Comentario
La excepcionalidad de los edificios del Naranco debió resultar llamativa en su propia época, hasta el punto de que en la "Crónica de Alfonso III" o en la "Crónica de Albelda", redactadas en el siglo siguiente, se describe y señala con especial admiración su técnica constructiva: "cum pluribus centris forniceis sit concamerata, sola calce et lapide constructa; cui si aliquiis aedificium consimilare voluerit, in Spania non inueniet" (abovedada con varios arcos, construida solamente de cal y piedra; si alguien quisiera ver un edificio similar a éste, no lo hallaría en España). Precisamente, el sistema de abovedamiento de la iglesia de Santa María del Naranco, con el largo cañón dividido por arcos fajones y soportado en una arquería ciega perimetral, es la forma constructiva más singular en el arte ramirense, a la que no pueden señalarse orígenes específicos, sino una vinculación remota con modelos romanos de salas de termas y en algunos mausoleos, pero muy distantes de esa época; otros sistemas similares de abovedamiento conocidos en Persia se difunden por el Mediterráneo en fechas posteriores, de forma que el sistema asturiano permanece aislado en el desarrollo artístico de Occidente.
Muchas otras singularidades ofrece el pabellón real del Naranco, convertido después en iglesia de Santa María. Su forma general es la de un prisma rectangular alargado con cubierta inclinada a dos vertientes; en el exterior sobresalen a cada lado dos series de cuatro esbeltos contrafuertes verticales con estrías y acanaladuras, en los lados largos se adosan una escalera doble exterior y un pórtico con un mirador. El interior está dividido en dos alturas, cuya separación no se marca en los muros externos; el piso inferior tiene una cámara mayor en el centro, abovedada con arcos fajones, y con dos puertas, pero sin ventanas; a los lados de esta sala hay otras dos menores, con cubiertas de madera, de las que una se empleó posiblemente como baño. En el piso superior se repite la misma distribución en tres ambientes, una gran sala central y dos amplios miradores, uno de ellos transformado en capilla mayor de la iglesia de Santa María, según la inscripción de la mesa de altar que en él se conserva, y que fue instalada allí tras la muerte de Ramiro I.
La sala principal permite apreciar en toda su extensión el sistema de abovedamiento sobre arcos fajones, que debe considerarse una solución inteligente y eficaz para poder fragmentar la cimbra y fraguar el mortero en sectores independientes. Los muros están ordenados mediante arquerías adosadas, que se soportan en haces de cuatro fustes con estrías torsas alternadas y capiteles prismáticos de aristas sogueadas. En los extremos de la sala hay arquerías triples que contienen vanos adintelados con las puertas de acceso a los miradores.
Las salas laterales de la planta alta son unos amplios balcones, abiertos por las tres fachadas, en los que se repite la misma organización arquitectónica del interior, con el añadido de nuevos arcos de menor tamaño que calan los muros laterales. Los testeros ofrecen una organización de arquerías triples que crean la imagen más original del monumento; dentro de una superficie lisa y limpia, sin molduras ni cornisas resaltadas, están los tres vanos inferiores, simplemente recortados en el muro y, sobre éstos, la triple arquería monumental del piso superior, sobre columnas gruesas entre las que correría un pretil; la misma arquería se repite a menor escala sobre el vano central y queda enmarcada por dos bandas rematadas en medallones, tallados con un relieve tan suave que parecen gallardetes colgantes con escarpelas; con esta labra suave se marca también una lengüeta horizontal en la hilada de piedra gris que separa cada piso y en las boquillas de los arcos.
El conjunto y las proporciones de Santa María del Naranco tienen poco en común con la arquitectura cristiana, pero se relacionan claramente con los conceptos de volumen y espacio en el templo clásico. Su posición exenta en un marco natural, sin otras construcciones cercanas, reproduce la sensación de delimitación geométrica de un volumen en el espacio, que se había obtenido ya en el templo griego, mientras que el interior, ordenado en segmentos y contenido por la curva de la bóveda responde a los mismos principios por los que la arquitectura romana alcanzó el dominio del espacio; la obra del arquitecto del Naranco es una recreación con métodos personales de los principios fundamentales que ha perseguido siempre la arquitectura, y que en aquella época, sólo podían manifestarse en una obra libre de condicionamientos simbólicos o religiosos.
La decoración de Santa María del Naranco es también de gran singularidad, pero no se advierte en ella un programa iconográfico representativo, salvo en la inclusión de pequeñas cruces sobre astil, que parecen reproducir la de los Ángeles, como símbolo de la monarquía asturiana.
Entre los trazos sogueados de los capiteles y en las colgaduras simuladas en las fachadas y en los muros interiores, hay tallos vegetales, aves, cuadrúpedos, jinetes y figuras humanas que sostienen un paquete sobre la cabeza o se apoyan en un cayado. Algunos temas pueden tener sentido simbólico, pero es más probable que hayan sido copiados de los tejidos orientales entre los que abundan sus prototipos, y que serían un producto de lujo apreciado en la corte.