Comentario
Mientras tanto, el Reino Unido había experimentado profundas transformaciones de carácter demográfico y económico. De acuerdo con los datos proporcionados por P. Deane y W. A. Cole, el Reino Unido, que tenía algo menos de 16.000.000 de habitantes a comienzos de siglo, había pasado de los 24 en 1831, con una tasa de crecimiento que, en la segunda década del siglo, había superado el 16 por 100. Las magnitudes de crecimiento eran aún mayores en la misma Inglaterra, que se beneficiaba del flujo migratorio desde las otras naciones (Escocia, Gales e Irlanda) que formaban el Reino Unido. El crecimiento de la población se mantuvo hasta 1845, pero fue duramente afectado por la crisis irlandesa de la patata en los años siguientes. En todo caso, la población total del Reino Unido casi alcanzaba los 27,5 millones en 1851.Inglaterra, que significaba en 1851 casi los dos tercios de la población total del Reino Unido, había visto cómo aumentaba su población en los condados de carácter comercial e industrial, especialmente en el norte, a costa de la zona de las Midlands y de East Anglia, en donde predominaban los condados de carácter rural. En estas transformaciones se encerraba un acusado proceso de urbanización que, en el caso de Londres, le llevó desde el millón escaso de habitantes que tenía a comienzos de siglo, hasta los casi 2.500.000 de 1851.Sin embargo, el crecimiento proporcional más espectacular fue el de las nacientes ciudades industriales y puertos que, como término medio, cuatriplicaron el volumen de su población. Es el caso de Liverpool, que pasó de 82.000 a 376.000 habitantes durante la primera mitad de siglo; de Glasgow, de 77.000 a 345.000; de Manchester, de 75.000 a 303.000; o de Birmingham, de 71.000 a 233.000.El crecimiento demográfico de estos años se sostuvo sobre altos índices de natalidad, siempre cercanos al 3,5 por 100 anual, que compensarían sobradamente unos índices de mortalidad muy estables hacia mediados de siglo (en torno al 2,2 por 100 en los años centrales del siglo).La población dedicada a la agricultura y otras actividades primarias disminuyó sensiblemente entre 1801 y 1851 (de un 35,4 por 100 a un 21,6 por 100 del total de la población activa estimada) mientras que aumentaba significativamente la que se dedicaba a la industria (del 29,1 al 42,2 por 100) y al comercio (del 10,4 al 15,5 por 100). Era el reflejo demográfico del profundo cambio económico que se conoce como la Revolución industrial, de acuerdo con el concepto puesto en circulación por Arnold Toynbee en 1881.En 1831, las actividades industriales y mineras, junto con las de comercio y transporte, representaban ya más de la mitad del producto nacional total, mientras que la agricultura y las demás actividades primarias representaban menos de un cuarto del producto nacional. Estas alteraciones sugieren la aparición de una economía decididamente volcada a la industria como consecuencia de un proceso de maquinización que se tradujo en un notable aumento de la producción de manufacturas.En ese proceso de transformación jugó un papel destacado la mejora de la red de comunicaciones, que hizo posible la articulación de un mercado nacional. Al establecimiento de los primeros tendidos, en 1825, siguió un fuerte desarrollo de la construcción en la década de los treinta. A finales de la misma se habían ya construido 2.400 kilómetros, y había quedado establecida la relación entre Londres y la zona industrial de Manchester y Liverpool, eje fundamental de la economía británica. Hacia 1850 eran ya casi 10.000 los kilómetros construidos y se había hecho más densa la red que unía la capital con otras ciudades del norte (Leeds, Derby, Nottingham y Birmingham). A esa red ferroviaria, habría que añadir la mejora de la red viaria (turnpikes) y el aumento de los canales navegables, de acuerdo con un programa de construcción que se había intensificado a mediados del siglo anterior. Hacia 1850 Inglaterra contaba con 6.500 kilómetros de canales y ríos navegables, que permitían la conexión de Londres con las ciudades industriales del norte y con las de la costa galesa.El Reino Unido fortaleció también su papel de gran potencia en el comercio exterior. Según los cálculos de R. Davis el total de las importaciones británicas (dos tercios de materias primas y uno de alimentos) duplicaba ampliamente en los años cuarenta las cifras de los años anteriores a las guerras napoleónicas, y las exportaciones (especialmente textiles manufacturados) aún habían crecido más en el mismo periodo. Se calcula que, durante la primera mitad del siglo XIX, el Reino Unido había controlado más de la cuarta parte del comercio mundial. Asia y América Latina eran mercados en los que los británicos aumentaron significativamente su presencia.Instrumento decisivo en la consolidación de este comercio internacional fue la existencia de una gran flota mercante. Los 15.000 barcos registrados a comienzos del siglo XIX, que desplazaban algo menos de 1.500.000 toneladas, eran ya casi 25.000 a mediados de siglo, de los que mil eran barcos de vapor. El conjunto de esos barcos desplazaba más de 3.000.000 de toneladas.Este crecimiento del comercio ultramarino hizo que no fuera extraño que la presencia comercial se viera pronto acompañada de la presencia política colonial.