Comentario
Dos escultores áticos de trayectoria afín predominan en las primeras décadas del siglo V, Kritios y Euthydikos.
El nombre de Kritios va ligado a la aparición del contraposto, una de las soluciones más trascendentales de la Historia del Arte, a la que se ha atenido la representación de la figura humana durante siglos. No hay constancia de que Kritios inventara o descubriera el contraposto, que es un hallazgo realizado en un taller ático a comienzos del siglo V, pero es en una obra suya, en el llamado Efebo de Kritios del Museo de la Acrópolis, en la que por primera vez lo vemos plasmado.
El Efebo de Kritios se fecha hacia 480 y representa un avance sin precedentes en la búsqueda de expresión plástica para algo tan abstracto como la energía y la potencialidad del movimiento. Desde un punto de vista formal el contraposto equivale al hallazgo de un esquema definido por la contraposición de los miembros a partir del juego de piernas, que acusa la diferencia funcional entre pierna de sostén, sobre la que recae el peso del cuerpo y, por tanto, se mantiene tensa, y pierna exonerada, que se flexiona.
Tal actitud tiene inmediata repercusión estructural en todo el cuerpo, ya que la cadera de la pierna de sostén queda más alta que la de la pierna flexionada e idéntico desequilibrio afecta a los hombros, más bajo el del lado de la pierna de sostén que el contrario; cabeza y cuello pierden su posición axial y giran levemente en la dirección de la pierna exonerada.
Cuando se ve de cerca y al natural el Efebo de Kritios, enseguida se comprende que el contraposto es más que un esquema formal, puesto que dota a la escultura de contenido. Le da, en efecto, apariencia de cuerpo vivo con el pecho henchido, la espalda ligeramente arqueada, la musculatura activa. A todo ello contribuye de manera admirable el modelado, sobre todo en el torso, prueba inequívoca de la categoría de Kritios como escultor.
Entre las obras que se le atribuyen, ninguna fue tan célebre como el Grupo de los Tiranicidas, realizado en colaboración con Nesiotes. Aparte del valor artístico, la obra tuvo extraordinaria resonancia política en cuanto símbolo de la libertad. Es el primer monumento de carácter político erigido en Europa y el primero que celebra el triunfo de la democracia. Tras dar muerte a Hiparco, uno de los hijos de Pisístrato, Harmodios y Aristogitón -los tiranicidas- pagaron su acción con sus vidas e inmediatamente se les declaró héroes y se les erigieron estatuas. Estas fueron encargadas a Antenor; veinte años después fueron robadas por los persas y sustituidas por otras idénticas fundidas en bronce por Kritios y Nesiotes. Las copias de mármol conservadas en el Museo de Nápoles permiten saber que son obra del 477 aproximadamente, algo posterior al Efebo de Kritios.
El influjo de la obra de Kritios llega a talleres isleños e incluso al sur de Italia, como demuestran el Apolo Strangford y el Kouros de Agrigento, estatuas que reproducen los detalles formales, pero no penetran en la esencia íntima del contraposto.
Relacionado con el Efebo de Kritios y de la misma época es la cabeza del Efebo Rubio, así llamado por conservar en el pelo su antigua tonalidad amarillenta. El peinado artificioso le presta monumentalidad y carácter tectónico, rasgos que le diferencian del Efebo de Kritios, como también la dureza de los rasgos fisiognómicos y la expresión sombría, en oposición a la alegre luminosidad del rostro del Efebo de Kritios. No obstante, de la inclinación y giro de la cabeza se deduce que la obra respondía al mismo criterio de frontalidad y contraposto.
La relación del Efebo Rubio con Euthydikos se establece en virtud del estrecho parentesco con la obra más representativa de este escultor, la Kore de Euthydikos del Museo de la Acrópolis, fechada en el año 490. Ni el Efebo Rubio ni la Kore alcanzan el tamaño natural; sin embargo, ambos acreditan la monumentalidad y voluminosidad masiva, típicas del estilo de Euthydikos. Coinciden también en la firmeza del modelado, en la fuerza de los detalles -óvalo del rostro, pómulos, contornos de ojos y labios-, así como en la concentrada interioridad de la expresión. Se trata, pues, de obras concebidas de igual forma, de ahí la posibilidad de adscribirlas al mismo taller y al mismo maestro. Axialidad y sobriedad expresiva en ambas son los rasgos que definen el tránsito hacia el estilo severo.
La tradición o escuela iniciada en este taller se expande y llega hasta Olimpia y al mismo círculo artístico hay que adscribir obras como la estela de Sounion, que representa a un joven en actitud de ceñirse una corona.