Comentario
A continuación tendremos ocasión de apreciar los recursos materiales, técnicos y artísticos de las comunidades de la Europa atlántica. La Prehistoria europea vuelve a sorprender -y ésta no será la última vez- por el afán de lujo que transmiten una amplia serie de objetos arqueológicos. Estos pertenecen a la categoría de los adornos personales (pendientes, brazaletes, collares, complementos del vestido, etc.), de las enseñas del poder (hachas ceremoniales, mazas de mando, armas de prestigio, etc.), o de los enseres de distinción (vajillas de oro, de concha o de ámbar).
El trabajo en oro es el objeto principal de las artes de la Edad de Bronce Antiguo en las latitudes occidentales de Europa. Las islas Británicas van a la cabeza, seguidas muy de cerca por la península bretona de la Armórica, en la presentación de un cuadro social dirigido por una élite que hacía ostentación de su riqueza.
La Europa occidental de la época se coloca en el terreno de la metalistería y de la orfebrería en una posición tan notable, que se ha hecho acreedora a juicios comparativos con la opulenta Micenas. Micenas, en el período de las tumbas de pozo (Heládico Medio: 1900-1500 a. C.), y la Europa bárbara comparten un interés similar por parecidos materiales de lujo. Además del oro, es común la afición por el ámbar, por el coral, por las aplicaciones de hueso y marfil, etc. Micenas y la Europa contemporánea dan muestras, a través de las artes suntuarias, de móviles sociales que abren las rutas del Continente desde los mares occidentales al Mediterráneo oriental. Tales condicionamientos sociales parecen ser en el oeste europeo coincidentes con los que asomaron en las culturas centroeuropeas contemporáneas. En ambos mundos se atisba un intento social de destacarse -mediante lo que viene llamándose símbolos de poder- y de competir en la magnificencia de los símbolos. Tal resorte promovió riqueza material y de ella son las artes testimonio fehacientes.