Época: Mesoamérica
Inicio: Año 40000 A. C.
Fin: Año 1500 D.C.

Siguientes:
La transición hacia la vida del poblado

(C) Andrés Ciudad y María Josefa Iglesias



Comentario

Las investigaciones recientes definen un patrón migratorio de contingentes mongoloides desde el Asia Central según el cual el hombre americano penetró desde Siberia por el Estrecho de Bering durante los momentos finales del Pleistoceno. Existen fuertes discrepancias en relación con el momento de entrada al Nuevo Continente: algunos estudiosos defienden una penetración desde el 40.000 a. C., mientras que otros no la estiman más allá del 14.000 a. C.
La discusión sobre las fechas no es baladí, sino que se relaciona con dos esquemas de comportamiento distinto: los que defienden las fechas más antiguas sostienen la existencia de pequeñas bandas de recolectores-cazadores, con una tecnología de talla unifacial y sin conocimiento de las puntas de proyectil; en este sentido, la adquisición de puntas que definen el Paleolítico Superior en el resto del mundo es, en América, un proceso autóctono, independiente. La segunda posibilidad implica que el hombre entró en América como un gran cazador, con una tecnología de las puntas de proyectil ya evolucionada. Sin que haya consenso entre ambas posiciones, las evidencias que apuntan a la primera posibilidad son cada vez más abundantes.

Sea como fuere, es evidente que las realizaciones artísticas del hombre primitivo americano son diferentes de aquellas definidas para el Viejo Mundo. En primer lugar, son muy escasas; la tecnología es poco variada y, aunque se conocen industrias de hueso -un medio muy común de confeccionar obras artísticas en el Occidente- éstas resultan escasas. Por último, el arte rupestre, de distribución irregular y aún poco estudiado en la región de nuestro interés, es relativamente poco ilustrativo.

Al margen de puntas de proyectil, raederas, tajadores, navajas y otros útiles elaborados en piedra y hueso, los únicos objetos de arte hallados se encuentran en el altiplano mexicano. Así en el hueso sacro de un camélido extinto encontrado en Tequixquiac, al norte del lago Texcoco, y asociado a fauna pleistocénica, se talló la cabeza de un animal, tal vez un perro o un coyote. También en Valsequillo (Puebla, fechado antes del 20.000 a. C., se encontró un fragmento de pelvis de proboscídeo en el que se realizaron toscas incisiones hasta representar un bisonte, un tapir y varios mamuts; temas todos ellos comunes en el arte del Paleolítico Superior.

En lo que se refiere al arte rupestre, cada vez son más comunes los descubrimientos en el Suroeste de los Estados Unidos y regiones semiáridas de México. Sin embargo, presenta algunos problemas de difícil solución. En primer lugar, no incluye en sus escenas fauna extinta, sino animales del Holoceno; por otra parte, aunque a veces se hayan encontrado restos de grandes hervíboros asociados, las escenas son muy difíciles de datar por el continuo uso de las cuevas y abrigos rocosos. Es un arte naturalista, en que los motivos esenciales reflejan la fauna y el medio ambiente: impresiones de manos, hombres, escenas de caza, venados, águilas, alces y de pesca con diseños de arpones y peces.