Época: Inca
Inicio: Año 1400
Fin: Año 1525

Siguientes:
Arquitectura inca
Otras artes incas
El Coricancha y Sacsahuamán
La ingeniería inca

(C) Emma Sanchez Montañés



Comentario

La época incaica, cuyo apogeo se sitúa entre 1438 y 1533, supone el ultimo período de unificación cultural del mundo andino, también llamado Horizonte Tardío. Herederos de una larguísima tradición cultural y artística, los incas no fueron simplemente imitadores, sino que dotados de una gran capacidad de sincretismo fueron los perfeccionadores de las artes ya existentes pero creando siempre un estilo propio imposible de confundir con el de cualquier otro pueblo. Su origen se explica por una serie de mitos, entre los que el más conocido se refiere a Manco Cápac, uno entre cuatro hermanos, que escoge el valle del Cuzco como asentamiento tras hundir con facilidad su vara de oro en el suelo. Tras desposar a su hermana Mama-Ocllo fundará el linaje de los incas. La verdadera expansión del imperio comenzó en 1438, de la mano de Pachacutec, el Reformador, y continuó con diversos incas hasta alcanzar el sur de Colombia y el norte de Chile y Argentina. La conquista del reino del Gran Chimú fue decisiva ya que marcó las pautas para la organización del imperio y Chan-Chan fue el modelo que inspiró la construcción de un nuevo palacio en Cuzco para cada soberano y la continuación del culto a la memoria del Inca difunto. El imperio se dividía en cuatro grandes secciones. En la cima de la estricta organización jerárquica se encontraba el soberano o Sapa-Inca, dios sobre la tierra y que tomaba por esposa a su propia hermana. La nobleza superior la constituían los varones de su linaje o panaca, y había una nobleza de segundo rango formada por los linajes de los grupos dirigentes de los pueblos vecinos del Cuzco. La nobleza estaba exenta de la mita o prestación de trabajo, base de la organización imperial. Una clase intermedia la formaban los funcionarios del Estado y los administrativos representantes del poder, los jefes militares y los artistas que ocuparán una posición social particular según los servicios que sean capaces de prestar al sistema económico del imperio. La base de la organización era el ayllu, conjunto de descendientes de un antepasado real o mítimo unidos por la posesión y el trabajo en común de la tierra, y que estaban obligados a prestaciones de trabajo para el estado en diversidad de formas. Por este sistema se cultivaban las tierras del templo del Sol y del Inca, se realizaba el servicio militar y las mujeres producían enormes cantidades de vestidos y telas para el Estado. Se realizaban también obras públicas, calzadas, templos, palacios, almacenes. Por debajo se encontraban los Yanacona o servidores sin tierra, generalmente prisioneros de guerra.El Estado, a través de un censo minucioso y de una red de funcionarios, absorbía la producción de excedentes almacenándola en grandes depósitos estatales y los distribuía para alimentar a los linajes reales, al ejército, y a quienes efectuaban las prestaciones de trabajo rotativas. Y buena parte se destinaba a regalos y distinciones por servicios prestados, pero también a la zonas donde era necesario para paliar los efectos de una mala cosecha o de otras catástrofes. Uno de los intereses principales del Estado fue el de convertir en productivos el mayor número posible de tierras. Por ello se realizaron verdaderas obras de ingeniería, en forma de redes hidráulicas de canalizaciones, acueductos, obras de drenaje y sobre todo los característicos andenes, a modo de escalinatas gigantescas que se han convertido en la imagen habitual asociada con las realizaciones incaicas. Los sistemas de andenerías, entre los 3.000 y 4.300 metros de altitud, permitieron cultivar pendientes que incluso sobrepasan los 60° y ayudaron a evitar la erosión natural. Combinaban terrazas excavadas en la tierra con otras realizadas artificialmente sobre una base de cantos y se sujetaban con muros de contención que pueden hasta llevar canales tallados para el riego. En todos los casos se pone de manifiesto la excelencia del corte y la talla de la piedra; que parece exceder en mucho la mera función de sustentación. Parece como si además de transformar el paisaje para un mejor aprovechamiento del mismo, se buscase también ordenarlo, estructurarlo, y al mismo tiempo embellecerlo, a base de esas perfectas masas escalonadas, de proporciones ajustadas y que si nos las imaginamos en plena época de cultivo, con sus diferentes productos que incluían hasta flores, tenemos que considerarlo como un arte a escala monumental, con un efecto visual que debía resultar impresionante a los ojos de los campesinos andinos.