento de las ciudades fuese tan parecido: en torno o a la sombra de una altura fortificada, una ciudadela, que solía dominar el curso de un río. Esa era la imagen de Karkemis junto al Eufrates, Hamat a la orilla del Orontes, Sam'al juntó al Karasu o la Guzana flanqueada por el Girgib, afluente del Habur.
La disposición general y él trazado urbanístico del último estado conservado en la mayor parte de las ciudades luvio-arameas conocidas es muy semejante también. Los recintos exteriores, que presentan desarrollos tan distintos entre sí como el círculo perfecto de Sam'al y el rectángulo casi perfecto de Guzana, no deben inducimos a error. Pues si se comparan las plantas de estos ejemplos extremos y otros semejantes, percibiremos una regularidad notable, una rígida separación entre ciudadela y ciudad baja y una arquitectura palatina prácticamente idéntica. Y como sugiere P. Matthiae, lo esencial es que a diferencia de la antigua tradición siria, los palacios reales luvio-arameos no estaban insertos en la trama de la ciudad, sino aislados en una ciudadela que podía situarse en el centro -caso de Sam'al- en un lado protegido por un río -caso de Karkemis y Guzana-. Dobles o sencillas, las murallas exteriores almenadas y torreadas, construidas con adobe y entramado de madera sobre cimientos y zócalos de sillares de piedra -al antiguo estilo hitita-, completadas con fosos -como el Guzana o Kardemis-, y alzadas sobre terraplenes -caso de Karkemis, entre otras-, daban acceso por sus puertas fortificadas de tenaza múltiple, decoradas con ortostatos esculpidos y leones de puerta, a un amplio espacio urbano que, en Karkemis, llegaba a cubrir las 95 hectáreas de superficie.

Sam'al, la capital del pequeño Estado de su nombre, resulta hoy quizás el ejemplo mejor conocido de planificación urbana en el área de su cultura. Las 37 hectáreas de superficie no hacen de ella una de las mayores ciudades, pero tampoco la menor. Asombra, desde luego, el doble círculo de sus murallas que con 2,20 km de desarrollo, tres puertas fortificadas de doble tenaza y unas 94 torres en cada uno de sus lienzos, constituía un sistema de defensa colosal. No es extraño por ello que el rey asirio Asur-aha-iddin (680 - 669) gustara de elevar su estatua en la puerta meridional, la principal de la ciudad.

El proyecto global de Sam´al no es tan tardío como algunos autores pretenden. En la línea opuesta, sugiere S. Mazzoni que en el siglo X existían ya las murallas de la ciudad baja, pero es que además la ciudadela y su arquitectura interior recuerdan sobradamente a la vieja tradición del norte, y aunque su aspecto final pueda parecer tardío, los orígenes se remontan por lo menos al siglo XI y aún antes. De hecho, F. von Luschan y sus colaboradores, aunque sólo se interesaron por los restos de la época del Hierro avanzado, comprobaron la existencia de ruinas y materiales de superficie anteriores al I milenio.

Las murallas torreadas de la ciudadela, que aprovechaba la pendiente natural de la colina, tenían un solo acceso desde el sur -en el eje de la puerta meridional del recinto exterior-, una puerta fortificada y decorada con ortostatos basálticos que daba entrada a un espacio abierto y sin construcciones -un lugar de mercado según A. Blanco-, cerrado al fondo por una segunda muralla. Pasada ésta, el visitante ingresaba por fin en el conjunto de edificios del palacio.

A las orillas del Eufrates, Karkemis tenía una historia mucho más larga. Pero los estudios realizados en ella, interrumpidos por la I Guerra Mundial, no permitieron que la información recogida fuera muy amplia. Sí es de relieve anotar, que la colina de la ciudadela, a pico sobre el río, sirvió como apoyo de los recintos amurallados: el semicircular de la ciudad interior, con tres puertas y erigido sobre un fuerte terraplén, y el doble y rectangular de la ciudad exterior, más tardío. Interesa destacar que en Karkemis encontramos los dos tipos de trazado amurallado de las ciudades luvio-arameas, sin que nada permita sugerir -como piensa M. Liverani-, que el trazado rectilíneo se deba a influencias asirias. De hecho los asirios de Arslan Tas-Hadatu o Til Barsip-Kar Salmanasar, se adaptaron de buena gana a un trazado luvio-arameo parcialmente circular.

La cronología de Guzana sufre todavía de ciertas reservas. En líneas generales se admite el siglo IX, aunque algunos la sitúan antes -caso de W. F. Albright, por la ausencia de influencia asiria en su escultura- o después -caso de E. Akurgal, en razón a lo clásico y desarrollado de su arquitectura palacial-, pero lo único cierto es que Adad-mérari II (911-891) la mencionaría en una inscripción del 894, esto es, que por fuerza tenía que existir desde bastantes años antes. Creo que la muralla exterior de la ciudad, rectangular y apoyada en el río, no tuvo que deberse por fuerza a una inspiración asiria, pues tal trazado -además de que lo vemos en la segunda ampliación de Karkemis- era ya conocido en época mitannia en Nuzi por ejemplo: y la ciudadela desplazada al flanco cubierto por el río era, en razón a su misma presencia, su situación en el plano y sus técnicas de construcción, una creación puramente luvio-aramea.

Dentro del recinto urbano y como en todas las ciudades antiguas, los edificios públicos recogieron las mejores experiencias de los arquitectos de la época. Una de éstas, la más famosa y controvertida por cierto, sería la del módulo palacial que los asirios llamaron bit hilani al estilo hitita, esto es, al del Gran Hatti luvita. Las teorías sobre su origen hitita, defendidas por K. Bittel y, parcialmente, por J. Margueron son, si no erróneas, cuanto menos muy dudosamente fundamentadas. No ocurre lo mismo con la hipótesis de maduración y último desarrollo luvio-arameo, a partir de una tradición siria documentada en el Bronce Medio y Tardío, pues los ejemplos ajustados pueden multiplicarse. H. Frankfort definió claramente la estructura tipo de tales edificios en un estudio clásico: se trata de un tipo de palacio formado, esencialmente, por dos grandes salas estrechas, con sus ejes paralelos a la fachada cuyo exterior se adornaba con ortostatos esculpidos. La primera sala era en realidad un amplio pórtico, sostenido por una o tres columnas o atlantes que descansaban sobre basas talladas o pedestales teriomorfos. Desde un lateral del mismo pórtico, una escalera subía a una segunda planta.

Con pequeñas variantes, este módulo se repite en Guzana -el ejemplo de mayor claridad para E. Akurgal-, Sakçagözü, Tell Taïnat o Sam'al, donde en mi opinión, su reiterado empleo consiguió -sin intención aparente- un conjunto de alta originalidad y que recuerda sin embargo al mundo hitita.

El bit hilani y los demás tipos de construcciones reales o religiosas solían integrar en su estructura una serie de elementos escultóricos: las columnas y sus elementos, las esculturas portantes y los bajorrelieves. Dice E. Akurgal, que la primera basa de columna individual y de formas artísticas nació en el seno de la arquitectura luvio-aramea. Sus posibles antecedentes en el mundo creto-micénico o sirio no pasaron de ser simples discos de piedra. Por el contrario, las basas luvio-arameas como las usadas en Tell Taïnat o en el edificio K de Sam'al, son verdaderas obras maestras, con rico tallado y auténtica función tectónica. En no pocos lugares, el mismo papel sería cumplido por pedestales teriomorfos, débiles o sencillos, entre los que hay que destacar por razones distintas, los animales del pórtico del hilani en Guzana y los leones echados de Tell Taïnat. Y a la arquitectura luvio-aramea hay que conceder también la original idea de utilizar esculturas como soportes del dintel de un pórtico, tempranos atlantes y cariátides que, en Guzana, cumplieron adecuadamente su misión.

Si observamos las grandes obras de la arquitectura del período, convendremos en que el conjunto más impresionante y mejor conocido es el de Sam'al. Las construcciones que las murallas de la ciudadela protegen, se agrupan en varios sectores: en la curva este de la muralla, las casamatas. Más al norte, el palacio del gobernador asirio tras el fin de la independencia. En el rincón noroeste, los edificios J y K, de tipo hilani; y al oeste, el gran patio porticado con pilares cuadrados, al que se abrían los edificios III y IV, en el que se apoyaba el hilani II. Obviamente, no todos eran contemporáneos, pero los arquitectos procuraron irlos encajando en un plano general que, en su último estadio, recuerda al orden de Büyükkale. Ciertas inscripciones permiten fechar el edificio J en la época del rey Kilamuwa (ca. 830). Este palacio -en cuya entrada se halló la estatua de 3 m de un dios sobre un pedestal de leones-, parece el edificio más antiguo de la ciudadela. Con un sector privado y otro oficial, la entrada -de 8 m de anchura- debió contar con soportes que no dejaron rastro. Como era costumbre, en la sala principal, un hogar fijo serviría para hacer frente a los crudos inviernos de la región. Inmediatamente al lado, el hilani K se atribuye a la época del rey Barrakib (después del 732). Una escalinata de 8 peldaños y un pórtico de cuyas columnas quedaban tres basas finamente talladas -con cable trenzado estrangulando en el centro a las bandas superior e inferior de elementos vegetales-, llevaba a la típica sala alargada.

Al mismo Bar-rakib se remonta también la parte más complicada del conjunto: el patio porticado y los edificios tipo hilani III, IV y II. En una inscripción, el monarca recuerda con orgullo que sus antecesores no habían edificado más que el palacio de Kilamuwa. Al hilani I se accedía por un pórtico de una sola columna con pedestal en forma de esfinge. A la izquierda, figuraba un famoso ortostato en el que el rey aparece junto a su escriba. Según E. Akurgal, el hilani II y III, un poco más tardíos, vienen a repetir el módulo conocido.

Otro de los conjuntos palatinos más interesantes de la época luvio-aramea es el palacio de Kapara en Guzana. Se trata de un hilani cuyo muro sur, integrado en el recinto de la ciudadela, aparecía decorado en la base de sus cinco torreones con una larga fila de pequeños ortostatos de basalto y caliza rojiza. Siguiendo el muro, un visitante llegaría a la Puerta de los Escorpiones, una entrada de triple tenaza que daba acceso a la plataforma sobre la que se levantó el hilani. Las esculturas de su pórtico abrían paso a la planta sencilla y clara de un edificio que, carente de anexos, debió servir -según E. Akurgal- tan sólo como lugar de audiencias.

En el terreno de la arquitectura religiosa, los maestros luvio-arameos parecen haber seguido líneas muy distintas. El recinto del templo en Karkemis, junto a la gran escalinata que lleva al palacio, apenas si tiene parecido alguno con el templo de Tell Taïnat, de planta idéntica a la de un megaron, con una escalinata de dos peldaños y un pórtico de dos columnas cuyas basas formaban dobles leones echados.