Comentario
A la vez que a Chipre, la llegada de la metalurgia a la zona costera del Egeo se produce entre 3.500 y 3.200 a. C., fecha en que se funda la ciudad de Troya, situada en el extremo occidental de Anatolia, en una posición inmejorable para controlar las vías de comunicación entre Asia y Europa, o entre los mares Egeo y el Ponto, a través del estrecho de los Dardanelos. La excelencia de su situación queda demostrada por los grandes niveles, correspondientes a otras tantas ciudades que se edificaron y reconstruyeron, una sobre otra, durante unos 3.000 años. En la etapa calcolítica, como en los dos períodos siguientes, Troya no puede ser considerada como una ciudad, pues apenas pasaba de los 80 a 100 metros de diámetro. Más bien constituía una fortaleza, al modo de sus contemporáneas en Grecia, Dímini y otras estaciones. La duración de Troya I fue larga, hasta 2800-2600, fecha en que da paso a Troya II y a la Edad del Bronce, en una transición paulatina y sin sobresaltos, como resultado de su evolución interna. A lo largo del III milenio, como permiten deducir los materiales arqueológicos exhumados por Schliemann y sus sucesores, Troya se colocó a la cabeza de todas las poblaciones del Egeo, actuando como intermediaria entre las culturas metalúrgicas de Anatolia y las aldeas de Grecia continental y las Cícladas. Entre 2.400 y 2.300, una violenta destrucción acabó con Troya II, debida probablemente a la llegada de nuevos pobladores. El inicio de la edad de los metales en el Egeo, con esta primera etapa del Calcolítico, produjo una importante regionalización en tres grandes áreas: las islas, encabezadas por las centrales Cícladas, Creta, como un territorio que rápidamente desarrollará una fuerte civilización, y la Grecia continental, algo más atrasada respecto a las zonas anteriores. Así comienzan los períodos, contemporáneos unos de otros, denominados respectivamente Cicládico, Minoico y Heládico; las subdivisiones cronológicas de los mismos coinciden grosso modo, décadas arriba o abajo.