Comentario
La cerámica más característica de La Aguada se parece técnicamente a la de La Ciénaga, pero los motivos representados son de índole muy diferente, predominando los de carácter antropomorfo, zoomorfo y de corte fantástico. Entre las representaciones antropomorfas destacan los guerreros, vistos de frente, sosteniendo dardos y lanzaderas, las figuras con máscaras felínicas y los sacrificadores con hacha y cabeza trofeo, todos realizados con una enorme rigidez de concepción y esquematismo en los detalles.
Entre las figuras de animales es dominante la del felino que se representa con multitud de variantes: de forma simple, doble o cuádruple, multicéfalo, con agregados insólitos y es posible derivar de su representación, tras sucesivos cambios y estilizaciones progresivas, una figura de aspecto draconiano, en las que la imagen principal se mezcla con la de un ofidio. Otras representaciones animales, siempre dentro de este estilo rígido y rectilíneo, son las de ofidios, a veces bicéfalos, saurios y batracios, convencionales o monstruosos, simios, aves, simples pero identificables como papagayos o cóndores, a veces descompuestos en sus rasgos anatómicos, pero vueltos a recomponer de un modo equilibrado y característico.
La cerámica polícroma, sabiamente elaborada, muestra también toda la gama de representaciones simbólicas en negro y púrpura sobre una superficie bruñida de color amarillo.
En relación con la cerámica Aguada se encuentran toda una serie de subdivisiones y variedades locales que se convirtieron en el máximo exponente artístico del Noroeste argentino y que tienen todas en común la fuerte incidencia en la representación del felino, hasta el punto de que se habla de un complejo felínico que dominó la vida religiosa de todo el pueblo de La Aguada. Las imágenes felínicas llegan hasta los mangos de las hachas y de las lanzaderas, a los pequeños torteros o fusayolas y hasta a las pinturas faciales de los guerreros, lo que hace pensar en la asociación del felino con temas bélicos y con la práctica de sacrificios sangrientos.
Pero al margen de esas representaciones artísticas son muy escasas las informaciones que tenemos sobre La Aguada y menos sobre sus creencias. Entre 600 y 800 d. C., La Aguada aparece como un exponente típico de la tradición cultural surandina del período cerámico medio, con lugares de habitación en las orillas de los ríos, cerca de lugares favorables para la agricultura. Además de las viviendas tradicionales se encuentran en lo alto de los cerros habitaciones de paredes de piedra, escaleras y muros de contención que parecen tratarse de centros ceremoniales. El mayor cúmulo de información procede de las tumbas, generalmente fosas cilíndricas o cuadrangulares, con un cadáver o hasta seis, algunos probablemente sacrificados. En ocasiones junto al esqueleto principal aparecen cráneos aislados, otra evidencia de la práctica de la cabeza-trofeo. La variedad y riqueza del ajuar está en relación con la importancia del personaje, lo que indica claras diferencias sociales.
La existencia de artistas especializados es evidente y la técnica de la metalurgia alcanzó un desarrollo notable, donde también se hace omnipresente la figura del felino, en discos pectorales, hachas y hasta pinzas depilatorias.
Se encuentran también en La Aguada figurillas de cerámica, pequeñas y macizas, modeladas a mano y adornadas con pastillaje, carecen de vestidos pero llevan complicados peinados. Su factura poco especializada hace pensar en la existencia de una especie de arte popular al margen de las realizaciones oficiales, donde dominan los temas de carácter simbólico y religioso, en relación al felino. Es un arte más amable y cotidiano y que refleja costumbres y hábitos locales.