Época: Vida cotidiana Fin-d
Inicio: Año 1870
Fin: Año 1914

Antecedente:
La familia burguesa

(C) Joaquín Córdoba Zoilo



Comentario

La posesión de personal doméstico es un símbolo de distinción, ciertamente al alcance de pocos pero objetivo de todos. Sólo los que ostentan una encumbrada posición social tienen la posibilidad, también la obligación, de albergar en su casa a mayordomos, doncellas y criadas. Ser servido implica además el manejo de una mayor cantidad de tiempo libre, que puede ser empleado en gustosas actividades de representación, como visitas, fiestas o reuniones.
El gusto por el servicio es un rasgo aristocrático, heredado por la nueva clase dominante, la burguesía.

La servidumbre no sólo trabaja sino que, cuando es posible, habita la misma casa que los señores. Las estancias están perfectamente separadas, correspondiéndoles espacios marginales como los sótanos de las viviendas, funcional y sobriamente decorados.

Entre el servicio también hay jerarquías. Preceptores e institutrices ocupan la cúspide, en virtud de sus conocimientos. El objetivo ideal de que los hijos aprendan en casa sólo puede ser cumplimentado por las familias más pudientes, y en contra de estas figuras corre también la creciente obligatoriedad de la escolarización.

Por debajo, los criados se hallan en una situación liminar, viviendo en un entorno familiar, económico y cultural al que no pertenecen. Atienden a los amos y conocen sus intimidades, pero están obligados a guardar los secretos como si fueran propios. Tienen acceso a una intimidad que les es ajena -visten a los amos, conocen sus ropas, escuchan sus conversaciones-, pero se trata de un mundo al que no pertenecen. Para los amos apenas tienen consideración, no son objeto de atención; de ahí que no sea problema mostrar la desnudez corporal ante el ayuda de cámara o la doncella.

Las reducidas dimensiones de las viviendas obligan a reducir el número de servidores, siendo frecuente encontrar sólo una persona de servicio, que, no obstante, sirve también como elemento de prestigio. Además, servir en casa ajena se va haciendo cada vez más una cuestión femenina y proletaria, decreciendo en la estima social.