Época: EuropaRevolucionaria
Inicio: Año 1830
Fin: Año 1848

Antecedente:
Rusia

(C) Federico Lara Peinado y Joaquín Córdoba Zoilo



Comentario

Este renacimiento cultural tuvo como telón de fondo una renovación de la política educativa que tuvo como protagonista a S. S. Uvarov, ministro de Educación durante la mayor parte del reinado de Nicolás I. El número de estudiantes y de centros se duplicó durante aquellos años y, aunque se establecieron medidas de vigilancia por la Carta universitaria de 1835, las universidades rusas tuvieron prestigio en campos científicos como la electricidad o el magnetismo (tendido del primer telégrafo eléctrico en 1835). El matemático Lobachevsky fue una destacada figura en geometría no euclidiana, y el cirujano Pirogov fue un innovador en técnicas de anestesia, utilizadas durante las campañas militares.En realidad, el gran debate en Rusia fue el que se libraba entre occidentalistas y eslavófilos, según insistiesen en la necesidad de adaptarse a los países occidentales o tratasen de encontrar una vía específicamente rusa para abordar los problemas existentes. El debate, que debía mucho a corrientes filosóficas occidentales, parecía centrarse en el problema de determinar un destino nacional. Entre los occidentalistas, admiradores del Reino Unido, hay que contar a Katkov, Kaveline y, sobre todo, a Alexander Herzen (1812-1870), que emigró de Rusia en 1847 y difundió desde Londres un periódico (La Campana) crítico hacia el sistema. La experiencia de las revoluciones de 1848, sin embargo, le hizo ver la necesidad de aceptar algunas instituciones peculiares rusas (v. g.: la comuna) en el proceso de transformación de la sociedad. Esto le convertiría en un precursor de los futuros populistas.Entre los eslavófilos, muchos de ellos altos funcionarios, se pedía al zar una regeneración del autocratismo a partir de la emancipación de los siervos y de la reforma agraria. Sus sentimientos de hostilidad hacia el individualismo de Occidente, les hicieron derivar algunas veces hacia un paneslavismo que tampoco era muy agradable para los sentimientos legitimistas del zar.