Comentario
Primero les tocó a los alemanes. A las 3.40, mil fogonazos iluminaron la noche, mil truenos rasgaron el silencio del desierto, mil puños de gigante golpearon la tierra, toneladas de piedra volaron, kilómetros de alambrada se retorcieron y más de cien mil hombres despertaron aterrados ante aquel trompetazo del juicio Final.
Tras veinte minutos de preparación artillera, la infantería de Montgomery se lanzó adelante. En el sur, las divisiones Pavia, Brescia y Folgore contuvieron bien los ataques y los italianos demostraron ser valerosos soldados, aunque fueran pobres los resultados militares.
En el norte, el XXX Cuerpo de ejército británico tuvo mayor éxito: desbordó rápidamente la zona minada y la línea avanzada de las defensas de la División Trento y 164 alemana. Pero después las minas y la infantería italo-germana entorpecieron su avance. Se hizo de día y los carros del X Ejército blindado no habían conseguido aún entrar en la brecha.
El general Stumme murió de un ataque cardíaco mientras recorría el frente. Tomó el mando Von Thoma, jefe del Afrika Korps; Rommel regresó rápidamente a El Alemein.
El día 26, su posición era desoladora. Se había taponado la brecha norte, pero la 15 División blindada quedaba reducida a 39 tanques y la Littorio a 69. Sus carros sólo disponían de tres módulos de combustible equivalentes a 300 kilómetros por vehículo. Sus reservas, 90 ligera y Trieste, estaban ya en combate.
Tampoco era buena la situación de Montgomery porque sus fuerzas se habían atascado y superaba en pérdidas a sus rivales, aunque enseguida se repusieron. Mas lo peor era que bajo el continuo fuego de los contracarros alemanes parecía imposible continuar avanzando en el saliente forzado al comienzo del ataque. Y, sobre todo, que el desgaste alemán era inferior al previsto.
La llegada de Rommel fue providencial para Montgomery. Von Thoma había mantenido la defensiva a ultranza hasta que llegó el mariscal, quien, viendo que ese saliente británico terminaría por expandirse y hundir completamente el frente, trató de aniquilar a los británicos sobre el terreno que habían ganado.
Obtuvo un efecto similar al de Alam Halfa. Los soldados ingleses se pegaron a sus posiciones sin ceder un ápice y sus cañones anticarro desbarataron los esfuerzos de las divisiones 15 y 21. En esta ocasión, Montgomery había logrado desgastar a Rommel, cuya 21 División acorazada perdió 58 de sus 106 tanques.
Lentamente y pagando un algo precio en hombres y material, Montgomery siguió avanzando. El día 29 dio un duro bocado a las fuerzas del Eje en el sector costero. Ese día, escribió Rommel a su mujer: "La situación sigue siendo gravísima. Cuando recibas esta carta, los acontecimientos habrán decidido ya si podemos mantenernos o no. No tengo muchas esperanzas. Por la noche me quedo con los ojos abiertos, incapaz de dormirme por la responsabilidad que pesa sobre mí. Por el día estoy mortalmente cansado. ¿Qué ocurrirá si las cosas se ponen peor? Este es un pensamiento que me atormenta día y noche. Yo no veo solución".
Ese mismo día, Rommel recorre en avión la zona de El Fuka, a 80 kilómetros de El Alemein. Y pese a andar escaso en vehículos y combustible, el mariscal piensa, ante la cautela de Montgomery, en retirar a su infantería durante la noche y dejar a sus fuerzas acorazadas para que se retirasen combatiendo.
El día 2 lanza Montgomery la operación Supercarga, que debería partir en dos el frente alemán. Los zapadores británicos abren un amplio pasillo entre Tel el Aisa y Kidney. Mas cuando penetran por él los carros británicos, la artillería germana los pulveriza: en dos horas, la 9ª Brigada blindada británica pierde 87 tanques.
Simultáneamente, la 1ª División blindada británica irrumpía con más de 400 tanques en Tel el Aqqaqir, donde los restos del Afrika Korps (divisiones blindadas 15 y 21), con unos 70 carros libraron el mayor combate de tanques de toda la batalla. Increíblemente, no pudieron avanzar los británicos.