Comentario
La guerra entre la URSS y Finlandia de 1939-40 es consecuencia inmediata del Pacto germano-soviético de agosto de 1939. En sus cláusulas secretas se dejaba las manos libres a la URSS respecto de los países bálticos y Finlandia -y, como vimos, respecto de Polonia-, y en septiembre y octubre de 1939 Lituania, Estonia y Letonia accedían a conceder bases y facilidades a los soviéticos en sus territorios. Y es consecuencia mediata de la obsesión soviética, en parte justificada por las repetidas agresiones exteriores desde 1917, por la seguridad de sus fronteras y la creación de muros que amortigüen el contacto directo con posibles enemigos occidentales.
La posibilidad de un acuerdo -luego frustrada- entre Francia, Gran Bretaña y la URSS para tratar de contener el expansionismo alemán en Europa, no gusta a Finlandia -como no gusta a Polonia-, al implicar, entre otras cosas, la posibilidad de verse envuelta en una guerra, o al menos, de ver utilizar su territorio para el tránsito de tropas, que podrían ser soviéticas, pues Moscú ha ofrecido su ayuda a Helsinki en caso de necesidad...
Los finlandeses no han olvidado todavía la reciente dominación rusa. Y los soviéticos no han digerido del todo la reciente independencia de Finlandia, pese a que ellos mismos la habían concedido. Mientras subsistía en muchos finlandeses la idea de la Gran Finlandia, los soviéticos veían con aprensión que Leningrado era muy vulnerable, a sólo 35 km. de la frontera con Finlandia, desde cuyo territorio, teóricamente, podría incluso ser bombardeada. Para evitarlo, la URSS pretendía alejar la ciudad de la frontera y en 1938 había propuesto ya a Helsinki una permuta de territorios que hiciese retroceder la frontera con el vecino, y su ayuda en caso de agresión alemana. Finlandia había dicho que no a la permuta y que no apoyaría a Alemania contra la URSS. El ofrecimiento se repite en octubre de 1939: la URSS propone un tratado de asistencia mutua, el arriendo de la base naval de Hanko, la parte occidental de la península de los Pescadores, en el Ártico, algunas islas, como la de Suursaari, en el golfo de Finlandia, retrasar la frontera de Carelia hacia Viipuri, y la demolición de las fortificaciones de ambos países a lo largo de ella. En concreto, los soviéticos ofrecen 5.529 km. de su Carelia oriental a cambio de 2.761 km. de la parte finlandesa del istmo de Carelia.
El presidente finlandés Paasikivi y el presidente del Consejo de Defensa Nacional, mariscal Mannerheim, eran partidarios de ceder, pues en realidad, no era tanto, y además se evitarían problemas en el futuro y quizá una guerra (que, si se perdía, podía acarrear pérdidas mayores). La Dieta y la opinión pública eran contrarias -y estaba en su derecho-, porque Carelia era una de las zonas más ricas y pobladas y, como dice Westwood, no se deseaba perder la línea defensiva natural del istmo; asimismo, era fuerte el recelo mutuo y el antirrusismo y anticomunismo de los finlandeses. Por otro lado, se decía, el gobierno que accediese a la cesión cometería un suicidio político (asimismo, Alemania podía llegar a hacer demandas parecidas). Los finlandeses se amparaban en el Tratado de Tartu de 1920, en el Pacto de No-Agresión con la URSS de 1932, en la neutralidad tradicional.
Tras prolongadas y duras conversaciones, los finlandeses se mostraron dispuestos a aceptar una ligera rectificación en el istmo, la cesión del sur de la isla Suur -o de toda ella en caso extremo- y la nueva relación del Tratado de No-Agresión (ninguna de las dos partes apoyaría a un tercero si éste atacaba a la URSS o a Finlandia); pero no se cedería Hanko ni la península de Pescadores, y no se firmaría ningún tratado de asistencia mutua. A Stalin y a Molotov esto les pareció poco: "¿Es su intención provocar un conflicto?", dirá Molotov a Paasikivi, que contestará: "Nosotros no deseamos tal cosa, pero, al parecer, ustedes sí" (23 de octubre). Mientras el 27 de octubre Finlandia pedía ayuda a Suecia en caso de conflicto -los suecos prometían apoyo diplomático y económico pero no militar, por temor a Alemania (y a la URSS)-, los soviéticos rebajaban un poco sus peticiones y los finlandeses repetían su ofrecimiento, incluyendo la península de Pescadores, pero nada más. El 31, Molotov cortó las conversaciones: "Ahora, ya," dijo, "había llegado el turno de los militares".