Comentario
La arquitectura desarrollada por los maestros sasánidas es, en palabras de A. Godard, pura y libre de compromisos con el helenismo. Y no podía ser menos. Pues si desde el comienzo aparece entroncada con las tradiciones nacionales de la Parsua, continúa además los módulos y muchas de las técnicas empleadas ya por los partos, aunque los sasánidas lograran unas soluciones y unos tamaños que superaban todo lo conocido.A la tradición aqueménida corresponderían las plataformas artificiales como base de construcción. En el gigantesco y tardío Imart-i Khusrau, hasta el sistema de escalinatas de acceso recuerda a Persépolis. Y en el temprano palacio de Fírúzádáb, los nichos de estuco aparecen bajo el mismo caveto egipcio empleado por los arquitectos aqueménidas. En la línea de la tradición arsácida, los sasánidas tomaron el módulo del iwan desarrollándolo, complicándolo y mejorándolo hasta la perfección. Y las fachadas con series horizontales de columnas adosadas y nichos, empleadas en el palacio parto de Assur, serían también aplicadas por los arquitectos de Ctesifonte. En cuanto a las técnicas y los materiales, los maestros sasánidas usaron sobre todo el muro de conglomerado y mampostería con mortero de yeso. Era éste un sistema económico y sólido, practicado ya por los partos y más fácil de disponer en regiones montañosas que el adobe y el ladrillo. Estos últimos también se emplearon con profusión. El primero, por ejemplo, en las fortificaciones. Sobre el palacio de verano de Babilonia, R. Koldewey descubrió unas murallas de adobe con torreones circulares ligadas con seguridad al mundo sasánida. En ladrillo, la construcción más célebre sería el iwan de Ctesifonte, con su gigantesca bóveda y su interesante fachada. La sencillez de estos materiales -mampostería, adobe, ladrillo- solía quedar disimulada con estucados y revocos de yeso. La piedra de sillería, en fin, aparejada con regularidad y bien tallada, se utilizó sobre todo al comienzo. En Bisápúr se construyó un palacio de este modo. Y muchos otros edificios dispersos por la geografía irania utilizarían el mismo sistema.En cuanto a la solución dada a las cubiertas, recuerda A. Godard que con frecuencia se dice que los sasánidas sólo tenían bóvedas de medio cañón, cúpulas y trompas para conseguir el paso desde los muros rectos a la base circular de las cúpulas. Pero lo cierto es que, como demuestra convincentemente el arquitecto francés, los maestros sasánidas conocieron otras dos, la de arista corrida y la esquilada. Y además, la solución dada al paso del muro recto a la cúpula sería puramente artesanal, porque el muro entre trompas se consiguió mediante un sencillo moldeo manual y no por la inscripción en un octógono. Es decir, la solución de paso se hizo creando una superficie vaída de adaptación combinada con las trompas. Tales cubiertas necesitaban armaduras removibles en el momento de la edificación. Pero como la carestía de la madera era notoria, los albañiles del período idearon, según A. Godard, unos ingeniosos artificios de yeso y cañas, que les permitieron construir sin armazones de madera, prácticamente en el vacío, con total seguridad y buenos resultados.La incorporación de maestros occidentales, ya fuesen romanos prisioneros o artesanos libres que acudieran a trabajar en los proyectos del Gran Rey, no parece haber dejado una huella profunda en las técnicas de construcción que, por lo general, serían puramente iranias, y sí en la ornamentación aunque, normalmente, en versiones adaptadas del mundo sasánida. La aportación de las técnicas romanas se centró sobre todo en las obras públicas. Los romanos, que podrían haber sugerido cubiertas adinteladas -que habrían enlazado, por otra parte, con lo aqueménida-, no lo hicieron, sino que colaboraron en los problemas de la cúpula.Un paseo por los edificios más significativos de la arquitectura sasánida tiene que comenzar necesariamente por el que a Ardasir I levantara cerca de su ciudad de Fírúzábád -el palacio de Ardasir suele citarse como un epígono de la arquitectura parta por su fachada e iwan-, pero sin dejar de aceptarse dicha influencia; en Fírúzábad tenemos concentradas muchas de las características de la arquitectura sasánida. Los muros eran de mampostería y yeso -una técnica local aún usada en la región, como dice R. Ghirshman-, recubiertos después con capas de estucos lisos o moldeados. A pesar de las generosas proporciones del edificio -104 m de largo por 5 de ancho-, cree E. Porada que sus gruesos paramentos de cuatro metros y sus bajas cúpulas le darían una apariencia maciza. La planta esboza la arquitectura posterior. Un iwan como eje central de acceso -asistido a ambos lados por salas abovedadas-, llevaba a una sala central con cubierta de cúpula semejante a la usada en otras dos estancias laterales. Luego, en torno a un patio, las habitaciones de la vida diaria con bóvedas de medio punto e iwanes en los lados norte y sur. Dice R. Ghirshman que en Fírúzábád reinaba la bóveda de medio punto y las cúpulas. De hecho, ninguna sala dispuso de cubierta adintelada.Otro edificio de cita indispensable es el palacio de Ctesifonte, probablemente construido por Sápúr I aunque, como evidenciaron las excavaciones antiguas de O. Reuther, E. Kümmel y F. Wachsmuth o los trabajos más recientes de J. Kröger, sería reformado y reconstruido varias veces. Lo primero que destaca son sus colosales proporciones que, con doce hectáreas edificadas, lo convierten en la mayor residencia real conocida del período. No obstante, el visitante, que sólo percibe hoy la fachada del iwan, no suele notarlo. Construido en ladrillo, E. Porada piensa que el proyecto estaba influido por el palacio parto de Assur, dada la decoración de la fachada del iwan y su entronque con éste. Desde luego, sus proporciones son enormes. La bóveda elíptica de ladrillo, todavía en pie a pesar de los avatares sufridos es una maravilla de la ingeniería sasánida, con sus casi treinta metros de altura. Y la fachada, dividida en varios registros con nichos y columnas, es una evocación ampliada de las fachadas de Assur.Aunque los muros aparecen hoy desnudos, en su día estuvieron cubiertos por estucos lisos y moldeados. Tal vez incluso tenía mosaicos en la bóveda, pinturas en las partes altas y zócalos de mármoles multicolores. A. Godard dice que de las proporciones del iwan dará idea saber que dentro cabría el palacio de Darío en Persépolis. Hasta fines de siglo la fachada se mantuvo intacta. Pero un terremoto la destruyó en parte en 1880.Otro de los palacios más importantes de la arquitectura sasánida se levantó en Bisápúr, en la región ancestral de la dinastía. La sala central, con planta en forma de cruz poligonal, cuatro iwanes y una cúpula elipsoidal de 25 m de altura, supera todo lo imaginable. Aunque la edificación era puramente irania en su trazado arquitectónico, la decoración sintió el influjo del mundo clásico, con sus 64 nichos abiertos en los muros, decorados con follajes y acantos. En el pavimento, losas y mosaicos se mezclaron armónicamente. Al noroeste de la gran sala central, los arquitectos sasánidas edificaron un templo cuadrado con sillares unidos por grapas de hierro. Con sus catorce metros de altura y un deambulatorio alrededor, la planta recordaría la cella trasera del complejo de Hatra. No obstante, sus vigas de madera sostenidas por prótomos de toro, inspirados en Persépolis, hablan del recuerdo aqueménida.Finalmente, la arquitectura palatina no puede omitir hacer alguna referencia al fabuloso Imart-i Khusrau, levantado sobre una plataforma de 372 por 190 m, con una cúpula de 15 m de diámetro en la sala abierta tras el iwan de entrada. Y tampoco dejar de evocar el gracioso palacio de Sarwistán, atribuido a la época del alegre Bahrám V, de planta libre, carente de toda rigidez y que más que un palacio de residencia continua debió ser un edificio de recepciones, fiestas o ceremonias oficiales. Son de notar sus capiteles y los nichos abovedados.Fuera de este tipo de arquitectura oficial, el arte sasánida apenas sí conoce edificios destacados. Porque la arquitectura religiosa solía ser muy sencilla y las obras públicas presentan rasgos esencialmente prácticos. El gran complejo de Masjid-i Sulaiman, con sus muros circulares y sus plataformas de fuego no es muy bien conocido todavía. Pero lo fundamental del culto allí y en otros lugares se hacía al aire libre, sobre terrazas de piedra en las que se levantaba un podium y un altar del fuego que, a veces, se recubría con una cúpula sostenida por cuatro columnas. La arquitectura funeraria era mucho más sencilla aún. Las costumbres zoroástricas imponían que los cuerpos sufrieran la descarnación previa en las llamadas torres del silencio. Una, descubierta en lar Mashad por L. Trümpelmann, se reduce a un muro circular de gran altura, que crea un espacio de 80 m de diámetro al que se accede por una sola entrada. Cuando las partes carnosas desaparecían, los huesos se recogían en lienzos y se depositaban en osarios exentos o excavados en la roca.El urbanismo sasánida constituía en principio una repetición regularizada del trazado parto. Firúzábád era un círculo perfecto. E. Porada recuerda que los autores árabes describían esa ciudad con cuatro puertas y avenidas principales que convergían en el centro en una plataforma donde, con seguridad, se alzó un altar del fuego. Pero la planta circular no era el único tipo. De hecho, Bisápúr fue una ciudad ortogónica, con trazado rectangular y calles rectas.