Comentario
Esta etapa tan brillante de la cultura occidental, sobre todo en la orfebrería, la pintura y la miniatura, se extiende desde finales de los años ochenta y alcanza diversamente y en algunos lugares hasta casi mediados del siglo XV, aunque en la mayor parte no sobrepasa el tercer decenio. En realidad, aunque sea pintura y miniatura donde mejor se ha definido, no es un estilo de perfiles nítidos. Obedece más que otra cosa a un cierto clima, que se respira en ámbitos cortesanos donde algunos de los grandes nobles o los reyes tienen un protagonismo importante, como patronos y promotores. Se trata de personas refinadas, con una sensibilidad que no siempre se ha dado, pero también con afición a un lujo que se pueden permitir debido a la pobreza sobre la que asientan su riqueza. Aunque gustan de lo exquisito, dan la misma importancia a lo exótico, raro o extravagante. En un tiempo en el que la moda, singularmente la masculina, alcanza unas cotas de fantasía, a veces incómoda, sin precedentes. Las fiestas se prodigan con gastos cuantiosos y en ellas se despliega la misma fantasía gratuita y vistosa. La curiosidad lo alcanza todo. Tanto se aprecia un suntuoso Libro de Horas, como un supuesto cuerno de unicornio. Se organizan colecciones donde se admiten hasta las primeras esculturas de madera de Africa Negra traídas por los viajeros que costean el continente.Este clima favorece un arte del color que utiliza éste con brillantez, buscando armonías llamativas o aun estridentes y agrias, si es necesario. El dibujo, y el diseño en general, es delicado y expresivo. Si es posible trazar una curva no se trazará una recta. La dinámica tensa generada muchas veces por ésta se prefiere a la rotundidad de la recta. La mancha tonal que domina la pintura se combina con la existencia de ritmos caligráficos retorcidos y extremadamente móviles. El volumen de los personajes que ocupan un espacio tridimensional se quiebran en busca de una especial expresividad. Se obtiene en contraste un clima en donde convive un mundo amable, alejado de la realidad, con un regusto por lo sangriento, lo truculento, lo cruel. Es un arte de la corte y para los cortesanos. Más que nunca se utiliza como objeto de disfrute visual.Esta dimensión es una de las más importantes. Se tiene la impresión de que nunca hasta entonces había interesado tanto la obra de arte, por el disfrute que proporciona, al margen de su función. Por ello es la época del libro de lujo destinado a uso personal, donde su carácter de devocionario se relativiza ante el hecho de ser algo bello que se hojea y se ve, tanto como se reza en él. No debe sorprender que se utilice como medio de evasión de una realidad que no siempre es satisfactoria. Wenceslao de Bohemia fue un emperador depuesto y un rey de escasa fortuna. En la última parte de su vida, se refugió en sus palacios huyendo de una situación caótica que no podía dominar. Sus actividades se conocen mal, pero incluyen la creación de un gabinete de curiosidades con especial atención a la astrología y la producción de libros de lujo muy ilustrados.Es de destacar, por tanto, la abundancia de manuscritos iluminados. No en todas partes sucedieron las cosas del mismo modo. La burguesa Florencia no fue insensible a esta corriente, pero no existía el tipo de público que encarga manuscritos de devoción lujosos, de modo que lo más destacado es la pintura sobre tabla. Igual sucede en Cataluña, donde la pobreza de la monarquía, pese a su gusto refinado, la incapacita para un patronazgo continuado con encargos a los miniaturistas.Antes se hablaba del interés de Carlos V como gran patrocinador de diversos asuntos culturales. En relación a él hay una obra muy especial, llamada Paramento de Narbona, por lo que es una gran tela pintada a la grisalla, y el lugar del que proviene, aunque hoy esté en el Louvre. Este tipo de telas llamadas "chapelles" eran más frecuentes de lo que pueda pensarse, en ceremonias de cuaresma. En el Paramento se hizo representar el rey, con su esposa Juana de Borbón, hacia 1370-1373, junto a cinco escenas de la Pasión. La firmeza del dibujo y un cierto volumen en las figuras parecen marcar una contracorriente en la pintura francesa. Definen una anónima personalidad que era pintor y miniaturista. En esta otra faceta, las "Muy Bellas Horas de Nuestra Señora" es importante. No prescinde de la monumentalidad, pero cede a una mayor ligereza que está en línea con lo que será el internacional. Otra corriente estaría representada por la Biblia de Juan de Vaudetar iluminada por Juan de Brujas para el mismo rey en 1371.Pero el internacional pleno vendrá un poco después. En pintura, Melchor Broederlam es un artista del que sentimos no conocer más que las alas del políptico tallado por Jacques Baerze, para Dijon. Los temas, Anunciación, Visitación, Presentación y Huida a Egipto. Cada dos se agrupan en una escena contrastada, interior-exterior. Las idealizadas imágenes de la Virgen o el ángel, son sustituidas por otras pesadas y burdas, así en el caso de José. Tanto las arquitecturas como el paisaje revelan a un pintor con grandes recursos. Mejor documentado y relacionado con París está Jean Malouel, procedente de los Países Bajos y tío de los hermanos Limbourg.