Época: Liber-Demo
Inicio: Año 1870
Fin: Año 1914

Antecedente:
Del liberalismo a la democracia

(C) Joaquín Córdoba Zoilo



Comentario

La estabilidad y tendencia a la democracia que caracterizan la historia política de los Inglaterra, Alemania y Francia -las grandes potencias de Europa occidental, durante este período- fueron también compartidas, en líneas generales, por los demás Estados de la zona.
En Italia, la derecha -el antiguo partido de Cavour, cuya principal base social eran los grandes propietarios y las clases comerciales y profesionales del norte- fue sustituida en el poder por la izquierda -una coalición formada por el partido piamontés de centro izquierda y los republicanos que se habían integrado en la Monarquía, con un mayor arraigo social entre los notables terratenientes del sur, las clases medias y los artesanos urbanos-. El relevo tuvo lugar en 1876, a consecuencia de la derrota parlamentaria del gobierno en un proyecto relativo a la nacionalización de los ferrocarriles.

La existencia de dos grupos bastante diferenciados por sus principios políticos, como hasta entonces, fue reemplazada por un sistema que se conoce como "trasformismo" -la transformación de los oponentes en partidarios- en el que la vida política estuvo caracterizada por la lucha entre grupos y facciones que perseguían intereses particulares. Agostino Depretis, hasta su muerte en 1887, fue la personalidad política más característica del período clásico del "trasformismo". En la última década del siglo, el protagonismo, tanto en la política interior como en la exterior, y de la expansión colonial en África, correspondió a Francesco Crispi, héroe del "Risorgimento", y una figura altamente controvertida en la historiografía italiana.

En 1882 se llevó a cabo una reforma electoral que elevó el censo del 2,2 por 100 al 6.9 por 100 de la población. Frente a la legislación anterior -fue reconocía el derecho al voto a los varones mayores de veinticinco años, que supieran leer y escribir, y pagaran determinados impuestos directos-, la nueva ley extendió la franquicia electoral a todos los varones mayores de veintiún años, que supieran leer y escribir, suprimiendo prácticamente el requisito del pago de impuestos. La reforma dio una mayor influencia a la población urbana sobre la rural, y supuso un considerable aumento del número de electores del norte -con un mayor desarrollo de la educación elemental- respecto a los del sur. El primer efecto era favorable a los intereses de la izquierda, no así el segundo, que fue neutralizado manteniendo la vigente distribución territorial de la representación, favorable al sur, mediante la cual esta zona, más Sicilia y Cerdeña, proporcionaba unos 200 diputados sobre un total de 508.

Durante los llamados "años negros de la depresión", entre 1888 y 1896, se sucedieron una serie de revueltas agrarias y urbanas -insurrecciones populares espontáneas derivadas de la crisis económica-, que habrían de culminar el "año terrible", 1898, con los tumultos agrarios de Toscana y el norte, y con una sublevación en Milán, en cuya represión murieron 90 personas. A la crisis económica y social se sumó, en 1896, la crisis política provocada por la derrota en Adua frente a los abisinios, y la consiguiente retirada de Crispi, crisis que habría de prolongarse hasta el comienzo de la "era giolittiana", a partir de 1901. El partido socialista, fundado en 1892, adquirió una progresiva importancia política -con 33 diputados en 1900- y una fuerte implantación social: "toda la cultura italiana de fines del siglo XIX -ha escrito Paul Guichonnet- se vincula de una u otra manera al socialismo que proporciona una alternativa ideológica a los valores patrióticos y humanitarios del "Risorgimento", debilitados por los compromisos y la corrupción de la clase política vinculada a la Monarquía".

En España, la estabilidad fue precisamente el principal objetivo perseguido por el hombre fuerte de la Restauración, Antonio Cánovas del Castillo, quien pensaba que "cincuenta años de Monarquía constitucional, sin pronunciamientos, podrían hacer de nosotros (los españoles) un pueblo razonable". No era sólo la experiencia de los seis años que siguieron al destronamiento de Isabel II, en 1868, sino también la historia del reinado de esta última, lo que le llevó a idear un sistema que trataba de desplazar a los militares de la escena política haciendo de la Corona la fuente básica del poder.

Conservadores y liberales se alternaron regularmente en el gobierno, al que eran llamados por el monarca, y en el que eran confirmados por elecciones invariablemente ganadas por el partido que las organizaba. Apenas había diferencia en la base social de ambos partidos, pero no así en su programa político. Frente a un partido conservador de carácter moderado, no reaccionario y que estableció la tolerancia religiosa, los liberales hicieron de los principios democráticos de 1869 su programa. La sustitución de la ley electoral conservadora de 1878, de carácter censitario, por la liberal de 1890, que restablecía el sufragio universal masculino, y que dio el derecho al voto al 24 por 100 de la población -la proporción más alta en Europa, después de Francia- significó la culminación de su política.

Aunque artificial, el sistema se mostró lo suficientemente fuerte como para resistir la grave crisis nacional que siguió a la derrota frente a los Estados Unidos en 1898, y la consiguiente pérdida de los últimos restos del imperio colonial español. Para las fuerzas de oposición de distinto signo -carlistas, republicanos, anarquistas y socialistas- el "Desastre" llegó demasiado tarde o demasiado pronto; demasiado tarde para los tres primeros grupos, después de la derrota militar, el fracaso de las experiencias intentadas durante el sexenio democrático, la represión que sufrieron posteriormente, y su propia desunión; demasiado pronto para los socialistas, con escaso arraigo todavía en el país.

La paz política reinó en Portugal desde el movimiento conocido como "A Regeneraçao", en 1851, hasta 1890, con la breve excepción de la crisis de 1870.

El "rotativismo", la alternancia en el poder de dos partidos sin grandes diferencias entre ellos -el regenerador y el progresista- se basaba, como el "turnismo" en España, en elecciones hechas desde el gobierno. La legislación electoral portuguesa era, respecto a las condiciones fijadas para ser elector, una de las más avanzadas de Europa: según la ley de 1878, todos aquellos que supieran leer y escribir, o que demostraran ser cabezas de familia -en un sentido muy amplio- tenían derecho al voto; la población electoral, de acuerdo con estos criterios, era del 18-19 por 100 de la población total. Esta ley, sin embargo, mantuvo una distinción entre electores y elegibles que, en las últimas décadas del siglo XIX, era excepcional en Europa: para poder ser diputado era necesario disponer de unas rentas que sólo unos 100.000 varones -e1 2 por 100 de la población total- poseía.

La estabilidad política fue gravemente alterada en 1890 a consecuencia de los efectos de una crisis económica y financiera y, sobre todo, del enfrentamiento colonial con Gran Bretaña, conocido como "crisis del ultimátum". En palabras de Oliveira Marques "este ultimátum causó una ola de indignación nacional contra Inglaterra y un amplio movimiento contra la Monarquía y el rey mismo, que fue acusado de no prestar la debida atención a los territorios de Ultramar, y de poner en peligro los intereses nacionales". Entre otras alteraciones del orden público, en enero de 1891, tuvo lugar la primera sublevación republicana en Oporto.

A pesar de que, en 1893, se reanudó la alternancia de partidos hasta 1906, las cosas no volvieron a ser como antes. Los partidos monárquicos se dividieron y mostraron fuertes tendencias al autoritarismo. Una nueva reforma electoral, en 1895, suprimió los puestos electivos del Senado, redujo el censo electoral y alteró los límites de distritos para aumentar el peso del voto rural en relación con el urbano. En este contexto, la oposición republicana fue adquiriendo cada vez más fuerza.

En Bélgica, católicos y liberales se alternaron pacíficamente en el poder. En 1892 fue elegida una Asamblea Constituyente para reformar el texto de 1831. La inicial resistencia de esta Asamblea a adoptar el sufragio universal, fue vencida parcialmente por la presión del partido socialista belga -fundado en 1885- que, en abril de 1893, utilizó por primera vez una huelga general como arma política y no revolucionaria. El sufragio censitario fue sustituido por una forma de sufragio plural, mediante el cual todos los varones mayores de veinticinco años tenían derecho al voto; además todos aquellos con determinada educación o riqueza obtuvieron votos suplementarios hasta un máximo de tres. Así los 510.000 belgas con voto plural sumaban 1.240.000 votos, por 850.000 que sólo disponían de un voto.