Época: EuropaRevolucionaria
Inicio: Año 1830
Fin: Año 1870

Antecedente:
Grandes corrientes de pensamiento

(C) Federico Lara Peinado y Joaquín Córdoba Zoilo



Comentario

Un antiguo secretario de Saint-Simon, Auguste Comte, se apoyó en la teoría sansimoniana de los tres estadios del desarrollo del conocimiento (el teológico, el metafísico y el positivo) para fundamentar una teoría que trataba de poner toda la realidad social bajo el dominio de la ciencia. El positivismo consistiría, según Biddis, en la creencia de que la metodología científica proporciona el principal, e incluso único, sistema para la consecución del verdadero conocimiento. La principal obra de Comte, su Curso de filosofa positiva, se publicó entre 1830 y 1842 y contribuyó decisivamente a extender la convicción de que la ciencia natural era la única que podía dar validez al conocimiento y hacer posible una verdadera cosmovisión.Detrás de esas pretensiones de obtener una visión global de la realidad había un intento de poner en pie una religión secular, lo que resultó patente tras la publicación, entre 1851 y 1854, de su Sistema de Gobierno positivo, en el que había un intento de integrar las leyes sociales con una pretendida religión de la humanidad. Algunos simpatizantes se apartarían de Comte a partir de entonces (entre ellos J. S. Mill y T. H. Huxley, que afirmó que las propuestas de Comte equivalían a catolicismo sin cristianismo), pero éste continuó siendo una referencia intelectual inexcusable para quienes se esforzaban en encontrar la clave de una interpretación unitaria de la realidad social. Su intento de una religión positiva representó el cenit de la secularización del pensamiento europeo, de la que escribió O. Chadwick.La réplica del positivismo comtiano en Inglaterra la representa Herbert Spencer (Social Statics, 1851; Synthetic Philosophy, 1862), empeñado en un intento de ordenar la totalidad del conocimiento humano y en fijar las leyes de la evolución social, de acuerdo con las exigencias de su entorno. En ese sentido, Spencer opinaba que las sociedades industriales estaban mejor dotadas que lo que él denominaba sociedades militantes, que sufrían la coerción de las autoridades militares o religiosas.