Comentario
Se empieza esta etapa con la realización de nuevos proyectos de catedrales, Orense y Sigüenza. La larga duración del proceso constructivo hace que sólo pertenezcan a esta tendencia estilística las primeras fases, el resto corresponderá ya a obra gótica. El elevado número de sus canónigos exige que estas catedrales tengan una amplia cabecera desarrollada sobre un gran crucero en el que se articulan varios ábsides dispuestos en batería. Es una vieja tipología de origen benedictino que ahora, ante las mismas necesidades de funcionamiento litúrgico que en los primeros momentos del primer románico, se volverán a utilizar.
Todavía, hacia 1200, se levantan dos nuevas catedrales, la de Lérida y Tarragona, que conservan la misma tipología. La primera es un proyecto unitario original, mientras que la segunda se debe a varios replanteos de la idea inicial.
Como en el resto de Europa, es el momento de mayor actividad en la fundación y construcción de los grandes monasterios cistercienses. Durante mucho tiempo se ha considerado que estas construcciones representaban verdaderas aportaciones protogóticas en la historia de la arquitectura hispana. Un replanteamiento del tema, a partir de nuevos análisis monográficos de los edificios, nos demuestra que no hay nada en esta arquitectura correspondiente al XII, que pueda considerarse una novedad gótica, sino todo lo contrario. Son obras muy conservadoras respondiendo al espíritu de la Orden.
La iglesia del monasterio de Santa María de Armenteira presenta una planta basilical cubierta con bóvedas de cañones. Otros templos tienen mayores pretensiones monumentales en la concepción del presbiterio y su entorno, desarrollando una cabecera en forma de girola con absidiolos tangenciales. Este es el tipo planimétrico empleado en Santa María de Moreruela y Santa María de Poblet entre otros ejemplos bien conocidos. Las supuestas primicias góticas corresponden a bóvedas de ojivas, cuya realización no debió ser obra anterior al siglo XIII, por lo que no se pueden considerar vanguardistas.
Pertenecen también a este período ciertas tipologías exóticas: plantas centrales relacionadas con los templarios, como las iglesias de la Veracruz de Segovia, de Torres del Río y de Eunate; los célebres cimborrios del valle del Duero, con sus curiosos tratamientos murarios y sus cúpulas nervadas.
Otra de las importantes aportaciones de la arquitectura tardorrománica es la aparición de una escultura monumental que, como ocurre en otras zonas del Mediterráneo, introduce una cierta tendencia naturalista inspirada en una plástica antigua. Las figuras representadas, cada vez más liberadas del marco arquitectónico, adquieren una plasticidad de formas de un naturalismo idealizado, a la vez que adoptan actitudes que pretenden ser expresivas. Sus autores, que en su mayoría conocieron las primeras realizaciones del gótico francés coetáneo, crearon un arte que ha sido considerado siempre como una de las más hermosas muestras de la cultura española. Todos estos artistas hicieron escuela, y sus discípulos constituyen esa legión de artesanos que popularizaron las formas de sus maestros de manera inercial a lo largo del siglo XIII.
En esta larga nómina de artistas habrá que incluir los que labraron las deliciosas escenas hagiográficas del cenotafio de San Vicente de Avila, el solemne Cristo de Santiago de Carrión, el relieve de la Anunciación y el tímpano de la iglesia en el monasterio de Silos entre otras creaciones. Sin embargo, esta tendencia de la escultura tardorrománica presenta matices estilísticos que nos obligan a considerar a algunas de sus obras de manera muy diferente: mientras que el apostolado representado en la Cámara Santa de Oviedo pertenece a un arte arcaizante, las obras del Pórtico de la Gloria corresponderían ya a una estética gótica.