Comentario
La dinastía hindú de Vijayanagar, La Victoriosa, se instaura en 1336 tras la decisión de cinco príncipes hermanos de frenar las asoladoras y cada vez más frecuentes incursiones islámicas. La unificación del sur empieza bajo su mandato, centralizado en su capital, también llamada Vijayanagar (hoy Hampa en Karnataka), a orillas del río Kistna en el fértil valle de Tungabhadra; será la capital más septentrional de este nuevo imperio del sur.Crean un ejército hindú confederado de un millón de hombres, relativamente bien equipado y dividido en infantería, caballería, elefantería y artillería, y construyeron bastiones y fortalezas en lugares estratégicos. A pesar de su objetivo militar, no se olvidaron de la agricultura para lo que construyeron embalses y canalizaciones, ni del comercio agilizado gracias a una rica red de carreteras, que les permitía contactar con árabes, persas y portugueses de la costa Malabar, así como con los navegantes de Sri Lanka y Sudeste Asiático en la costa Coromandel.La capital, Vijayanagar, llegó a ser un emporio comercial con más población flotante que aborigen (estos últimos en torno a los 500.000), y un centro importantísimo de cultura.Los viajeros extranjeros que la visitaron, como el italiano Nicolo Conti o el portugués José Barbosa, escribieron que era tan grande como Roma y que poseía siete murallas que guardaban cultivos, jardines y palacios con el techo y los muros recubiertos de oro y piedras engastadas, y acueductos que traían el agua potable. La corte reunía todo tipo de científicos, filósofos y artistas, y siempre había conciertos y espectáculos.El esplendor artístico de Vijayanagar se debe sin duda a la afluencia de artistas hindúes procedentes del norte de India, cuando ya se han consolidado los Sultanatos Independientes. La impronta de la escultura Gujaratí es incuestionable cuando se admiran los pilares de cualquier mandapa construida por los Vijayanagar; cada pilar es una obra maestra, una pieza digna del mejor museo.Los bosques de columnas invaden ahora el sur, los perfiles curvilíneos suavizan las aristas de las cubiertas adinteladas, el tratamiento escultórico enriquece cualquier elemento arquitectónico.Los gopuram empiezan a agilizar su crecimiento y a decorarse con estatuas; se multiplican los corredores hipóstilos, crecen los estanques de abluciones y aumentan las mandapas hasta convertirse en las salas de las mil columnas. Todos los dioses reciben el mismo trato y tienen un culto privilegiado; Siva y Vishnu dominan por igual, y un rico eclecticismo renacentista preside el arte de Vijayanagar.Aunque tras la derrota de Talikota en 1565, a manos de la coalición islámica de los sultanatos de Golkonda, Bijapur, Bidar y Ahmadnagar, la capital fue saqueada durante seis meses, la actual Hampi todavía ofrece alguna maravilla como los templos de Virupaksha y de Vitthala, y el conjunto semirruinoso del Palacio Real con el templo de Krishna, la estatua de 7 m de altura de Narasimha (avatar de Vishnu, mitad hombre mitad león), la zenana o harén, el establo de elefantes, y un largo etcétera.También embellecieron otras ciudades patrocinando la construcción de obras públicas y la escultura de monumentos (como el del toro Nandi en Mysore), y enriquecieron los santuarios con templos (como el de Krishna y las bellísimas Gopi, hoy en Srirangam) y mandapas (como la de Kanchipuram), cuya escultura en piedra constituye una auténtica colección de obras de arte.