Época: Grecia Arcaica
Inicio: Año 700 A. C.
Fin: Año 500 D.C.

Antecedente:
La propiedad de la tierra



Comentario

De este modo se configura la oligarquía de los politai, el conjunto de ciudadanos cuyo derecho a acceder a la tierra les posibilita asimismo el acceso a las funciones colectivas, a la politeia. Su manifestación más importante se lleva a cabo en la asamblea, donde se reúne la colectividad, bajo formas de control variables, según los casos, por parte de la aristocracia que, en la polis, accede a actuar públicamente en el centro, tanto en sentido metafórico como en su sentido real, pues el lugar público de la actuación política constituye igualmente el centro de la ciudad. En torno a este centro, meson, gira la vida de la comunidad, de la koinonía, equilibrio de las desigualdades, elemento superador de la stasis, siempre que los elementos externos, guerra o sumisión de extranjeros, colonización o control de territorios limítrofes, contribuyan como contrapunto a fomentar la solidaridad.
La politeia significó el triunfo de los lazos políticos de base económica sobre los lazos de sangre. Sin embargo, los áristoi, que suponían que su excelencia se hallaba asentada en tales lazos, continuaron en líneas generales poseyendo el control real de las instituciones sobre la base de un prestigio reforzado con la consolidación de un sistema ideológico que hacía del pasado la justificación de la identidad presente, que buscaba en él sus propias señas. El ciudadano es el heredero del antiguo aristócrata, con lo que éste recupera una imagen grandiosa que fortalece al nuevo aristócrata en su misión ciudadana cuando es él quien se muestre capaz de patrocinar los cantos públicos que exaltan la figura de los héroes y de acudir como atletas a los juegos panhelénicos para lograr prestigio para su ciudad, pero también para afirmar su propio prestigio dentro de ella.

La participación de todos en la politeia, de todos los que disfrutan de la tierra, no impide que de hecho la arché, el poder que se ejerce a través de las magistraturas, el de los árchontes, siga en manos de los poderosos, que también monopolizan la timé, el honor, que viene a identificarse con el poder, como en Roma, donde la identidad latina de los honores con las magistraturas simboliza la identidad del poder fáctico con su nivel ideológico. La contrapartida estaba representada por las leitourgíai, institución por la que los poderosos se ven obligados a desempeñar cargos onerosos, a realizar actos benéficos, en el plano económico y social, que a cambio los convierte en individuos protectores de la comunidad, como para justificar su superioridad política y económica.