Comentario
La herencia del Profeta fue origen de una parte significativa de las divisiones históricas del Islam, pese a que su sucesor, Abu Bakr ya venía siendo su vicario desde el año 631; por ello tomó el título de califa y dedicó los dos años que mediaron hasta su muerte a reprimir sublevaciones e iniciar la explosiva invasión de las cuencas ubicadas al Norte del desierto: las orillas del Mediterráneo, la del Jordán y la del Eufrates. Antes de su muerte ya habían derrotado a los bizantinos en la actual Palestina y conquistado Hira, capital del reino de los lajmiés cristianos, que les abrió la puerta de la antigua Mesopotamia. Los compañeros del Profeta eligieron tras Abu Bakr a Umar, quien, además de califa se tituló emir y, hasta su muerte en el año 644, expandió el dominio islámico hasta límites insospechados, consolidando su potencia militar y su primera ordenación institucional.Los ejércitos conquistaron de manera definitiva Siria, Palestina, Persia y Egipto, planteando inmediatamente necesidades inéditas; la más perentoria y fácil de resolver fue la de orar los viernes, que resolvieron de formas variadas y provisionales. Así, durante la visita de Umar a Jerusalén en 638, rezó en un lugar indeterminado de la explanada del Templo de Salomón, al aire libre, pues lo denominó musalla; días después, cuando visitó la iglesia de la Natividad de Belén, acompañado por el patriarca cristiano, oró en el brazo meridional del crucero justinianeo, mirando hacia la Kaaba. Siguiendo esta tónica de indiferencia e incluso promiscuidad, ocuparon o compartieron iglesias y apadanas y cuando no encontraron edificios apropiados, usaron simples espacios despejados, en los que acotaron un extenso cuadrado, una parte del cual, la más próxima a La Meca, techaron como simple cobertizo. Este último fue el caso de la mezquita de Basora, en el 635, que reconstruyeron dos años más tarde y nuevamente en el 665, lo que da idea de su precariedad.Estas mezquitas de nueva planta sirvieron a los primeros asentamientos que el Islam se vio obligado a establecer sin el apoyo de una ciudad previa, a modo de campamentos militares (misr, plural amsar), asentados en lugares estratégicos; éstos fueron los casos de Basora, Kufa (638), Fustat (642) y Ramla (716). El control del incipiente imperio árabe se tradujo en ocupación militar, gracias al establecimiento de los citados amsar, carentes de murallas, y de guarniciones en las ciudades, que sí estaban fortificadas de antiguo; además se vieron obligados a labrar torres de almenara en la costa de Siria, para avistar expediciones navales bizantinas, y algún hisn (castillo) en las rutas más desguarnecidas, como el de Jiza, labrado entre los años 640 y 642; e incluso construyeron pronto algunos puentes, así el de Zanguyan del 636.No sabemos mucho de las formas que materializaron las construcciones civiles, pero sí hay alguna información interesante sobre disposiciones topológicas; así la Casa del Gobierno (Dar al-Imara) de Basora se construyó junto a la mezquita, quedando el Depósito del Tesoro (Bayt al-Mal) ubicado entre ambas; esta organización fue, en adelante, un esquema repetido, como tradición de este creativo orden social en el que religión y política iban de la mano.El califato de Utman (646/656) no se anotará más datos de interés que varias obras de ampliación o restauración en Medina y La Meca, mientras sus ejércitos continuaron la expansión hacia Oriente y Occidente, e incluso comenzaron expediciones marítimas. Los dos años de Ali (656/658), yerno del Profeta, contemplaron la ascensión de uno de los grandes jefes militares del Islam, Muawiya que desde antes de la muerte de Utman comenzó a destacar, pues en Damasco había labrado para sí un palacio llamado Qubbat al-Jadra (La Cúpula Verde). Por lo tanto, no extrañará que ya en el 657 comenzara a ser reconocido en Siria y que fuese proclamado al año siguiente en Jerusalén; tres años después trasladó la capitalidad a Damasco, tras un quinquenio en Kufa, uno de los amsar, adonde había sido llevada por Ali desde Medina.Los años de Muawiya (658/680) fueron pródigos en decisiones funcionales que afectaron a la naciente arquitectura islámica; la más antigua fue la del primer mausoleo individual documentado, el de Muhammad ibn Abu Bakr, que centralizaría una mezquita en las afueras de Fustat (El Cairo, Egipto); se dice que en 665 Muawiya introdujo, en la Aljama de Damasco, el uso de la maqsura; teniendo en cuenta que tres de sus cuatro antecesores habían sido asesinados durante la oración, no extrañará que el Califa procurara separar para su uso particular la zona central del muro al que se dirigía el rezo, clausura que logró con unos elementos de celosía; tal decisión, andando el tiempo, generaría el enriquecimiento de esta parte del edificio y su acceso directo desde el Dar al-Imara, precaución ya iniciada en Basora una década antes. También se añadió uso religioso a un elemento que, hasta entonces y desde el Profeta, sólo había tenido el valor de enfatizar la permanencia de éste o su vicario, el minbar; era éste una especie de trono en alto, accesible mediante una empinada escalera y que, al menos en teoría, podía desplazarse.La serie de aljamas históricas, de cuya primera época poco o nada se documenta, se incrementó con la de al-Aqsa, de Jerusalén (quizá ampliando un primer edificio de Umar) y la de Qayrawan, junto con los palacios y casas de esta primera ciudad islámica del Occidente, fundada en el año 670, como misr al sur del actual Túnez y base de las caravanas que pronto alcanzaron el Atlántico. En el 673 se registra otra invención con futuro; con ocasión de la ampliación de la mezquita de Amr en Fustat, el califa ordenó la construcción de cuatro sawami (singular sawma'a) para llamar a la oración. Fueron éstas otras tantas torres para la función que desde tiempos de Mahoma se hacía desde alguna cubierta; el hecho de que fuesen cuatro y de que la orden viniese de Damasco, sugiere que en la Aljama de la capital ya se usaban como tales las cuatro del témenos del templo romano que la alojaba. La última transformación simbólica que debemos destacar fue, como consolidación del proceso de urbanización del Islam, que la casa de Mahoma en Medina se transformó en mezquita.De los primeros omeyas parece interesante reseñar, amén del edificio al que dedicaremos el siguiente apartado, la construcción en Jerusalén de un Dar al-Imara, ubicado al pie de la ciudadela que hoy es el Haram al-Sarif, es decir, el recinto exterior del templo herodiano. Este edificio, excavado recientemente, se data en época de Abd al-Malik (605-705) y se planteó como un ejemplo de racionalidad compositiva, ya que es un rectángulo, pese a la topografía del lugar, bien ubicado respecto al ángulo de la muralla, con un patio interior porticado y distribución de crujías rigurosa y limpia; su valor radica en que nos muestra, en fecha muy temprana, el origen de varios temas compositivos del período subsiguiente, proporcionando una pista de las raíces clásicas de esta arquitectura.Al atravesar el denso callejero de la misma Jerusalén se produce de vez en cuando y desde el punto más inesperado, la aparición de una grandiosa y esquiva cúpula dorada, rotunda y pulida, que contrasta con el caótico caserío de piedra que nos rodea: es la Cúpula de la Roca, el más antiguo de los edificios musulmanes conservados. Si su apariencia es insólita, no lo es menos su aislamiento en medio del inmenso rectángulo del Haram al-Sarif y aún aparece sobreelevada en el centro de una amplia plataforma yerma, en la que únicamente florece la arquitectura. Es un ente de razón, riguroso y autosuficiente, que anula los tímidos intentos para acompañarla del resto de la ciudad.Consta que se acabó en el año 72 de la Hégira (691 ó 692), durante el califato de Abd al-Malik; es indudable que se construyó en el solar del Templo de Salomón, sobre el Ara de los Sacrificios, y esto no puede ser casual, aunque la tradición afirma que sólo se quiso preservar el recuerdo del viaje del Profeta al Paraíso: de esta manera se formalizó un tercer lugar sagrado para el naciente Islam, cuya apariencia competía, además, con los edificios cristianos de la ciudad, como el Santo Sepulcro, la iglesia de la Ascensión y la tumba de la Virgen; por tanto, no se construyó una mezquita, sino un mashad, que significa lugar de martirio, aunque en este caso se refiera a la manifestación del Profeta.Es un edificio dotado de rigurosa simetría central, con perímetro octogonal y cúpula de madera de planta circular, entre los que, gracias a una bien articulada arquería ochavada, se organizan dos naves concéntricas, destinadas al desarrollo del tawaf (la procesión) en torno al círculo que alberga la Roca. La arquería que sustenta el tambor de la cúpula y la intermedia ofrecen una inteligente alternancia de pilares y columnas, procedentes éstas de edificios romanos y bizantinos, aunque integrados en una organización tan novedosa en lo estructural como clásica en su decoración, pues los arcos aparecen atirantados con unos arquitrabes de madera recubiertos de metal damasquinado. Las naves del tawaf llevan techo plano, en contraste con la cúpula interior, que está separada de la cubierta.Confiamos en las fotografías para describir la decoración interior, cuyo carácter es casi abstracto, ya que sólo vegetación esquematizada, detalles romanos estereotipados y unas figuras bizantinas de joyas la animan. Nada se sabe sobre el diseñador del edificio, pero todo hace suponer que fue un cristiano sirio, pues como demostró Creswell, a partir de una lista de rasgos significativos, el 5 por 100 son de origen clásico, el 15 por 100 bizantinos y el resto de la tradición regional, de tal forma que, si no fuese por el letrero cúfico, sus contemporáneos hubiesen creído estar en un martirium o baptisterio.El edificio que promovió Abd al-Malik quedó ya para siempre como el brillante inicio de una nueva etapa de la historia de la Arquitectura, aunque en el fondo fuese el epígono de una serie de hitos que, arrancando en el Pantheon de Roma pasan por Santa Sofía de Constantinopla hasta cerrar en este ente de razón, posado como un milagro en la plataforma del Haram al-Sarif.