Época: Bliztkrieg
Inicio: Año 1940
Fin: Año 1940

Antecedente:
La invasion de Francia

(C) Andrés Ciudad y María Josefa Iglesias



Comentario

Las posiciones enfrentadas irían radicalizándose con el paso de las horas. Así, quienes -como De Gaulle y Reynaud- defienden la idea del abandono del territorio metropolitano y su instalación en Argel para proseguir la guerra se verán rechazados por los mandos militares. Esta solución implicaría la capitulación sin condiciones de forma previa por parte del ejército, y los generales no quieren que la culpa visible de la derrota caiga sobre ellos. En esta situación terminal, una vez más el poder castrense desea compartir sus responsabilidades con los desacreditados representantes de la voluntad nacional y la legalidad republicana.
Los defensores de la petición del armisticio, encabezados por Pétain y Weygand, acusan a Gran Bretaña de incumplimiento de los acuerdos militares que tenía con Francia al no prestar toda la ayuda que era necesaria y de cuyos medios disponía. El anciano mariscal se niega a trasladarse a Argel, ya que en su opinión "la patria no se lleva en las suelas de los zapatos". Para él, un armisticio que preludiase un tratado de paz permitiría a Francia salir de la guerra conservando su Imperio y su Marina de guerra intactos. Estas posturas, radicalizadas como efecto de los acontecimientos, no eran en realidad más que la manifestación externa de posiciones ideológicas tradicionalmente enfrentadas.

Los sectores conservadores, que alcanzaban rasgos fascistizantes en muchos casos, se situaban a favor de la petición del armisticio. Enfrente, los partidarios de la continuación de la lucha pertenecían a los ámbitos de naturaleza democrática en sus diferentes matices. En la tarde del 16, tras la dimisión del presidente del Consejo, el jefe del Estado alzará a este cargo, aún a pesar de sus personales reticencias, al ya legendario mariscal. Con ello respondía a las esperanzas de millones de franceses que una vez más esperaban de él que les salvase en una situación extrema. Así, por medio del embajador del régimen de Franco, Lequerica, Pétain pedirá al enemigo el inicio de conversaciones para alcanzar el armisticio.

En una emisión radiodifundida al pueblo francés efectuada en la mañana del día siguiente, 17 de junio, Pétain anuncia su decisión con estas patéticas palabras: "¡Franceses! A petición del señor presidente de la República asumo a partir de hoy la dirección del Gobierno de Francia. Contando con la adhesión de nuestro admirable ejército, que lucha con un heroísmo digno de sus largas tradiciones militares contra un enemigo superior en número y en armas, seguro de que por su magnífica resistencia ha cumplido nuestros deberes para con nuestros aliados, seguro del apoyo de nuestros antiguos combatientes a los que tuve el honor de mandar, seguro de la confianza del pueblo entero, hago ofrenda a Francia de mi persona para atenuar su desdicha. En estas horas dolorosas, pienso en los desdichados refugiados que, en una miseria extrema, llenan nuestros caminos. Yo les expreso mi compasión y mi ayuda. Con el corazón oprimido, yo os digo que es preciso cesar el combate. Me he dirigido esta noche al adversario para preguntarle si está dispuesto a buscar con nosotros, entre soldados, tras la lucha y en el honor, los medios de poner fin a las hostilidades.

Que todos los franceses se agrupen alrededor del Gobierno que yo presido durante estas duras pruebas y acallen sus dudas para escuchar sólo a su fe en el destino de la Patria".

Una general sensación de final de pesadilla se extiende entonces por todo el país, a pesar de la incertidumbre del momento. Aun los más decididos adversarios de la ideología que representa el mariscal acogen con sentimiento de alivio el anuncio del armisticio. Es esta la nueva hora gloriosa del anciano soldado, convertido una vez más en salvador de su patria.