Época: Area Intermedia
Inicio: Año 1000
Fin: Año 1500

Antecedente:
El arte del Periodo Tardío en el Area Intermedia Americana

(C) Emma Sanchez Montañés



Comentario

El fenómeno de integración política, característico del área Intermedia en el período tardío es menos claro en Colombia que aparece todavía fragmentada en pequeñas unidades independientes. Pero en torno al 1400 d. C. se encuentran dos excepciones significativas, dos fuertes confederaciones de poblados bajo el control de un cacique poderoso que a menudo combinaba funciones políticas, militares y sacerdotales. Se trata de la confederación Tairona, en la Sierra Nevada de Santa Marta, y la Chibcha o Muisca, en torno a la actual Bogotá.
En las faldas de la Sierra Nevada de Santa Marta, los Taironas construyeron sus casas con cimientos circulares de piedra, de carácter unifamiliar, agrupadas en poblados en torno a una o más estructuras ceremoniales. Se encuentran, en los cimientos bien realizados, escalinatas, puertas, calzadas, y también pilares y mesas de piedra o bancos. Cultivaban maíz y otras plantas en campos y terrazas irrigadas. Existió un activo comercio entre los poblados a base de oro y algodón del interior con sal y pescado de la costa, y un comercio a larga distancia para productos especializados, tales como las típicas cuentas de collar de piedras finas.

En el siglo XVI estaban organizados en dos confederaciones, no especialmente efectivas ya que subsistía la primitiva organización de jefaturas independientes.

La cerámica tairona está muy bien elaborada y existió un gran desarrollo de la de carácter suntuario. Suele ser negra y pulida con una gran variedad formal. Algunas se usaron exclusivamente como recipientes para ofrendas, tanto en enterramientos como en escondrijos bajo las casas donde se colocaba un guijarro por cada miembro de la familia. La decoración es sobre todo modelada siendo dominantes los temas de animales.

En cerámica aparece también toda una serie de silbatos-ocarinas, pájaros o complejas figuras de guerreros o sacerdotes complicadamente ataviados. Algunos llevan máscaras de tipo felínico o reptiliano.

Los taironas fueron grandes trabajadores de la piedra, tanto para objetos domésticos, como sobre todo por las famosas cuentas de collar, de formas y materiales variados, que se han encontrado en sitios de habitación y escondrijos ceremoniales y que aún hoy son buscadas activamente por los huaqueros y los traficantes de antigüedades.

Pero es la orfebrería una de las artes más destacadas, combinando una técnica maestra del fundido con un cuidado exquisito por la fineza de los pequeños elementos decorativos, dando lugar a un estilo perfectamente identificable. Las representaciones parecen referirse a un mundo mítico, con seres que combinan características humanas con las de águila o murciélago y otras muchas figuraciones de animales. Es también frecuente toda una gran variedad de adornos de formas absolutamente propias y originales.

El territorio Muisca es la región del mítico El Dorado, el nacimiento de una leyenda que tiene una base real. En la laguna de Guatavita, cerca de Bogotá, los caciques cubrían su cuerpo de polvo de oro y en una balsa cargada de ofrendas se dirigían al centro del lago para realizar sus ofrendas, sumergiéndose ellos mismos en el agua.

La realidad parece bastante más prosaica. Los asentamientos muiscas se indican solamente por algunas piedras puestas en círculo; todas las viviendas y palacios se hacían de materiales perecederos. En algunos lugares se han conservado restos de aparentes estructuras ceremoniales, en forma de columnas de piedra toscamente labradas, dispuestas en círculo, que debieron combinarse con madera. Su base económica fue la agricultura y a través del comercio obtenían oro y otros artículos suntuarios a cambio de sal, esmeraldas y algodón. En 1537 se encontraban organizados en dos confederaciones de poblados. Las fuentes españolas nos hablan de sus creencias religiosas, centradas en un culto al sol, con templos y templetes y considerando ciertos lugares geográficos como sagrados. Los ídolos de piedra, madera, algodón u oro, se guardaban en dichos lugares donde se les ofertaban figurillas de cobre u oro (tunjos), esmeraldas y sacrificios humanos. Los enterramientos son variados, con abundante y diverso ajuar.

El arte muisca produce siempre una impresión de sobriedad, rigidez y cierta simetría, por contraposición con las formas más exuberantes y movidas de los estilos de otras culturas colombianas. La cerámica es de buena factura, pero poco elaborada. Destacan los vasos antropomorfos, de los que algunos representan guerreros con sus lanza-dardos o mazas, y adornados con tocados característicos y ristras de cuentas en bandolera.

La metalurgia fue menos avanzada tecnológicamente que la de la mayoría de las tierras bajas, pero tiene un carácter muy personal y aparecen objetos únicos en la orfebrería colombiana, como los tunjos, o figurillas votivas. Su factura es un tanto tosca y pobre, su carácter es siempre votivo, un regalo a los dioses como agradecimiento por los servicios prestados o anticipación de futuros favores. Se encuentran usualmente enterrados en jarrones o en los lagos, y muy raramente en tumbas o en sitios de habitación.

Son simples placas a las que se añaden los detalles definitorios por medio de alambre fundido a la cera. El modelado es plano y unidimensional, pero aparecen multitud de detalles con los que se ilustra la vida cotidiana de los muisca. La representación fue más importante que la cualidad del trabajo, pero dentro de su enorme estilización, es patente un afán de expresividad, componiendo incluso escenas. Y hay también representaciones de criaturas fantásticas, mezcla de aves y serpientes, y animales de aspecto draconiano que tal vez tengan que ver con la mitología muisca.

Aunque la apariencia de la metalurgia muisca, entre la que también se encuentra joyería para los vivos, es poco sofisticada, se emplean en ella todas las técnicas conocidas más alguna de invención propia, como el uso de matrices de piedra. Parece que entre ellos, a diferencia de otras culturas colombianas, era más importante el significado de lo representado que la manera de llevarlo a cabo.

Dentro del arte de la orfebrería, uno de los más característicos de Colombia, hay que mencionar también, en esta época tardía, los estilos Sinú y Tolima, correspondientes a un contexto cultural todavía impreciso y difícil de determinar.

En la orfebrería Sinú destacan las pequeñas figuras de animales, batracios, reptiles, aves, peces, realizadas a la cera perdida con un oro muy puro. Y son característicos también unos remates de bastón, tal vez insignias de mando, que representan hombres y sobre todo aves de largo pico, tal vez un tucán. La decoración se realiza con la técnica de la falsa filigrana que también se utiliza para narigueras y pendientes, muy distintivos, en forma semicircular, que revelan el preciosismo y la maestría de los artistas orfebres sinú.

El estilo Tolima, de amplia dispersión, utiliza también un oro muy puro y predominan en él las formas recortadas y concebidas en plano. Trabajados a base de fundición y martillado, los objetos más típicos son una especie de pectorales que representan seres estilizados, de cabezas cuadradas, proyecciones a modo de alas y rematados en forma de creciente.